martes, 26 de junio de 2018

Africa Alien II


Sorpresas

  La entrevista para el trabajo había resultado de lo más interesante. Al parecer su labor en el Congo, para ser exactos en la república democrática del Congo, no iba a consistir únicamente en hacer de profesor.  Cómo le había comentado antes su patrón tenía intereses comerciales en dicho país  ¿Y que empresa relacionada con las telecomunicaciones no? La mayoría de los teléfonos móviles y muchos otros dispositivos de alta tecnología usaban un mineral, llamado coltan, abreviatura de columnita talantita. Más del 80%  de las reservas naturales de ese metal estaba en esa zona. Su precio excedía el del diamante

 No era algo que se divulgara todos los días. Pero cualquiera interesado podía averiguar que la causa de la guerra entre la república del Congo y Ruanda (y en parte Uganda) había estaba motivada por la presión de las compañías europeas, alemanas y holandesas sobre todo. Esas incursiones militares Ruandesas servían para permitir que se extrajera material de las reservas del Congo a través de la frontera de Ruanda. Y Ruanda exportaba ese mineral a los comercios occidentales sin pagar los elevados aranceles que exigía el gobierno Congoleño.

En definitiva, casi toda la región del este del congo, conocida como kivu estaba tomada por fuerzas militares extranjeras, y la población trabajaba para ellas en un régimen de casi esclavitud. En ese ambiente que surgieran problemas era normal. Aunque por lo visto lo que sucedía rebasaba las expectativas. Según le había comentado Armand  algo estaba asustando a los europeos ocupados de la explotación minera. Un susto lo bastante considerable cómo para que algunos decidieran dejar el  bien remunerado trabajo y abandonar el país. Y él debía averiguar cuál era la causa y si era posible eliminarla.,  La verdad es que le resultaba sospechoso que recurrieran a él para esa labor. Si Armand estuviera al tanto de su ocupación de “asesino de guante blanco” tal vez. Pero no era el  caso, o no debía serlo. Y se lo pregunto, claro, no haberlo hecho habría resultado sospechoso. Armand le explicó que no sabia muy bien a quien enviar. Un detective privado, o el personal de seguridad de su empresa habrían resultado sospechosos. Y además no sabían nada de ciencia y tecnología y si debían tratar con científicos asustados eso era un serio inconveniente. Y además necesitaba realmente un profesor para su hija y el resto del personal.  Vale, bien, pero ¿por qué él? ¿No había en su empresa ningún físico con conocimientos de informática? Armand respondió que sí, pero ninguno experto en artes marciales. Y en su opinión la práctica de artes marciales podría darle un aplomo extra para afrontar situaciones arriesgadas que pudieran presentarse. La verdad es que no terminaban de convencerle las razones que argumento Armand. Pero sí  había algo más  iba a tener que descubrirlo sobre la marcha.

 Una vez aceptado el trabajo restaba ocuparse de algunos asuntos prácticos. Realizar un viaje a África no es  solamente coger un avión. Para empezar eran necesarios visados. Y para conseguir esos visados había un requerimiento muy lógico y muy importante, vacunarse. El sistema inmunitario de un europeo carece de protección contra varias enfermedades tropicales y era necesario seguir un calendario de vacunas. Un calendario para el que no tenía tiempo. Aún así Armand y su empresa, quien sabe porqué métodos, podían conseguirle los papeles adecuados que certificaban que estaba correctamente protegido contra todos los microbios habidos y por haber. Legalmente no había problema, pero aceptar eso significaba arriesgar su salud.  Ahí tenía una pequeña carta secreta que jugar, pero siendo secreta no la reveló. Por el contrario argumentó, con éxito, que el riesgo extra requerí un dinero extra..


CONGO

El viaje había transcurrido sin incidencias. Algo totalmente anormal.

 Había tomado tres aviones. Cada uno peor que el otro. El primero de una línea internacional lo había dejado en Casablanca. No era el camino mejor, pero le apetecía conocer esa ciudad. Dada la urgencia apenas pudo hacer turismo un par de días.  Después había tomado un boeing bastante veterano hacia la capital del Congo, Kinshasa. Desde allí cogió una avioneta que tras innumerables escalas en diversos patatales a los que los lugareños afirmaban que eran pistas de aterrizaje, le habían llevado a su destino final. Este resultó ser un pequeño poblado donde junto a chabolas para los nativos había unas cuantas instalaciones bastante modernas y algunos edificios residenciales donde trabajaban los empelados de nanogulls. La mansión colonial dónde se alojaba la hija del jefe e encontraba un tanto aislada a una distancia de unos pocos kilómetros, rodeada de algunas construcciones extra. El trayecto entre el poblado y la mansión lo efectuó en un jeep de aspecto militar acompañado de dos empleados de nanogulls, una joven informática menuda y bastante guapa y un abogado que por lo visto realizaba tareas de coordinación del personal científico destacado en la zona.

 


 El  día siguiente lo dedico a visitar las instalaciones y familiarizase con ellas. También le fue presentado parte del personal, y por supuesto la famosa hija del jefe que reuntó llamarse Sara. Era una chica morena, de estatura media, llevaba el pelo, ligeramente rizado, en media melena.. Tenía una piel  clara y luminosa., cintura estrecha, constitución pasablemente atlética.  Era, para resumir, definitivamente  hermosa. Algo que cómo ocurre a menudo con las chicas guapas en ciertos ambientes llegaría a demostrase causa de diversos quebraderos de cabeza.

  El segundo día comenzaron con las clases particulares. La mayor parte no le presentaban dificultad..Pero descubrió que la mecánica de primer curso de Merian y Kraige, con sus cálculos de estructuras, estudio de engranajes, centros instantáneos de rotación y demás no tenía nada en común con la mecánica teórica de Lagrange y Hamilton. Por eso los dos primeros días de estancia habían sido un poco agobiantes mientras lo preparaba  Quizás por eso cuando sucedió el primer incidente no apreció correctamente la trascendencia de lo sucedido.

  Dado que estaban alejados de cualquier centro urbano cerca de la mansión había una granja. Y de ahí venía un todo-terreno haciendo sonar el claxon por el camino cubierto de grava que unía ambas instalaciones. Venían a buscar a los tres médicos y a los dos veterinarios que había destinados en la zona. Como ya había concluido mi labor de ese día y aún no había visitado la granja no me costó convencerles de que me llevaran en el otro vehículo que iba allí, un camión que aparte de los matasanos llevaba agentes de seguridad.

 Al llegar lo primero que se hizo fue atender a un nativo que según me dijeron se encargaba de comprobar que todo el ganado estaba en el establo cuando, por la noche, se lo encerraba para evitar que los depredadores nocturnos  saltaran la empalizada para darse un festín.

 Pero no había podido cumplir su labor. Esta vez parecía que había ganado algún felino la partida. Se podía adivinar por las marcas de garras que atravesaban en diagonal el pecho desnudo del pobre hombre. Y por la terrible mordedura que había desgarrado el cuello y parte del tronco.

 Dejó que los médicos hicieran su labor forense y acompañado por los veterinarios y dos guardias, que iban delante, fusil en ristre, y con miradas aprehensivas, se dirigió al establo de las vacas. Lo que vio allí fue una carnicería. Realmente extraño que un animal atacara tantas presas antes de alimentarse de ninguna. Pero el no era etólogo. Tal vez eso fuera lo normal. En todo caso no notó nada raro aparte de eso.

 Mas tarde tuvo que plantearse si su “habilidad especial” no debería haberle hecho reaccionar, independientemente del cansancio acumulado. Pero sobre eso no llegó a obtener repuesta inmediatamente. Tal vez si supiera más sobre el origen de la misma podría anticipar mejor que esperar de ella.

 Siguieron dos semanas sin incidentes. Y no había avanzado mucho.  Sólo pudo recoger rumores. Pero pocos, nadie confiaba en alguien de fuera ciertas cosas. Necesitaba ganarse la confianza de alguien que llevara tiempo por la zona para que le contara lo que necesitaba saber.

 Afortunadamente tenía algunos ases en la manga. Uno de ellos eran los niños, y sobre todo las niñas. Gracias a las prácticas de mutilación genital tan extendidas en el continente negro. Sabiendo que necesitaría confidentes había buscado sobre muchas cosas antes de ir al país.

