ZOOPOLIS
Como cualquiera de
su generación había visto en cine y televisión varias escenas de convivencia
entre diversas especies extraterrestres. Sin embargo la realidad difería
bastante de lo que había visto.
En realidad lo que estaba viendo le recordaba
a una experiencia suya vivida en un parque de animales, criados en cautividad y
acostumbrados al trato cercano con humanos. La idea era prepararlos para rodar
escenas para cine y televisión. Había tenido que hacer la web del parque en su
época de informático y había podido tratar con ellos: tocar las garras de un oso a través de una
alambrada, o meter el dedo entre sus dientes sin que le pasara nada, ver cómo
un lobo se acercaba a él para que le rascara al igual que leones y otros.
Claro que no todo era tan bonito.
Las jaulas de los jaguares y los tigres estaban al lado una de otra. Recordaba
vagamente estar mirando a un jaguar que se hallaba placidamente tumbado y
desviar un instante la mirada para observar a los tigres, cuando su visión
periférica notó un raudo movimiento. Era el jaguar que se hallaba sujeto a la
malla metálica de la jaula por sus cuatro patas. Si no hubiera existido esa
barrera el salto habría terminado encima suyo, y pese a sus buenos reflejos no
habría podido reaccionar. Fue un recordatorio de la veloz naturaleza de los
animales salvajes.
Ese parque se llamaba zoopolis, y
en cierto modo el sitio donde estaba se lo recordaba una y otra vez, aunque
había muchas diferencias.
Empezó curioseando la vestimenta.
Casi todos los seres que tenía a la vista iban ataviados con algún tipo de
indumentaria. Y decía casi porque en algunos de ellos era difícil
distinguirlo. Se trataba de aquellos
cuerpos cuyo aspecto exterior recordaba algo al caparazón de los insectos. Lo
que se podría pensar que era su ropaje estaba formado de sustancias con un
aspecto muy similar al plástico, y era difícil establecer dónde acababa lo
natural y en qué punto se reemplazaba por lo artificial.
Otro aspecto que no
se asemejaba a nada que hubiera visto en la T.V. era la actividad que se estaba
desarrollando. Se hallaba ante lo que parecía un campamento militar, más
concretamente un campo de concentración. Las estructuras jerárquicas saltaban a
la vista.
Al mando se alzaban
unos enormes seres que le recordaban arañas semierguidas. Cuatro pares de finas
patas blancas a cada lado, de tamaño y grosor creciente según se acercaban a la
cabeza, al modo también de las arañas terrestres. Pero sus rasgos más
destacados eran las mandíbulas. Además del clásico par de aguijones de
orientación horizontal propio de los arácnidos, los cuales servían para
inyectar veneno, estos seres contaban con un juego de apéndices que claramente
estaban adaptados para la manipulación
de herramientas. También eran peculiares
sus ojos. Tenían ojos facetados, como las moscas terrestres. En estas ese
sistema le permitía una visión en 360º o alrededor. Imaginaba que en estos
arácnidos su labor fuera la misma.
Su vista pasaba de
una maravilla a otra, a la vez que su mente intentaba analizar detalles, pero
ese irrepetible momento terminó bruscamente. De la esquina de la casa en la que
se hallaba volvió Eva y le instó a acompañarla, tirando insistentemente de su
mano para ayudarle a salir de sus ensoñaciones.
La siguió y doblaron
la esquina por la que ella había llegado.
Se halló en una especie de callejuela bastante angosta, apenas
transitada. La siguieron rápidamente y conforme avanzaban por ella cada vez se
veían menos aliens. O para ser precisos todos los que veían empezaban a ser muy
similares entre sí. Hizo entonces, por
primera vez, la hipótesis de que dónde quiera que se hallase el sitio estaba
organizado como un zoo y él se estaba dirigiendo a la zona de bípedos.
RUTINA
Habían pasado varias
semanas, no sabría decir cuantas exactamente porque el periodo de rotación de
ese planeta era distinto al de la tierra- duraba unas 30 horas- y eso le
confundía muchísimo. Además no tenía un satélite sino tres, todos más pequeños
que la luna terrestre, por lo cual no tenía ninguna referencia para calcular la
duración de un mes. En realidad bien pensado era una estupidez. Incluso si
hubiera una sola luna nada la obligaba a tener una órbita de 30 días, pero la
costumbre es una fuerza poderosa y se entretuvo con ese absurdo razonamiento
una semana.
