martes, 10 de diciembre de 2019

When time bcomes a loop V (last)


    Empezó  a llover. ¿Qué hora era?  La vez anterior no había apuntado la hora del inicio de la tormenta, pero le parecía que era  más tarde cuando habían empezado a caer las primeras gotas. Decidió memorizar la hora exacta, para futuras referencias, bueno, futuras en tiempo subjetivo, claro.

  Seguía sin verse signo alguno de presencia humana o animal, así que de momento seguiría allí, pensando. La interpretación mas obvia para el cambio en el inicio de la tormenta sería un “efecto mariposa”. Al fin y al cabo, aunque las condiciones iniciales en cada iteración eran las mismas la conducta suya la del tigre, y la del resto de seres vivos variaba, y eso podía cambiar las condiciones atmosféricas. El efecto mariposa había pasado a la cultura popular y todo el mundo sabía esas cosas. 

 Pero claro, la cultura popular es muy simplista y las cosas no encajaban. Por un lado era necesario bastante más tiempo para que la mínima variación que suponía la conducta de los seres vivos de la zona alterara significativamente el patrón climático. Más importante todavía,  esa lluvia, y esa tormenta, tenían su origen en un frente tormentoso. Por mucho que variasen las condiciones atmosféricas locales no podían alterar la llegada del frente a la zona dónde estaba. 

Era muy raro. Para asegurarse subió a la copa del árbol, una maniobra no carente de riesgo, y miró al cielo. Ya era de noche, pero entre una luna creciente, bastante cercana a su máximo esplendor, y la luz difusa de una gran ciudad cómo Madrid, podía apreciarse bastante bien el cielo y ver cómo algunas nubes, la avanzadilla del frente, estaban ya sobre él. Observó un rato y se quedó bastante atónito al observar la velocidad con la que se estaba acercando el frente. No controló el tiempo, pero no debió llevar más de 10 minutos hasta que todo el cielo estaba cubierto de gruesas nubes, visibles sólo cuando algún rayo rasgaba el telón de oscuridad que habían arrojado sobre la tierra debajo suyo.  Entonces vio otra vez venir la cuerda, o lo que fuese. Anticipando lo que tocaba luego miro la hora. Apenas había transcurrido hora y media desde que había empezado el ciclo,  lo cuál era casi la mitad de la vez anterior ¿cómo era posible?

 Vuelta a empezar. E iban ¿Cuántas? Se sentía desanimado. La vez anterior había hecho grandes avances y creía haber encontrado una pauta que apuntaba a un modo de salir de ese eterno retorno en que se había convertido su vida reciente. Eterno retorno, las palabras habían llegado a su cabeza de manera casual, pero sin duda no eran originales. Evocaron el recuerdo del mito de Sísifo. No era muy ducho en mitología griega, él prefería la escandinava, sin duda influenciado por los cómics de Thor que llevaba leyendo desde siempre, pero conocía las líneas esenciales del mito de Sisifo.  

 Por algún motivo que no recordaba- ¿lo contaban alguna vez? – había sido castigado por los dioses a empujar una piedra colina arriba. La piedra, posiblemente bajo influencia de alguna hechicería divina, irremediablemente terminaba rodado colina abajo otra vez, y el tal Sísifo debía volver a subirla, y  así una y otra vez. No tenía claro si había una moraleja ética detrás de la historia, o simplemente era un modo de explicar los ciclos de la naturaleza que tenía esa gente. Tampoco le importaba ahora mucho. 

   No obstante la idea de unos dioses vengativos le despertó una inquietud. Había leído ciencia ficción desde siempre, y tenía mucha imaginación, así que no le costó dar con un escenario que se ajustase a esa premisa. Tal vez sólo el primer ataque del tigre era real. Podría haber sobrevivido a el y haber sido transportado a un hospital Tal vez, como resultado de las heridas, se hubiese quedado en coma uso cuantos años. En ese tiempo la tecnología podría haber avanzado lo suficiente para que esas interfaces ordenador-cerebro, que había descartado antes, estuvieran listas. Y tal vez el estaba siendo usado como cobaya para ponerlas a punto. Tal vez un grupo de ingenieros informáticos y  expertos en neurología estaban jugando con él, como los dioses del olimpo con el tal Sísifo. En ese caso cuando le despertaran en el mundo real, si lo hacían, se corrigió- tendrías unas palabritas con ellos respecto a  dejar una y otra vez al dichoso tigre suelto por los alrededores.

 O tal vez ya le habían escuchado, porque esta vez tampoco aparecía. Otra posibilidad era que a base de repetirse la jugada los leones hubieran localizado la posición inicial del tigre y fueran a por él para disputarle su territorio de caza. O quizás el tigre tenía bastante autoconsciencia para notar que estaba en el bucle y había llegado a la conclusión de que no necesitaba zamparse a nadie. Al fin y al cabo al poco rato volvería a la rutina, y si al inicio de la misma no tenía hambre tampoco iba a necesitar comer. O se había aburrido de comer siempre lo mismo. Demasiadas opciones y muy pocos medios para discernir una de otras.

 -¿Hola?- sonó una voz conocida a su espalda. Era la chica de antes.
 - Si, er, esto, hola, farfulló mientras se giraba, te conozco de antes ¿no?
 -¿Ah, pero te acuerdas?- respondió ella-. Me lo imaginé cuando leí tu nota indicando tu posición. Entiendo que eso significa que tu también estas experimentando una repetición de los acontecimientos, o algo así ¿no?
- Si, eso parece. Lo cuál implica que hay un tigre y un par de leones sueltos por la zona, ¿Cuántas balas tiene eso?,- pregunté señalando a su rifle.
- Suficientes, espero-  fue su respuesta-. De todos modos confío en no tener que usarlas, ven, sígueme, rápido.

 La seguí, sin hacer mas preguntas, y caminamos hacía la carretera. No sé adónde me llevaba, pero,  fuese dónde fuese, seguramente era una mejor opción que las que había usado antes. Al  llegar a la acera que bordeaba la vía, fuimos hacía la derecha, la dirección contraria  la que yo había cogido antes. Caminamos un pequeño tramo y nos paramos. Ella se inclinó hacia una boca de alcantarilla y la abrió. Se volvió y se me quedó mirando con una sonrisa en su cara, posiblemente debida a la cara de tonto que  debía tener en ese momento.

 -¿No se te había ocurrido buscar algo así, a que no?- me espetó en un tono de risa contenida.
 - Tras una pequeña pausa sólo pude responder con un …  ¿Soy tan tonto como me lo parezco en estos momentos?

 -Jaja, no, tranquilo, es normal, casi nadie piensa en estas cosas. Yo porque trabajo en ello, pero antes de empezar a currar en estas cosas nunca se me hubiese ocurrido usar una alcantarilla como vía de escape en una situación peligrosa. De hecho, más bien al contrario, hubiera considerado que lo peligroso era estar dentro del alcantarillado.
 -¿Trabajas en el alcantarillado?- Yo pensé que pertenecerías a  una de las patrullas de rescate, y que por eso llevabas el rifle-le expliqué un tanto extrañado, y algo inquieto también.
-No, no, no sabía nada de ninguna patrulla de rescate. ¿De qué, exactamente se supone que nos tiene que rescatar?- ¿Qué sabes de lo que nos esta pasando?

 Así que ella sabía aún menos que yo, mal asunto. El caso es que me preocupaba que si no pertenecía a las patrullas de rescate fuese armada ¿con que tipo de persona estaba tratando? Debió  notar algo en mi expresión porque antes de que tuviese ocasión de responder a su pregunta pasó a dar explicaciones.

 -Si te preguntas de dónde ha salido el rifle, tranquilízate, no es mío, no soy el tipo de persona que va por ahí armada. Mira, soy ingeniera de caminos y puertos y trabajo para el ayuntamiento. En concreto estoy ahora dedicándome a revisar toda la red subterránea de Madrid, haciendo un inventario de todo lo que hay bajo la ciudad, túneles de alcantarillado, tendido eléctrico, gas, etc. Normalmente no hago trabajo de campo, pero a veces me apetece ver las cosas por mi misma, que no me fío de algunos planos. Estaba haciendo una inspección y encontré este rifle tirado en una alcantarilla. No sé como llegó allí, ni cuanto tiempo llevaba en ese sitio. Mi idea era llevarlo luego a alguna comisaría, pero claro, parece que luego es una palabra con un significado distinto al que solía tener. ¿Qué sabes? ¿Qué patrullas son esas a las que te referías?

 Le puse al corriente de lo que había oído en la radio, y de cómo lo había ido descubriendo, y del tipo de cosas que había ido viendo. No parecía quedar muy entusiasmada con lo que oía.

 -La verdad, pensé que sabrías más-dijo confirmando lo que ya intuía- . No sé, te había visto alguna vez, tras ser atacado por los animales, y comprobando tus pertenencias, para intentar averiguar quien eras. Vi que llevabas artículos de física de cuerdas. Se me ocurrió, que tal vez, estabas en un equipo de investigación y habíais puesto en marcha algún experimento raro que se os había ido de las manos.

 -¿Experimento? ¿yo?- que va, soy teórico de pura cepa, la última vez que pisé un laboratorio el responsable del mismo casi me echa por peligro público. –Respondí sonriendo- Además, estamos en España ¿desde cuando hay aquí dinero para experimentos?

-          Ya, por eso hice una ingeniería en vez de una carrera de ciencias- me cortó ella. Eso sí, nunca se me quito el gusanillo y me gusta leer toda la divulgación que cae en mis manos, Por eso supe reconocer tus artículos cómo lo que eran.

-          Ah, vaya, sí, es cierto que mucha gente no ha oído hablar nunca de la teoría de cuerdas, por raro que a mi me resulte. Me alegra haber ido a dar con alguien que la conozca, y más en estas circunstancias. Tengo algunas preguntas que, a lo mejor, pueden servir para saber que esta pasando.

  Tras eso estuvimos hablando un rato sobre mis hipótesis de trabajo. Le conté mis especulaciones, entre continuas interrupciones por su parte, mientras me preguntaba múltiples detalles. Posiblemente su mayor lío fue aclararse con las diferencias entre los diversos tipos de cuerdas. Sabía lo que era una D-brana, por lo que había leído en del famoso libro de divulgación “el universo elegante”,  Al menos la idea divulgativa de que una D-brana era una superficie, o un trozo de espacio, en el que podían terminar los extremos de una cuerda fundamental. Le tuve que explicar que había D-branas de varias dimensiones y que, en particular, algunas podían tener dimensión 1, con lo cuál eran a su vez cuerdas. Y le expliqué que las matemáticas permitían que hubiera configuraciones estables en que una cuerda fundamental tenía sus extremos en una D1-brana, formando un estado estable, lo que se conocía como (1,1) cuerda. Y le expliqué como esas cuerdas fundamentales podían formar una cuerda cósmica y la relación de las cuerdas cósmicas con los viajes en le tiempo.

