No entiendo a que viene tanta prisa. Mi idea inicial era ir
del aeropuerto al hotel, dormir tranquilamente y llegar a la excavación a media
mañana. Pero no, a última hora se habían puesto muy pesados con que fuera allí
directamente tras aterrizar, aunque llegase con la noche ya bien entrada.
Respecto al dinero no había problemas, ellos me pagaban el taxi.
Normalmente
les habría puesto alguna excusa, habría desconectado el Iphone y ya por la
mañana lidiaría con sus quejas,. Desafortunadamente no podía. Ésta era una
oportunidad demasiado buena para hacer curriculum, que me había llegado de
casualidad porqué el arqueólogo titular de la expedición se había puesto
repentinamente enfermo y yo era el único académico con la formación requerida
que estaba relativamente cerca, así que no me convenía incomodar al equipo.
El tiempo
en Gales este diciembre era asqueroso: mucho frío, fuertes vientos racheados,
lluvia, granizo y nieve. En el vuelo las turbulencias habían sido continuas y
en una de ellas uno de los azafatos dió un bote que casi choca contra el techo
y cayó al suelo de manera poco digna, aunque afortunadamente sin daños graves.
El aterrizaje había sido tan complicado que el piloto tuvo que hacer dos
aproximaciones fallidas antes de que se decidiera a hacer una maniobra que hizo
que todos bajáramos las escalerillas con las piernas aún temblando y
completamente pálidos.
Encontrar
taxi no fue sencillo porqué nadie quería esperar al autobús. Yo pillé uno de los últimos que
había. El conductor era un señor mayor, bastante malencarado y con un acento
gaélico tan cerrado que me resultaba muy difícil de entender, pese a que yo era
prácticamente berlingue tras haber estudiado de pequeño en algunos de los
mejores institutos privados del reino unido.
La verdad es que Thomas, así dijo que se llamaba, me cayó
fatal desde el primer momento. Cuando le dije el nombre del pueblo me miró de
arriba a abajo y me dijo -¿En serio pretende ir ahí vestido con esa ropa? - Me
dijo en torno burlesco.
Yo me quedé a cuadros. Llevaba un traje de
colección exclusiva, regalo de la última sesión de pasarela, llevaba siendo
modelo semiprofesional desde la infancia. que había hecho para uno de mis
modistos favoritos. Admito que no era ropa convencional, pero tampoco era la línea
mas exótica de esa marca ¿que sabría el paleto éste de moda?. En cualquier caso
me abstuve de discutir y respondí con un tono
mustio -Sí, pero vamos, llevo ropa mas de working class en la maleta. Sí
me recomienda un buen hotel me cambiaré antes de salir para la excavación-. En
ese momento me miró con renovado interés y me preguntó -¿Excavación? ¿Se
refiere a la tumba que han encontrado en la cueva, cerca del pueblo?- Me quedé
sorprendido de que alguien tan zafio supiera de la excavación, que se supone se
mantenía en secreto, pero bueno, debía ser vecino de la zona. Tampoco sabía que
era una tumba así que se lo pregunté -¿Tumba? No sabía que era una tumba, pero
sí, será, supongo.
El trayecto
fué impactante. Enseguida dejamos las carreteras principales y nos metimos en
un camino de tierra que se internaba en un oscuro bosque. La lluvia había hecho
que en su mayor parte estuviera embarrado, y con abundantes charcos. Avanzar por semejante lodazal hizo que
fuésemos terriblemente lentos, y que no llegásemos al pueblo hasta bien entrada
la madrugada. Lo único bueno es que Thom no tenía ganas de hablar y habíamos
pasado todo el trayecto escuchando música. Era una música que me sonaba similar
a otras del folclore celta que había escuchado, pero muy alejada de las alegres
y enseoñadoras arpas new age que tanto le gustaban. Era una música mucho mas
rítmica, con ritmos sincopados, con un fondo continuo y oscuro, hecho con una
zanfonia sí no le fallaba su cultura de música medieval. En general el tono de
la música le resultaba inquietante, y hasta tenebrosa, pero cómo encajaba con
el entorno no se atrevió a pedirle a Thom que pusiera algo mas alegre.
El momento mas inquietante del trayecto fue cuando se nos cruzó algo en el camino con lo que estuvimos apunto de chocar. Yo no prestaba demasiada atención al sendero, pero me pareció distinguir una gran cornamenta. Le pregunté a Thom si podría ser un ciervo y me contestó mascullando entre dientes un “puede ser” que no sonaba nada convincente. Yo era afiliado al PACMA y adoraba a los animales así que le pregunté sí nos podríamos paarar un momento para intentar encontrarnos con el hermano ciervo. Thom se giró y mirándome cómo sí le hubiese pedido que hiciera algo terriblemente estúpido me dijo, cómo quien habla con un retrasado mental -¿En serio quiere bajarse en medio de un bosque perdido de la mano de dios y ponerse a buscar en mitad de una noche cerrada lo que podría ser un ciervo o cualquier otra cosa?. Me sostuvo la mirada mientras tomaba la decisión y, curiosamente, decidí que, después de todo, no quería. Se lo hice saber a Thom y este hizo un gesto que podría ser de alivio, o tal vez decepción, no sabría decirlo, y éso me fastidiaba porque me tenía por una persona muy empática que siempre adivinaba lo que sentían los demás. Thom continó el viaje y, mirándome por el espejo, dijo en su típico tono corrosivo – A lo mejor ése no era hermano ciervo, primo tal vez, y lejano, muy lejano- Yo no dije nada y seguí escuchando la música en silencio hasta llegar al pueblo.
