martes, 10 de diciembre de 2019

When time becoses a loop IV


Había visto la hoja de universo de una cuerda cósmica!

 O al menos eso le parecía. Ese plano desplegándose en el cielo debía ser la marca que dejaba en la atmósfera la cuerda, según iba penetrando en la misma.  No tenía modo de saber que causaba ese color concreto. Podría ser algún tipo de interacción directa entre las partículas de atmósfera y la cuerda, o simplemente algo producido por la fricción. En realidad era mucho mas probable lo primero, pero eso era algo de lo que ocuparse mas adelante.

 Por supuesto había vuelto a la posición de inicio. Eso significaba que el tigre volvía a estar rondando por ahí y que habría que prestarle atención. Lo bueno es que  sabía que había gente armada que podía llegar a tiempo de ayudarle. Cuán lejos estaban y cuanto podían tardar en llegar lo ignoraba, pero tal vez podía averiguarse. 

 Si, cómo empezaba a parecerle factible, él no era el único de los atrapados en el bucle con memorias de las sucesivas iteraciones del mismo, lo recomendable era dejar indicada su posición de manera precisa. Imaginó que la chica que había disparado al animal intentaría buscarle por la zona dónde se produjo el disparo, que no era demasiado lejos de dónde estaba ahora. Pensó que si dejaba una nota escrita, o alguna otra señal inequívoca de que era aquí dónde empezaba su ciclo, la chica la podría encontrar. 

Así, para la siguiente vez, podría ir a buscarle justo en esa posición y, de ese modo, incluso si él se veía obligado a dejarla, la chica podría seguir alguna pista que le dejara y encontrarle relativamente rápido. Sacó un folio y escribió en mayúsculas  una nota breve. La dejo en el suelo, sujeta por una pequeña piedra (la mas grande que pudo hallar) para que no se la llevase el viento. Se le ocurrió que con el tremendo aguacero que vendría después la nota podría llegar a quedar irreconocible, así que confiaba en que alguien la hallara antes de que empezara la tormenta. Si se le ocurría otro método mejor de indicar su posición, y tenía ocasión de llevarlo a la práctica mejor, pero de momento ya era algo.

 Cómo la vez anterior, el tigre parecía retrasarse, así que no lo dudó, fue a por la botella de antes y de ahí al árbol.  Una vez en la relativa seguridad de la rama volvió a pensar en sus opciones más inmediatas. Un posible error que había cometido antes era esperar pasivamente a los rescatadores. Lo ideal sería intentar avisarles de su posición. Reflexionando sobre lo acaecido reparó en un hecho algo extraño, la ausencia de tráfico aéreo. Uno pensaría que si hay tigres sueltos y una zona acordonada la mejor manera de buscarlos sería desde el aire, con helicópteros. Una vez localizados podría avisarse a la patrulla de tierra de la ubicación. O intentar abatirlos dese el aire, ya puestos.

 ¿Qué habría impedido que se habilitaran esos helicópteros? Fuese lo que fuese no podía contar con ellos.  Eso significaba que si quería dar a conocer su posición debía usar una señal visible desde tierra a una cierta distancia. ¿Cómo hacerlo? Lo primero que le vino a la mente fue encender fuego, y enviar señales de humo. Una pena que no fumara, así llevaría un mechero encima. Descartó intentar hacer fuego frotando llamas pues sabía de sobra que, sin práctica, era una tarea muy complicada, incluso contando con la madera apropiada.

  Sonó un rugido que le hizo mirar inmediatamente hacia abajo. No vio signos del tigre, pero volvió a escucharse un rugido, así que debía andar cerca y era mejor andar con cuidado. Su observación dió fruto al poco y descubrió al felino. Su comportamiento le pareció extraño, correteaba deprisa de un lado para otro, parándose de tanto en tanto para escuchar olisquear y rugir. Siguió así un rato, sin ni siquiera llegar a mirar hacia dónde él estaba. Luego se quedó quieto mas tiempo del usual, mirando atentamente en una dirección. Enseguida descubrió el motivo de esa actitud. En la dirección de la mirada del animal apareció un león.  