 Me comentó que no terminaba de verlo claro, que entendía que aunque hubiera trayectorias que al dar una vuelta en torno a las cuerdas retrocedieran atrás en el tiempo no veía como eso explicaba lo sucedido ya que nosotros no seguíamos esas trayectorias.

  Por supuesto eso ya lo sabía yo, y estaba buscando un mecanismo para usar las curvas cerradas en el tiempo sin llegar a recorrer esas trayectorias. Le dije que era una pena que no pudiera tener acceso a internet para buscar bibliografía, o al menos tener acceso a un ordenador dónde mirar los artículos que llevaba en un pendrive que siempre iba en mi cartera. Ahí hubo un momento de suerte pues me dijo que llevaba consigo un notebook, y que lo tenía guardado por ahí cerca. Mientras fuimos a buscarlo me explicó que cuando se dió cuenta de lo que pasaba, lo del cicloverso, como lo había bautizado, empezó a buscar sistemáticamente salidas y que ahí es como había terminado dando conmigo.  

Le había llevado tres ciclos enteros encontrarme a tiempo para salvarme del tigre. La vez anterior no había podido llegar a mi porque los animales habían estado peleando en una zona que se interponía entre nosotros dos. Pero había visto la nota y sabía exactamente dónde buscarme para la próxima, y que por eso me había localizado tan rápido.

  Mientras se encendía el ordenador y arrancaba el Windows dichoso, me acordé de la hora, y le comenté mi extrañeza por la diferencia de duración entre los dos ciclos enteros que había tenido ocasión de completar estando consciente. Ella me explicó que ningún ciclo duraba exactamente lo mismo. La mayoría habían durado entre 2 y 6 horas, pero que tenía la impresión de que su periodo se iba acortando. Al terminar de arrancar el sistema operativo vi  que ya llevábamos casi una hora. Mal asunto, a ver si tenía ocasión de mirar lo que llevaba encima, y si había algo que me aportara alguna idea nueva. Entretanto mi nueva compañera parecía querer seguir hablando, con lo cuál recordé que debía empezar a ser educado y le pregunté su nombre.

 -Elisa, Elisa Montes, Lisa para los amigos, encantada. Respondió.
-¿Lisa¿ E-lisa? Respondí a mi vez, con una mezcla de sorpresa y humor.
 -Sí ¿que pasa? ¿Hay algún problema con mi nombre? Me dijo poniendo un gesto de ligera indignación.

-Nono, que va, problema no, simplemente casualidad. Verás, hay planeado un experimento para detección de ondas gravitacionales que tiene como siglas precisamente LISA, cómo el famoso LIGO que detectó la primera onda gravitacional, pero en el espacio. Y, mas casualidad aún, el tipo de fuentes que pueden generar ondas gravitacionales son las cuerdas cósmicas. Bueno, y también está Lisa Randall, una famosa experta en fenomenología de teoría de cuerdas.

 -Ah, vaya. No lo sabía. Que curioso. Bueno, ya sabes mi nombre. Tú eres Jaime Neila ¿no?

 -Sí, ¿cómo lo sabes? – respondí, si bien era casi una pregunta retórica ya que la respuesta estaba bastante clara.

-Pues como habrás imaginado, revisando tu cartera cuando te encontré después de los ataques.

 Me quedé con ganas de preguntarle sobre mi estado después de las sucesivas derrotas, pero preferí demorarlo, tampoco me hacía mucha ilusión saberlo. En cambio preferí explicarle una teoría que se me había ocurrido mientras hablábamos.

-          Verás. Dijo, Eso de que cada ciclo tenga una duración diferente, y que no sea claro el medio por el cual recorremos la trayectoria cerrada me ha hecho pensar en las teorías cuánticas de la conciencia. Si la consciencia es de origen cuántico, cualquier cosa que esté implicada en ella se debería comportar cuánticamente. Eso significaría que debería recorrer todos los caminos posibles, y en particular  caminos que den vueltas a la cuerda en curvas de tiempo cerradas.

 -¿Como que las cosas cuánticas siguen todos los caminos posibles?, me contestó entre divertida e incrédula. 

    Le expliqué la formulación de Feynman de la cuántica como integrales de caminos. El principio de incertidumbre nos dice que no podemos medir a la vez la posición y la velocidad de una partícula. Eso significa que las partículas cuánticas no pueden tener una trayectoria. Eso llevó primero a Dirac, a la idea de que una partícula debía seguir todas las trayectorias posibles entre dos puntos. Y que cada camino contribuía a las probabilidades de que la partícula realmente fuera de un unto a otro.

 No le expliqué en detalle lo que significaba esto, ni el resto de detalles de cómo Feynman elaboró las ideas de Dirac. Me limité a que le quedara clara la idea importante. Si la consciencia se formaba de varias partículas, es de esperar que muchas,  cabria esperar que, cada vez, recorrieran  trayectorias de distinta longitud y que tardaran un tiempo distinto, y, por eso,  cada iteración sería un promedio  mas o menos aleatorio de las posibles trayectorias. La verdad es que no le convencía mucho esa teoría, y tenía varios problemas potenciales.

 Pero al menos tenía una consecuencia potencialmente medible. De ser cierto era probable que lo que quiera que formar la conciencia de cada individuo tomara valores distintos en cada bucle. Así pues lo mismo que cada individuo tenía aleatoriamente un valor entre, mas o menos 2 a 4 horas por cada bucle, era posible que un bucle concreto individuos diferentes lo vivieran como algo con duraciones diferentes. De ser así podrían cronometrar la duración de este bucle, y, cuando se vieran en el próximo, comparara a ver si eran iguales.



 Había bastantes preguntas que le hubiera gustado hacerle a  Elisa, pero decidió priorizar los artículos. Leyendo úno se encontró con un par de aspectos de los que no tenía idea. Por un lado se comentaba que las cuerdas cósmicas, independientemente del tipo, podrían ocasionalmente sufrir perturbaciones que llevaran a la formación de aristas. Y esas aristas podrían actuar como emisoras de estallidos de rayos gamma. 

  Eso era un asunto bastante peliagudo. Los rayos gamma eran fotones de muy alta energía, capaces de destruir células. En la tierra eran generados de manera natural por materiales radiactivos y, desde luego, en las explosiones nucleares. Precisamente por ese motivo llegaron a descubrirse los estallidos de rayos gamma en cosmología. Los militares habían lanzado satélites para detectar posibles explosiones nucleares en sitios remotos por potencias enemigas midiendo los rayos gamma que pudieran emitir. Y habían encontrado muchas fuentes de esas, pero en el espacio. 

  Desde entonces varias generaciones de satélites, cada vez más sofisticados, habían estudiado esas explosiones. Algunas de ellas eran de unas dimensiones colosales. En pocos segundos liberaban la energía combinada de muchas supernovas. Otras eran de menor magnitud. Algunas provenían de fuentes exteriores a la galaxia, otras del interior de la misma. Dependiendo de las características había varios mecanismos posibles para generarlas.

   Estos incluían cantidades inusualmente grandes de materia cayendo a un agujero negro, quasares, o, como acababa de descubrir, cuerdas cósmicas, si es que estas existían, y eso era algo que parecían demostrar sus actuales circunstancias.  En el artículo no daban un orden de magnitud de la energía disipada, pero a poca que fuese, dada la cercanía, sus efectos serían catastróficos. Los rayos gamma eran rápidamente absorbidos por la atmósfera, con el resultado de que esta se calentaba hasta varios miles de grados, esa atmósfera sobrecalentada emitía parte de esa energía como rayos infrarrojos capaces de provocar incendios devastadores. Luego se expandía en un frente de onda. En definitiva, los efectos de una bomba atómica.. En las capas superiores de la atmósfera había un efecto adicional, destruía la capa de ozono. Recordaba haber visto un documental dónde se estudiaba la posibilidad de que la extinción del cámbrico, la mayor en la historia de la tierra, pudiera haber tenido su origen en un estallido de esos.  Si la cuerda cósmica empezara a sufrir convulsiones que la hicieran emitir un estallido de esos podría causar estragos.

 La otra cosa que le había llamado la atención era que las cuerdas cósmicas fundamentales, las formadas a partir de supercuerdas, combinadas con D1-branas, podrían,  en algunas circunstancias,  sufrir un proceso de inestabilidad de la D-brana que resultara en la emisión de taquiones. 


  Eso ofrecía posibilidades nuevas. Los taquiones viajaban más rápido que la luz,  algo permitido debido a su masa imaginaria. Como consecuencia de ese carácter supralumínico eran candidatos a producir anomalías temporales, enviar mensajes al pasado y cosas así. Realmente las cosas no eran tan simples, y había reinterpretaciones posibles a esos mensajes al pasado. No obstante, cómo casi todo el tipo de física que había estado barajando para intentar explicar el cicloverso, era física especulativa basada en teorías sin confirmar. 

  Algunas cosas, como las cuerdas cósmicas originadas como defectos topológicos, eran algo bastante poco especulativo. Se basaban en el modelo estándar de partículas, ya comprobado experimentalmente. Curiosamente la existencia de ese tipo de cuerdas  cósmicas dependía de que existiera el bosón de Higgs. En cierto modo la existencia de esas cuerdas cósmicas era casi una prueba ineludible de la existencia del Higgs y éste ya había sido hallado. Meditando sobre ello cayó en un detalle interesante. El artículo no lo mencionaba, pero el Higgs, en el universo primordial, antes de su cambio a un nuevo vacío en el que daría mas a las partículas de el modelo standard, era un taquión. Y dentro de las cuerdas cósmicas no se habría producido ese salto. Por tanto, conjeturó,  también ese tipo de cuerdas cósmicas podrían producir taquiones.

 El caso es que los taquiones, definitivamente, podrian alterar el escenario que contemplaba antes para explicar el cicloverso. Si estuvieran siendo bombardeados por un frente de taquiones eso podría producir saltos extraños en el tiempo.

   No era obvio como eso podría producir una estructura cíclica. Tal vez el haz taquiónico sólo fuera emitido por una zona de la cuerda, y esa zona sólo apuntase a la tierra cada cierto periodo de revolución que hiciese la cuerda. En ese caso, si la cuerda sufriera un movimiento no estrictamente cíclico, podría explicar las diferentes duraciones de los ciclos.


