Había perdido la
cuenta de él número de veces que había tenido que pelear, si es que a esa
carnicería a su costa se le podía denominar así, con el rayado felino. Estimaba
que debían ir alrededor de 10 o 12.
Esta vez parecía que la fortuna le sonreía
un poco, habían pasado ya seis minutos y no veía signo alguno del animal. En
ese tiempo había aprovechado para recoger una botella de cerveza de litro-se
resistía a usar el vulgarismo litrona-
que había visto en una de sus previas confrontaciones, pero que, por
desgracia, se encontraba en la dirección por la que solía aparecer el animal y
era imposible aproximarse a ella sin forzar el apresuramiento del ataque.
Inmediatamente después se dirigió a la arboleda, localizó un árbol alto, con ramas
igualmente altas y denso follaje e intento encaramarse a él. No era una labor
sencilla incluso sin carga, pero hacerlo con la carpeta y la botella era casi
imposible. Al final optó quitarse la cazadora, envolver sus “armas” en la misma
y anudar luego la cazadora al cuello. No era cómodo pero le permitió subir. No
se detuvo hasta que llegó a la rama más alta con el grosor suficiente para
sostenerle. Confiaba que incluso si el tigre podía trepar por el árbol, cosa que hasta dónde sabía era
algo posible, el animal no se atreviera a seguirlo hasta esa rama, demasiado
frágil para su peso.
En todo caso seguía sin haber rastro de su pertinaz
atacante. Eso le dió tiempo a pensar con algo más de calma en las
circunstancias. Lo primero era recuperar tanta información como fuese posible. En
su momento había intentado hacer alguna llamada por el móvil, posiblemente a la
policía, pero no había cobertura. Ahora tenía tiempo para probar otra cosa. Sacó los cascos que servían también de antena de radio, desenredó el cable, y
los montó en el teléfono. Las presintonías que tenía incluían alguna emisora
generalista, así que intentó buscar alguna que estuviera emitiendo noticias. No
le fue difícil dar con lo que le interesaba.
Por lo visto sus problemas se
habían originado una hora antes, en una de las autovías de circunvalación
cercanas. Se había producido un tiroteo con persecuciones entre lo que se
presumía eran bandas rivales de narcotraficantes. Resultado del mismo se habían
producido varios accidentes. Uno de ello había implicado al camión que
transportaba los animales de un circo que venía a instalarse en la ciudad. Los
animales supervivientes habían huido.
Aún no se tenían datos exactos pero se
presumía que al menos cuatro tigres y seis leones podían andar sueltos por las
inmediaciones. Las autoridades habían creado batidas de búsqueda y acordonado
las zonas dónde se presumía que podían estar los animales. Además se había
conminado a las emisoras de radio a emitir partes informando de los hechos para
prevenir a quien quiera que pudiera haberse quedado atrapado en las zonas de
riesgo. Bien por ellos, pero a él le había servido de muy poco, al menos hasta
ahora.
Ya tenía explicación
a la presencia del tigre. Se había imaginado que pudiera ser algo así. Por
supuesto esa era la parte fácil, la que explicaba porque había sufrido el
primer ataque. Explicar el bucle en que se había convertido su vida iba a ser
mas complicado y a la pregunta de si podría salir de él, preferiblemente sano y
salvo, ni se aventuraba por ahora a buscar respuesta.
Antes de escuchar las
noticias tenía una duda sobre si su mejor opción era permanecer en el árbol o
si, caso de que el tigre siguiera sin aparecer, intentar llegar a la zona
poblada. Ahora, sabiendo que había batidas de caza, decidió que lo más sensato
era quedarse allí y esperar a que apareciese una por la zona. Como no tenía
otra cosa más productiva que hacer
intentó analizar los aspectos más apócrifos del embrollo.
Una cosa era ver una
divertida película sobre días que se repiten y otra plantearse como algo así
podía ser compatible con las leyes de la física. Por supuesto siempre podía
considerar la posibilidad de que hubiese muerto, que hubiera algún tipo de mas
allá y que esas fueran sus primeras experiencias del mismo. O que hubiera
sobrevivido al ataque y estuviera
atrapado en algún tipo de sueño recurrente especialmente vívido. Le pareció que
lo mas práctico era considerar la primera posibilidad, ¿Cómo, y por qué, podría
producirse algo así? .
Él era físico y había pasado por una época en que había
estudiado el tipo de soluciones exóticas de la relatividad general que
permitían el viaje en el tiempo, técnicamente líneas de tiempo cerradas. La
mayoría de ellas pertenecían a dos grandes grupos. Uno estaba asociado a la
existencia de agujeros de gusano en las que, además, cada boca el mismo estaba
en una zona dónde el tiempo transcurría a un ritmo distinto al de la otra. Eso requería o
bien que ambas bocas se movieran una respecto a otra a una fracción
considerable de la velocidad de la luz o bien que una de ellas estuviera en una
zona con un intenso campo gravitatorio. Ciertamente no veía como, incluso
admitiendo que hubiera ido a dar con un agujero de gusano, se dieran las
circunstancias que permitieran las dilataciones temporales requeridas.
El otro
gran grupo de soluciones que permitían el
viaje en el tiempo eran soluciones con algún tipo de simetría
cilíndrica. Descartado un universo tipo Cantor –al fin y al cabo ya sabía en
que tipo de universo vivía, y no era de ese tipo- quedaban cosas como las
cuerdas cósmicas. Una cuerda cósmica era una reliquia de él universo
primigenio, antes de que las simetrías que unificaban las fuerzas y partículas
conocidas se rompiesen para que tomaran la configuración actual. Dichas cuerdas
tenían una enorme densidad y un grosor infinitesimal. Supuestamente debían
tener una longitud infinita, o estar anudadas formando grandes bucles de
diversos tamaños, normalmente a una escala astronómica que podía variar entre
un planeta o una galaxia. La verdad es que no era experto en ese asunto así que
no estaba seguro de las cotas teóricas y experimentales, pero se podría mostrar flexible al respecto.
En el interior de una de esas cuerdas el universo mantenía la
antigua configuración unificada. Y si uno seguía ciertas trayectorias
circulares alrededor de una de esas
cuerdas podía viajar en el tiempo. Por supuesto la existencia de esas cuerdas
cósmicas no estaba demostrada. Y, desde luego, no había señal de una de ellas
por las inmediaciones. Se le ocurrió que, tal vez, si en algún momento del
futuro inmediato, apareciese una de dichas cuerdas en la atmósfera terrestre, y parte
de ella pasara por sus inmediaciones, quizás se podrían dar las circunstancias
propicias. ¿Qué posibilidades había de que algo así pudiera ocurrir? Meditó si
había algún posible indicio astronómico que presagiara esa posibilidad.
Ciertamente en las últimas décadas se había producido una actividad
presumiblemente inusual de colisiones de asteroides. El Schumaker-levy había
impactado con Júpiter -¿o era saturno?- en los noventa, y hacia unos meses otro
asteroide había golpeado a otro de los gigantes gaseosos, creía que de nuevo
Júpiter. Más recientemente había leído la noticia sobre un acontecimiento en 1984 que había alterado drásticamente la estructura de los anillos de Saturno.
Ninguno de los modelos propuestos, colisiones de meteoritos/asteroides, cambios
bruscos en la actividad atmosférica del gigante gaseoso, etc, explicaban bien
los datos.
Se le ocurrió que algo como una cuerda cósmica circular podría
encajar bien con todos esos datos. Podría haber entrado en el sistema solar hacia mucho tiempo, alterando el cinturón de
Kuipier, o la nube e Ort, o ambas, lanzando una cantidad inusualmente elevada
de esos escombros de la formación del sistema solar hacía los planetas
interiores. Y ella misma habría seguido similar trayectoria en similar tiempo.
Posiblemente hubiera podido pasar cerca de saturno modificando sus anillos. ¿Y
luego qué? ¿Habría dado la vuelta al sol? ¿lo habría atravesado? Ambas cosas
eran posibles. El sol llevaba ya dos años prácticamente sin manchas solares,
algo de lo que no había precedentes, al menos no tan graves, en los pocos
siglos-básicamente desde la invención de los primeros telescopios en los
tiempos de Galileo- en los que se le venía estudiando. Las manchas solares
estaban asociadas a los campos magnéticos, y, si no estaba equivocado, eran
viables tipos de cuerdas cósmicas capaces el alterar los campos magnéticos.
Todo eso estaba muy
bien si uno buscaba una justificación para la presencia de cuerdas cósmicas en
el sistema solar. Pero si uno buscaba esas cuerdas cósmicas como un medio de
bucles en el tiempo el rigor y la coherencia de dichas justificaciones era
tirando a nulo. Sólo el pequeño detalle de que, aparentemente, estaba en un bucle
temporal le había llevado a considerar dichas explicaciones tan chabacanas.
Como no tenía nada mejor por el momento para intentar esclarecer lo que le
estaba pasando decidió admitir provisionalmente ese escenario. Un aspecto
interesante de esa explicación es que si uno se alejaba lo suficiente de la
cuerda cósmica no caería en el bucle. Si asumiera que sólo una pequeña sección
de la cuerda hubiese intersecado con la superficie terrestre eso podría
significar que, tal vez, unos pocos kilómetros bastaran. Por supuesto la cuerda
podría haber rebanado un pedazo de la corteza terrestre del tamaño de España y
en ese caso las cosas serían más difíciles.
Para que los hechos fueran algo coherentes (dentro de lo bizarro de todo
el affair) supuso que la cuerda debería haber entrado en contacto con la tierra
no mucho después de su encuentro con el tigre. Si fuese así, ahora que el animal
seguía sin aparecer, no debería faltar mucho antes de que se produjera la
colisión cósmica.
Faltaba por ver como el hecho de que hubiera un bucle en el
tiempo encajaba con el hecho de que el recordara sus diversas vueltas al bucle,
pero imaginó que, fuese como fuese, un requisito es que su consciencia
sobreviviese al inicio del bucle. E imaginó que su consciencia, o un remanente
de la misma, no podía subsistir mucho después de que el tigre le matase-en
especial si después de matarle le devoraba, cosa que, obviamente,
ignoraba-. Miró el reloj del móvil,.Ya llevaba una
hora desde su reentrada y ni signos del bicho, o, ya puestos, de las patrullas
de batida.
Vaciló sobre que hacer a continuación. Si daba crédito a su idea
sobre las cuerdas cósmicas una línea de acción razonable era estar pendiente
del cielo, para ver llegar la cuerda e intentar estimar cuanta parte de la misma
impactaba con al tierra, y para saber, en próximos bucles, cuanto debía alejarse de
su actual posición para poder salir de su situación.,Eso asumiendo, claro esta, que
hubiera mas repeticiones sin tigre, como la actual, o que diese con el modo de
librarse de él cuando apareciera.
Su otra opción era
bajar del árbol e intentar llegar al metro, dónde imaginó estaría a salvo del
tigre. Si el bucle se debía a la cuerda eso podía no servir de nada, Pero
podría ser que lo que estuviera ocurriendo no tuviera nada que ver con eso y
que con sobrevivir al ataque del felino, o evitarlo, pudiera continuar con su
vida normal.
Pensar en bajar del árbol y la posibilidad que el animal hiciera
acto de presencia hizo que un escalofrío le atravesara la espalda. Eso hizo que
decidiera quedarse un poco más en la rama, relativamente a salvo. Y le llevó a plantearse
otros detalles. Aparentemente su cuerpo volvía a restaurarse tal cuál en cada
nueva iteración del bucle. Eso dejaba la incógnita de cómo se almacenaban los
recuerdos de lo acontecido entre medias. Por ejemplo, el escalofrío que había
sentido: normalmente podría achacarse a un condicionamiento pauloviano bastante
obvio. “tigre implica dolor, implica escalofrío, para recordar que es bueno
evitar al tigre”. Pero el mecanismo del condicionamiento pauloviano es algo
complejo, que requiere un substrato fisiológico dónde almacenarse, el sistema
nervioso. Y el caso es que su sistema nervioso resultaba destruido al final de
cada ciclo, con lo cuál no podía
almacenarse nada.