   Ambos felinos se observaron un breve instante y luego iniciaron las hostilidades. El león cargó con un salto que el tigre esquivó sin problemas. Nada más aterrizar el león se giró ante su oponente, que intentaba echársele encima. Para evitar que esto ocurriese el león tuvo que ponerse de pié. Ante esto el tigre respondió con su “wing tsun”, es decir, con una sucesión rápida de zarpazos frontales. En lugar de intentar responder con sus propias zarpas el felino de la melena volvió a ponerse a cuatro patas y saltó en oblicuo. Tras eso ambos animales empezaron a dar vueltas uno en torno al otro sin iniciar ninguno una ofensiva clara.

   Él observaba desde el árbol, con un interés intelectual como practicante de artes marciales. No era la primera vez que veía pelar a esos dos animales, eso sí, las veces anteriores era en vídeos de yutube, no en directo. Había visto varias veces la escena en la que un león confiado se ponía de pie ante un tigre, dispuesto a pelear al modo  habitual en que lo hacen los leones entre sí. El problema, para los leones, es que los tigres ganaban siempre en esa estratagema. Las patas del tigre estaban en una posición más frontal respecto al eje del cuerpo y podían hacer una rápida sucesión de ataques rectos. Los leones, por el contrario, a duras penas eran capaces de lanzar un zarpazo circular, mas típico de los boxeadores occidentales, que normalmente no llegaba a destino. Para cuando querían darse cuenta de que pasaba, en el transcurso de a lo sumo un par de segundos, el tigre le había asestado unos 5 ó 10 zarpazos en la cara, y el combate estaba decidido, con lo cuál el león optaba por retirarse. En otros videos, en los que, por lo que fuese, el león no podía, o no quería, retirarse había visto que el tigre casi siempre conseguía una posición favorable y mordía al león hasta acabar con él.

 Realmente no había visto vídeos suficientes para que tuviesen una significación estadística aceptable. Sabia que los romanos gustaban de ofrecer en el circo combates entre animales, así que tal vez hubiera constancia de los resultados y pudiera buscar sobre ello en la red, cuando volviera a tener acceso a ella, si es que tal cosa sucedía, claro.

   Mientras meditaba  el enfrentamiento continuaba, en unas tablas aparentes. Pensó que era probable que esos animales ya se hubiesen enfrentado más veces. Eso explicaría que el león evitara la lucha a zarpazos. Realmente no estaba seguro de cuanto duraba la memoria inmediata de los felinos, o si tenían memoria de largo plazo, pero todo indicaba que, al menos, recordaban lo que estaba pasando desde que cayeron en el bucle. 

 Como abajo no había mucha acción siguió pensando. Él había pasado muerto, o al menos severamente herido, la mayoría de las iteraciones del bucle, pero posiblemente el resto de los atrapados no. Si asumía que cada vuelta duraba lo que la vez anterior, unas tres horas, y que ya debían ir unas veinte repeticiones, eso daba un total de 60 horas, es decir dos días y medio. ¿Cómo respondería el cuerpo ante eso? El cansancio físico, imaginó, debía ser nulo pues en cada vuelta el cuerpo volvía al estado inicial. Otra cosa sería el psicológico. En 60 horas la gente normalmente habría tenido turnos de sueño para afrontar ese cansancio psíquico, pero ¿y ahora? Tal vez si el cansancio psíquico tuviera origen fisiológico, no hubiese necesidad de dormir. Pero sino ¿qué?  ¿la gente querría quedarse dormida y sus cuerpos descansados se lo impedirían?  ¿Y de ser así, cuanto aguantarían? 