   También si la causa eran los taquiones, podría ser que la cuerda cósmica estuviera en cualquier lugar de la galaxia,, no necesariamente cerca de la tierra. Claro que eso arruinaría su idea de antes de que la cuerda fuera la causante de los problemas con el anillo de saturno y demás. O podría ser una situación intermedia, que estuviera en algún punto del sistema solar, alejada aún de la tierra. Ese podría ser el peor caso. El artículo no lo mencionaba explícitamente, pero parecía natural suponer que el haz de taquiones se formara en la misma arista dónde estuviera el haz de rayos gamma. De ser así habría una cuerda cósmica por ahí rondando con la posibilidad de arrasar con continente en una deflagración de rayos gamma. O, dependiendo de su masa, dañar la estructura misma del planeta mediante alteraciones gravitacionales. 

 Y, peor aún, pudiera ser que sólo la gente que estuviera atrapada en el haz de taquiones supiera algo al respecto. Y, dado que las emisoras cercanas no parecían saber nada, el haz era estrecho. Si la gente de la conferencia a la que pensaba asistir estuviera afectada tal vez ellos pudieran llegar a sus mismas conclusiones, o a otras mejores, ya que en la facultad habría equipos para hacer medidas. Y posiblemente podrían usar la red de telefonía fija para comunicar su situación al exterior. Pero de ser así las radios estarían informadas. O tal vez habían sido informadas, pero no decían nada a la espera de confirmar datos. Al fin y al cabo fuera del cicloverso sólo habían pasado unas horas.

 Decidió dejar de leer e informar a Elisa de sus últimas hipótesis. Estaba apoyada en la pared de enfrente, mirándolo con cara de aburrimiento. Y de repente ya no estaba. Tras unos segundos desubicado consiguió entender lo que había sucedido. El ciclo se había terminado y volvía al inicio. Le sorprendió lo brusco de la transición,. Las otras dos que recordaba habían sido avisadas por la llegada de la cuerda y una sensación de nausea posteior. Ciertamente bajo tierra era lógico no ver la cuerda, pero contaba con la sensación de nausea. Definitivamente había muchas cosas por descubrir aún, si es que llegaba a encontrar respuestas a todas las incógnitas, o a algunas al menos.

 . ABC. 28 de Noviembre de 2019.

 Caos en el sur de Madrid.

 Ayer  el sur de Madrid se vio envuelto en una “tormenta perfecta”. Una persecución a unos delincuentes terminó en un accidente múltiple en el que se vio afectado un vehículo de un zoo que transportaba varios animales, entre ellos varios tigres y leones. Las autoridades montaron un cordón policial por la zona, y una cacería de los animales.


No obstante poco tiempo después se desató una tremenda tormenta, con una cantidad inusual de aparato eléctrico y grandes lluvias que originaron múltiples inundaciones. Esas inclemencias atmosféricas obligaron a cancelar las operaciones de búsqueda.

Por sorprendente que resulte no es la primera vez que sucede algo así pues, hace unos años se reportaron hechos similares. 

 La vanguardia 30 de Noviembre de 2019.

 Las operaciones de búsqueda de los animales fugados el pasado día 28 concluyó con un resultado inesperado. Todos los animales fueron hallados inconscientes, sin signos de heridas o golpes que expliquen dicho estado. También fueron hallados en similar estado varias personas. Los médicos que las han atendido están sorprendidos de los síntomas que presentan dichas personas. Externamente su estado es similar al del coma, pero los electroencefalogramas muestran signos de una actividad cerebral normal, correspondiente a un estado de vigilia.

 Otro misterio. A la redacción de este periódico han llegado informaciones de diversos testigos informando de extraños fenómenos atmosféricos que, según ellos, iluminaron amplias extensiones del cielo. La gran  mayoría de la población no ha observado nada similar y solamente el hecho de que testigos no relacionados informaran de los mismos detalles da una cierta credibilidad a los mismos.

La redacción está intentando averiguar si en los sucesos similares de hace unos años también hubo personas y/o animales afectados y, en ese caso, que fue de ellos. También se está buscando explicación a la poca difusión mediática del primer evento. 

  Revista Española de física. Enero de 2020.

¿Microscopios en el cielo?

  Entre los extraños acontecimientos del 27-N del pasado año se mencionaron unos extraños fenómenos atmosféricos observables sólo desde algunas ubicaciones. Inicialmente no se había creído la noticia, pero pruebas documentales, en forma de vídeos grabados desde móviles cuya autenticidad quedo avalada en diversos estudios hechos por expertos demostraron su veracidad.

  Un equipo del CSIC, designado para estudiar el fenómeno, ha dado con una posible explicación. La pista surgió al descubrir que las imágenes del fenómeno eran muy similares en algunos aspectos, a otro fenómeno atmosférico, de mucha menor escala los rayos bola. Observando con más detenimiento se observó que en las imágenes también aparecían sombras de objetos cotidianos, pero en una escala igualmente agrandada.

 Tras hacer diversas hipótesis y estudiar diversas explicaciones posibles se ha propuesto una posible solución. Se cree que la atmósfera, sometida a una tormenta terrestre inusualmente fuerte,  y, simultáneamente, a un torrente de rayos cósmicos debidos a una erupción solar de pequeña intensidad fue en algunas zonas, de geometría aproximadamente tubular, comprimida y en otras, de similar geometría, expandida. El resultado fue la formación de un tubo dentro de la atmósfera que actuaba de manera similar a un microscopio. Eso, conjugado con unos fenómenos de reflexiones similares al que produce los espejismos en los desiertos podría ser la causa de que en algunas zonas, y solo en algunas, se observaran los fenómenos “atmosféricos” que muestran los vídeos.

arxiv: 2001-1524

Title: Is  Planet X actually a cosmic string?

Abstract 

In a recent paper it was conjectured that the observed gravitatory anomalies in transneptunian celestial bodies, together with the observation of gravitational lense effects could point to the possibility that the hipotetical planet X could be actually a primordial black hole of 1 to 3 earth masses. But the same observations could be explained by a cosmic string. In the article we show how this can be and also explore some distinctive features that could allow the distinction of both cases. We examinate also the posible menaces for earth integrity due to possible GRB originated by the two types oc exotic objects.

In the last part we briefly discusse the topic of tachyons originated by a cosmic string and its possible detection.

Authors Charles McAndrew, Carlos Kerr.

When time becoses a loop IV


Había visto la hoja de universo de una cuerda cósmica!

 O al menos eso le parecía. Ese plano desplegándose en el cielo debía ser la marca que dejaba en la atmósfera la cuerda, según iba penetrando en la misma.  No tenía modo de saber que causaba ese color concreto. Podría ser algún tipo de interacción directa entre las partículas de atmósfera y la cuerda, o simplemente algo producido por la fricción. En realidad era mucho mas probable lo primero, pero eso era algo de lo que ocuparse mas adelante.

 Por supuesto había vuelto a la posición de inicio. Eso significaba que el tigre volvía a estar rondando por ahí y que habría que prestarle atención. Lo bueno es que  sabía que había gente armada que podía llegar a tiempo de ayudarle. Cuán lejos estaban y cuanto podían tardar en llegar lo ignoraba, pero tal vez podía averiguarse. 

 Si, cómo empezaba a parecerle factible, él no era el único de los atrapados en el bucle con memorias de las sucesivas iteraciones del mismo, lo recomendable era dejar indicada su posición de manera precisa. Imaginó que la chica que había disparado al animal intentaría buscarle por la zona dónde se produjo el disparo, que no era demasiado lejos de dónde estaba ahora. Pensó que si dejaba una nota escrita, o alguna otra señal inequívoca de que era aquí dónde empezaba su ciclo, la chica la podría encontrar. 

Así, para la siguiente vez, podría ir a buscarle justo en esa posición y, de ese modo, incluso si él se veía obligado a dejarla, la chica podría seguir alguna pista que le dejara y encontrarle relativamente rápido. Sacó un folio y escribió en mayúsculas  una nota breve. La dejo en el suelo, sujeta por una pequeña piedra (la mas grande que pudo hallar) para que no se la llevase el viento. Se le ocurrió que con el tremendo aguacero que vendría después la nota podría llegar a quedar irreconocible, así que confiaba en que alguien la hallara antes de que empezara la tormenta. Si se le ocurría otro método mejor de indicar su posición, y tenía ocasión de llevarlo a la práctica mejor, pero de momento ya era algo.

 Cómo la vez anterior, el tigre parecía retrasarse, así que no lo dudó, fue a por la botella de antes y de ahí al árbol.  Una vez en la relativa seguridad de la rama volvió a pensar en sus opciones más inmediatas. Un posible error que había cometido antes era esperar pasivamente a los rescatadores. Lo ideal sería intentar avisarles de su posición. Reflexionando sobre lo acaecido reparó en un hecho algo extraño, la ausencia de tráfico aéreo. Uno pensaría que si hay tigres sueltos y una zona acordonada la mejor manera de buscarlos sería desde el aire, con helicópteros. Una vez localizados podría avisarse a la patrulla de tierra de la ubicación. O intentar abatirlos dese el aire, ya puestos.

 ¿Qué habría impedido que se habilitaran esos helicópteros? Fuese lo que fuese no podía contar con ellos.  Eso significaba que si quería dar a conocer su posición debía usar una señal visible desde tierra a una cierta distancia. ¿Cómo hacerlo? Lo primero que le vino a la mente fue encender fuego, y enviar señales de humo. Una pena que no fumara, así llevaría un mechero encima. Descartó intentar hacer fuego frotando llamas pues sabía de sobra que, sin práctica, era una tarea muy complicada, incluso contando con la madera apropiada.

  Sonó un rugido que le hizo mirar inmediatamente hacia abajo. No vio signos del tigre, pero volvió a escucharse un rugido, así que debía andar cerca y era mejor andar con cuidado. Su observación dió fruto al poco y descubrió al felino. Su comportamiento le pareció extraño, correteaba deprisa de un lado para otro, parándose de tanto en tanto para escuchar olisquear y rugir. Siguió así un rato, sin ni siquiera llegar a mirar hacia dónde él estaba. Luego se quedó quieto mas tiempo del usual, mirando atentamente en una dirección. Enseguida descubrió el motivo de esa actitud. En la dirección de la mirada del animal apareció un león.  

   Ambos felinos se observaron un breve instante y luego iniciaron las hostilidades. El león cargó con un salto que el tigre esquivó sin problemas. Nada más aterrizar el león se giró ante su oponente, que intentaba echársele encima. Para evitar que esto ocurriese el león tuvo que ponerse de pié. Ante esto el tigre respondió con su “wing tsun”, es decir, con una sucesión rápida de zarpazos frontales. En lugar de intentar responder con sus propias zarpas el felino de la melena volvió a ponerse a cuatro patas y saltó en oblicuo. Tras eso ambos animales empezaron a dar vueltas uno en torno al otro sin iniciar ninguno una ofensiva clara.

