martes, 26 de junio de 2018

Katana contra Kali


 Katana contra kali, samurais japoneses invadiendo pueblos campesinos de filipinas, recio acero japonés frente a un  grueso palo de madera extraída de algún bosque monzónico.  Hechos históricos pobremente recogidos en una escueta crónica. Un acaudalado empresario -aficionado a la historia del medievo nipón- no creía el desenlace narrado y me contrató para que hiciera el papel del bando filipino. Un encargo sencillo en el que con suerte no moriría nadie.

 Mientras llegaba ese combate me ocuparía de los asuntos de “la mano”, designación que yo usaba para esa organización sin nombre en un velado homenaje  a una asesina a sueldo griega experta en artes marciales Japonesas -alter ego de un célebre personaje de comic- que me había dado a conocer la existencia de la organización.

  “La mano” eran un grupo de científicos buscando alterar el orden social de occidente y crear uno nuevo en que se recompensara su mérito histórico por elevar a occidente sobre el resto de las civilizaciones.

  Según fui conociendo los entresijos de su organización vi claro que si esperaban tener éxito en su plan maestro debían usar un tipo de engaños en los que yo era un consumado experto, el espionaje industrial.

  Ya había localizado una empresa de nanotecnología, Nanogulls,  pionera en grandes avances hechos justo en la dirección que ellos necesitaban. Esos progresos junto a lo que los científicos de la mano habían ya desarrollado bastaría.

  Había hecho mis deberes de ingeniería social básica  y ya tenía localizada la víctima idónea. Una mujer de mediana edad que formaba parte del personal técnico de Nanogulls.

  Esta  siempre seguía la misma ruta hacía su casa, lo que facilitaba hallar una localización en la que ubicar disimuladamente mi holoter.

  Se basaba en un inocuo haz láser operativo en las longitudes de onda que había dado en llamarse teraherzios. Estas longitudes - situadas entre los infrarrojos y los microondas-eran emitidas de forma natural por la mayoría de los cuerpos.
    
       Cada material tenía su propia frecuencia específica, y el resto de sustancias era transparente a ella. Los primeros en hacer uso práctico de esas radiaciones fueron los satélites  de mediciones geológicas para seguir operativos en días nublados.

 Este láser sintonizaba-es decir formaba patrones de interferencia- con la frecuencia específica del metal del que estaban hechas las llaves de una persona y podía holografiarlas dónde quiera que su dueño las llevara guardadas. A partir de la holografía podía duplicar esas llaves, y con ellas entrar en el domicilio de esa persona sin forzar ninguna puerta.

  Precisaba  alguien que habitara en un lugar dónde el vecindario no fuera muy quisquilloso respecto a quien entraba y salía del portal,  y esa mujer cumplía el perfil.

  Ya tenía las llaves y esa mañana iba a entrar por primera vez en el piso. Comprobé que no había ningún problema, para ello había dejado una cámara de video digital en un coche situado cerca del portal.

  Verificar  el trasiego del vecindario podría ser un verdadero engorro de no contar con un programa que analizaba un archivo de video y detectaba los momentos en que una escena normalmente fija- la puerta del portal - cambiaba significativamente-cuando entraba o salía alguien.

  Era una tecnología desarrollada mayoritariamente por becarios universitarios supuestamente pagados por  la DGT -tráfico- aunque un poco de reflexión sugería quien podría estar financiándoles realmente.

 No había ningún imprevisto, todos los vecinos se habían marchado a sus respectivos trabajos y tenía vía libre. Entrar en el domicilio y sacar del ordenador los datos buscados fue un juego de niños.

  Entregé los ficheros a “la mano” y ocupé viendo cine y haciendo un poco de entrenamiento extra  los días previos duelo del que ya me habían notificado la fecha de celebración.

  Y llegó la gran noche. Se había elegido una amplia nave industrial de las empresas de mi adversario para albergar el evento.

 Este  se presentó ataviado con una armadura del periodo del Shogunato Tokugawa, siglo XVII, Japón feudal.

  Estrictamente eso se alejaba de las normas pactadas, pero me mostré condescendiente con esa pequeña ventaja extra limitándome a canjearla por un nimio incremento en mis emolumentos.
  Los padrinos- los de su rival, yo obviamente no llevaba ninguno- se situaron en las ubicaciones designadas y empezó el duelo.

  Mi adversario se situó en posición casi frontal, con los pies bastante separados,  sujetando la empuñadura de la espada con ambas manos y situándola en una posición atrasada al lado derecho de su cuerpo cómo hacían los protagonistas de las películas baratas.

  Un par de imperceptibles desplazamientos- hechos manteniendo el kali delante mio- me situaron en distancia de golpeo mientras el aprendiz de samurai seguía estático en su hierática postura con la espada casi a su espalda.

   Descargué el palo contra el costado derecho de la armadura con fuerza suficiente para dejar a mi oponente sin respiración pese a la protección del peto de su armadura.

 Permití que este recuperara el resuello; apenas recobrado el aliento cambió de táctica y esgrimió la katana lanzando o bien golpes cortos y nerviosos lanzados fuera de distancia- de los que me limitaba a apartarse- o bien golpes profundos  sin control que sorteaba con desplazamientos laterales acompañados de certeros golpes.

  Permití un breve rato a este juego y pasé a la ofensiva. En un instante dado mi adversario inclinó excesivamente el sable a su derecha- casi a la altura de su cadera-.  Desde la posición de cruz que siempre formaba mi arma con la del rival trazé con ella un arco ascendente que impactó su brazo adelantado, seguido de un giro del palo en el aire y un enérgico golpe descendente al casco de la armadura que le dejó inconsciente en el suelo.

  La justa había terminado y los padrinos reanimaron a su  jefe. No se había producido ninguna irregularidad y todo concluyó cordialmente con una cena en la que se comentaron afablemente los pormenores de la pelea. Incidentalmente averigüé el origen victoriano del pintoresco nombre de Nanogulls que  mi rival y patrón eligió para su empresa de alta tecnología.

 


Africa Alien IV


  La excavación

  La zona dónde se había iniciado la prospección geológica esta a unos cuatro kilómetros del asentamiento principal. En plena selva. Había preguntado a los geólogos, los padres de la peluquera, que les había llevado a pensar que precisamente allí hubiera algo de interés.

 La respuesta le dejó sorprendido. Algo a lo que empezaba a habituarse últimamente. Por lo visto su presencia allí era una mera formalidad. Realmente nadie de la compañía esperaba hallar ningún nuevo yacimiento de coltán. Pero tampoco era muy caro montar un equipo de prospección símica estándar.

 El caso es que la parejita aparte de ser geólogos  tenía una afición. Eran exoarqueólogos. Esta era una rama muy reciente de la modernidad científica. La idea de base es considerar que la no presencia de seres vivos en el entorno inmediato del sistema solar se antojaba muy improbable toda vez que se habían descubierto bastantes, más de cien, sistemas solares con al menos un planeta gigante gaseoso orbitando la estrella principal.

 Los cálculos mostraban que esos planetas debían haber seguido una secuencia que cada vez los iba acercando más al centro de su sistema. Partiendo de la órbita de plutón, o la de Júpiter, cada vez iban estrechando su proximidad al sol central. Sacando de su órbita los planetas interiores en el transcurso del viaje. De hecho eso mismo iban haciendo Júpiter y Urano en nuestro propio sistema solar. Mucho antes de que el sol se convierta en una gigante roja la tierra será arrancad de su órbita por estos dos colosos cósmicos.