En lo que no hubo
dudas fue en su destino inmediato, pues enseguida entendió cuál era su papel
allí: trabajar en ocupaciones pueriles durante casi todo el día. El resto del
tiempo lo pasaba con Eva. Esa era la única parte interesante. Por algún motivo
que aún no tenía muy claro se había encaprichado de él y se habían hecho
amantes. No es que la chica le entusiasmara. Era nativa del planeta y como
todos los nativos carecía de una educación decente. En realidad carecía casi de
educación. Lo único que sabía lo había aprendido de otros como él que eran
llevados a ese planeta durante un tiempo y luego devueltos a la tierra. O al menos eso era lo que se les decía cuando
eran llevados fuera del planeta. No tenía forma de saber si eso era cierto o
no.
Sin embargo Eva era
lo único que le mantenía alejado de una depresión profunda. De estar rodeado de
universitarios discutiendo de matemática e incluso hacer sus pinitos en la
investigación, había pasado a estar
rodeado de analfabetos haciendo labores propias de un jardinero. No es que no
le pareciera respetable la figura y la labor de cualquier jardinero, pero eso
no era lo suyo.
Es cierto, estaba en un planeta
alien, pero en su campo de trabajo aparte de humanos nativos sólo había una
especie primate, de aspecto similar a los babuinos terrestres, cuyo grado de
cultura no iba mucho más allá de la del austrolopitecus afariensis. Se los utilizaba para manejar las
mismas herramientas que los humanos. Pero no eran nada interesante como
compañía. Vestían atavíos toscos, hechos
con sencillas y vulgares telas. Y sospechaba que habían adoptado esa costumbre
en ese lugar. Tenía la impresión de que en su planeta de origen iban desnudos.
Por desgracia su lenguaje era demasiado rudimentario para poder tratar esos
temas. O eso le habían comentado los humanos que estaban con él en la misma
comuna. Lo que estaba muy claro es que él no conseguía sacar nada en claro de
su sistema de gruñidos, y bastante mal lo pasó intentando interpretar su
lenguaje corporal.
Y sí, el jardín era alienígena, y muchos
de los insectos que pululaban por él
eran distintos a ninguno que hubiera visto. Pero él no era biólogo y en
cualquier caso, tampoco le dejaban muchos momentos para estudiar el entorno. Simplemente pudo ver que se hallaba en una amplia finca
vallada, sita en las afueras de la ciudad
(o tal vez sería más correcto llamarlo campamento base). Aproximadamente
en el centro de dicha finca se hallaban unas construcciones sencillas, y en
ellas estaban el comedor, la cocina, algunos cuartos para herramientas y unas
habitaciones con varias camas cada una, de cinco, ocho, o dos personas, donde
en ocasiones les tocaba dormir.
Le hubiera gustado
tratar más con las especies que había visto el día de su llegada, pero a su
zona sólo llegaban de vez en cuando algunos visitantes ocasionales. El único
extraterrestre asiduo era uno de los arácnidos que según entendió era el
supervisor del centro. Pero no podía entablar conversación con él.
Pese a la compañía
de Eva la desesperación empezaba a hacer mella en su ánimo. Sin embargo ese día
se encontró con un cambio en la rutina habitual. Les llevaron a comer a un
pabellón del centro del campamento. Allí había más variedad de especies, pero
aún más importante, también más humanos,
y para su sorpresa se dió cuenta de que entre ellos había una humana de su misma
ciudad, pudo reconocerla por la vestimenta, muy diferente a la de los humanos
residentes. Se llamaba Marta Alcaide, un
irónico apellido para alguien que estaba recluido en una prisión- pensó en ese
momento. Se trataba de una chica que había estudiado biología en su misma
universidad. Sin pensárselo dos veces se acercó a ella y la chica le comentó
que acababa de llegar. Se la veía tan aturdida
como lo había estado él la primera semana. Pero apenas tuvo tiempo para hablar
con ella, apenas el tiempo suficiente para que ella le informara de que estaba
asignada a trabajar en ese pabellón. Acordaron que intentarían volver a verse y
averiguar todo lo posible sobre por qué estaban allí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario