martes, 26 de junio de 2018

Africa Alien I


Una llamada de teléfono

 Cuando alguien le pregunta en que trabajaba su respuesta de un tiempo a esta parte solía ser  me dedico a la ciencia ficción”. Cuando la gente preguntaba detalles, casi siempre lo hacían,  era cuando puntualizaba “en concreto mi campo de acción es la gravedad cuántica”.  Y ahí ya divergían mucho las conversaciones. Pero si se daba la casualidad de que quien le interrogaba sabia algo de física era cuando se podía divertir un rato explicando que al fin y al cabo desde que a finales de los 70 Gerard t ´hoof había demostrado que las teorías gauge eran renormalizables (es decir, que predecían cantidades finitas observables experimentalmente) y que toda la física conocida, menos la gravedad, podía explicarse mediante estas teorías.  Casi todo lo que se había hecho en física de altas energías, básicamente diversos ataques al problema de cuantizar la gravedad, carecía de predicciones falsificables experimentalmente, y que por tanto era, en cierto modo, ciencia ficción.

  ¿Era cierta la afirmación? Tal vez sí, tal vez no, dependía de cómo se afrontara el tema. Ahora mismo, por ejemplo, estaba sentado en el asiento de su coche esperando a que una persona saliera del edificio donde trabajaba.  Le pagaban por esperar a esa persona, o para ser exactos esperar era un medio para obtener un fin concreto, asegurarse de que aquel a quien esperaba falleciera en breve por un “accidente”. Visto así no podía decirse que su ocupación fuese la gravedad cuántica. Pero claro, mientras esperaba estaba leyendo un artículo sobre estados semiclásicos en loop quantum gravity. El hecho de que viviera de esos “encargos” y otros similares, aunque menos truculentos, era porque le aportaban mucho dinero en poco tiempo y le dejaban libre para hacer lo que quisiese, lo cuál preferentemente era investigar en gravedad cuántica.

 Estaba ya un poco aburrido del artículo (Thomas Thieman siempre le resultaba excesivamente formal y cargante) así que no le molestó demasiado cuando su víctima salió por el portal y le impidió seguir leyendo. Ya llevaba varios días con esa rutina así que sabía cuales serían los siguientes movimientos que daría. Recogería el coche, un audi A-3, del garaje,  flirtearía un poco con la guardia de seguridad e iría a comer a un restaurante de comida rápida en las afueras del pueblo. Eso era algo bueno para su labor, después de todo si había estadísticamente una causa de muerte propia de un hombre de la edad de su víctima, unos cuarenta y pocos años esta era el accidente de tráfico.  Claro que en realidad no estaba seguro de que el deceso fuera a suceder de esa guisa. Su modus operandi era  ciertamente muy peculiar. Todo lo que tenía que hacer era seguir discretamente a un individuo al que había resuelto considerar un “objetivo”  y éste terminaba muriendo en algún tipo de accidente. ¿Cómo?  No lo sabia, pero ciertamente era algo que encajaba dentro del campo “ciencia ficción” al que decía dedicarse.

 En todo esto ya estaban a punto de entrar en el corto tramo de autopista que debían recorrer entre el edificio de oficinas dónde transcurría la jornada laboral de su presa y su restaurante favorito. Y justo en el momento en que tenia que estar pendiente de la siempre delicada incorporación sonó el móvil. Comprobó que se trataba del número especial, el que sólo tenia una gente muy seleccionada, y que era mejor coger. Le dio tiempo a salir del carril de aceleración antes de descolgar. No había mirado en la pantalla quien le llamaba pero por la voz enseguida le distinguió.

 -¿Alfonse? Sonó en el altavoz del coche
- Sí, -para ese número éra el nombre correcto con que debían referirse a él- ¿con quien hablo?, dijo por puro convencionalismo.
- Soy Armand, Armand dupré, de Nanogulls ¿me recuerda?

Ciertamente, nanogulls era una empresa líder en el sector de nanotecnologia, y el tal Armand era el principal accionista. Aparte de un aficionado al Japón Samurai y en particular a la esgrima Nipona. Hace unos meses habían disputado una pelea informal. Armand con una katana y una armadura completa. Él mismo usaba un Kali Filipino y no vestía ningún tipo de protección. Se habían conocido en un gimnasio dónde coincidieron ambos (él entrenando wing tsun y esrkima a nivel avanzado, y Armand kendo a nivel de principiante) y habían acordado, previo pago de una cantidad considerable, rememorar las peleas de el intento japonés de invasión a las  islas filipinas, cuna del esgrima (más conocido como kali). Además había aprovechado la situación para realizar una pequeña labor de espionaje industrial, que era otra de esas actividades lucrativas a las que se dedicaba para tener tiempo libre par la física, bueno, y las artes marciales, claro. La verdad es que si había ido a entrenar a ese gimnasio era precisamente cómo un medio para llegar a contactar con Armand sin levantar sospechas, pero eso era otra historia, claro. En todo caso desde el combate en el. que lógicamente perdió Armand, no se habían vuelto a poner en contacto ¿Qué querría?
-Ah, si, me acuerdo, ¿Qué se le ofrece? ¿No me guardará rencor por la derrota?
-No, no, tranquilo. Mire, le llamaba porque sé que aparte de las artes marciales es usted físico en informático ¿verdad?
-Bueno, sí, tengo una licenciatura en física, respecto a lo de informático ¿Quién no lo es hoy día en mayor o menor medida?  Mis conocimientos al respecto son en programación y …
-Bien, no sé si ahora estará trabajando en algo, en todo caso tengo una oferta que hacerle-dijo haciéndome dejar la frase a medias. Sin embargo siendo conocedor de lo bien que solía pagar no me importo dejarle hacer su propuesta ( y de paso se ahorraba dar mas detalles sobre si mismo) -Dígame, respondí.

-Mire, mi hija, que estudia ingeniería de minas, ha suspendido algunas asignaturas. Se trataría de que le diera clases particulares. Antes de que diga nada comentarle que esta de vacaciones y que las clases las tendría que dar dónde esta ella, que es nada más ni nada menos que el Congo…
-¿El Congo, en serio?, respondí con incredulidad genuina.
-Si, esta en una sede de nuestra empresa allí. Además debería impartir un curso de actualización en diversas áreas informáticas para el personal que tenemos allá. Obviamente se le pagará muy generosamente…

 Ya no hubo mucho más que añadir, solamente fijar una fecha para encontrarse y cerrar los detalles. Lo malo es que el asunto era un tanto urgente y aún tenía una tarea pendiente. Y no le gustaba dejar los encargos a medias. El problema es que la llamada le había dejado intranquilo, y sabía por experiencia que fuera cuál fuera el mecanismo que provocaba accidentes en sus víctimas funcionaba peor si no estaba tranquilo. Así que desistió de su persecución y volvió a su domicilio. Es noche viendo las noticias se entero de que una explosión en una caldera de gas había matado al ocupante de un Audi A-3 que pasaba en ese momento por las inmediaciones. Afortunadamente la deflagración se había producido cuando los ocupantes del centro ocupacional al que la caldera prestaba servicio se encontraba vacío y el ocupante del Audi había sido el único fallecido. La noticia le sorprendió pues hasta ahora los “trágicos sucesos”  siempre se habían producido estando él cerca del accidentado. La verdad se que no sabia si debía considerarse responsable o no, pero como quiera qué a él le pagaban por los objetivos cumplidos y no por los medos empleados cobraría en cualquier caso

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