jueves, 22 de agosto de 2019

Proyecto Wells IV

ENFERMEDAD                  

Sin embargo poco me faltó para no poder hacer nada. A la semana del incidente empecé a sentirme mal. Ese mismo día, horas mas tarde, me encontré realmente enfermo. Fui afortunado, ya que ese día había visitantes en la comuna y me llevaron a la zona médica, y al llegar allí perdí el conocimiento.

 Lo recuperé varias veces y volví a perderlo otras tantas, sintiéndome francamente mal en cada una de las ocasiones. En la tierra yo era una de esas personas que nunca caían enfermas, así que lo pasé especialmente mal. Afortunadamente hubo  breves periodos de tregua en los que me sentía mejor, y pude pensar con cierta claridad.

 Reflexioné sobre la extraña circunstancia de que en ese planeta pudieran convivir tantas especies distintas. Según había oído contar, los científicos pensaban que si alguien del siglo XIX, por ejemplo, fuera resucitado en nuestros días, moriría de nuevo al poco tiempo, debido a la incapacidad de su sistema inmunitario para tolerar los patógenos actuales. Sin embargo, en ese planeta convivían seres de diversos planetas. Era de suponer que cada uno llevaría su propia cohorte de gérmenes, y que la contagiaría al resto de especies. Especies no habituadas, de la misma forma que un europeo no esta habituado a las enfermedades tropicales. Sin duda unos seres que podían viajar entre las estrellas debían tener necesariamente una gran tecnología médica. Aunque es de suponer que especializada en ellos mismos. ¿Cómo podía ser  útil una medicina arácnida en un humano?, ¿o en un groo?  La respuesta más probable es que no tuviera sentido.

Y luego le corroía el tema de la alimentación. ¿Cómo es que existía una comida única para especies de mundos distintos? Y el caso es  que esa comida existía, o al menos eso parecía, pues los groos y los humanos comían algunas de las cosas cultivadas en la comuna y era nutritiva para ambas especies. Él no era un experto en biología, pero eso indicaba que debía haber proteínas comunes. Las proteínas se producían en los ribosomas del citoplasma, a partir del ARN, y éste era sintetizado en el núcleo tomando como imagen el ADN. Ésa era, explicado de manera simplificada, la  forma en que funcionaba la biología terrestre. El hecho de que los groos, y probablemente buena parte de las especies representadas en ese planeta, pudieran compartir alimentos, sugería que sus biologías eran muy similares.

Y siendo similares podían compartir patógenos... Sabía que en la tierra había una barrera que impedía que los patógenos de una especie saltaran a otra, y sin embargo esto era una regla con muchas excepciones. Tal vez su enfermedad tenía su origen en una inoportuna excepción de esa clase.  Y si ése era el caso, ¿qué ocurriría si regresara a la tierra?. Allí era consciente de que los tratamientos que usaban estaban siendo eficaces, señal de que tenían conocimiento previo de la enfermedad, aunque quizás no en humanos, pero sí en alguna de las variantes que afectara a otros aliens. Sin embargo en la tierra no tendrían conocimiento de esa enfermedad. ¿A cuánta gente podría matar antes de que fuera controlada?

Eso me llevó a meditar la utilidad de todo aquello. Por lo que me contó Marta de la organización de su comuna pensé que podría tratarse de algún centro donde se hicieran experimentos sociales. Después de hablar del tema con ella hice algunas indagaciones, y descubrí que cada comuna se organizaba de una forma distinta. Incluso la distribución de especies alienígenas era muy variable de una a otra.


FUGA

Los rumores sobre una guerra resultaron ser ciertos al fin y a la postre.

Ya estaba casi completamente restablecido. Y estaba harto de guardar cama, tanto que me costaba mucho conciliar el sueño. Así que a eso de lo que en la tierra vendrían a ser la 4 de la madrugada me hallaba en estado de duermevela. Y en una de esas que de vez en cuando abrií los ojos noté flashes de luz. De la semiconciencia típica  del duermevela pasé a un estado de mayor atención.

 Y no, no eran imaginaciones. Los flashes se repitieron. Unas veces verdes, otros azules. Y de tanto en tanto fogonazos casi estroboscopicos  se colaban por la ventana de la habitación.

  Así que me quité la sonda del brazo y fuí a mirar. Enseguida comprobé que las luces no provenían del suelo, o de los edificios cercanos. Provenían del cielo. Al desconocer la climatología local barajé un tiempo la hipótesis de que se tratase de algún tipo extraño de tormenta. Pero la idea se difuminó cuando ví un grupo de luces moviéndose a una velocidad enorme, perseguidas por otro grupo de luces con una distribución diferente. Algo parecido a aviones seguramente.

 El grupo de luces perseguidor de repente emitió un haz de rayos. Estos alcanzaron al conjunto que iba delante y lo hicieron desaparecer del cielo en uno de los brillantes fogonazos que le habían sacado del semisueño.

  La iluminación de los disparos me mostró una gran extensión de el paisaje delante mío. Eso  me permitió hacerme una mejor idea de las distancias al poder disponer de un marco de objetos conocidos para comparar. Las naves parecían hallarse bastante lejanas. Eso hacía que la enorme velocidad que había percibido en su movimiento, velocidad angular, se tradujera en una increíble velocidad lineal..

   Eso hizo además que me sintiese impresionado por la fuerza de la explosión. No sabía si esta provenía del arma atacante o de la energía de la nave destruida. Pero presumiendo que ambas fuesen naves de combate ligeras el hecho de que tuviesen tanta potencia de fuego  era impresionante.

  Seguí observando y ví mas naves. Y más explosiones. Afortunadamente la mayoría lejanas. Cuando me acostumbré al espectáculo empecé a reflexionar sobre como afectaba eso a mi situación. Si realmente los arácnidos se iban no sabía que planes tenía para él el individuo que había asesinado a Eva. Recordar a Eva le afectó un poco. Normalmente afrontaba las situaciones de manera perfectamente racional en el momento. Sólo mas adelante llegaban a lo que podría denominarse, por simplicidad, su sistema emocional.

  Y mientras estaba convaleciente había tenido tiempo de sobra para sentir indignación y pena por la arbitraria muerte dispensada a su inesperada amante. Y había reforzado su intención de devolver el golpe. Había hecho algunos planes. