Una llamada de teléfono
Cuando alguien le
pregunta en que trabajaba su respuesta de un tiempo a esta parte solía ser “me dedico a la ciencia ficción”.
Cuando la gente preguntaba detalles, casi siempre lo hacían, era cuando puntualizaba “en concreto mi campo
de acción es la gravedad cuántica”. Y
ahí ya divergían mucho las conversaciones. Pero si se daba la casualidad de que
quien le interrogaba sabia algo de física era cuando se podía divertir un rato
explicando que al fin y al cabo desde que a finales de los 70 Gerard t ´hoof
había demostrado que las teorías gauge eran renormalizables (es decir, que
predecían cantidades finitas observables experimentalmente) y que toda la
física conocida, menos la gravedad, podía explicarse mediante estas teorías. Casi todo lo que se había hecho en física de
altas energías, básicamente diversos ataques al problema de cuantizar la
gravedad, carecía de predicciones falsificables experimentalmente, y que por
tanto era, en cierto modo, ciencia ficción.
¿Era
cierta la afirmación? Tal vez sí, tal vez no, dependía de cómo se afrontara el
tema. Ahora mismo, por ejemplo, estaba sentado en el asiento de su coche
esperando a que una persona saliera del edificio donde trabajaba. Le pagaban por esperar a esa persona, o para
ser exactos esperar era un medio para obtener un fin concreto, asegurarse de
que aquel a quien esperaba falleciera en breve por un “accidente”. Visto así no
podía decirse que su ocupación fuese la gravedad cuántica. Pero claro, mientras
esperaba estaba leyendo un artículo sobre estados semiclásicos en loop quantum
gravity. El hecho de que viviera de esos “encargos” y otros similares, aunque
menos truculentos, era porque le aportaban mucho dinero en poco tiempo y le
dejaban libre para hacer lo que quisiese, lo cuál preferentemente era
investigar en gravedad cuántica.
Estaba ya un poco
aburrido del artículo (Thomas Thieman siempre le resultaba excesivamente formal
y cargante) así que no le molestó demasiado cuando su víctima salió por el
portal y le impidió seguir leyendo. Ya llevaba varios días con esa rutina así
que sabía cuales serían los siguientes movimientos que daría. Recogería el
coche, un audi A-3, del garaje,
flirtearía un poco con la guardia de seguridad e iría a comer a un
restaurante de comida rápida en las afueras del pueblo. Eso era algo bueno para
su labor, después de todo si había estadísticamente una causa de muerte propia
de un hombre de la edad de su víctima, unos cuarenta y pocos años esta era el
accidente de tráfico. Claro que en
realidad no estaba seguro de que el deceso fuera a suceder de esa guisa. Su
modus operandi era ciertamente muy
peculiar. Todo lo que tenía que hacer era seguir discretamente a un individuo
al que había resuelto considerar un “objetivo”
y éste terminaba muriendo en algún tipo de accidente. ¿Cómo? No lo sabia, pero ciertamente era algo que
encajaba dentro del campo “ciencia ficción” al que decía dedicarse.
En todo esto ya
estaban a punto de entrar en el corto tramo de autopista que debían recorrer
entre el edificio de oficinas dónde transcurría la jornada laboral de su presa
y su restaurante favorito. Y justo en el momento en que tenia que estar
pendiente de la siempre delicada incorporación sonó el móvil. Comprobó que se
trataba del número especial, el que sólo tenia una gente muy seleccionada, y
que era mejor coger. Le dio tiempo a salir del carril de aceleración antes de
descolgar. No había mirado en la pantalla quien le llamaba pero por la voz
enseguida le distinguió.
-¿Alfonse? Sonó en el
altavoz del coche
- Sí, -para ese número éra el nombre correcto con que debían
referirse a él- ¿con quien hablo?, dijo por puro convencionalismo.
- Soy Armand, Armand dupré, de Nanogulls ¿me recuerda?
Ciertamente, nanogulls era una empresa líder en el sector de
nanotecnologia, y el tal Armand era el principal accionista. Aparte de un
aficionado al Japón Samurai y en particular a la esgrima Nipona. Hace unos
meses habían disputado una pelea informal. Armand con una katana y una armadura
completa. Él mismo usaba un Kali Filipino y no vestía ningún tipo de protección.
Se habían conocido en un gimnasio dónde coincidieron ambos (él entrenando wing
tsun y esrkima a nivel avanzado, y Armand kendo a nivel de principiante) y habían
acordado, previo pago de una cantidad considerable, rememorar las peleas de el
intento japonés de invasión a las islas
filipinas, cuna del esgrima (más conocido como kali). Además había aprovechado
la situación para realizar una pequeña labor de espionaje industrial, que era
otra de esas actividades lucrativas a las que se dedicaba para tener tiempo
libre par la física, bueno, y las artes marciales, claro. La verdad es que si había
ido a entrenar a ese gimnasio era precisamente cómo un medio para llegar a
contactar con Armand sin levantar sospechas, pero eso era otra historia, claro.
En todo caso desde el combate en el. que lógicamente perdió Armand, no se habían
vuelto a poner en contacto ¿Qué querría?
-Ah, si, me acuerdo, ¿Qué se le ofrece? ¿No me guardará
rencor por la derrota?
-No, no, tranquilo. Mire, le llamaba porque sé que aparte de
las artes marciales es usted físico en informático ¿verdad?
-Bueno, sí, tengo una licenciatura en física, respecto a lo
de informático ¿Quién no lo es hoy día en mayor o menor medida? Mis conocimientos al respecto son en programación
y …
-Bien, no sé si ahora estará trabajando en algo, en todo
caso tengo una oferta que hacerle-dijo haciéndome dejar la frase a medias. Sin
embargo siendo conocedor de lo bien que solía pagar no me importo dejarle hacer
su propuesta ( y de paso se ahorraba dar mas detalles sobre si mismo) -Dígame,
respondí.
-Mire, mi hija, que estudia ingeniería de minas, ha
suspendido algunas asignaturas. Se trataría de que le diera clases
particulares. Antes de que diga nada comentarle que esta de vacaciones y que
las clases las tendría que dar dónde esta ella, que es nada más ni nada menos
que el Congo…
-¿El Congo, en serio?, respondí con incredulidad genuina.
-Si, esta en una sede de nuestra empresa allí. Además
debería impartir un curso de actualización en diversas áreas informáticas para
el personal que tenemos allá. Obviamente se le pagará muy generosamente…
Ya no hubo mucho más
que añadir, solamente fijar una fecha para encontrarse y cerrar los detalles.
Lo malo es que el asunto era un tanto urgente y aún tenía una tarea pendiente.
Y no le gustaba dejar los encargos a medias. El problema es que la llamada le
había dejado intranquilo, y sabía por experiencia que fuera cuál fuera el
mecanismo que provocaba accidentes en sus víctimas funcionaba peor si no estaba
tranquilo. Así que desistió de su persecución y volvió a su domicilio. Es noche
viendo las noticias se entero de que una explosión en una caldera de gas había
matado al ocupante de un Audi A-3 que pasaba en ese momento por las
inmediaciones. Afortunadamente la deflagración se había producido cuando los
ocupantes del centro ocupacional al que la caldera prestaba servicio se
encontraba vacío y el ocupante del Audi había sido el único fallecido. La
noticia le sorprendió pues hasta ahora los “trágicos sucesos” siempre se habían producido estando él cerca
del accidentado. La verdad se que no sabia si debía considerarse responsable o
no, pero como quiera qué a él le pagaban por los objetivos cumplidos y no por
los medos empleados cobraría en cualquier caso
No hay comentarios:
Publicar un comentario