lunes, 9 de diciembre de 2019

When time becomes a loop II


   Había perdido la cuenta de él número de veces que había tenido que pelear, si es que a esa carnicería a su costa se le podía denominar así, con el rayado felino. Estimaba que debían ir alrededor de 10 o 12. 

    Esta vez parecía que la fortuna le sonreía un poco, habían pasado ya seis minutos y no veía signo alguno del animal. En ese tiempo había aprovechado para recoger una botella de cerveza de litro-se resistía a usar el vulgarismo litrona-  que había visto en una de sus previas confrontaciones, pero que, por desgracia, se encontraba en la dirección por la que solía aparecer el animal y era imposible aproximarse a ella sin forzar el apresuramiento del ataque.

  Inmediatamente después  se dirigió a la arboleda, localizó un árbol alto, con ramas igualmente altas y denso follaje e intento encaramarse a él. No era una labor sencilla incluso sin carga, pero hacerlo con la carpeta y la botella era casi imposible. Al final optó quitarse la cazadora, envolver sus “armas” en la misma y anudar luego la cazadora al cuello. No era cómodo pero le permitió subir. No se detuvo hasta que llegó a la rama más alta con el grosor suficiente para sostenerle. Confiaba que incluso si el tigre podía trepar  por el árbol, cosa que hasta dónde sabía era algo posible, el animal no se atreviera a seguirlo hasta esa rama, demasiado frágil para su peso. 

    En todo caso seguía sin haber rastro de su pertinaz atacante. Eso le dió tiempo a pensar con algo más de calma en las circunstancias. Lo primero era recuperar tanta información como fuese posible. En su momento había intentado hacer alguna llamada por el móvil, posiblemente a la policía, pero no había cobertura. Ahora tenía tiempo para probar otra cosa.  Sacó los cascos que servían también de antena de radio, desenredó el cable, y los montó en el teléfono. Las presintonías que tenía incluían alguna emisora generalista, así que intentó buscar alguna que estuviera emitiendo noticias. No le fue difícil dar con lo que le interesaba.

   Por lo visto sus problemas se habían originado una hora antes, en una de las autovías de circunvalación cercanas. Se había producido un tiroteo con persecuciones entre lo que se presumía eran bandas rivales de narcotraficantes. Resultado del mismo se habían producido varios accidentes. Uno de ello había implicado al camión que transportaba los animales de un circo que venía a instalarse en la ciudad. Los animales  supervivientes habían huido. Aún no se tenían datos  exactos pero se presumía que al menos cuatro tigres y seis leones podían andar sueltos por las inmediaciones. Las autoridades habían creado batidas de búsqueda y acordonado las zonas dónde se presumía que podían estar los animales. Además se había conminado a las emisoras de radio a emitir partes informando de los hechos para prevenir a quien quiera que pudiera haberse quedado atrapado en las zonas de riesgo. Bien por ellos, pero a él le había servido de muy poco, al menos hasta ahora.

 Ya tenía explicación a la presencia del tigre. Se había imaginado que pudiera ser algo así. Por supuesto esa era la parte fácil, la que explicaba porque había sufrido el primer ataque. Explicar el bucle en que se había convertido su vida iba a ser mas complicado y a la pregunta de si podría salir de él, preferiblemente sano y salvo, ni se aventuraba por ahora a buscar respuesta.

 Antes de escuchar las noticias tenía una duda sobre si su mejor opción era permanecer en el árbol o si, caso de que el tigre siguiera sin aparecer, intentar llegar a la zona poblada. Ahora, sabiendo que había batidas de caza, decidió que lo más sensato era quedarse allí y esperar a que apareciese una por la zona. Como no tenía otra cosa más productiva  que hacer intentó analizar los aspectos más apócrifos del embrollo.

  Una cosa era ver una divertida película sobre días que se repiten y otra plantearse como algo así podía ser compatible con las leyes de la física. Por supuesto siempre podía considerar la posibilidad de que hubiese muerto, que hubiera algún tipo de mas allá y que esas fueran sus primeras experiencias del mismo. O que hubiera sobrevivido al  ataque y estuviera atrapado en algún tipo de sueño recurrente especialmente vívido. Le pareció que lo mas práctico era considerar la primera posibilidad, ¿Cómo, y por qué, podría producirse algo así? .