 Lo interesante es que algunos habían calculado fechas. Y estas indicaban cuando los planetas del tipo y tamaño de la tierra que pudiera haber en esos sistemas solares cercanos habían sido desplazados. Caso de haber estado habitados habrían dado lugar a una emigración de sus ocupantes a planetas similares del entorno. Por ejemplo la tierra.

 Eso daba una cierta autoridad a la necesidad de investigar con rigor científico las posibles huellas que esos posibles visitantes hubieran podido dejar. Y además permitían establecer fechas. Había que buscar los estratos geológicos que correspondían a la eliminación de planetas cercanos.

 Y eso habían hecho estos geólogos. No esperaban tener suerte. Pero las leyendas locales servían de guía. Una observación muy interesante era el caso de la exploradora Británica Mary Kingsley. Fue la primera mujer blanca en el Congo. Convivió con los nativos. Debió ser un acontecimiento muy notable en su época Sin embargo cien años después ningún nativo de la zona se acordaba de ella. Así que si alguna leyenda se mantenía durante varias generaciones podía tener algo realmente importante detrás. Eso investigó el matrimonio de geólogos.

 Total, que partió hacia la zona con muchas perspectivas extrañas. Para terminar de añadir intriga notó que al acercarse a la zona su talento empezaba a emerger. Con tanta fuerza que casi podía intuir el futuro inmediato décimas de segundo antes de que se produjera. Es decir, calculaba tan rápido que anticipaba el futuro. Al inicio de manifestarse su talento las cosas no eran así. Pero poco a poco se había ido refinando.

 Pero aparte de esto parecía que la actividad de su cerebro gritaba otro dato. Peligro. Y no sólo eso. Notaba como sus pensamientos se veían arrastrados hacia el recuerdo. Al recuerdo de unas cuevas que había visitado en su adolescencia. Poco antes de que su habilidad diera los primeros indicios de su presencia. Con el tiempo había estudiado física. Y había hallado algunos indicios que apuntaban a que de algún modo las células de su cerero se habían organizado de forma que calculaban en un estado de superposición cuántica. Por ejemplo uno de sus encargos del anterior invierno lo solventó cuando un charco de agua líquida sobreenfriada, situado a los pies de un andamio, se solidificó súbitamente propiciando que el andamio se desplomara sobre su presa. Cómo quiera que bastara la más mínima perturbación para provocar que esa agua que había bajado tan lentamente por debajo de los 0ª C  cómo para mantenerse líquida se convirtiera en hielo, cómo le correspondiera. Y di óla casualidad de que justo antes él había, inadvertidamente, cruzado mal la calle obligando a un conductor a acercarse a la acera del andamio más de lo que normalmente hubiera hecho provocando, posiblemente, las vibraciones que dispararían la fatal solidificación repentina.. Intentó someter la hipótesis del cerebro cuántico a  más pruebas, aún a sabiendas de que era una posibilidad tan remota cómo la famosa idea del físico inglés Roger Penrose de que el cerebro humano era consciente debido al colapso de una función de onda gravito-cuántica  en los nanotúbulos del cerebro. Intentos sin ningún resultado concluyente.

. Pero no podía centrase en el análisis teórico ahora. Su mente volvía a la cueva. Y recordó cosas que le habían pasado inadvertidas.   Tras la historia de los Gómez (el matrimonio de geólogos) la imaginación podía dispararse a situar el origen de su facultad especial a exiliados extraterrestres.

  No obstante el era escéptico por naturaleza. Nunca había estado enfermo, de ahí que se arriesgara a venirse África sin vacunarse. Esa incapacidad era algo que influenciaba su carácter, alejándole de sentimientos de empatía por sus congéneres. Tal vez era un poco psicópata y eso le permitía trabajar de algo parecido a asesino a sueldo, aunque por otro lado muchos rasgos de su carácter le alejaban del cuadro del psicópata, cómo por ejemplo su capacidad para meterse con éxito en empresas de larga duración..En fin, daba igual.  En todo caso ahora empezaba a plantearse si después de todo la pequeña herida que le había hecho la acometida del licántropo no se habría infectado y estaría empezando a tener delirios pre-febriles.

 En todo esto la pequeña comitiva se acercaba a la valla que circundaba la excavación. Y una vez más un acontecimiento inesperado se presentó. A la entrada estaba detenido, montando guardia, un destacamento de hombres armados con fusiles automáticos y más armamento moderno de origen claramente militar. Nos pararon y se identificaron como pertenecientes al grupo de investigadores alemanes cuya visita estaba anunciada. Lo que no quisieron es explicar porque se habían presentado unos días antes de lo previsto y se habían arrogado la autoridad de visitar un prospección de una compañía que no era de u país sin pedir permiso a nadie.

 Pero un colectivo de hombres armados siempre tiene capacidad de convicción. Así que cuando nos aconsejaron que diéramos la vuelta y que, como mucho, acampáramos por la zona en espera de que vinieran sus jefes a aclarar todo lograron que les hiciéramos caso. Deberían repartir uzis en las escuelas de diplomacia.

 Visto lo visto se puso en contacto con Jackes. Y le preguntó si tenían el dirigible por la zona. Como esperaba así era. Así que  a la noche  del día siguiente habían planeado la estrategia. Contando con que no tuvieran sistemas sofisticados de vigilancia sobrevolarían la zona aprovechando algún momento en que las nubes taparan la luna, que en ese momento estaba al inicio de su fase de creciente y daba muy poca luz a la noche ecuatorial.
  Sabían que cerca de la excavación, pero ya dentro de la zona vallada, había zona arbolada. Así que si pese a todo eran descubiertos podarían alegar que estaban realizando la habitual, y bien conocida en toda la zona,  labor de investigación científica. Y desde el aire no se divisan bien las vallas. Era una buena explicación y eso implicaría que caso de que nos dispararan se enfrentarían a un grave conflicto diplomático. Tal vez esa no fuera la mejor de las garantías teniendo en cuenta que en esa zona del Congo había sido asesinada la famosa primatóloga Dianne Fossey,  popularizada para el gran público gracias a la película “gorilas en la niebla” y tampoco se había agitado cielo y tierra. En cualquier caso no había tiempo de urdir algo mejor.

  Pero no fue necesario comprobarlo. El dirigible le dejó en la copa de uno árboles cercanos a las instalaciones dónde se alojaba el grupo alemán. Caminar de noche en la selva es arriesgado debido a los animales. Que hubiera gente nerviosa, y presumiblemente de gatillo fácil por la zona era un aliciente más para ser precavido.

 Pero incluso en un territorio tan desconocido para un urbanita como es la selva esquivar humanos es sencillo si se tiene práctica. Realmente eran más peligrosos los animales, cuyos sentidos eran considerablemente mejores que los del ser humano. Por lo que fuera, y eso no dejaba de ser ligeramente sorprendente, no hubo tropiezos ni siquiera con animales pequeños.