La excavación
Tras cenar
Thom, que había estado esperando en la cantina, le llevó a la cueva, situada a
unos cuantos kilómetros del pueblo, al pie de una montaña. Aprovechó el viaje
para mirar los documentos que le habían enviado ayer sobre el hallazgo. Debería
haberlo mirado en el avión, pero con tanto bache no había sido capaz de
concentrarse y luego, en el camino al pueblo, tenía el Ipad casi descargado y
no le había sido posible. En el hostal había podido cargarlo lo suficiente para
que le aguantase lo bastante para poder leer un poco sobre lo que le esperaba.
Tras leer
la introducción y la primera página y media tuvo que volver a revisar el correo
para asegurarse que había bajado los documentos correctos, porqué lo que leía
no tenía ningún sentido. Pero sí, aparentemente todo estaba bien. El correo
estaba enviado desde una dirección que pertenecía a la prestigiosa universidad
de Oxford, y los nombres que figuraban como autores eran profesores
reconocidos.
Llamé al timbre de la caseta y el guardia me dijo por un
interfono que avanzase por el camino, que al final me esperaba un miembro del
personal, en la misma entrada de la cueva. Cuando llegué me encontré con
alguien de altura media/baja, enfundado en un traje de esos de contención
biológica de las películas de epidemias, junto con la correspondiente máscara y
gafas de plástico.
Debió ver mi rostro
de preocupación y se apresuró a tranquilizarme, hablando en español -Tranquilo
Julián, el traje es porqué estaba haciendo pruebas en el laboratorio mientras
le esperaba, y la máscara es por el olor. Aquí aun no se nota apenas, pero en
el interior es bastante intenso. Me llamo Arsenio, por cierto, y soy de Madrid, cómo usted. Me alegra que haya
podido venir esta misma noche, y espero que haya podido descansar un poco en el
hostal mientras cenaba. -Me tranquiliza saberlo, y no me trate de usted –
respondí.
Tras unas pocas
formalidades enseguida nos dirigimos al interior de la cueva. Había diversas
lámparas LED cada poco así que estaba razonablemente bien iluminada y, aparte,
llevábamos con nosotros linternas potentes. Llegamos a una primera cámara dónde
Arsenio me mostró uno de los híbridos. No me habían enviado fotos, imagino que
para evitar riesgos de filtraciones, y la verdad es que me impactó mucho. Era
bastante humano, pero el cráneo estaba alargado, y los brazos y piernas
acortados- Estaba en el suelo, en una
postura que denotaba una muerte agónica, y con una espada inclinada entre sus
costillas, que posiblemente había sido la causa de su muerte.
Según
avanzábamos vimos mas híbridos, todos con signos de una muerte violenta. Cuanto
mas nos adentrábamos en la montaña mas cerca estaban del aspecto de serpiente
que del humanos. Arsenio me iba haciendo aclaraciones puntuales sobre ésto y
aquello, pero la verdad es que era incapaz de prestarle demasiada atención pues
lo que veía me dejaba completamente anonadado.
Me giré hacia Arsenio y le pregunté - ¿Quien ha puesto ahí
esa espada? Él respondió en tono condidencial ¡Nadie, estaba ahí cuando
llegamos a la cueva! - ¡Pero si está nueva! ¿Cómo es posible éso? Entones me
llevó a un rincón y me explicó la historia de cómo se había descubierto todo
aquello, y resultó tan sorprendente como lo que había dentro.
Resulta que
la zona dónde estaba la cueva era conocida desde antiguo. La caseta que había
visto a la entrada era inicialmente del guardia forestal del pueblo y durante
generaciones mucha gente había visitado la zona sin ver nada. Entonces, hace
unas semanas, de repente, algunas piedras se volvieron iridiscentes sin previo
aviso, y alumbraron un camino, casi imperceptible, que llevaba a la entrad de
la cueva, que, en ese momento era una pared de roca sólida. Luego, sin que
nadie estuviera presente cuando ocurrió el cambio, de repente ya no había mas
pared y se veía la entrada a la cueva. Los vecinos llamaron a los arqueólogos y
el resto, cómo se suele decir, era historia.
En cuanto a
la espada Arsenio explicó que era imposible cogerla. Había una especie de campo
de fuera que impedía acercarse a menos de dos metros de ella, no sin añadir que, según la física conocida no podía existir ningún campo de fuerza que repeliera todo tipo de materia, y que era un tema sobre el que se estaban haciendo pruebas para intentar ver que podría ser exactamente. Le pareció tan
increíble que no se pudo resistir a probarlo y, sí, efectivamente, según se
acercaba notó cómo una fuerza creciente impedía que se siguiera aproximando. En
ese momento Arsenio miró el móvil y dijo que le reclamaban de fuera. Le invitó
a que examinase tranquilamente la sala el mismo mientras volvía.
Y éso hizo,
en la sala había mas esqueletos de los híbridos humano-serpiente. A diferencia
de los del exterior no se veía ningún signo de que los podría haber matado.
También reparó en que el esqueleto sentado en el trono llevaba restos de ropas
y una ligera armadura mientras que los hombres serpiente pareciera que
estuvieran desnudos cuando murieron. Cuando observo con calma el esqueleto del
rey, éso parecía ser, observó que una pulsera, tal vez una muñequera, se había
caído de su antebrazo y reposaba entre sus piernas. La recogió y la observó con
detenimiento. Era de algún tipo de cuero, y olía fatal, más aún que el
nauseabundo olor de toda la cueva, aunque, al menos, era mas llevadero.
Mientras retrocedía para acercarse a una de las luces, para poder mirar lo que
parecía una inscripción en la muñequera se tropezó. Al levantarse observó
sorprendido que había ido a parar al pie del mueble dónde estaba la espada. Por
algún motivo el campo ya no le afectaba. No pudo resistirse a la tentación y se
apresuró a ser el primer humano en volver a empuñar la espadada en quien sabe
cuantos siglos.