   Él observaba desde el árbol, con un interés intelectual como practicante de artes marciales. No era la primera vez que veía pelar a esos dos animales, eso sí, las veces anteriores era en vídeos de yutube, no en directo. Había visto varias veces la escena en la que un león confiado se ponía de pie ante un tigre, dispuesto a pelear al modo  habitual en que lo hacen los leones entre sí. El problema, para los leones, es que los tigres ganaban siempre en esa estratagema. Las patas del tigre estaban en una posición más frontal respecto al eje del cuerpo y podían hacer una rápida sucesión de ataques rectos. Los leones, por el contrario, a duras penas eran capaces de lanzar un zarpazo circular, mas típico de los boxeadores occidentales, que normalmente no llegaba a destino. Para cuando querían darse cuenta de que pasaba, en el transcurso de a lo sumo un par de segundos, el tigre le había asestado unos 5 ó 10 zarpazos en la cara, y el combate estaba decidido, con lo cuál el león optaba por retirarse. En otros videos, en los que, por lo que fuese, el león no podía, o no quería, retirarse había visto que el tigre casi siempre conseguía una posición favorable y mordía al león hasta acabar con él.

 Realmente no había visto vídeos suficientes para que tuviesen una significación estadística aceptable. Sabia que los romanos gustaban de ofrecer en el circo combates entre animales, así que tal vez hubiera constancia de los resultados y pudiera buscar sobre ello en la red, cuando volviera a tener acceso a ella, si es que tal cosa sucedía, claro.

   Mientras meditaba  el enfrentamiento continuaba, en unas tablas aparentes. Pensó que era probable que esos animales ya se hubiesen enfrentado más veces. Eso explicaría que el león evitara la lucha a zarpazos. Realmente no estaba seguro de cuanto duraba la memoria inmediata de los felinos, o si tenían memoria de largo plazo, pero todo indicaba que, al menos, recordaban lo que estaba pasando desde que cayeron en el bucle. 

 Como abajo no había mucha acción siguió pensando. Él había pasado muerto, o al menos severamente herido, la mayoría de las iteraciones del bucle, pero posiblemente el resto de los atrapados no. Si asumía que cada vuelta duraba lo que la vez anterior, unas tres horas, y que ya debían ir unas veinte repeticiones, eso daba un total de 60 horas, es decir dos días y medio. ¿Cómo respondería el cuerpo ante eso? El cansancio físico, imaginó, debía ser nulo pues en cada vuelta el cuerpo volvía al estado inicial. Otra cosa sería el psicológico. En 60 horas la gente normalmente habría tenido turnos de sueño para afrontar ese cansancio psíquico, pero ¿y ahora? Tal vez si el cansancio psíquico tuviera origen fisiológico, no hubiese necesidad de dormir. Pero sino ¿qué?  ¿la gente querría quedarse dormida y sus cuerpos descansados se lo impedirían?  ¿Y de ser así, cuanto aguantarían? 

 Muchas incógnitas, tendría que preguntar al respecto si tenia ocasión. Mientras, abajo, la situación cambió. Un segundo león hizo acto de presencia. Eso posiblemente fuera demasiado para el tigre. Por tamaño, y condiciones, el tigre posiblemente podría dar buena cuenta de cada uno de los leones por separado, pero juntos ya era otra historia. Posiblemente esa fuese la causa del paupérrimo estado en que se hallaba el tigre en su último enfrentamiento. La táctica de los leones parecía consistir en arrinconar al tigre contra los árboles, quitándole rutas de huida, pero el tigre consiguió romper el cerco y huyo  a zona abierta, fuera del alcance de su vista. Los leones le siguieron y todo quedó tranquilo debajo de su árbol.

  Esperaba que siguiese así y no volver a ver a esos felinos,  ni a ningún otro que pudiera estar rondando. Lo que tenía claro es que no le corría prisa alguna  bajar del árbol con semejantes vecinos por las proximidades. Tampoco se le ocurría como llamar la atención de algún humano que pudiera haber en los alrededores así que hizo lo único que podía, pensar sobre la situación.

  Intento recordar detalles sobre la relación entre cuerdas cósmicas y curvas de tiempo cerradas. La más conocida de esas posibilidades era lo que se conocía como espacio-tiempo de Gott. Consistía en dos cuerdas rectas acercándose una a otra  a gran velocidad. Dependiendo de la densidad y la velocidad de las cuerdas, había una pequeña región donde podían formarse curvas que retrocedían en el tiempo. Le sonaba que también podía haber soluciones medianamente viables con cuerdas cerradas. Lo que había visto no coincidía con ninguno de esos casos. Aparentemente sólo había una cuerda, y recta, osea, abierta. 

 Además, ¿no era demasiada coincidencia? Había estado buscando medios de obtener bucles en el tiempo, se le había ocurrido lo de las cuerdas, y al poco había visto algo que parecía apoyar su ocurrencia, demasiada casualidad. Posiblemente, si era cierto esa fuese la primera vez en la historia que la tierra colisionaba con una cuerda cósmica. Eso en sí era un hecho único. Pero es que además había viajes en el tiempo, o bucles temporales, o lo que fuera. Ya era raro que la colisión se hiciera de tal modo que se produjera tal bucle. 

  ¿Y los animales sueltos? No era precisamente la cosa mas habitual del mundo, si bien si había algún precedente.  Definitivamente por separado los acontecimientos eran muy improbables, pero ¿juntos?  Uno esperaría que si se quedase atrapado en un bucle temporal no tuviera por vecinos a depredadores sueltos. Demasiadas casualidades, tendría que haber conexiones. Tal vez si alguien supiera previamente lo de las cuerdas, y los bucles, intentara desalojar la zona afectada. Y dejar esos felinos sueltos por ahí sin duda invitaba a desalojar la zona, pero ¿no había mejor opción? ¿y quien podría saber tales cosas?

 Al no tener otra idea mejor siguió hilvanando piezas con lo que disponía. Una cosa que le rechinaba era que el paso de la cuerda por la tierra fuera tan inocuo. Esas cuerdas eran terriblemente densas. Si provenían de la ruptura electrodébil, la asociada al famoso bosón de Higgs, tendría una densidad comparable a ese bosón, unas 120 gigalectrón voltios. Haciendo equilibrios en la rama se puso a hacer cálculos. Le salió que una cuerda de una longitud de un kilómetro y medio pesaría lo mismo que la tierra, y lo que había visto parecía tener una longitud mayor. En realidad la masa no era un problema tan obvio como parecía.

   Recordaba haber leído que, para una cuerda recta, el único efecto de su campo gravitatorio era un desvío de los rayos de luz a su alrededor, formando imágenes dobles de lo que estuviera situado detrás suyas. En realidad ese era el medio por el que se las buscaba en el universo, pero no el único medio. Esas cuerdas no tenían la costumbre de estarse quietas sino que se suponía que vibraban a velocidades cercanas a la de la luz produciendo ondas gravitacionales. Lo que había visto en el cielo, afortunadamente, no vibraba. De haber vibrado las ondas gravitacionales podrían haber destrozado la tierra. 

 Claro, podría ser que la cuerda tuviera una densidad mucho menor. ¿Era eso posible? Para cuerdas debidas a defectos topológicos no. Pero había otras opciones para obtener cuerdas cósmicas. Podrían surgir de cuerdas elementales, de una longitud mucho menor que un protón, las que se suponía que explicaban la física de partículas y  la unificaba con la gravedad de Einstein,  que hubiesen crecido a tamaño macroscópico durante la inflación. O D1-branas, o combinaciones de ambas, lo que se conocía cuerdas (p,q).

La verdad es que a la lista de casualidades había que sumar que, entre los atrapados en el bucle, hubiese un físico de cuerdas, cuando la densidad de los mismos era de, aproximadamente, uno entre cada millón de humanos. Claro que, estando cerca de una universidad que tenía una facultad de físicas el muestreo estaba muy sesgado.  En fin, mejor no pensar demasiado en ese tipo de ideas conspiranoicas.

  No conocía mucho sobre las características de esas cuerdas fundamentales estirdas a cuerdas cósmicas. Tal vez pudieran tener un rango amplio de densidades, y, quizás,  alguna podría permitir que una de un tamaño tan grande como la  que había visto, tuviera un peso grande, pero no tanto como para modificar la órbita de un planeta, y así poder haber entrado en el sistema solar sin ser detectada. 

  Y seguía faltando un modo claro de obtener viajes en el tiempo. Ciertamente la cuerda recta que había visto podría ser sólo un trozo pequeño de una cuerda curva mucho mas larga, de tal modo que la curvatura no fuera perceptible. Tal vez si hubiera otra cuerda del mismo tamaño, dando vueltas en torno a esa, como dos aros del mismo radio girando uno en torno a otro en direcciones opuestas, tendría que, en una zona pequeña, pudiera aproximarse por dos cuerdas rectas.  Pero ¿Dónde estaba la segunda cuerda? ¿Tal vez llegaba mas tarde y no le daba tiempo de verla? ¿O podría ser invisible? ¿Una cuerda cósmica oscura? 

Ciertamente se le ocurrían mecanismos que pudieran crear tal cosa. Bien, incluso si tenía un universo de Gott había problemas. Las soluciones con curvas cerradas en el tiempo, también conocidas por horizontes cronológicos, abrían la ventana a las paradojas temporales. Clásicamente eran viables, pero cuánticamente solía haber una reacción del campo gravitatorio que impedía que se llegaran a formar esos horizontes cronológicos. No estaba demostrado que siempre sucediese así, pero se postulaba, al menos Hawkings lo postulaba, que es lo que debía ocurrir. Era lo que se conocía como hipótesis de protección cronológica.  

 En realidad se habían encontrado contraejemplos a esa conjetura, pero eran un tanto artificiosos. En todo caso le preocupaba el asunto. Él parecía haber atravesado ese horizonte cronológico. Tal vez la protección cronológica se manifestara como la imposibilidad de salir del mismo, cuál si fuera el horizonte de un agujero negro. Si esa  analogía era válida, estaban, él y todos los atrapados con él, perdidos pues en el interior de un agujero negro, que era un muy mal sitio. 

  Según la relatividad general, uno podría entrar en un agujero negro y cruzar el horizonte sin ser destruido, al menos si el agujero negro era lo bastante grande para que en el horizonte de sucesos las fueras de marea fueran pequeñas. El problema es que una vez dentro no se podía uno quedar quieto, obligatoriamente avanzaba en una dirección, el centro del agujero, donde, inevitablemente, las fuerzas de marea terminarían destruyendo cualquier cosa. Claro que eso era para el caso más sencillo de agujeros negros, los que no rotaban. En fin, era sólo una analogía, y no especialmente fundamentada. A ver si podía hablar con alguien y obtener más información, y así poderse hacer hipótesis sobre bases más firmes.