 Y en esas que llegó a las instalaciones. Consiguió una posición desde la que podía ver sin ser  visto. Unos buenos prismáticos de visión nocturna le ayudaban en la labor. Y también podía oír que se hablaba con ayuda de un micrófono direccional. Nadie tenía claro exactamente porque un grupo de biólogos que investigan la flora de la copa de los árboles llevan esos chismes. Pero tampoco extraña lo suficiente para investigar al respecto.

 Su problema era que hablaban en la lengua de Wagner y Bethoven. Y el de alemán sabía lo justo. Así que sólo captaba fragmentos sueltos de la conversación.

 La situación varió cuando entró en escena otro individuo. Llevaba un vendaje que le cubría casi todo el torso. Era muy notorio incluso aunque llevaba una camisa de manga corta medio desabrochada por encima.

 Llevaba barba de unos tres días, y se le veía muy demacrado. Aún así pudo reconocerle de las fotos de su ficha. Era Gerard Flanders. El que había patentado, de repente, en el plazo de una semana, 5 nuevas soluciones innovadoras de nanotecnología. Pero como estaba considerado, incluso antes de llegar allí como un genio, y había hecho algunos descubrimientos anteriores de importancia se pasó por alto. Mal hecho.

Se suponía que debía estar de vuelta en su Holanda natal. Ya comprobaría los datos de aduana cuando saliera de ahí para ver como había engañado a todo el mundo. Ahora debía ocuparse de averiguar otras cosas.

 Por ejemplo, como un físico de materia condensada se convierte en un hombre lobo en mitad de África ecuatorial. Porque el vendaje le delataba. Escuchó con intención a ver si lo que decían le ayudaba a desvelar el misterio.

 Tuvo un golpe de suerte. Gerard no dominaba el alemán mejor que él. Así que forzó a sus contertulios a pasar al inglés. Y ahí ya si pudo seguir la conversación sin problemas.
 Estuvieron más de una hora hablando. Y de lo que se habló obtuvo respuestas para casi todo. Otra cosa es que las creyera.

 Gerard explicó que en la excavación dieron con un artefacto de origen alien. Totalmente averiado. Sin embargo algo de la tecnología había seguido activa. En concreto la nanotecnología.

 Notó su presencia de casualidad, pues interfirió con sus propios dispositivos nanotecnológicos. Explicó que había diversos tipos de nanorobots. Unos cumplían la función de “nanoniebla”. Esta era la que le permitía simular la telekinesis. Otros se fijaban a sistemas orgánicos y les curaban las heridas. Y permitían manipular la apariencia  a voluntad, o formar extensiones corporales en forma de garras y agrandar los dientes. Vamos, tomar  la apariencia  de un licántropo en definitiva. O de un vampiro ya puestos.

 Rápidamente había aprendido como hacer modificaciones básicas de algunos dispositivos más sencillos. Pese a ser sencillos en comparación a los otros eran muy avanzados comparados con lo que había en la tierra.

 Así que ya se veía millonario. Sin embargo la compañía le presionaba. Y como no quería desvelar la existencia del artefacto alienígena, de común acuerdo con el resto del equipo de la excavación decidió montar una estrategia de emergencia.

 Decidió fingir su partida del país. Pero en realidad no había ido muy lejos. Y volvió a los pocos días. Pero usando la capacidad de alterar el aspecto que le brindaba la recién descubierta tecnología pudo hacerse pasar por un nativo de otra tribu en busca de trabajo.

 Espiando a sus compañeros se dio cuenta de que aún siendo más lentos que él estaban a punto de descubrir el origen de sus recientes inventos. Eso era un grave problema. No dudaba que ya sospechaban, desde el principio, pero ahora tendrían pruebas. Y decidió que no quería compartir sus nuevos poderes. Así que  primero intentó asustarlos para que se marcharan. A los que no lo hicieron se vio forzado a asesinarlos.

  Una vez convertido en asesino no había marcha atrás. Primero trató de asustar a todo el asentamiento de la compañía. Pero pronto comprobó que no podría hacerlo solo.

 Además cuando un extranjero apareció, con la endeble excusa de dar clase a la hija del jefe decidió hacer averiguaciones. Nada extraño pudo obtener. Pero al poco reflexionó que una persona que viniera a investigar la situación montada no sería sencilla de desenmascarar. Así que siguió buscando.

 Para su desgracia su búsqueda no pasó desapercibida. Y una organización alemana dedicada a muy variadas actividades, que ya estaba pendiente de los rumores que llegaban del Congo reparó en él. Comprobaron que no había llegado a La Haya, como estaba anunciado (nota mental, ya no es prioritario verificar ese aspecto),  Y le dejaron correos en los que insinuaban que había sido desenmascarado.
 Aún sin creer que realmente esos alemanes supieran que ocurría realmente notó que necesitaba ayuda. Decidió parar sus acciones, para no seguir alertando a la comunidad internacional sobre la zona, y estudió que tipo de trato podía hacer con esos alemanes.

 Hasta ahí había deducido, si hubieran seguido hablando tal vez habría descubierto mas cosas. Pero en ese instante llegó un camión por el camino que llevaba a la finca y se interrumpió la velada. Todos abandonaron la casa dónde estaban reunidos y se dirigieron a la entrada de la instalación, dejando dos hombres de guarida.

 Así que ya sabía la situación. Reflexionó rápidamente. Su propia organización estaba a punto de hacer un uso delicado, a la par que masivo de lo que ahora resultaba ser tecnología extraterrestre modificada de la que se sabía muy poco. Debía  avisar y evitarlo. Además debía hacerse con muestras originales para estudiarlas.

 Y debía evitar que esos alemanes se hicieran con ella. No estaba seguro, pero tenía clara sospecha de quienes podían ser. Y no les quería por delante en el campo de la tecnología.

  Robar las muestras le fue sencillo. El problema era eliminar a los paramilitares que, como fue comprobando, habían tomado la zona.

 Además estaba el tema del peligro potencial de la nanotecnología. La nanonoiebla que había usado Gerard para simular la telekineseis debería ser vulnerable a las altas temperaturas.

 En realidad toda la noantecnología debía serlo. Estudios teóricos indicaban que en el supuesto de que pudieran usar fusión fría estos dispositivos no tendrían problemas de energía para poder operar en un entorno húmedo del que extraer el hidrógeno que usaran en esa fusión. El mayor reto ingenieríl, y el que mas las limitaría, es su capacidad para eliminar el calor generado por su funcionamiento.

 Todo eso apuntaba a que una bomba térmica de amplio radio de acción solucionaría sus problemas. Su organización disponía de esos dispositivos, no muchos, pero alguno sí. Lo que dudaba era si se atreverían a usarlo antes de darse a conocer públicamente dentro de unas semanas.  

  Así que se disponía a abandonar la zona e informar. Pero sólo tuvo tiempo de dar parte a Jackes. Cuando volvió a intentar obtener más información fue descubierto. Y tuvo que huir  para cubrir a Jackes y al resto. Decidió que escapando a través de la selva no podrían seguirle-  al menos no los militares, quien sabe lo que podía hacer un científico de elite familiarizado con el terreno y ayudado por nanotecnología extraterrestre- y que ya llegaría a otra zona poblada desde la que ponerse en contacto con su organización.

 Pero tardaría semanas. Y antes de eso empezaría el plan de acción de su organización. Un plan que, ahora lo sabía, era una incógnita. Mas adelante el podría intervenir. Pero evitar lanzar el ataque antes de tiempo estaba en manos de un biólogo Belga-Francés experto en las cúpulas aéreas de las  selvas tropicales.