 Él era físico y había pasado por una época en que había estudiado el tipo de soluciones exóticas de la relatividad general que permitían el viaje en el tiempo, técnicamente líneas de tiempo cerradas. La mayoría de ellas pertenecían a dos grandes grupos. Uno estaba asociado a la existencia de agujeros de gusano en las que, además, cada boca el mismo estaba en una zona dónde el tiempo transcurría a un ritmo distinto al de la otra. Eso requería o bien que ambas bocas se movieran una respecto a otra a una fracción considerable de la velocidad de la luz o bien que una de ellas estuviera en una zona con un intenso campo gravitatorio. Ciertamente no veía como, incluso admitiendo que hubiera ido a dar con un agujero de gusano, se dieran las circunstancias que permitieran las dilataciones temporales requeridas. 

  El otro gran grupo de soluciones que permitían el  viaje en el tiempo eran soluciones con algún tipo de simetría cilíndrica. Descartado un universo tipo Cantor –al fin y al cabo ya sabía en que tipo de universo vivía, y no era de ese tipo- quedaban cosas como las cuerdas cósmicas. Una cuerda cósmica era una reliquia de él universo primigenio, antes de que las simetrías que unificaban las fuerzas y partículas conocidas se rompiesen para que tomaran la configuración actual. Dichas cuerdas tenían una enorme densidad y un grosor infinitesimal. Supuestamente debían tener una longitud infinita, o estar anudadas formando grandes bucles de diversos tamaños, normalmente a una escala astronómica que podía variar entre un planeta o una galaxia. La verdad es que no era experto en ese asunto así que no estaba seguro de las cotas teóricas y experimentales, pero se podría mostrar flexible al respecto. 

En el interior de una de esas cuerdas el universo mantenía la antigua configuración unificada. Y si uno seguía ciertas trayectorias circulares alrededor  de una de esas cuerdas podía viajar en el tiempo. Por supuesto la existencia de esas cuerdas cósmicas no estaba demostrada. Y, desde luego, no había señal de una de ellas por las inmediaciones. Se le ocurrió que, tal vez, si en algún momento del futuro inmediato, apareciese una de dichas cuerdas en la atmósfera terrestre, y parte de ella pasara por sus inmediaciones, quizás se podrían dar las circunstancias propicias. ¿Qué posibilidades había de que algo así pudiera ocurrir? Meditó si había algún posible indicio astronómico que presagiara esa posibilidad.

  Ciertamente en las últimas décadas se había producido una actividad presumiblemente inusual de colisiones de asteroides. El Schumaker-levy había impactado con Júpiter -¿o era saturno?- en los noventa, y hacia unos meses otro asteroide había golpeado a otro de los gigantes gaseosos, creía que de nuevo Júpiter. Más recientemente había leído la noticia sobre un acontecimiento en 1984 que había alterado drásticamente la estructura de los anillos de Saturno. Ninguno de los modelos propuestos, colisiones de meteoritos/asteroides, cambios bruscos en la actividad atmosférica del gigante gaseoso, etc, explicaban bien los datos. 

   Se le ocurrió que algo como una cuerda cósmica circular podría encajar bien con todos esos datos. Podría haber entrado en el sistema solar  hacia mucho tiempo, alterando el cinturón de Kuipier, o la nube e Ort, o ambas, lanzando una cantidad inusualmente elevada de esos escombros de la formación del sistema solar hacía los planetas interiores. Y ella misma habría seguido similar trayectoria en similar tiempo. Posiblemente hubiera podido pasar cerca de saturno modificando sus anillos. ¿Y luego qué? ¿Habría dado la vuelta al sol? ¿lo habría atravesado? Ambas cosas eran posibles. El sol llevaba ya dos años prácticamente sin manchas solares, algo de lo que no había precedentes, al menos no tan graves, en los pocos siglos-básicamente desde la invención de los primeros telescopios en los tiempos de Galileo- en los que se le venía estudiando. Las manchas solares estaban asociadas a los campos magnéticos, y, si no estaba equivocado, eran viables tipos de cuerdas cósmicas capaces el alterar los campos magnéticos.