Whe time becomes a loop III


  Intuyó que algo iba mal casi nada mas pisar el suelo. No podía precisar que era, lo cuál hubiese estado bien pues así hubiera tenido una referencia de a que prestar más atención, así que simplemente le sirvió para incrementar su estado de alerta, si es que tal cosa era posible. En esa zona de arboleda no veía prácticamente nada, salvo cuando algún relámpago iluminaba el cielo nocturno. Para colmo de males el fuerte ruido de la copiosa lluvia ahogaba cualquier otro sonido. Sabiendo que el tigre, como muchos felinos, posiblemente todos, tenía una excelente visión nocturna decidió ir a la zona de la carretera, iluminada por las farolas.  No estaba seguro de que fuese la decisión mas acertada pues si el animal seguía rondando por la zona la arboleda podría haberle mantenido oculto de su vista y ahora se estaba exponiendo. Por otro lado igualmente podrían verle las posibles patrullas de caza. Posiblemente su suerte dependería de quien le viese antes, aunque si tuviera que elegir preferiría que no le viese nadie.

 Mientras caminaba repasó por enésima lo que sabía sobre defensa contra animales. No era mucho y provenía de fuentes dispersas. Su principal fuente era un artículo que apareció en una revista de artes marciales sobre defensa contra perros. La principal táctica que sugerían era  enrollarse en un brazo algo lo bastante fuerte para contener la mordedura del animal y ofrecer dicho brazo al ataque. Mientras el animal sujetaba el brazo en su mandíbula se debía aprovechar para golpearle. La zona más sensible de esos animales era su nariz. Esto se debía a que para disponer de un gran olfato, aparte de receptores químicos en glándulas diversas, tenían un gran número de terminaciones nerviosas en la zona. Por ese motivo al golpearles en la nariz se obtenía un efecto similar, o mayor, que el de una persona golpeada en sus genitales. 

Por desgracia esa táctica no era aplicable contra el tigre. Por un lado su boca era mucho mayor que la de cualquier perro y no podías bloquear todo el ángulo de mordedura con un brazo. Peor aún, incluso si se pudiera hacer no serviría de mucho, la fuerza del mordisco, combinado con el tamaño de los dientes, podría atravesar casi cualquier cosa que uno pudiera ponerse en el brazo, salvo alguna pieza de armadura metálica, a ser preferible de adamantiun, o algún otro material imaginario casi indestructible. Había, sin duda, otras pegas a esa táctica, el animal podría usar el mordisco como presa para tirar del brazo y arrancarlo del hombro. O simplemente podría usarlo como sujeción para mantener a la presa fija mientras usaba las zarpas para desgarrarlo.

  Algo le saco de su meditación. Le había parecido oír un rugido, pero el infortunio quiso que en ese mismo instante el estampido de un trueno acallara cualquier otro ruido. Miró a la zona de dónde le había parecido que provenía el aviso pero no vio nada. Giró sobre si mismo en una vuelta de 360 grados, pero igualmente no pudo descubrir ninguna pista. Acelero aún mas el paso y siguió buscando algún indicio que le indicara como enfrentarse al bicho.

 En los documentales sobre prehistoria explicaban que los antiguos humanos usaban principalmente lanzas y similares para la caza de animales grandes. Era una buena táctica. Un palo largo le permitiría herir al animal desde una distancia segura, fuera del alcance de sus peligrosas garras. Las malditas garras marcaban una diferencia esencial entre los felinos y los perros.

    Lecturas casuales y el visionado de muchos documentales sobre animales daban una medida clara al respecto. Un oso podía romper el cráneo de un hombre de un zarpazo. En otro video se mostraba como de un solo golpe, sin ni siquiera sacar las garras, un león le rompía varias costillas a una mujer, dejándola sin respiración. Por fortuna para ella, era un animal al que tenían sujeto por el cuello con una correa y una persona cerca suya pudo patearle la cabeza al animal impidiendo que la mordiera,  permitiendo que el cuidador, convenientemente ayudado, que tenía sujeto al animal  lo arrastrara lejos.  N

  o sabía si alguien había hecho un ranking de potencia, pero sin duda el tigre no era precisamente manco en cuanto a garras se refería. En uno de sus anteriores enfrentamientos el animal se había alzado sobre dos patas y le había lanzado un  zarpazo en una trayectoria oblicua descendente. Ante el ataque el había reaccionado con una guardia de boxeo, sujetando a la vez la carpeta con ambas manos, entre la guardia. Cuando vio venir el golpe, algo digno de mención dado lo rápido del ataque, había lanzado el antebrazo de ese lado hacia el ángulo en que era atacado, procurando que el impacto incidiera sobre la carpeta. Esa era la mejor opción pues simplemente mantener el brazo quieto no podía parar eficazmente un puñetazo bien dado de un humano, ni que decir tiene de un tigre. 

  Aún así no había servido de gran cosa. La idea de la defensa era mantener fija la distancia entre el brazo y el cuerpo absorbiendo el golpe con un giro. Era algo que tenia bastante entrenado y podía efectuarlo con eficacia en el gimnasio. Sin embargo el tigre casi logró hundir la resistencia del brazo y que la garra llegara a la cara. Aparte, en vez de girar, el golpe le derribó a tierra, cayendo, eso sí, de una forma casi decorosa y pudiendo ponerse de pie otra vez. La carpeta, que por supuesto había volado con el golpe, había impedido que las garras se clavaran en su carne con lo cuál el daño se debía solo a la fuerza del impacto. 

   Aún así tenía el antebrazo muy dolorido, casi insensibilizado. Sospechaba que podría habérsele fisurado uno de los huesos, presumiblemente el cúbito, pero no tenia modo de saberlo. El tigre había proseguido ataque con una táctica similar, de pie sobre sus patas traseras y usando las garras. El segundo ataque no había sido  un zarpazo aislado sino una sucesión de zarpaos rectos. Milagrosamente también había conseguido evadir ese ataque. Posiblemente se debiera a que los humanos son más eficientes sobre dos patas que los felinos y eso podía, mediando la suerte adecuada, compensar la mayor velocidad y agilidad de estos, al menos ocasionalmente. 

   Sea como fuese había logrado salir de la línea de ataque con un paso oblicuo hacia delante, agachándose mientras lo daba, para así esquivar la acometida de las extremidades delanteras del felino. Si se hubiera quedado de frente ahora estaría muerto. Esa forma de ataque le recordaba un poco a una de las artes marciales que había practicado, el wing tsun. En esa disciplina la táctica más ampliamente utilizada era una lluvia de puños rectos en cadena, uno detrás de otro. Era muy eficaz, en particular contra gente que no conociera la táctica, pues conseguía apabullar al oponente, Además los puños rectos eran mucho más rápidos que los golpes circulares, que era lo que solía usar la gente sin entrenamiento.

 En todo caso el tigre no pretendía, claro está, golpear.  Cada uno de esos golpes posiblemente pretendían arañar. No sabía muy bien si esa había sido la quinta o la sexta vez que le atacaba el animal de forma directa. Nunca antes había usado esa táctica, De hecho parecía que había una tendencia a que cada vez usara una táctica de ataque diferente. 

 En ese momento no había tenido tiempo de reflexionar al respecto, pero ahora,  tras haber tenido mas tiempo, se planteo la posibilidad de que si él vivía, y recordaba la misma escena básica una y otra vez tal vez algo similar le pasara al tigre. En la película el único que recordaba las cosas era el protagonista, pero claro, esto no era esa película. Si realmente el animal recordaba los enfrentamientos eso explicaría que no volviera a usar esa táctica. Por lo visto esa vez el animal tenía ganas de jugar y repitió una vez más un ataque, levantado sobre las patas traseras. Eso, en cierto modo, era un error, al menos contra un bípedo. Los cuadrúpedos, por su disposición, suelen moverse y pelear con la zona del abdomen protegida, debajo del cuerpo.  Eso se traduce en que no tienen uno músculos particularmente fuertes protegiendo esa zona, en especial si se los compara con los humanos. Por otro lado la bipedesptación hace que los humanos tengan proporcionalmente las extremidades anteriores, más fuertes del reino animal.

  Más aún, los humanos llevan un calzado que suele estar hecho de un material resistente. Eso hace que las patadas de un humano tengan una potencia respetable. Ciertamente cualquiera que visto un campeonato de “vale tudo” es consciente de que es muy difícil, casi imposible, mantener alejado a un oponente mediante patadas e impedir que te agarre, y, posiblemente, te lleve al suelo. Y, por supuesto, si no se puede mantener alejado a un humano menos aún a un tigre. Pero el caso es que siguen teniendo el abdomen débil así que si hay ocasión es, posiblemente, uno de los mejores sitios dónde intentar golpearles.

   La tercera vez que el animal se le había enfrentado alzado sobre sus patas traseras se había arriesgado y había optado por atacar el primero con una patada lateral hacia esa zona. El animal había conseguido girar y el impacto fue de lado, y a la zona de las costillas. No sabía nada preciso de la anatomía de los tigres, y en particular no sabía si tenían costillas flotantes, pero como quera que fuese noto que el impacto no había sido del todo inútil. En una de las veces anteriores había golpeado las costillas del pecho y no había servido de nada, seguramente eran demasiado gruesas. Pero esa vez creía que el golpe se había hundido algo en el cuerpo del animal. 

 Desde luego había surtido un cierto efecto pues el tigre se había doblado sobre si mismo y se había apoyado sobre las cuatro patas. Él inmediatamente había aprovechado para girar y ponerse lateralmente al animal, cerca de sus patas traseras. Y lanzó otra patada, frontal, ascendente contra el abdomen. En medio de la patada el animal giro su cabeza hacia él, pero eso sirvió para que dejara algo más al descubierto la blanda zona del estómago. El golpe tampoco impacto de pleno, pero también surtió efecto

 . Por desgracia parecía que eso sólo había servido para cabrear al tigre, mala cosa. Se supone que ante un ataque animal casual del que no se puede evitar alejándose, a ser posible sin dar la espalda para parecer una presa, lo mejor es mostrar una resistencia moderada que desanime al agresor. Por supuesto si el ataque es firme esas tácticas disuasorias tienen pocas opciones. En cualquier caso un aspecto importante de la psicología animal, al menos de algunos de ellos, es que si el combate pasa por una situación de vida o muerte en vez de intentar retroceder los animales irán a por todas. 

 Realmente no sabía hasta que punto esas ideas sobre comportamiento animal eran correctas. Lo que si sabía es que el tigre se había cabreado, se había echado un par de metros atrás y había cargado contra él a cuatro patas derribándolo, para luego, si solución de continuidad morder con mas agresividad de la que había demostrado  en cualquiera de los anteriores encuentros. El impacto del cuerpo había sido tan brutal que le había dejado sin respiración, pese a llevar los brazos por delante, y ...en fin, que no había podido hacer nada, como siempre.