 Y esta era la recapitulación de su vida reciente. Ahora debía centrarse en huir a través de una de las zonas naturales más peligrosas del planeta. Perseguido por una criatura medio alienígena dispuesta a asesinarle. Y aún si conseguía llegar sano y salvo a zonas civilizadas estaba por ver cuál era el nuevo status quo del planeta tierra. Ósea, que se avecinaban tiempos decididamente interesantes, esperaba seguir vivo para  ver como se desarrollaban los acontecimientos.

Africa Alien III


Trapecistas de la selva

 Siempre le había gustado el cine de terror. Aunque no era de esos que se conocía todas las películas de serie b que ni siquiera se habían estrenado en los cines. Así que se lo pasó bien escuchando las historias que le contaban los niños. Aunque a veces sufría un poco para entenderlos porque el francés no era su idioma nativo, y el que se hablaba en el congo era particularmente difícil de entender.

  El dilema es que por mucho que le gustara el terror nunca había creído nada de eso. Y no iba a empezar a hacerlo ahora. Hilvanando las diversas historias consiguió establecer una cronología  de los acontecimientos.

  Todo pareció surgir en la misma fecha en que se inició una nueva excavación. Al poco se empezaron a contar historias raras de gente que enfermaba sin motivo. Y algunos parecían sufrir extrañas ilusiones ópticas.

 Y algo debió ocurrir. Se habían creado un nuevo laboratorio, tomando piezas de cualquier otro sitio dónde sobraran. Algo hallaron, pero no había modo de averiguar qué. En todo caso pronto empezaron los problemas y el laboratorio se clausuró. Pero no sirvió de mucho.

 Estaba dándole otra vez mas vueltas a lo mismo cuando le interrumpieron. Acababan de llegar los trapecistas.

 Así los llamaban, aunque, claro, en la selva no había lugar para trapecistas. Se trataba de un grupo de biólogos. Investigaban la cúpula selvática usando para ello los más diversos ingenios. Entre ellos el más notable un dirigible.

 No estaban allí por casualidad. Trabajaban para su organización. Había hecho coincidir, con un margen prudencial, su presencia allí con la suya.

  Un encargado nativo anunció que uno de los de la expedición quería hablar con él. Por supuesto accedió a dejarlo entrar.

 Entró un individuo de mediana edad, con barba abundante, unos cuarenta y muchos, vestido con una ropa que parecía la típica del explorador del XIX.

 Se presentó sin mayor preámbulo, su nombre era Jackes Tatuí, belga, que afortunadamente hablaba un perfecto castellano.

 La conversación fue trompicada, había mucho de que hablar, muchos planes que hacer. Para empezar el tema de los crios.

 --¿Y dice usted (insistía en tratarme de usted aunque él era mayor) que debemos llevarnos con nosotros a un montón de niños?

 --Sí, es que no se me ocurre otro modo de alejarlos del poblado y evitar que les hagan la ablación.

  --Pero eso aquí es inevitable. Sí se vienen ahora tal vez eviten ser mutilados este año, pero al siguiente les tocará.

 --Ya, pero el año que viene yo no estaré aquí. Será responsabilidad de otros. No pretendo arreglar África. Sólo cumplir con la palabra que les di.

 --No es usted un idealista, a lo que veo.

 Lo pensó antes de responder. Dado que colaboraban en una especie de sociedad secreta se suponía que debían seguir algún ideal.

 --Bueno, mis ideales atañen a la forma de administrar la ciencia, no a las conductas sociales de cada país. Y en todo caso nunca me pronunciaré sobre la validez o no de ninguna conducta sin entender el entorno en que se aplica.

 No le interesaba que el tema siguiera por ahí. Así que consiguió distraerle preguntándole por el avance de su tarea. Cómo siempre funcionó. Pocos científicos se negaban a hablar de su trabajo con  un oyente intensado, que apreciara los detalles y no representara un posible competidor.

 Problemas y resultados

 Al final los niños partieron según lo acordado y se quedó sin informadores. Ya llevaba casi un mes y no había avanzado. Se le estaba terminando el tiempo. Su alumna a esas alturas era candidata a matrícula de honor en todas las asignaturas (si en Septiembre se concedieran matrículas de honor, vaya) y el curso de programación ya había terminado.

 Para colmo de males su habilidad especial no había regresado. Eso le preocupaba sobremanera. Nunca había estado tanto tiempo sin ella. Al menos le estaba sirviendo para intentar comprender mejor su naturaleza y como interactuaba con el resto de sus actividades.

 Había convencido a su alumna de que entrenara con él artes marciales. Así podía practicar y además la preparaba por si en el futuro decidía intentar captarla para la organización. La mayoría de las artes marciales que se enseñan normalmente provienen de oriente. Y es un tópico la extraña forma de enseñar tradicional en esos países.

 Pero menos conocido es el porque. Parte se debe a una cierta influencia de la filosofía Budista de aprender por la observación en vez de por la explicación. Pero lo más importante es que los “maestros” son muy celosos de su conocimiento. Enseñan lo suficiente para mantener intensados a los alumnos, y que les paguen, pero no lo bastante como para que puedan suplantarles.

 Por eso es más sencillo que vea la conveniencia de no ceder tan libremente el conocimiento científico, o más bien la tecnología que de él deriva, a una persona que ha estudiado artes marciales.

  Así que ahí estaban, entrenando de dos a tres horas diarias. La chica lo había cogido con entusiasmo. Y ahí empezó a percibir un aspecto de su “cerebro cuántico” del que no era consciente, quizás la primera prueba que avalara la hipótesis de que realmente era ese el origen de sus facultades, El tenía, o creía tener, unos reflejos extraordinarios. Eso le permitía ser un virtuoso de la lucha con arma blanca. Pero una vez apagado su poder se daba cuenta de que no eran reflejos. Era su cerebro calculando en tiempo real trayectorias que el resto de cerebros no podían. Sin esa ayuda extra seguía siendo muy bueno. Pero no era lo mismo.

 Estaba bien que avanzara algo en ese terreno, pero en su verdadera misión no había avances. Los ataques habían cesado. Y para colmo se había anunciado que un equipo de investigadores del gobierno alemán iban a hacer una supervisión de no se sabía muy bien el que. 

 Ya, rozando la desesperación, o mas bien el aburrimiento, optó por medios de investigación mas tradicionales. Ver quien había salido y quien había entrado en las fechas “delicadas” y que había hecho.

 Para ello había tenido que colarse en archivos privados. Nada demasiado difícil. La red local de ordenadores era una chapuza y no había verdaderos expertos en seguridad informática.

 Descubrió que justo después de la excavación que había originado los problemas, y un poco antes de que estos en sí empezaran  a manifestarse,  se habían producido la mayoría de los avances de la empresa. En concreto era cuando se habían hecho la mayoría  de las patentes en nanotecnología. Incluyendo aquella que él había robado para su organización. Y eso era muy inquietante. Si había alguna relación entre esas nanomáquinas y las historias de terror que se rumoreaban por el asentamiento convenía saberlo.

