Sorpresas
La entrevista para
el trabajo había resultado de lo más interesante. Al parecer su labor en el
Congo, para ser exactos en la república democrática del Congo, no iba a
consistir únicamente en hacer de profesor. Cómo le había comentado antes su patrón tenía
intereses comerciales en dicho país ¿Y
que empresa relacionada con las telecomunicaciones no? La mayoría de los
teléfonos móviles y muchos otros dispositivos de alta tecnología usaban un
mineral, llamado coltan, abreviatura de columnita talantita. Más del 80% de las reservas naturales de ese metal estaba
en esa zona. Su precio excedía el del diamante
No era algo que se
divulgara todos los días. Pero cualquiera interesado podía averiguar que la
causa de la guerra entre la república del Congo y Ruanda (y en parte Uganda) había
estaba motivada por la presión de las compañías europeas, alemanas y holandesas
sobre todo. Esas incursiones militares Ruandesas servían para permitir que se
extrajera material de las reservas del Congo a través de la frontera de Ruanda.
Y Ruanda exportaba ese mineral a los comercios occidentales sin pagar los
elevados aranceles que exigía el gobierno Congoleño.
En definitiva, casi toda la región del este del congo,
conocida como kivu estaba tomada por fuerzas militares extranjeras, y la
población trabajaba para ellas en un régimen de casi esclavitud. En ese
ambiente que surgieran problemas era normal. Aunque por lo visto lo que sucedía
rebasaba las expectativas. Según le había comentado Armand algo estaba asustando a los europeos ocupados
de la explotación minera. Un susto lo bastante considerable cómo para que
algunos decidieran dejar el bien
remunerado trabajo y abandonar el país. Y él debía averiguar cuál era la causa
y si era posible eliminarla., La verdad
es que le resultaba sospechoso que recurrieran a él para esa labor. Si Armand
estuviera al tanto de su ocupación de “asesino de guante blanco” tal vez. Pero
no era el caso, o no debía serlo. Y se
lo pregunto, claro, no haberlo hecho habría resultado sospechoso. Armand le
explicó que no sabia muy bien a quien enviar. Un detective privado, o el
personal de seguridad de su empresa habrían resultado sospechosos. Y además no
sabían nada de ciencia y tecnología y si debían tratar con científicos
asustados eso era un serio inconveniente. Y además necesitaba realmente un
profesor para su hija y el resto del personal.
Vale, bien, pero ¿por qué él? ¿No había en su empresa ningún físico con
conocimientos de informática? Armand respondió que sí, pero ninguno experto en
artes marciales. Y en su opinión la práctica de artes marciales podría darle un
aplomo extra para afrontar situaciones arriesgadas que pudieran presentarse. La
verdad es que no terminaban de convencerle las razones que argumento Armand.
Pero sí había algo más iba a tener que descubrirlo sobre la marcha.
Una vez aceptado el
trabajo restaba ocuparse de algunos asuntos prácticos. Realizar un viaje a
África no es solamente coger un avión.
Para empezar eran necesarios visados. Y para conseguir esos visados había un
requerimiento muy lógico y muy importante, vacunarse. El sistema inmunitario de
un europeo carece de protección contra varias enfermedades tropicales y era
necesario seguir un calendario de vacunas. Un calendario para el que no tenía
tiempo. Aún así Armand y su empresa, quien sabe porqué métodos, podían
conseguirle los papeles adecuados que certificaban que estaba correctamente
protegido contra todos los microbios habidos y por haber. Legalmente no había
problema, pero aceptar eso significaba arriesgar su salud. Ahí tenía una pequeña carta secreta que
jugar, pero siendo secreta no la reveló. Por el contrario argumentó, con éxito,
que el riesgo extra requerí un dinero extra..
CONGO
El viaje había transcurrido sin incidencias. Algo totalmente
anormal.
Había tomado tres
aviones. Cada uno peor que el otro. El primero de una línea internacional lo
había dejado en Casablanca. No era el camino mejor, pero le apetecía conocer
esa ciudad. Dada la urgencia apenas pudo hacer turismo un par de días. Después había tomado un boeing bastante
veterano hacia la capital del Congo, Kinshasa. Desde allí cogió una avioneta
que tras innumerables escalas en diversos patatales a los que los lugareños
afirmaban que eran pistas de aterrizaje, le habían llevado a su destino final.