  A partir de ese ataque las acometidas del tigre habían sido más directas y brutales en los subsiguientes encuentros. Analizado en retrospectiva eso parecía apoyar la idea de que también recordaba los eventos.

 Eso era malo. Su idea era que si el animal no recordase nada pudiera mantenerle a raya con la botella. Tal vez un pequeño corte bastara para convencer el bicho de que no merecía la pena arriesgarse a ser herido por una víctima tan relativamente pequeña. Pero si recordaba los ataques sus posibilidades se esfumaban. Los felinos que probaban la carne humana solían convertirse en aficionados a ella. Las leyendas sobre tigres “devoradores de hombres” eran comunes en Asia.
 En África los leones no les andaban a la zaga y había casos famosos, como el de los dos leones que a principios del silo XX habían paralizado durante casi un año las obras de un puente de ferrocarril al comerse a unos 150 trabajadores encargados de la construcción de la línea férrea. 

Reconsideró si había otra opción. Antes de salir del árbol había conseguido romper un trozo de una rama. Si hubiese tenido una cuerda hubiera intentado atar un trozo del vidrio de la botella a la misma para formar una especie de lanza. El trozo de rama era demasiado corto para que fuera eficaz para mantener la distancia mucho tiempo, pero tal vez en ese tiempo encontrara la forma de clavar la lanza. O podría intentar arrojarla cuando el animal se aproximara, que sería lo mas seguro. Pero claro, no tenía cuerda, ni lanza, así que a ver que tal se las apañaba si el animal aparecía. 

 En ese instante sonó un retumbar de dos truenos casi consecutivos. Parecía que la furia de la tormenta iba en crescendo. Recordó su disparatada teoría sobre la cuerda cósmica, tal vez apareciera pronto. En todo caso, de lo que tenía mas certeza es de que estaba en alguna especie de bucle temporal. Y ya había pasado un tiempo considerable. Quizás estuviera a punto de cerrarse de nuevo. Si pudiera elegir preferiría que le diese tiempo a llegar a la zona poblada, pero, sino, al menos, que no tuviera que sufrir otra vez el ataque del animal.

 Por desgracia la suerte nunca había sido lo suyo. El gato grande con rayas esta vez vino de la zona hacia la que se dirigía. Eso sí, al aproximarse vio que no estaba en buena forma. No sabía que le podría haber pasado,  pero vió que cojeaba ostensiblemente de la pata delantera derecha. Al acercarse más vio que tenía signos de algunos zarpazos en el lomo y algo que tal vez fuera una mordedura. 

Se pregunto cuan serias eran las heridas, y si bastarían para marcar alguna diferencia cuando le atacara. De hecho tal vez no le atacara. Vio que le animal se paraba, como si intentase olisquear algo. En todo caso desistió, posiblemente la lluvia impedía que le llegasen los olores de lo que quiera que fuese que le preocupara. Avanzó hacia él, y le encaró,  Él se colocó totalmente de lado, con la botella rota en su mano adelantada y la rama cortada en la atrasada. La carpeta la había colocado en el estomago, abrochada por la cazadora, con la idea de que tal vez sirviera para amortiguar un posible zarpazo hacia esa zona.

  El animal inicio la acometida, pero sin muchas ganas, y no intentó saltar sobre él. Se acerco a cuatro patas e intentó golpear con su zarpa derecha,  la mano que sujetaba la botella, falló. Lo intento una segunda vez y tampoco acertó. Al apoyar la pata en el suelo perdió momentáneamente el equilibrio y el aprovecho para hacerle un corte con la botella en el morro. El animal saltó atrás, dando un rugido que le puso los pelos de punta. Sabía que había estudios que indicaban que parte de el intervalo audible el rugido tenia una componente de infrasonidos, que causaban precisamente ese efecto aterrador. 

 El saberlo no bastaba para disminuir el efecto, pero al menos si evitó que se quedara paralizado por el pánico. De haber estado en buena forma lo más probable es que el tigre se le hubiese echado encima, con decisión, en ese momento, pero el caso es que no lo hizo, Siguió atacando sin demasiada convicción. El corte que se había llevado le llevó a respetar la botella mas de lo que posiblemente mereciese. Eso hizo que, si mantenía la botella enfrente, el animal frenara las acometidas. Alguna vez, al frenarse, había vuelto a perder el equilibrio, cosas de la pata herida, y él había aprovechado para golpearle con la parte gruesa de la rama. En sus golpes buscaba los ojos o, si acaso las orejas, que parecían la parte mas vulnerable de la cabeza, pero sin demasiado éxito.

  Llevaban así un rato, más de lo que había durado cualquiera de los anteriores encuentros, pero empezaba a sospechar que lo normal es que, más pronto que tarde, cometiera un error fatal y el tigre se le abalanzara encima y terminase todo como siempre. Pero estaba visto que esa vez lo suyo no era acertar. Sonó un disparo y el tigre se sacudió violentamente. Un segundo disparo lo tiró al suelo, moribundo. Miró en la dirección de la que habían venido los disparos y vió que a unos metros se hallaba una chica joven, morena, pelo corto, sosteniendo un rifle. Vestía algo que parecía algún tipo de uniforme que no supo identificar. Se disponía ha decirle algo cuando ella le indicó con la mano que se girara y mirara al cielo. No la hizo caso inmediatamente y empezó a preguntarla, -¿perdona, que quieres decirme?. Ella insistió en el gesto y e gritó con tono autoritario -mira al cielo, a tu espalda-.

 El optó por hacerla caso, al fin y al cabo acababa de salvarle del tigre, y, además, seguía llevando un rifle. Al principio no notó nada extraño, pero no tuvo que esperar apenas nada. De repente el cielo se iluminó, pero no por un relámpago. Una línea de luz violeta, muy brillante,  prendió en el horizonte y avanzó a una velocidad impresionante dibujando un plano del mismo color. El frente avanzó hacia ellos, pero no llegó hasta dónde estaban. Antes, a una cierta distancia, imposible de estimar fehacientemente con las escasas referencias disponibles, se hundió en el suelo. Inmediatamente se notó que este se movía, sacudido por un  ligero temblor. Adivinando, era fácil, la trayectoria se giró y vio como el plano volvía a surgir de la línea del suelo en dirección contraria elevándose de nuevo hacia el horizonte. 

Cuando llegó hacia ellos no oyó ningún sonido pero ahora, al alejarse, si que hubo componente sonora. No sabia como calificar lo que oía, era un sonido extraño, con toques sintéticos. Parecía algún tipo de sonido grave, de orquesta de cuerdas, pero sintetizado, pasado por muchos filtros hasta resultar en algo completamente diferente. Pese a lo atronador de su potencia el sonido no era desagradable y era un digno acompañante del espectáculo visual. Se giró un momento hacia la chica con intención de preguntarle algo, pero no llego a hacerlo. Empezó a notar como una vibración recorría todo su cuerpo. Luego su visión se tornó distorsionada y un pitido impidió que pudiese oír cualquier otra cosa. El pitido fue en aumento y la distorsión de su visión derivo en que todo se volviese negro. Sentía que empezaba a perder la consciencia, casi como aquella vez cuando estaba a punto de sufrir una lipotimia. Sospechaba lo que venía luego.


lunes, 9 de diciembre de 2019

When time becomes a loop II


   Había perdido la cuenta de él número de veces que había tenido que pelear, si es que a esa carnicería a su costa se le podía denominar así, con el rayado felino. Estimaba que debían ir alrededor de 10 o 12. 

    Esta vez parecía que la fortuna le sonreía un poco, habían pasado ya seis minutos y no veía signo alguno del animal. En ese tiempo había aprovechado para recoger una botella de cerveza de litro-se resistía a usar el vulgarismo litrona-  que había visto en una de sus previas confrontaciones, pero que, por desgracia, se encontraba en la dirección por la que solía aparecer el animal y era imposible aproximarse a ella sin forzar el apresuramiento del ataque.

  Inmediatamente después  se dirigió a la arboleda, localizó un árbol alto, con ramas igualmente altas y denso follaje e intento encaramarse a él. No era una labor sencilla incluso sin carga, pero hacerlo con la carpeta y la botella era casi imposible. Al final optó quitarse la cazadora, envolver sus “armas” en la misma y anudar luego la cazadora al cuello. No era cómodo pero le permitió subir. No se detuvo hasta que llegó a la rama más alta con el grosor suficiente para sostenerle. Confiaba que incluso si el tigre podía trepar  por el árbol, cosa que hasta dónde sabía era algo posible, el animal no se atreviera a seguirlo hasta esa rama, demasiado frágil para su peso. 

    En todo caso seguía sin haber rastro de su pertinaz atacante. Eso le dió tiempo a pensar con algo más de calma en las circunstancias. Lo primero era recuperar tanta información como fuese posible. En su momento había intentado hacer alguna llamada por el móvil, posiblemente a la policía, pero no había cobertura. Ahora tenía tiempo para probar otra cosa.  Sacó los cascos que servían también de antena de radio, desenredó el cable, y los montó en el teléfono. Las presintonías que tenía incluían alguna emisora generalista, así que intentó buscar alguna que estuviera emitiendo noticias. No le fue difícil dar con lo que le interesaba.

   Por lo visto sus problemas se habían originado una hora antes, en una de las autovías de circunvalación cercanas. Se había producido un tiroteo con persecuciones entre lo que se presumía eran bandas rivales de narcotraficantes. Resultado del mismo se habían producido varios accidentes. Uno de ello había implicado al camión que transportaba los animales de un circo que venía a instalarse en la ciudad. Los animales  supervivientes habían huido. Aún no se tenían datos  exactos pero se presumía que al menos cuatro tigres y seis leones podían andar sueltos por las inmediaciones. Las autoridades habían creado batidas de búsqueda y acordonado las zonas dónde se presumía que podían estar los animales. Además se había conminado a las emisoras de radio a emitir partes informando de los hechos para prevenir a quien quiera que pudiera haberse quedado atrapado en las zonas de riesgo. Bien por ellos, pero a él le había servido de muy poco, al menos hasta ahora.

 Ya tenía explicación a la presencia del tigre. Se había imaginado que pudiera ser algo así. Por supuesto esa era la parte fácil, la que explicaba porque había sufrido el primer ataque. Explicar el bucle en que se había convertido su vida iba a ser mas complicado y a la pregunta de si podría salir de él, preferiblemente sano y salvo, ni se aventuraba por ahora a buscar respuesta.