 Pero no todo eran inconvenientes. El hecho de que no hubiera más incidentes estaba haciendo que la gente del lugar empezara a irse de la lengua. Atacar el asunto de manera frontal aún no era bien visto. Pero había dado con un punto donde hincar el diente. A la gente le gusta cotillear sobre las personas. Había estudios serios que indicaban que incluso en las facultades universitarias el 80% de las conversaciones eran puro cotilleo.

Un buen lugar para buscar chismorreos era la peluquería. La peluquera del lugar además era hija de los geólogos que asesoraba a la empresa sobre dónde era buena idea hacer excavaciones. Era una chica bajita, de rasgos agradables y de carácter un poco  brusco, pero aún así simpática. Y parecía sentirse levemente atraída por él, lo cuál facilitaba que pudiera sonsacarla Eso sí, no llegaron a acostarse, dado su carácter eso hubiera sido como hacer una  película porno, en el sentido de que al día siguiente todo el lugar sabría las características de su vida sexual. Una lástima porque la chica no le disgustaba. Pero afortunadamente no era necesario tener sexo para obtener información.  Así que poco a poco fue tirando de ese hilo.


Y gracias a ella había dado con una persona que podía estar relacionada con sus problemas. Se trataba del investigador que había hecho la mayoría de las patentes.
 Para empezar era bastante conocido. Pero no por su labor investigadora. Un aspecto poco publicitado del turismo africano son las enfermedades tropicales (sólo se mencionan para decir que uno debe vacunarse). La mayoría de los exploradores del siglo XIX enfermaban de ellas, la mitad aproximadamente terminaban muriendo de alguna. El siglo XX y las vacunas habían mejorado la situación. Pero seguía habiendo muchos riesgos


 En concreto el tal Gerard Flanders había sido particularmente desafortunado (prefería no pensar mucho en su propio caso y que había ido allí sin protección  médica alguna). Gerard, aparte de ser un experto en física de la materia condensada era biólogo aficionado. Y había decidido hacer algo de investigación de campo para estudiar los primates de la zona, que para eso estaban cerca del parque natural  de Kahuzi-Biega. Consiguió convencer a unos cuantos nativos de una aldea cercana y montar un campamento. Su aventura duró una semana.

 Volvió de ella con un antebrazo más grueso que su muslo, resultado de las picaduras de los insectos. Pero eso no había sido lo que le había hecho dimitir, no. Lo que le había decidido a no pisar nunca mas la selva es despertar y ver cómo le estaba saliendo un gusano por la boca. Un gusano que, según le explicaron luego, habría ingerido en estado larvario con alguna fruta y una vez desarrollado había decidido salir. De lo cuál podía sentirse afortunado. Habría podido elegir quedarse a vivir en su hígado una temporada.

 El caso es que la anécdota le había hecho ser bastante conocido entre las cotillas habituales del lugar. Y en particular de cierta peluquera.  Así fue como descubrió que a raíz de sus descubrimientos, que le iba a convertir en millonario se había vuelto totalmente paranoico. Empezó a no dejar entrar a nadie en su laboratorio.

 Esto tampoco era muy extraño, en su opinión. Pero como fuese que la compañía le estaba presionando decidió dimitir, con lo cuál estaba renunciando a parte del pastel económico. Comprobando fechas vio que al poco de anunciar su dimisión, y consecuente partida, habían empezado las primeras “apariciones”. Pero no podía terminar de cerrar la conexión porque los archivos indicaban que había partido rumbo a su Holanda natal días antes del primer  incidente con heridos de por medio.

 Pero con ser interesante estos cotilleos no terminaban de llevarle a ningún lado. Lo había estado posponiendo, pero ya no le quedaba otro remedio. Iba a visitar la excavación de dónde parecía haber surgido todo.

El ataque

 Ya había hecho público el anuncio de la visita. Aparte había hablado con Jackes, el jefe de los trapecistas. Estarían por la zona por si fuera necesario su apoyo. Partirían dentro de dos días. Ese día había terminado pronto las clases de artes marciales y se disponía a darse una ducha. Sin embargo algo lo alertó. Un pequeño ruido en la ventana. Dado que vivía en el segundo piso de una mansión de estilo Victoriano colonial no debía haber ruidos a la altura de la ventana.

 Así que visto que no ocurría nada inmediatamente imagino que debía puesto que parecía que alguien le acechaba, incluso sin su habilidad especial sabía que era así, debía alentarle a que se descuidara. Decidió que echarse una siesta, o aparentar que lo hacía, era un buen modo.

 Eso sí, se cuidó bien de asegurarse de que el sable japonés estaba debajo de la almohada. Realmente no eran sus espadas favoritas. Prefería una espada medieval de dos filos, hecha de hierro colado, más resistente,  en vez de hierro forjado, como las japonesas. Desafortunadamente Hollywood había permitido que llevar como objeto “decorativo” una katana estuviera bien visto. Pero no pasaba lo mismo con las armas medievales. Claro que la cultura made in Hollywood no permitían diferenciar una katana ceremonial, como la mayoría de las que se ven en occidente, de un arma de guerra como la que el  llevaba.

 Quien quiera que le acechara se lo tomaba con calma. Habían pasado varias horas y estaba anocheciendo. Y empezaba a tener sueño. Como en duermevela se acordó de una anécdota de su niñez. Caminaba distraído cuando de repente, en la periferia de su ángulo visual observó un borrón de movimiento. Era un perro. Y saltaba hacia su garganta. Se apartó en el último momento. Al girarse para esquivar vio una chica con una correa. Obviamente la dueña del animal. Corrió  hacia ella con el chucho  detrás y cuando la alcanzo corrió a su alrededor hasta que la chavala pudo atar al perro.

 Al abrir los ojos no vio ninguna mujer. Y lo que se aproximaba no era exactamente un perro. Apenas tuvo tiempo de sacar el arma de debajo de la almohada y dar un tajo. Al fin y al cabo el era experto en eskrima filipina, no Iai-do Japonés. Pero bastó.

 El hombre lobo, pues esa descripción le cuadraba perfectamente, detuvo su acometida cuando un tajo profundo cruzó su torso. Se echó hacia atrás, como sorprendido de que alguien hubiera sido más veloz que él.

 Armado con el curvado sable  no se sentía muy inquieto, pese a la intimidante apariencia del bípedo ser que tenía enfrente. La alarma empezó a cundir cuando se fijo  que de la herida estaba dejando de manar sangre. Aún así no se veía en una situación insalvable. Las garras del ser eran ciertamente peligrosas y sus comillos parecían capaces de triturar un cráneo humano sin esfuerzo. Pero el acero que mediaba entre ambos ya había demostrado que podía dañar a la criatura.

 Pero ese día parecía que no iba a ganar para sorpresas. De repente notó que algo tiraba con fuerza del arma. Por su lenguaje corporal dedujo que el lobito era el responsable. Un hombre lobo telekinético. Eso ya era muy preocupante. Como no era ningún principiante no había soltado la espada al notar el fuerte tirón. Pero igualmente no podía evitar que la fuerza invisible que la agarraba la apartase de la recta entre él y el licántropo. Mal asunto.

En esas el animal atacó. Las artes marciales son de dudosa utilidad contra un depredador de un cierto tamaño. Puñetazos y patadas contra garras y dientes no es buena estrategia. Y además por lo común el bicho suele ser más ágil y fuerte que el humano.