Este resultó ser un pequeño poblado donde junto a chabolas para los nativos
había unas cuantas instalaciones bastante modernas y algunos edificios
residenciales donde trabajaban los empelados de nanogulls. La mansión colonial
dónde se alojaba la hija del jefe e encontraba un tanto aislada a una distancia
de unos pocos kilómetros, rodeada de algunas construcciones extra. El trayecto
entre el poblado y la mansión lo efectuó en un jeep de aspecto militar
acompañado de dos empleados de nanogulls, una joven informática menuda y
bastante guapa y un abogado que por lo visto realizaba tareas de coordinación
del personal científico destacado en la zona.
El día siguiente lo dedico a visitar las
instalaciones y familiarizase con ellas. También le fue presentado parte del
personal, y por supuesto la famosa hija del jefe que reuntó llamarse Sara. Era
una chica morena, de estatura media, llevaba el pelo, ligeramente rizado, en
media melena.. Tenía una piel clara y
luminosa., cintura estrecha, constitución pasablemente atlética. Era, para resumir, definitivamente hermosa. Algo que cómo ocurre a menudo con las
chicas guapas en ciertos ambientes llegaría a demostrase causa de diversos
quebraderos de cabeza.
El segundo día comenzaron con las clases
particulares. La mayor parte no le presentaban dificultad..Pero descubrió que
la mecánica de primer curso de Merian y Kraige, con sus cálculos de
estructuras, estudio de engranajes, centros instantáneos de rotación y demás no
tenía nada en común con la mecánica teórica de Lagrange y Hamilton. Por eso los
dos primeros días de estancia habían sido un poco agobiantes mientras lo
preparaba Quizás por eso cuando sucedió
el primer incidente no apreció correctamente la trascendencia de lo sucedido.
Dado que estaban alejados
de cualquier centro urbano cerca de la mansión había una granja. Y de ahí venía
un todo-terreno haciendo sonar el claxon por el camino cubierto de grava que
unía ambas instalaciones. Venían a buscar a los tres médicos y a los dos
veterinarios que había destinados en la zona. Como ya había concluido mi labor
de ese día y aún no había visitado la granja no me costó convencerles de que me
llevaran en el otro vehículo que iba allí, un camión que aparte de los
matasanos llevaba agentes de seguridad.
Al llegar lo primero
que se hizo fue atender a un nativo que según me dijeron se encargaba de
comprobar que todo el ganado estaba en el establo cuando, por la noche, se lo
encerraba para evitar que los depredadores nocturnos saltaran la empalizada para darse un festín.
Pero no había podido
cumplir su labor. Esta vez parecía que había ganado algún felino la partida. Se
podía adivinar por las marcas de garras que atravesaban en diagonal el pecho
desnudo del pobre hombre. Y por la terrible mordedura que había desgarrado el
cuello y parte del tronco.
Dejó que los médicos
hicieran su labor forense y acompañado por los veterinarios y dos guardias, que
iban delante, fusil en ristre, y con miradas aprehensivas, se dirigió al
establo de las vacas. Lo que vio allí fue una carnicería. Realmente extraño que
un animal atacara tantas presas antes de alimentarse de ninguna. Pero el no era
etólogo. Tal vez eso fuera lo normal. En todo caso no notó nada raro aparte de
eso.
Mas tarde tuvo que
plantearse si su “habilidad especial” no debería haberle hecho reaccionar,
independientemente del cansancio acumulado. Pero sobre eso no llegó a obtener
repuesta inmediatamente. Tal vez si supiera más sobre el origen de la misma
podría anticipar mejor que esperar de ella.
Siguieron dos semanas
sin incidentes. Y no había avanzado mucho. Sólo pudo recoger rumores. Pero pocos, nadie
confiaba en alguien de fuera ciertas cosas. Necesitaba ganarse la confianza de
alguien que llevara tiempo por la zona para que le contara lo que necesitaba
saber.
Afortunadamente tenía
algunos ases en la manga. Uno de ellos eran los niños, y sobre todo las niñas.
Gracias a las prácticas de mutilación genital tan extendidas en el continente
negro. Sabiendo que necesitaría confidentes había buscado sobre muchas cosas
antes de ir al país.