 Antes de escuchar las noticias tenía una duda sobre si su mejor opción era permanecer en el árbol o si, caso de que el tigre siguiera sin aparecer, intentar llegar a la zona poblada. Ahora, sabiendo que había batidas de caza, decidió que lo más sensato era quedarse allí y esperar a que apareciese una por la zona. Como no tenía otra cosa más productiva  que hacer intentó analizar los aspectos más apócrifos del embrollo.

  Una cosa era ver una divertida película sobre días que se repiten y otra plantearse como algo así podía ser compatible con las leyes de la física. Por supuesto siempre podía considerar la posibilidad de que hubiese muerto, que hubiera algún tipo de mas allá y que esas fueran sus primeras experiencias del mismo. O que hubiera sobrevivido al  ataque y estuviera atrapado en algún tipo de sueño recurrente especialmente vívido. Le pareció que lo mas práctico era considerar la primera posibilidad, ¿Cómo, y por qué, podría producirse algo así? .

 Él era físico y había pasado por una época en que había estudiado el tipo de soluciones exóticas de la relatividad general que permitían el viaje en el tiempo, técnicamente líneas de tiempo cerradas. La mayoría de ellas pertenecían a dos grandes grupos. Uno estaba asociado a la existencia de agujeros de gusano en las que, además, cada boca el mismo estaba en una zona dónde el tiempo transcurría a un ritmo distinto al de la otra. Eso requería o bien que ambas bocas se movieran una respecto a otra a una fracción considerable de la velocidad de la luz o bien que una de ellas estuviera en una zona con un intenso campo gravitatorio. Ciertamente no veía como, incluso admitiendo que hubiera ido a dar con un agujero de gusano, se dieran las circunstancias que permitieran las dilataciones temporales requeridas. 

  El otro gran grupo de soluciones que permitían el  viaje en el tiempo eran soluciones con algún tipo de simetría cilíndrica. Descartado un universo tipo Cantor –al fin y al cabo ya sabía en que tipo de universo vivía, y no era de ese tipo- quedaban cosas como las cuerdas cósmicas. Una cuerda cósmica era una reliquia de él universo primigenio, antes de que las simetrías que unificaban las fuerzas y partículas conocidas se rompiesen para que tomaran la configuración actual. Dichas cuerdas tenían una enorme densidad y un grosor infinitesimal. Supuestamente debían tener una longitud infinita, o estar anudadas formando grandes bucles de diversos tamaños, normalmente a una escala astronómica que podía variar entre un planeta o una galaxia. La verdad es que no era experto en ese asunto así que no estaba seguro de las cotas teóricas y experimentales, pero se podría mostrar flexible al respecto. 

En el interior de una de esas cuerdas el universo mantenía la antigua configuración unificada. Y si uno seguía ciertas trayectorias circulares alrededor  de una de esas cuerdas podía viajar en el tiempo. Por supuesto la existencia de esas cuerdas cósmicas no estaba demostrada. Y, desde luego, no había señal de una de ellas por las inmediaciones. Se le ocurrió que, tal vez, si en algún momento del futuro inmediato, apareciese una de dichas cuerdas en la atmósfera terrestre, y parte de ella pasara por sus inmediaciones, quizás se podrían dar las circunstancias propicias. ¿Qué posibilidades había de que algo así pudiera ocurrir? Meditó si había algún posible indicio astronómico que presagiara esa posibilidad.

  Ciertamente en las últimas décadas se había producido una actividad presumiblemente inusual de colisiones de asteroides. El Schumaker-levy había impactado con Júpiter -¿o era saturno?- en los noventa, y hacia unos meses otro asteroide había golpeado a otro de los gigantes gaseosos, creía que de nuevo Júpiter. Más recientemente había leído la noticia sobre un acontecimiento en 1984 que había alterado drásticamente la estructura de los anillos de Saturno. Ninguno de los modelos propuestos, colisiones de meteoritos/asteroides, cambios bruscos en la actividad atmosférica del gigante gaseoso, etc, explicaban bien los datos. 

   Se le ocurrió que algo como una cuerda cósmica circular podría encajar bien con todos esos datos. Podría haber entrado en el sistema solar  hacia mucho tiempo, alterando el cinturón de Kuipier, o la nube e Ort, o ambas, lanzando una cantidad inusualmente elevada de esos escombros de la formación del sistema solar hacía los planetas interiores. Y ella misma habría seguido similar trayectoria en similar tiempo. Posiblemente hubiera podido pasar cerca de saturno modificando sus anillos. ¿Y luego qué? ¿Habría dado la vuelta al sol? ¿lo habría atravesado? Ambas cosas eran posibles. El sol llevaba ya dos años prácticamente sin manchas solares, algo de lo que no había precedentes, al menos no tan graves, en los pocos siglos-básicamente desde la invención de los primeros telescopios en los tiempos de Galileo- en los que se le venía estudiando. Las manchas solares estaban asociadas a los campos magnéticos, y, si no estaba equivocado, eran viables tipos de cuerdas cósmicas capaces el alterar los campos magnéticos.

 Todo eso estaba muy bien si uno buscaba una justificación para la presencia de cuerdas cósmicas en el sistema solar. Pero si uno buscaba esas cuerdas cósmicas como un medio de bucles en el tiempo el rigor y la coherencia de dichas justificaciones era tirando a nulo. Sólo el pequeño detalle de que, aparentemente, estaba en un bucle temporal le había llevado a considerar dichas explicaciones tan chabacanas.

   Como no tenía nada mejor por el momento para intentar esclarecer lo que le estaba pasando decidió admitir provisionalmente ese escenario. Un aspecto interesante de esa explicación es que si uno se alejaba lo suficiente de la cuerda cósmica no caería en el bucle. Si asumiera que sólo una pequeña sección de la cuerda hubiese intersecado con la superficie terrestre eso podría significar que, tal vez, unos pocos kilómetros bastaran. Por supuesto la cuerda podría haber rebanado un pedazo de la corteza terrestre del tamaño de España y en ese caso las cosas serían más difíciles. 

  Para que los hechos fueran  algo coherentes (dentro de lo bizarro de todo el affair) supuso que la cuerda debería haber entrado en contacto con la tierra no mucho después de su encuentro con el tigre. Si fuese así, ahora que el animal seguía sin aparecer, no debería faltar mucho antes de que se produjera la colisión cósmica. 

 Faltaba por ver como el hecho de que hubiera un bucle en el tiempo encajaba con el hecho de que el recordara sus diversas vueltas al bucle, pero imaginó que, fuese como fuese, un requisito es que su consciencia sobreviviese al inicio del bucle. E imaginó que su consciencia, o un remanente de la misma, no podía subsistir mucho después de que el tigre le matase-en especial si después de matarle le devoraba, cosa que, obviamente, ignoraba-.  Miró el reloj del móvil,.Ya llevaba una hora desde su reentrada y ni signos del bicho, o, ya puestos, de las patrullas de batida.

 Vaciló sobre que hacer a continuación. Si daba crédito a su idea sobre las cuerdas cósmicas una línea de acción razonable era estar pendiente del cielo, para ver llegar la cuerda e intentar estimar cuanta parte de la misma impactaba con al tierra, y para saber, en próximos bucles, cuanto debía alejarse de su actual posición para poder salir de su situación.,Eso asumiendo, claro esta, que hubiera mas repeticiones sin tigre, como la actual, o que diese con el modo de librarse de él cuando apareciera.

   Su otra opción era bajar del árbol e intentar llegar al metro, dónde imaginó estaría a salvo del tigre. Si el bucle se debía a la cuerda eso podía no servir de nada, Pero podría ser que lo que estuviera ocurriendo no tuviera nada que ver con eso y que con sobrevivir al ataque del felino, o evitarlo, pudiera continuar con su vida normal. 

 Pensar en bajar del árbol y la posibilidad que el animal hiciera acto de presencia hizo que un escalofrío le atravesara la espalda. Eso hizo que decidiera quedarse un poco más en la rama, relativamente a salvo. Y le llevó a plantearse otros detalles. Aparentemente su cuerpo volvía a restaurarse tal cuál en cada nueva iteración del bucle. Eso dejaba la incógnita de cómo se almacenaban los recuerdos de lo acontecido entre medias. Por ejemplo, el escalofrío que había sentido: normalmente podría achacarse a un condicionamiento pauloviano bastante obvio. “tigre implica dolor, implica escalofrío, para recordar que es bueno evitar al tigre”. Pero el mecanismo del condicionamiento pauloviano es algo complejo, que requiere un substrato fisiológico dónde almacenarse, el sistema nervioso. Y el caso es que su sistema nervioso resultaba destruido al final de cada  ciclo, con lo cuál no podía almacenarse nada. 

 Por supuesto, dado que había recuerdos, eso bastaba para explicar su reacción, al menos en parte. Pero quizás uno esperaría una reacción más racional y menos instintiva de lo que parecía indicar un escalofrío. Eso le llevaba a intentar teorizar sobre como se almacenaría la conciencia. Unos cuantos años atrás quizás hubiera intentado plantearse el asunto en términos de las teorías de conciencia de Penrose, pero hasta dónde sabia dicho tipo de especulaciones habían quedado bastante falsificadas, así que no sabía muy bien como enfocar el asunto, siquiera a priori.

 En ese momento notó que algo húmedo caía sobre su mano. Se sobresaltó tanto que casi se cayó del árbol. No obstante se recuperó y mantuvo el equilibrio.  La sensación se repitió, y esta vez identifico que pasaba: estaba empezando a llover. Al reparar en la lluvia se dio cuenta de que se había levantado algo de viento y que había refrescado. Tal vez, después de todo, eso hubiera sido la causa de su anterior escalofrío que, casualmente, hubiera llegado cuando pensó en bajar del árbol. O podría no ser casualidad, quizás al pensar en bajar había cambiado su disposición muscular haciéndole provisionalmente mas vulnerable, o consciente, del frío. 

  Fuera como fuere la llovizna empezaba a arreciar. Miró al cielo a través de la escasa cubierta de ramas que había encima de la zona del árbol en la que estaba y vió que el cielo estaba  encapotado, muchas nubes oscuras apenas visibles contra la luz de la una en cuatro creciente. En ese mismo momento vio un relámpago lejano. Unos segundos después llegó el trueno. Mal asunto, si la tormenta era fuerte y cubría el cielo era probable que no le dejara ver apenas la llegada de la cuerda cósmica, si es que se producía. Aparte la lluvia podría llegar a hacer que la rama dónde estaba se volviera demasiado resbaladiza como para poder seguir sujeto a ella. Eso por no hablar de que en medio de una tormenta con aparato eléctrico la copa de un árbol no parecía el lugar mas adecuado.