 Todo eso estaba muy bien si uno buscaba una justificación para la presencia de cuerdas cósmicas en el sistema solar. Pero si uno buscaba esas cuerdas cósmicas como un medio de bucles en el tiempo el rigor y la coherencia de dichas justificaciones era tirando a nulo. Sólo el pequeño detalle de que, aparentemente, estaba en un bucle temporal le había llevado a considerar dichas explicaciones tan chabacanas.

   Como no tenía nada mejor por el momento para intentar esclarecer lo que le estaba pasando decidió admitir provisionalmente ese escenario. Un aspecto interesante de esa explicación es que si uno se alejaba lo suficiente de la cuerda cósmica no caería en el bucle. Si asumiera que sólo una pequeña sección de la cuerda hubiese intersecado con la superficie terrestre eso podría significar que, tal vez, unos pocos kilómetros bastaran. Por supuesto la cuerda podría haber rebanado un pedazo de la corteza terrestre del tamaño de España y en ese caso las cosas serían más difíciles. 

  Para que los hechos fueran  algo coherentes (dentro de lo bizarro de todo el affair) supuso que la cuerda debería haber entrado en contacto con la tierra no mucho después de su encuentro con el tigre. Si fuese así, ahora que el animal seguía sin aparecer, no debería faltar mucho antes de que se produjera la colisión cósmica. 

 Faltaba por ver como el hecho de que hubiera un bucle en el tiempo encajaba con el hecho de que el recordara sus diversas vueltas al bucle, pero imaginó que, fuese como fuese, un requisito es que su consciencia sobreviviese al inicio del bucle. E imaginó que su consciencia, o un remanente de la misma, no podía subsistir mucho después de que el tigre le matase-en especial si después de matarle le devoraba, cosa que, obviamente, ignoraba-.  Miró el reloj del móvil,.Ya llevaba una hora desde su reentrada y ni signos del bicho, o, ya puestos, de las patrullas de batida.

 Vaciló sobre que hacer a continuación. Si daba crédito a su idea sobre las cuerdas cósmicas una línea de acción razonable era estar pendiente del cielo, para ver llegar la cuerda e intentar estimar cuanta parte de la misma impactaba con al tierra, y para saber, en próximos bucles, cuanto debía alejarse de su actual posición para poder salir de su situación.,Eso asumiendo, claro esta, que hubiera mas repeticiones sin tigre, como la actual, o que diese con el modo de librarse de él cuando apareciera.

   Su otra opción era bajar del árbol e intentar llegar al metro, dónde imaginó estaría a salvo del tigre. Si el bucle se debía a la cuerda eso podía no servir de nada, Pero podría ser que lo que estuviera ocurriendo no tuviera nada que ver con eso y que con sobrevivir al ataque del felino, o evitarlo, pudiera continuar con su vida normal. 

 Pensar en bajar del árbol y la posibilidad que el animal hiciera acto de presencia hizo que un escalofrío le atravesara la espalda. Eso hizo que decidiera quedarse un poco más en la rama, relativamente a salvo. Y le llevó a plantearse otros detalles. Aparentemente su cuerpo volvía a restaurarse tal cuál en cada nueva iteración del bucle. Eso dejaba la incógnita de cómo se almacenaban los recuerdos de lo acontecido entre medias. Por ejemplo, el escalofrío que había sentido: normalmente podría achacarse a un condicionamiento pauloviano bastante obvio. “tigre implica dolor, implica escalofrío, para recordar que es bueno evitar al tigre”. Pero el mecanismo del condicionamiento pauloviano es algo complejo, que requiere un substrato fisiológico dónde almacenarse, el sistema nervioso. Y el caso es que su sistema nervioso resultaba destruido al final de cada  ciclo, con lo cuál no podía almacenarse nada. 