 Pero sirven para sorprender. Y si se cuenta con algún factor que permita obtener ventaja de la sorpresa podrían marcar la diferencia entre vivir y morir. En este caso concreto una patada con la planta del pie a la rodilla del animal lo paró un instante. Y no sólo eso. Al hacerlo la fuerza que retenía la espada cesó. Que el animal lograra apartarse lo suficiente para que el tajo descendente no impactara con su cabeza y se limitara a  hacer un corte profundo en su costado izquierdo habla muy bien de su capacidad en la lucha. Y de su resistencia. Ese golpe debería haber atravesado las costillas y haberle cortado el pulmón. Aún así parecía que le había producido un daño razonable, por lo visto lo suficiente para hacerle optar por una retirada.

 En el frenesí de la lucha apenas se había dado cuenta. Pero el hombre lobo había dado unos aullidos bastante altos. Así que enseguida había gente corriendo hacia su habitación. Tuvo que abrirles antes de que tiraran la puerta abajo de la impaciencia.

 Al día siguiente había mil rumores sobre lo acontecido. Para empezar nadie había sobrevivido a los ataques así que se mezclaban inquietud ante la reanudación de estos y un halo de nueva esperanza al ver que fuera lo que fuese podía ser detenido.

 Era por ello que al principio intentaron convencerle de que pospusiera la visita a la excavación. Pero a lo visto la gente empezaba a atar cabos. Pro algún motivo los ataques habían cesado justo el día después de su llegada. Y tras la pausa el atacado era él. Precisamente cuando iba a ir a  la excavación. Así que después de todo le dejaron ir. Incluso le animaron. Había urdido una excusa para la visita. Pero tras lo acontecido nunca nadie le preguntó sobre sus motivos.


Africa Alien II


Sorpresas

  La entrevista para el trabajo había resultado de lo más interesante. Al parecer su labor en el Congo, para ser exactos en la república democrática del Congo, no iba a consistir únicamente en hacer de profesor.  Cómo le había comentado antes su patrón tenía intereses comerciales en dicho país  ¿Y que empresa relacionada con las telecomunicaciones no? La mayoría de los teléfonos móviles y muchos otros dispositivos de alta tecnología usaban un mineral, llamado coltan, abreviatura de columnita talantita. Más del 80%  de las reservas naturales de ese metal estaba en esa zona. Su precio excedía el del diamante

 No era algo que se divulgara todos los días. Pero cualquiera interesado podía averiguar que la causa de la guerra entre la república del Congo y Ruanda (y en parte Uganda) había estaba motivada por la presión de las compañías europeas, alemanas y holandesas sobre todo. Esas incursiones militares Ruandesas servían para permitir que se extrajera material de las reservas del Congo a través de la frontera de Ruanda. Y Ruanda exportaba ese mineral a los comercios occidentales sin pagar los elevados aranceles que exigía el gobierno Congoleño.

En definitiva, casi toda la región del este del congo, conocida como kivu estaba tomada por fuerzas militares extranjeras, y la población trabajaba para ellas en un régimen de casi esclavitud. En ese ambiente que surgieran problemas era normal. Aunque por lo visto lo que sucedía rebasaba las expectativas. Según le había comentado Armand  algo estaba asustando a los europeos ocupados de la explotación minera. Un susto lo bastante considerable cómo para que algunos decidieran dejar el  bien remunerado trabajo y abandonar el país. Y él debía averiguar cuál era la causa y si era posible eliminarla.,  La verdad es que le resultaba sospechoso que recurrieran a él para esa labor. Si Armand estuviera al tanto de su ocupación de “asesino de guante blanco” tal vez. Pero no era el  caso, o no debía serlo. Y se lo pregunto, claro, no haberlo hecho habría resultado sospechoso. Armand le explicó que no sabia muy bien a quien enviar. Un detective privado, o el personal de seguridad de su empresa habrían resultado sospechosos. Y además no sabían nada de ciencia y tecnología y si debían tratar con científicos asustados eso era un serio inconveniente. Y además necesitaba realmente un profesor para su hija y el resto del personal.  Vale, bien, pero ¿por qué él? ¿No había en su empresa ningún físico con conocimientos de informática? Armand respondió que sí, pero ninguno experto en artes marciales. Y en su opinión la práctica de artes marciales podría darle un aplomo extra para afrontar situaciones arriesgadas que pudieran presentarse. La verdad es que no terminaban de convencerle las razones que argumento Armand. Pero sí  había algo más  iba a tener que descubrirlo sobre la marcha.

 Una vez aceptado el trabajo restaba ocuparse de algunos asuntos prácticos. Realizar un viaje a África no es  solamente coger un avión. Para empezar eran necesarios visados. Y para conseguir esos visados había un requerimiento muy lógico y muy importante, vacunarse. El sistema inmunitario de un europeo carece de protección contra varias enfermedades tropicales y era necesario seguir un calendario de vacunas. Un calendario para el que no tenía tiempo. Aún así Armand y su empresa, quien sabe porqué métodos, podían conseguirle los papeles adecuados que certificaban que estaba correctamente protegido contra todos los microbios habidos y por haber. Legalmente no había problema, pero aceptar eso significaba arriesgar su salud.  Ahí tenía una pequeña carta secreta que jugar, pero siendo secreta no la reveló. Por el contrario argumentó, con éxito, que el riesgo extra requerí un dinero extra..


CONGO

El viaje había transcurrido sin incidencias. Algo totalmente anormal.

 Había tomado tres aviones. Cada uno peor que el otro. El primero de una línea internacional lo había dejado en Casablanca. No era el camino mejor, pero le apetecía conocer esa ciudad. Dada la urgencia apenas pudo hacer turismo un par de días.  Después había tomado un boeing bastante veterano hacia la capital del Congo, Kinshasa. Desde allí cogió una avioneta que tras innumerables escalas en diversos patatales a los que los lugareños afirmaban que eran pistas de aterrizaje, le habían llevado a su destino final. Este resultó ser un pequeño poblado donde junto a chabolas para los nativos había unas cuantas instalaciones bastante modernas y algunos edificios residenciales donde trabajaban los empelados de nanogulls. La mansión colonial dónde se alojaba la hija del jefe e encontraba un tanto aislada a una distancia de unos pocos kilómetros, rodeada de algunas construcciones extra. El trayecto entre el poblado y la mansión lo efectuó en un jeep de aspecto militar acompañado de dos empleados de nanogulls, una joven informática menuda y bastante guapa y un abogado que por lo visto realizaba tareas de coordinación del personal científico destacado en la zona.

 


 El  día siguiente lo dedico a visitar las instalaciones y familiarizase con ellas. También le fue presentado parte del personal, y por supuesto la famosa hija del jefe que reuntó llamarse Sara. Era una chica morena, de estatura media, llevaba el pelo, ligeramente rizado, en media melena.. Tenía una piel  clara y luminosa., cintura estrecha, constitución pasablemente atlética.  Era, para resumir, definitivamente  hermosa. Algo que cómo ocurre a menudo con las chicas guapas en ciertos ambientes llegaría a demostrase causa de diversos quebraderos de cabeza.