 Muchas incógnitas, tendría que preguntar al respecto si tenia ocasión. Mientras, abajo, la situación cambió. Un segundo león hizo acto de presencia. Eso posiblemente fuera demasiado para el tigre. Por tamaño, y condiciones, el tigre posiblemente podría dar buena cuenta de cada uno de los leones por separado, pero juntos ya era otra historia. Posiblemente esa fuese la causa del paupérrimo estado en que se hallaba el tigre en su último enfrentamiento. La táctica de los leones parecía consistir en arrinconar al tigre contra los árboles, quitándole rutas de huida, pero el tigre consiguió romper el cerco y huyo  a zona abierta, fuera del alcance de su vista. Los leones le siguieron y todo quedó tranquilo debajo de su árbol.

  Esperaba que siguiese así y no volver a ver a esos felinos,  ni a ningún otro que pudiera estar rondando. Lo que tenía claro es que no le corría prisa alguna  bajar del árbol con semejantes vecinos por las proximidades. Tampoco se le ocurría como llamar la atención de algún humano que pudiera haber en los alrededores así que hizo lo único que podía, pensar sobre la situación.

  Intento recordar detalles sobre la relación entre cuerdas cósmicas y curvas de tiempo cerradas. La más conocida de esas posibilidades era lo que se conocía como espacio-tiempo de Gott. Consistía en dos cuerdas rectas acercándose una a otra  a gran velocidad. Dependiendo de la densidad y la velocidad de las cuerdas, había una pequeña región donde podían formarse curvas que retrocedían en el tiempo. Le sonaba que también podía haber soluciones medianamente viables con cuerdas cerradas. Lo que había visto no coincidía con ninguno de esos casos. Aparentemente sólo había una cuerda, y recta, osea, abierta. 

 Además, ¿no era demasiada coincidencia? Había estado buscando medios de obtener bucles en el tiempo, se le había ocurrido lo de las cuerdas, y al poco había visto algo que parecía apoyar su ocurrencia, demasiada casualidad. Posiblemente, si era cierto esa fuese la primera vez en la historia que la tierra colisionaba con una cuerda cósmica. Eso en sí era un hecho único. Pero es que además había viajes en el tiempo, o bucles temporales, o lo que fuera. Ya era raro que la colisión se hiciera de tal modo que se produjera tal bucle. 

  ¿Y los animales sueltos? No era precisamente la cosa mas habitual del mundo, si bien si había algún precedente.  Definitivamente por separado los acontecimientos eran muy improbables, pero ¿juntos?  Uno esperaría que si se quedase atrapado en un bucle temporal no tuviera por vecinos a depredadores sueltos. Demasiadas casualidades, tendría que haber conexiones. Tal vez si alguien supiera previamente lo de las cuerdas, y los bucles, intentara desalojar la zona afectada. Y dejar esos felinos sueltos por ahí sin duda invitaba a desalojar la zona, pero ¿no había mejor opción? ¿y quien podría saber tales cosas?

 Al no tener otra idea mejor siguió hilvanando piezas con lo que disponía. Una cosa que le rechinaba era que el paso de la cuerda por la tierra fuera tan inocuo. Esas cuerdas eran terriblemente densas. Si provenían de la ruptura electrodébil, la asociada al famoso bosón de Higgs, tendría una densidad comparable a ese bosón, unas 120 gigalectrón voltios. Haciendo equilibrios en la rama se puso a hacer cálculos. Le salió que una cuerda de una longitud de un kilómetro y medio pesaría lo mismo que la tierra, y lo que había visto parecía tener una longitud mayor. En realidad la masa no era un problema tan obvio como parecía.

   Recordaba haber leído que, para una cuerda recta, el único efecto de su campo gravitatorio era un desvío de los rayos de luz a su alrededor, formando imágenes dobles de lo que estuviera situado detrás suyas. En realidad ese era el medio por el que se las buscaba en el universo, pero no el único medio. Esas cuerdas no tenían la costumbre de estarse quietas sino que se suponía que vibraban a velocidades cercanas a la de la luz produciendo ondas gravitacionales. Lo que había visto en el cielo, afortunadamente, no vibraba. De haber vibrado las ondas gravitacionales podrían haber destrozado la tierra. 