 Las prácticas de ablación supuestamente provenían del antiguo Egipto. Tenía cierta lógica. Eran operaciones quirúrgicas de una cierta complicación. Y el país mas avanzado de la época antigua en ese campo era Egipto. Al no haber archivos históricos en África  era complicado de saber. La verdad es que las prácticas de ablación encajaban muy bien con la  moral puritana de la  época de la reina Victoria de Inglaterra. Tal vez los médicos de las colonias no encontraron mejor modo de someter a la “salvaje” población nativa a sus costumbres de represión sexual. De hecho en su propia nación habían impuesto la circuncisión masculina como medio para evitar que los adolescentes cayeran en la “malsana” práctica del onanismo.

Aunque más que eso lo que  le interesó fué leer que muchas veces esas prácticas eran realizadas “en serie”. Venía un curandero, que solía desplazarse entre varias tribus y realizaba la operación a todos los mozalbetes y mozalbetes de la zona. Ayudado por las matronas del poblado. Normalmente usaba un instrumento sin afilar y sin desinfectar. De hecho era común que usara el mismo con todos los niños.

 Eso también le intrigó sobremanera. Sabía que el SIDA estaba diezmando la población africana. Había leído un poco sobre propagación de enfermedades. Normalmente su avance se modelaba por un sistema de tres ecuaciones diferenciales de primer orden no lineal. No muy complejo. Se podían obtener muchos resultados analíticos. Y su solución numérica era trivial para cualquier ordenador capaz de ejecutar mathemática o matlab.

 Lo interesante es que la velocidad de transmisión (en una enfermedad en que no había recuperaciones)  se caracterizaba por un sólo parámetro,  Este indicaba el número de enfermos nuevos en la unidad de tiempo característica de la enfermedad. En el caso del VIH este sería un año. Y el valor del parámetro, indicado por la letra s, era 2.

 El caso es que antes de salir metió en el ordenador ese valor y las simulaciones no coincidían con la rápida expansión de la enfermedad. Para mejorar la fiabilidad debía usar algún modelo en que tuviera en cuenta la distribución espacial de la enfermedad en vez de uno que simplemente contabilizara el total de enfermos. Necsitaba un modelo con ecuaciones en derivadas parciales, o uno con autómatas celulares.

Desafortunadamente tuvo un virus, informático, en el portátil que se había llevado a la misión que le obligó a formatear. Y en ningún sitio de África de los que había estado logró  una copia de “mathemática” o “matlab” (o cualquier programa que no obligara a programarlo todo desde 0) o una conexión de Internet lo bastante rápida dónde bajarla pirateada.

 Confiaba en poder hacerlo al llegar a la explotación. Pero entre los problemas que tanto preocupaban a los europeos de la zona se hallaba el que la conexión a Internet no funcionara casi nunca. Y nadie se lo había  mencionado al salir, ¡increíble!

 Total, que su idea era que la transmisión sexual del SIDA, a partir de la cuál se había fijado el valor de parámetro s a 2, no explicaba la epidemia Africana. Se le ocurrió que las insalubres prácticas de la ablación y circuncisión podían ser el verdadero mecanismo por el que el VIH estaba arrasando el continente. También había leído que tal vez las cifras de SIDA en África estaban infladas debido a que los diagnósticos se hacían a la ligera y cualquier trastorno con síntomas mismamente raros era achacado a un sistema inmunitario consumido por el VIH, sin hacer ninguna prueba de anticuerpos ni similares.

 En todo caso le convenía creer en el papel de los curanderos en la expansión del SIDA. Así se mostraría más convincente con los niños del lugar. No le costó averiguar por su inquietud cuando iba a visitarlos el brujo del lugar. En realidad los acontecimientos extraños que se venían sucediendo habían precipitado esa visita. Y aprovechando esa inquietud, y alimentándola, había conseguido ganarse la confianza de algunos de los pequeños. Se había ofrecido a protegerlos a cambio de que le contaran chismes. Y había tenido éxito. Caso de haber fallado con los niños, siempre imprevisibles, hubiera intentado probar suerte con los padres, pero no hizo falta, los niños le contaron las habladurías locales.

  Lo que ocurría es que lo que le contaban no tenía mucho sentido. Sabía que estos niños no habían  tenido mucho acceso a la cultura occidental. Ni a sus mitos y leyendas. Por eso le extraño tanto que le hablaran de algo que respondía perfectamente a la figura del hombre lobo.
 

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