 Por supuesto, dado que había recuerdos, eso bastaba para explicar su reacción, al menos en parte. Pero quizás uno esperaría una reacción más racional y menos instintiva de lo que parecía indicar un escalofrío. Eso le llevaba a intentar teorizar sobre como se almacenaría la conciencia. Unos cuantos años atrás quizás hubiera intentado plantearse el asunto en términos de las teorías de conciencia de Penrose, pero hasta dónde sabia dicho tipo de especulaciones habían quedado bastante falsificadas, así que no sabía muy bien como enfocar el asunto, siquiera a priori.

 En ese momento notó que algo húmedo caía sobre su mano. Se sobresaltó tanto que casi se cayó del árbol. No obstante se recuperó y mantuvo el equilibrio.  La sensación se repitió, y esta vez identifico que pasaba: estaba empezando a llover. Al reparar en la lluvia se dio cuenta de que se había levantado algo de viento y que había refrescado. Tal vez, después de todo, eso hubiera sido la causa de su anterior escalofrío que, casualmente, hubiera llegado cuando pensó en bajar del árbol. O podría no ser casualidad, quizás al pensar en bajar había cambiado su disposición muscular haciéndole provisionalmente mas vulnerable, o consciente, del frío. 

  Fuera como fuere la llovizna empezaba a arreciar. Miró al cielo a través de la escasa cubierta de ramas que había encima de la zona del árbol en la que estaba y vió que el cielo estaba  encapotado, muchas nubes oscuras apenas visibles contra la luz de la una en cuatro creciente. En ese mismo momento vio un relámpago lejano. Unos segundos después llegó el trueno. Mal asunto, si la tormenta era fuerte y cubría el cielo era probable que no le dejara ver apenas la llegada de la cuerda cósmica, si es que se producía. Aparte la lluvia podría llegar a hacer que la rama dónde estaba se volviera demasiado resbaladiza como para poder seguir sujeto a ella. Eso por no hablar de que en medio de una tormenta con aparato eléctrico la copa de un árbol no parecía el lugar mas adecuado.

   Reflexionó sobre el particular. Según lo que parecía, fuese lo que fuese que le estuviera pasando, su conciencia parecía sobrevivir al encuentro con el depredador y tenía una nueva oportunidad. El tipo de daño que podría hacerle un rayo que le golpeara la cabeza sería mucho mas grave, y tal vez su conciencia no quedara en disposición de ser restaurada para una nueva vuelta. Volvió a conectar la radio para ver si había mas noticias sobre las patrullas de batida, pero no hubo éxito. Solo se oía estática. 

  Era extraño que una tormenta pudiera provocar tal cosa, ¿sería un signo de que la cuerda cósmica estaba cerca? ¿Producían las cuerdas cósmicas algún tipo de campo magnético que pudiera explicar la tormenta y el apagón de la radio? En ese momento no recordaba lo suficiente para resolver esas cuestiones, y con la lluvia no podía ponerse a escribir ecuaciones a ver si sacaba algo. Por otro lado si esperaba mucho a bajar del árbol éste estaría demasiado mojado y resbaladizo, con lo cual la maniobra seria demasiado arriesgada. 

Decidió pues que lo mejor era bajar ya y prepararse lo mejor posible para lo que se pudiera avecinar. Eso sí, para estar lo mas preparado ante un ataque del felino nada mas bajar optó por romper la botella ahí mismo. La idea es que ésta se rompiera por el fondo, permitiéndole a él sujetarla por la boca de la misma. Un botella rota no era tan eficaz como un cuchillo, e incluso con un cuchillo sus posibilidades de mantener a raya un tigre eran mínimas,.pero era una gran mejora respecto a hacerlo a base de golpes de puño y pierna, y no tenía otra opción. Se armó de valor y descendió hacia la oscuridad que le esperaba abajo y a lo que quiera que le esperara en ella. Además, si todo iba mal, imaginó que volvería al punto de inicio.


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