  El segundo día comenzaron con las clases particulares. La mayor parte no le presentaban dificultad..Pero descubrió que la mecánica de primer curso de Merian y Kraige, con sus cálculos de estructuras, estudio de engranajes, centros instantáneos de rotación y demás no tenía nada en común con la mecánica teórica de Lagrange y Hamilton. Por eso los dos primeros días de estancia habían sido un poco agobiantes mientras lo preparaba  Quizás por eso cuando sucedió el primer incidente no apreció correctamente la trascendencia de lo sucedido.

  Dado que estaban alejados de cualquier centro urbano cerca de la mansión había una granja. Y de ahí venía un todo-terreno haciendo sonar el claxon por el camino cubierto de grava que unía ambas instalaciones. Venían a buscar a los tres médicos y a los dos veterinarios que había destinados en la zona. Como ya había concluido mi labor de ese día y aún no había visitado la granja no me costó convencerles de que me llevaran en el otro vehículo que iba allí, un camión que aparte de los matasanos llevaba agentes de seguridad.

 Al llegar lo primero que se hizo fue atender a un nativo que según me dijeron se encargaba de comprobar que todo el ganado estaba en el establo cuando, por la noche, se lo encerraba para evitar que los depredadores nocturnos  saltaran la empalizada para darse un festín.

 Pero no había podido cumplir su labor. Esta vez parecía que había ganado algún felino la partida. Se podía adivinar por las marcas de garras que atravesaban en diagonal el pecho desnudo del pobre hombre. Y por la terrible mordedura que había desgarrado el cuello y parte del tronco.

 Dejó que los médicos hicieran su labor forense y acompañado por los veterinarios y dos guardias, que iban delante, fusil en ristre, y con miradas aprehensivas, se dirigió al establo de las vacas. Lo que vio allí fue una carnicería. Realmente extraño que un animal atacara tantas presas antes de alimentarse de ninguna. Pero el no era etólogo. Tal vez eso fuera lo normal. En todo caso no notó nada raro aparte de eso.

 Mas tarde tuvo que plantearse si su “habilidad especial” no debería haberle hecho reaccionar, independientemente del cansancio acumulado. Pero sobre eso no llegó a obtener repuesta inmediatamente. Tal vez si supiera más sobre el origen de la misma podría anticipar mejor que esperar de ella.

 Siguieron dos semanas sin incidentes. Y no había avanzado mucho.  Sólo pudo recoger rumores. Pero pocos, nadie confiaba en alguien de fuera ciertas cosas. Necesitaba ganarse la confianza de alguien que llevara tiempo por la zona para que le contara lo que necesitaba saber.

 Afortunadamente tenía algunos ases en la manga. Uno de ellos eran los niños, y sobre todo las niñas. Gracias a las prácticas de mutilación genital tan extendidas en el continente negro. Sabiendo que necesitaría confidentes había buscado sobre muchas cosas antes de ir al país.

 Las prácticas de ablación supuestamente provenían del antiguo Egipto. Tenía cierta lógica. Eran operaciones quirúrgicas de una cierta complicación. Y el país mas avanzado de la época antigua en ese campo era Egipto. Al no haber archivos históricos en África  era complicado de saber. La verdad es que las prácticas de ablación encajaban muy bien con la  moral puritana de la  época de la reina Victoria de Inglaterra. Tal vez los médicos de las colonias no encontraron mejor modo de someter a la “salvaje” población nativa a sus costumbres de represión sexual. De hecho en su propia nación habían impuesto la circuncisión masculina como medio para evitar que los adolescentes cayeran en la “malsana” práctica del onanismo.

Aunque más que eso lo que  le interesó fué leer que muchas veces esas prácticas eran realizadas “en serie”. Venía un curandero, que solía desplazarse entre varias tribus y realizaba la operación a todos los mozalbetes y mozalbetes de la zona. Ayudado por las matronas del poblado. Normalmente usaba un instrumento sin afilar y sin desinfectar. De hecho era común que usara el mismo con todos los niños.

 Eso también le intrigó sobremanera. Sabía que el SIDA estaba diezmando la población africana. Había leído un poco sobre propagación de enfermedades. Normalmente su avance se modelaba por un sistema de tres ecuaciones diferenciales de primer orden no lineal. No muy complejo. Se podían obtener muchos resultados analíticos. Y su solución numérica era trivial para cualquier ordenador capaz de ejecutar mathemática o matlab.

 Lo interesante es que la velocidad de transmisión (en una enfermedad en que no había recuperaciones)  se caracterizaba por un sólo parámetro,  Este indicaba el número de enfermos nuevos en la unidad de tiempo característica de la enfermedad. En el caso del VIH este sería un año. Y el valor del parámetro, indicado por la letra s, era 2.

 El caso es que antes de salir metió en el ordenador ese valor y las simulaciones no coincidían con la rápida expansión de la enfermedad. Para mejorar la fiabilidad debía usar algún modelo en que tuviera en cuenta la distribución espacial de la enfermedad en vez de uno que simplemente contabilizara el total de enfermos. Necsitaba un modelo con ecuaciones en derivadas parciales, o uno con autómatas celulares.

Desafortunadamente tuvo un virus, informático, en el portátil que se había llevado a la misión que le obligó a formatear. Y en ningún sitio de África de los que había estado logró  una copia de “mathemática” o “matlab” (o cualquier programa que no obligara a programarlo todo desde 0) o una conexión de Internet lo bastante rápida dónde bajarla pirateada.

 Confiaba en poder hacerlo al llegar a la explotación. Pero entre los problemas que tanto preocupaban a los europeos de la zona se hallaba el que la conexión a Internet no funcionara casi nunca. Y nadie se lo había  mencionado al salir, ¡increíble!

 Total, que su idea era que la transmisión sexual del SIDA, a partir de la cuál se había fijado el valor de parámetro s a 2, no explicaba la epidemia Africana. Se le ocurrió que las insalubres prácticas de la ablación y circuncisión podían ser el verdadero mecanismo por el que el VIH estaba arrasando el continente. También había leído que tal vez las cifras de SIDA en África estaban infladas debido a que los diagnósticos se hacían a la ligera y cualquier trastorno con síntomas mismamente raros era achacado a un sistema inmunitario consumido por el VIH, sin hacer ninguna prueba de anticuerpos ni similares.

 En todo caso le convenía creer en el papel de los curanderos en la expansión del SIDA. Así se mostraría más convincente con los niños del lugar. No le costó averiguar por su inquietud cuando iba a visitarlos el brujo del lugar. En realidad los acontecimientos extraños que se venían sucediendo habían precipitado esa visita. Y aprovechando esa inquietud, y alimentándola, había conseguido ganarse la confianza de algunos de los pequeños. Se había ofrecido a protegerlos a cambio de que le contaran chismes. Y había tenido éxito. Caso de haber fallado con los niños, siempre imprevisibles, hubiera intentado probar suerte con los padres, pero no hizo falta, los niños le contaron las habladurías locales.

  Lo que ocurría es que lo que le contaban no tenía mucho sentido. Sabía que estos niños no habían  tenido mucho acceso a la cultura occidental. Ni a sus mitos y leyendas. Por eso le extraño tanto que le hablaran de algo que respondía perfectamente a la figura del hombre lobo.
 