   Reflexionó sobre el particular. Según lo que parecía, fuese lo que fuese que le estuviera pasando, su conciencia parecía sobrevivir al encuentro con el depredador y tenía una nueva oportunidad. El tipo de daño que podría hacerle un rayo que le golpeara la cabeza sería mucho mas grave, y tal vez su conciencia no quedara en disposición de ser restaurada para una nueva vuelta. Volvió a conectar la radio para ver si había mas noticias sobre las patrullas de batida, pero no hubo éxito. Solo se oía estática. 

  Era extraño que una tormenta pudiera provocar tal cosa, ¿sería un signo de que la cuerda cósmica estaba cerca? ¿Producían las cuerdas cósmicas algún tipo de campo magnético que pudiera explicar la tormenta y el apagón de la radio? En ese momento no recordaba lo suficiente para resolver esas cuestiones, y con la lluvia no podía ponerse a escribir ecuaciones a ver si sacaba algo. Por otro lado si esperaba mucho a bajar del árbol éste estaría demasiado mojado y resbaladizo, con lo cual la maniobra seria demasiado arriesgada. 

Decidió pues que lo mejor era bajar ya y prepararse lo mejor posible para lo que se pudiera avecinar. Eso sí, para estar lo mas preparado ante un ataque del felino nada mas bajar optó por romper la botella ahí mismo. La idea es que ésta se rompiera por el fondo, permitiéndole a él sujetarla por la boca de la misma. Un botella rota no era tan eficaz como un cuchillo, e incluso con un cuchillo sus posibilidades de mantener a raya un tigre eran mínimas,.pero era una gran mejora respecto a hacerlo a base de golpes de puño y pierna, y no tenía otra opción. Se armó de valor y descendió hacia la oscuridad que le esperaba abajo y a lo que quiera que le esperara en ella. Además, si todo iba mal, imaginó que volvería al punto de inicio.


When time becomes a loop I


    Llegaba tarde a la conferencia. Si seguía las vueltas de la carretera  llegaría mínimo con veinte minutos de retraso así que se decidió a meterse por medio del parque. Era ya casi de noche y no veía nadie, así que no le hacía mucha gracia, pero por otro lado estaba en un campus universitario y no tenía noticias de que hubiera habido atracos en al menos los últimos tres o cuatro años así que era estadísticamente seguro. 

   Para minimizar el riesgo, y así de paso llegar lo antes posible, se adentró en el césped, medio trotando medio corriendo. Conforme se adentraba mayor era su velocidad. Sin embargo cuando llego a una zona dónde la densidad  de árboles era mas alta y una espesura de arbustos angostaba el paso tuvo que ir mas despacio para evitar el peligro de arañarse con alguna rama o, peor aún, que se le metiera en un ojo o algo así. 

     Aprovechó para llevarse la mano al bolsillo de la cazadora y sacar el móvil, para poder ir calculando cuan tarde llegaría finalmente. Justo cuando había pulsado un botón y la retroiluminación hacía  visible el reloj notó un tremendo impacto en la espalda que le derribó. Tenía buenos reflejos y la preparación adecuada así que antes de tocar el suelo ya estaba en tensión dispuesto a absorber adecuadamente la caída. Pero no pudo ser, algo pesado cayó encima de él  haciendo que golpeara violentamente el suelo, que, por fortuna, era blando. Intentó voltearse para ver que era lo que le aprisionaba, pero le resulto imposible. Notó un pequeño dolor mientras algo le arañaba la espalda y le volvía a colocar de nuevo boca abajo. Luego sintió como algo punzante y húmedo se cerraba presionando con fuerza su cabeza, casi a la altura de la nuca. La presa se cerró en un breve instante de cuasi agonía.

 De repente estaba otra vez de pié, todos los sentidos alerta. Le temblaban las piernas involuntariamente y sentía algo parecido a una punzada de pánico, pero, aparte de eso, no notaba dolor alguno. Una rápida inspección corroboró que así era. No sabía dónde estaba. Miró alrededor y notó que todo era familiar, volvía a estar en el camino que bordeaba la carretera. Recordó que, siendo muy pequeño, cuando vivía en el pueblo, le había sucedido algo que, posiblemente, fuera similar. Había trepado a la rama de un árbol para coger algunas cerezas. Lo siguiente que recordaba era estar debajo del árbol, ya de pie y sin ningún dolor ni magulladura visible. Eso sí, cuando había subido a la rama era el final de la tarde, y ya luego, en el suelo, estaba ya la noche empezando a cerrarse. A esa edad no llevaba reloj, pero estimó que habrían pasado entre media hora y dos horas entre ambos instantes. No recordaba haberse caído y quedar inconsciente, pero sin duda eso era lo que debía haber sucedido.

  Tras ese fugaz recuerdo volvió al aquí y ahora. ¿Qué demonios había sucedido? Tras mirar y remirar a un lado y otro, y volver unas cuantas veces la cabeza, para vigilar su espalda, se arriesgó y miro la hora. El reloj marcaba las 7 40, ¡imposible!  Eso eran unos cinco minutos antes de que  entrase en el parque.

  Meditó un poco, intentado aparcar la el aura de perplejidad que amenazaba con invadirle. Era una persona cuanto menos bastante  inteligente y pronto dió con una explicación medianamente plausible. Debió haber sufrido algún tipo de desmayo y al caerse el móvil se golpeó y,  por   algún misterioso mecanismo, se atrasó la hora. No era una buena explicación, se daba cuenta de ello, pero para empezar valía. 

   Volvió otra vez la atención al entorno y se dio cuenta de que no pasaba ningún vehículo. No estaba seguro, pero hubiera jurado que no había pasado ninguno desde su “vuelta”, lo cual resultaba ligeramente inquietante. No es que fuese una carretera muy transitada pero incluso así era un tráfico demasiado escaso. Asumió que, definitivamente, el reloj no marcaba una hora correcta y que ya de ningún modo llegaba a la conferencia. En consecuencia creyó que lo mejor era volver sobre sus pasos y seguir la carretera hasta la zona urbanizada y, finalmente, al metro que le llevara de vuelta a casa. 

  Mientras deshacía el camino previamente andado intentó analizar que podría haberle pasado. Sólo una vez en su vida se había desmayado. Fue cuando era mas joven, recién llegado a la capital. Nadie le había explicado el papel de la sal en la regulación de la presión sanguínea. Por pura pereza de no coger el salero había estado comiendo  casi sin sal un par de meses y había tenido una leve lipotimia. Fue un desmayo anunciado. Instantes antes del mismo se dio cuenta de que iba a suceder y le dio tiempo de tenderse, evitando la caída. Despertó instantes después, con el amigo que le acompañaba en el autobús mirándole con cara de preocupación.

 El caso es que las secuencia de acontecimientos no encajaba, fuese lo que fuese lo que le había dado no había sido una lipotimia. En ese momento oyó  un rumor de  movimiento a  una cierta distancia de .su espalda, Se giró y esta vez si pudo ver algo. A unos cuantos metros había un tigre. Estaba detenido, mirándole. No era la primera ve que veía un tigre de cerca. De hecho, en esa otra ocasión,  eran dos, y los había visto bastante mas cerca, a un par de metros como mucho. Eso sí, con una valla metálica de por medio. Y esos tigres estaban sentados. En el mismo sitio que esos tigres, un zoológico especializado en animales entrenados para cine y publicidad,  había más felinos encerrados. Y uno de ellos, un jaguar, se había abalanzado contra él, una vez más jaula mediante. Eso le permitía saber de primera mano cuan increíblemente rápidos eran esos animales.

 El tigre seguía inmóvil, y a una distancia aparentemente prudencial. Sopesó sus opciones.  Giró por un cortísimo instante la vista hacia el parque, buscando un posible árbol cercano dónde encaramarse. Nada. Volvió a mirar el animal, por suerte no parecía haberse movido. Estimó que de haber iniciado el ataque incluso el efímero instante que había usado para buscar  un árbol le habría bastado al tigre para cubrir casi la mitad de la distancia que les separaba.

  Descartando la huida a una zona que pudiera servir de refugio buscó si había algo que pudiera servirle como arma, una rama, piedras, o, ojala, algún hierro medio oxidado de alguna antigua edificación. Enfrente suyo no divisó nada así, y no se atrevió a girar la vista de nuevo hacia el parque. Decidió ir retrocediendo lentamente, a ver como reaccionaba el felino. Al principio siguió inmóvil pero luego le siguió con un andar entre perezoso y cauteloso, girando de tanto en tanto la enorme cabeza, posiblemente en respuesta a algún sonido que para él resultaba del todo inaudible. Poco a poco el animal agilizó su paso y empezó a ganarle terreno. Ante esto hecho a correr, sin darle del todo la espalda, procurando mantenerle lo mas de costado posible, teniendo siempre a la vista al depredador. 

  Fugaces miradas ocasionales al suelo no resultaron en ningún hallazgo afortunado de algo que pudiera servir como arma y enseguida resultó claro que el animal se le echaría encima enseguida y que debería intentar afrontar la situación sin más apoyo que la carpeta de cartón en la que llevaba sus folios y apuntes y la destreza adquirida durante quince años de práctica razonablemente continuada de diversas artes marciales, principalmente de mano vacía, y algo de estilos de lucha con arma blanca. Procedió a defenderse con, dentro de lo que cabe bastante dignidad, sin dejarse llevar por el miedo. Todo se decidió en un pis pas y, si en algún momento pareció que su estrategia defensiva alargaba el desenlace una fracción significativa de tiempo, posiblemente se debiera a la costumbre de los felinos de jugar un poco con las víctimas indefensas, para así refinar sus tácticas de ataque para futuras ocasiones. Después de todo, en el reino animal, los depredadores eran, generalmente, mucho mas inteligentes que sus presas. Y los felinos eran posiblemente los depredadores terrestres más inteligentes de la historia del planeta. La parte más desagradable de los acontecimientos no fue el fatídico desenlace, que era previsible y casi inevitable, sino que al final, cuando empezó a morder en serio dolió una barbaridad.

  Pero eso no había sido el final, únicamente la primera vez que sabía que era lo que le atacaba. Variantes de la misma secuencia se repetían, siempre con un final similar. En los escasos minutos entre su vuela a la consciencia, de pie en la carretera, y el encuentro y lucha posterior con el tigre, le fue dado tiempo de componer la situación. Todo indicaba que se hallaba viviendo una versión de pesadilla de la película “atrapado en el tiempo”, también conocida como “el día de la mascota”. Lo malo es que aquí la “mascota” era un tigre de entre trescientos kilos y media tonelada (vaya usted a saber), bastante joven y con muy mala leche. Y en vez de repetirse el día entero se repetía un tramo de entre 10 y 15 minutos, dependiendo de cuanto consiguiera alargar su deceso.