Por supuesto, dado que había recuerdos, eso bastaba para
explicar su reacción, al menos en parte. Pero quizás uno esperaría una reacción
más racional y menos instintiva de lo que parecía indicar un escalofrío. Eso le
llevaba a intentar teorizar sobre como se almacenaría la conciencia. Unos
cuantos años atrás quizás hubiera intentado plantearse el asunto en términos de
las teorías de conciencia de Penrose, pero hasta dónde sabia dicho tipo de
especulaciones habían quedado bastante falsificadas, así que no sabía muy bien
como enfocar el asunto, siquiera a priori.
En ese momento notó
que algo húmedo caía sobre su mano. Se sobresaltó tanto que casi se cayó del
árbol. No obstante se recuperó y mantuvo el equilibrio. La sensación se repitió, y esta vez
identifico que pasaba: estaba empezando a llover. Al reparar en la lluvia se
dio cuenta de que se había levantado algo de viento y que había refrescado. Tal
vez, después de todo, eso hubiera sido la causa de su anterior escalofrío que,
casualmente, hubiera llegado cuando pensó en bajar del árbol. O podría no ser
casualidad, quizás al pensar en bajar había cambiado su disposición muscular
haciéndole provisionalmente mas vulnerable, o consciente, del frío.
Fuera como
fuere la llovizna empezaba a arreciar. Miró al cielo a través de la escasa
cubierta de ramas que había encima de la zona del árbol en la que estaba y vió que el cielo estaba encapotado, muchas
nubes oscuras apenas visibles contra la luz de la una en cuatro creciente. En
ese mismo momento vio un relámpago lejano. Unos segundos después llegó el
trueno. Mal asunto, si la tormenta era fuerte y cubría el cielo era probable
que no le dejara ver apenas la llegada de la cuerda cósmica, si es que se
producía. Aparte la lluvia podría llegar a hacer que la rama dónde estaba se
volviera demasiado resbaladiza como para poder seguir sujeto a ella. Eso por no
hablar de que en medio de una tormenta con aparato eléctrico la copa de un
árbol no parecía el lugar mas adecuado.
Reflexionó sobre el particular.
Según lo que parecía, fuese lo que fuese que le estuviera pasando, su conciencia
parecía sobrevivir al encuentro con el depredador y tenía una nueva
oportunidad. El tipo de daño que podría hacerle un rayo que le golpeara la
cabeza sería mucho mas grave, y tal vez su conciencia no quedara en disposición
de ser restaurada para una nueva vuelta. Volvió a conectar la radio para ver si
había mas noticias sobre las patrullas de batida, pero no hubo éxito. Solo se
oía estática.
Era extraño que una tormenta pudiera provocar tal cosa, ¿sería un
signo de que la cuerda cósmica estaba cerca? ¿Producían las cuerdas cósmicas
algún tipo de campo magnético que pudiera explicar la tormenta y el apagón de
la radio? En ese momento no recordaba lo suficiente para resolver esas
cuestiones, y con la lluvia no podía ponerse a escribir ecuaciones a ver si
sacaba algo. Por otro lado si esperaba mucho a bajar del árbol éste estaría
demasiado mojado y resbaladizo, con lo cual la maniobra seria demasiado
arriesgada.
Decidió pues que lo mejor era bajar ya y prepararse lo mejor
posible para lo que se pudiera avecinar. Eso sí, para estar lo mas preparado
ante un ataque del felino nada mas bajar optó por romper la botella ahí mismo.
La idea es que ésta se rompiera por el fondo, permitiéndole a él sujetarla por
la boca de la misma. Un botella rota no era tan eficaz como un cuchillo, e
incluso con un cuchillo sus posibilidades de mantener a raya un tigre eran mínimas,.pero era una gran mejora respecto a hacerlo a base de golpes de puño y pierna,
y no tenía otra opción. Se armó de valor y descendió hacia la oscuridad que le
esperaba abajo y a lo que quiera que le esperara en ella. Además, si todo iba
mal, imaginó que volvería al punto de inicio.
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