 Claro, podría ser que la cuerda tuviera una densidad mucho menor. ¿Era eso posible? Para cuerdas debidas a defectos topológicos no. Pero había otras opciones para obtener cuerdas cósmicas. Podrían surgir de cuerdas elementales, de una longitud mucho menor que un protón, las que se suponía que explicaban la física de partículas y  la unificaba con la gravedad de Einstein,  que hubiesen crecido a tamaño macroscópico durante la inflación. O D1-branas, o combinaciones de ambas, lo que se conocía cuerdas (p,q).

La verdad es que a la lista de casualidades había que sumar que, entre los atrapados en el bucle, hubiese un físico de cuerdas, cuando la densidad de los mismos era de, aproximadamente, uno entre cada millón de humanos. Claro que, estando cerca de una universidad que tenía una facultad de físicas el muestreo estaba muy sesgado.  En fin, mejor no pensar demasiado en ese tipo de ideas conspiranoicas.

  No conocía mucho sobre las características de esas cuerdas fundamentales estirdas a cuerdas cósmicas. Tal vez pudieran tener un rango amplio de densidades, y, quizás,  alguna podría permitir que una de un tamaño tan grande como la  que había visto, tuviera un peso grande, pero no tanto como para modificar la órbita de un planeta, y así poder haber entrado en el sistema solar sin ser detectada. 

  Y seguía faltando un modo claro de obtener viajes en el tiempo. Ciertamente la cuerda recta que había visto podría ser sólo un trozo pequeño de una cuerda curva mucho mas larga, de tal modo que la curvatura no fuera perceptible. Tal vez si hubiera otra cuerda del mismo tamaño, dando vueltas en torno a esa, como dos aros del mismo radio girando uno en torno a otro en direcciones opuestas, tendría que, en una zona pequeña, pudiera aproximarse por dos cuerdas rectas.  Pero ¿Dónde estaba la segunda cuerda? ¿Tal vez llegaba mas tarde y no le daba tiempo de verla? ¿O podría ser invisible? ¿Una cuerda cósmica oscura? 

Ciertamente se le ocurrían mecanismos que pudieran crear tal cosa. Bien, incluso si tenía un universo de Gott había problemas. Las soluciones con curvas cerradas en el tiempo, también conocidas por horizontes cronológicos, abrían la ventana a las paradojas temporales. Clásicamente eran viables, pero cuánticamente solía haber una reacción del campo gravitatorio que impedía que se llegaran a formar esos horizontes cronológicos. No estaba demostrado que siempre sucediese así, pero se postulaba, al menos Hawkings lo postulaba, que es lo que debía ocurrir. Era lo que se conocía como hipótesis de protección cronológica.  

 En realidad se habían encontrado contraejemplos a esa conjetura, pero eran un tanto artificiosos. En todo caso le preocupaba el asunto. Él parecía haber atravesado ese horizonte cronológico. Tal vez la protección cronológica se manifestara como la imposibilidad de salir del mismo, cuál si fuera el horizonte de un agujero negro. Si esa  analogía era válida, estaban, él y todos los atrapados con él, perdidos pues en el interior de un agujero negro, que era un muy mal sitio. 

  Según la relatividad general, uno podría entrar en un agujero negro y cruzar el horizonte sin ser destruido, al menos si el agujero negro era lo bastante grande para que en el horizonte de sucesos las fueras de marea fueran pequeñas. El problema es que una vez dentro no se podía uno quedar quieto, obligatoriamente avanzaba en una dirección, el centro del agujero, donde, inevitablemente, las fuerzas de marea terminarían destruyendo cualquier cosa. Claro que eso era para el caso más sencillo de agujeros negros, los que no rotaban. En fin, era sólo una analogía, y no especialmente fundamentada. A ver si podía hablar con alguien y obtener más información, y así poderse hacer hipótesis sobre bases más firmes.

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