Africa Alien I


Una llamada de teléfono

 Cuando alguien le pregunta en que trabajaba su respuesta de un tiempo a esta parte solía ser  me dedico a la ciencia ficción”. Cuando la gente preguntaba detalles, casi siempre lo hacían,  era cuando puntualizaba “en concreto mi campo de acción es la gravedad cuántica”.  Y ahí ya divergían mucho las conversaciones. Pero si se daba la casualidad de que quien le interrogaba sabia algo de física era cuando se podía divertir un rato explicando que al fin y al cabo desde que a finales de los 70 Gerard t ´hoof había demostrado que las teorías gauge eran renormalizables (es decir, que predecían cantidades finitas observables experimentalmente) y que toda la física conocida, menos la gravedad, podía explicarse mediante estas teorías.  Casi todo lo que se había hecho en física de altas energías, básicamente diversos ataques al problema de cuantizar la gravedad, carecía de predicciones falsificables experimentalmente, y que por tanto era, en cierto modo, ciencia ficción.

  ¿Era cierta la afirmación? Tal vez sí, tal vez no, dependía de cómo se afrontara el tema. Ahora mismo, por ejemplo, estaba sentado en el asiento de su coche esperando a que una persona saliera del edificio donde trabajaba.  Le pagaban por esperar a esa persona, o para ser exactos esperar era un medio para obtener un fin concreto, asegurarse de que aquel a quien esperaba falleciera en breve por un “accidente”. Visto así no podía decirse que su ocupación fuese la gravedad cuántica. Pero claro, mientras esperaba estaba leyendo un artículo sobre estados semiclásicos en loop quantum gravity. El hecho de que viviera de esos “encargos” y otros similares, aunque menos truculentos, era porque le aportaban mucho dinero en poco tiempo y le dejaban libre para hacer lo que quisiese, lo cuál preferentemente era investigar en gravedad cuántica.

 Estaba ya un poco aburrido del artículo (Thomas Thieman siempre le resultaba excesivamente formal y cargante) así que no le molestó demasiado cuando su víctima salió por el portal y le impidió seguir leyendo. Ya llevaba varios días con esa rutina así que sabía cuales serían los siguientes movimientos que daría. Recogería el coche, un audi A-3, del garaje,  flirtearía un poco con la guardia de seguridad e iría a comer a un restaurante de comida rápida en las afueras del pueblo. Eso era algo bueno para su labor, después de todo si había estadísticamente una causa de muerte propia de un hombre de la edad de su víctima, unos cuarenta y pocos años esta era el accidente de tráfico.  Claro que en realidad no estaba seguro de que el deceso fuera a suceder de esa guisa. Su modus operandi era  ciertamente muy peculiar. Todo lo que tenía que hacer era seguir discretamente a un individuo al que había resuelto considerar un “objetivo”  y éste terminaba muriendo en algún tipo de accidente. ¿Cómo?  No lo sabia, pero ciertamente era algo que encajaba dentro del campo “ciencia ficción” al que decía dedicarse.

 En todo esto ya estaban a punto de entrar en el corto tramo de autopista que debían recorrer entre el edificio de oficinas dónde transcurría la jornada laboral de su presa y su restaurante favorito. Y justo en el momento en que tenia que estar pendiente de la siempre delicada incorporación sonó el móvil. Comprobó que se trataba del número especial, el que sólo tenia una gente muy seleccionada, y que era mejor coger. Le dio tiempo a salir del carril de aceleración antes de descolgar. No había mirado en la pantalla quien le llamaba pero por la voz enseguida le distinguió.

 -¿Alfonse? Sonó en el altavoz del coche
- Sí, -para ese número éra el nombre correcto con que debían referirse a él- ¿con quien hablo?, dijo por puro convencionalismo.
- Soy Armand, Armand dupré, de Nanogulls ¿me recuerda?

Ciertamente, nanogulls era una empresa líder en el sector de nanotecnologia, y el tal Armand era el principal accionista. Aparte de un aficionado al Japón Samurai y en particular a la esgrima Nipona. Hace unos meses habían disputado una pelea informal. Armand con una katana y una armadura completa. Él mismo usaba un Kali Filipino y no vestía ningún tipo de protección. Se habían conocido en un gimnasio dónde coincidieron ambos (él entrenando wing tsun y esrkima a nivel avanzado, y Armand kendo a nivel de principiante) y habían acordado, previo pago de una cantidad considerable, rememorar las peleas de el intento japonés de invasión a las  islas filipinas, cuna del esgrima (más conocido como kali). Además había aprovechado la situación para realizar una pequeña labor de espionaje industrial, que era otra de esas actividades lucrativas a las que se dedicaba para tener tiempo libre par la física, bueno, y las artes marciales, claro. La verdad es que si había ido a entrenar a ese gimnasio era precisamente cómo un medio para llegar a contactar con Armand sin levantar sospechas, pero eso era otra historia, claro. En todo caso desde el combate en el. que lógicamente perdió Armand, no se habían vuelto a poner en contacto ¿Qué querría?
-Ah, si, me acuerdo, ¿Qué se le ofrece? ¿No me guardará rencor por la derrota?
-No, no, tranquilo. Mire, le llamaba porque sé que aparte de las artes marciales es usted físico en informático ¿verdad?
-Bueno, sí, tengo una licenciatura en física, respecto a lo de informático ¿Quién no lo es hoy día en mayor o menor medida?  Mis conocimientos al respecto son en programación y …
-Bien, no sé si ahora estará trabajando en algo, en todo caso tengo una oferta que hacerle-dijo haciéndome dejar la frase a medias. Sin embargo siendo conocedor de lo bien que solía pagar no me importo dejarle hacer su propuesta ( y de paso se ahorraba dar mas detalles sobre si mismo) -Dígame, respondí.

-Mire, mi hija, que estudia ingeniería de minas, ha suspendido algunas asignaturas. Se trataría de que le diera clases particulares. Antes de que diga nada comentarle que esta de vacaciones y que las clases las tendría que dar dónde esta ella, que es nada más ni nada menos que el Congo…
-¿El Congo, en serio?, respondí con incredulidad genuina.
-Si, esta en una sede de nuestra empresa allí. Además debería impartir un curso de actualización en diversas áreas informáticas para el personal que tenemos allá. Obviamente se le pagará muy generosamente…

 Ya no hubo mucho más que añadir, solamente fijar una fecha para encontrarse y cerrar los detalles. Lo malo es que el asunto era un tanto urgente y aún tenía una tarea pendiente. Y no le gustaba dejar los encargos a medias. El problema es que la llamada le había dejado intranquilo, y sabía por experiencia que fuera cuál fuera el mecanismo que provocaba accidentes en sus víctimas funcionaba peor si no estaba tranquilo. Así que desistió de su persecución y volvió a su domicilio. Es noche viendo las noticias se entero de que una explosión en una caldera de gas había matado al ocupante de un Audi A-3 que pasaba en ese momento por las inmediaciones. Afortunadamente la deflagración se había producido cuando los ocupantes del centro ocupacional al que la caldera prestaba servicio se encontraba vacío y el ocupante del Audi había sido el único fallecido. La noticia le sorprendió pues hasta ahora los “trágicos sucesos”  siempre se habían producido estando él cerca del accidentado. La verdad se que no sabia si debía considerarse responsable o no, pero como quiera qué a él le pagaban por los objetivos cumplidos y no por los medos empleados cobraría en cualquier caso