Las prácticas de
ablación supuestamente provenían del antiguo Egipto. Tenía cierta lógica. Eran
operaciones quirúrgicas de una cierta complicación. Y el país mas avanzado de
la época antigua en ese campo era Egipto. Al no haber archivos históricos en
África era complicado de saber. La
verdad es que las prácticas de ablación encajaban muy bien con la moral puritana de la época de la reina Victoria de Inglaterra. Tal
vez los médicos de las colonias no encontraron mejor modo de someter a la
“salvaje” población nativa a sus costumbres de represión sexual. De hecho en su
propia nación habían impuesto la circuncisión masculina como medio para evitar
que los adolescentes cayeran en la “malsana” práctica del onanismo.
Aunque más que eso lo que le interesó fué leer que muchas veces esas
prácticas eran realizadas “en serie”. Venía un curandero, que solía desplazarse
entre varias tribus y realizaba la operación a todos los mozalbetes y
mozalbetes de la zona. Ayudado por las matronas del poblado. Normalmente usaba
un instrumento sin afilar y sin desinfectar. De hecho era común que usara el
mismo con todos los niños.
Eso también le
intrigó sobremanera. Sabía que el SIDA estaba diezmando la población africana.
Había leído un poco sobre propagación de enfermedades. Normalmente su avance se
modelaba por un sistema de tres ecuaciones diferenciales de primer orden no
lineal. No muy complejo. Se podían obtener muchos resultados analíticos. Y su
solución numérica era trivial para cualquier ordenador capaz de ejecutar mathemática
o matlab.
Lo interesante es que
la velocidad de transmisión (en una enfermedad en que no había
recuperaciones) se caracterizaba por un
sólo parámetro, Este indicaba el número
de enfermos nuevos en la unidad de tiempo característica de la enfermedad. En
el caso del VIH este sería un año. Y el valor del parámetro, indicado por la
letra s, era 2.
El caso es que antes
de salir metió en el ordenador ese valor y las simulaciones no coincidían con
la rápida expansión de la enfermedad. Para mejorar la fiabilidad debía usar
algún modelo en que tuviera en cuenta la distribución espacial de la enfermedad
en vez de uno que simplemente contabilizara el total de enfermos. Necsitaba un
modelo con ecuaciones en derivadas parciales, o uno con autómatas celulares.
Desafortunadamente tuvo un virus, informático, en el
portátil que se había llevado a la misión que le obligó a formatear. Y en
ningún sitio de África de los que había estado logró una copia de “mathemática” o “matlab” (o
cualquier programa que no obligara a programarlo todo desde 0) o una conexión
de Internet lo bastante rápida dónde bajarla pirateada.
Confiaba en poder
hacerlo al llegar a la explotación. Pero entre los problemas que tanto
preocupaban a los europeos de la zona se hallaba el que la conexión a Internet
no funcionara casi nunca. Y nadie se lo había
mencionado al salir, ¡increíble!
Total, que su idea
era que la transmisión sexual del SIDA, a partir de la cuál se había fijado el
valor de parámetro s a 2, no explicaba la epidemia Africana. Se le ocurrió que
las insalubres prácticas de la ablación y circuncisión podían ser el verdadero
mecanismo por el que el VIH estaba arrasando el continente. También había leído
que tal vez las cifras de SIDA en África estaban infladas debido a que los
diagnósticos se hacían a la ligera y cualquier trastorno con síntomas
mismamente raros era achacado a un sistema inmunitario consumido por el VIH,
sin hacer ninguna prueba de anticuerpos ni similares.
En todo caso le convenía
creer en el papel de los curanderos en la expansión del SIDA. Así se mostraría
más convincente con los niños del lugar. No le costó averiguar por su inquietud
cuando iba a visitarlos el brujo del lugar. En realidad los acontecimientos
extraños que se venían sucediendo habían precipitado esa visita. Y aprovechando
esa inquietud, y alimentándola, había conseguido ganarse la confianza de
algunos de los pequeños. Se había ofrecido a protegerlos a cambio de que le
contaran chismes. Y había tenido éxito. Caso de haber fallado con los niños,
siempre imprevisibles, hubiera intentado probar suerte con los padres, pero no
hizo falta, los niños le contaron las habladurías locales.
Lo que ocurría es
que lo que le contaban no tenía mucho sentido. Sabía que estos niños no
habían tenido mucho acceso a la cultura
occidental. Ni a sus mitos y leyendas. Por eso le extraño tanto que le hablaran
de algo que respondía perfectamente a la figura del hombre lobo.
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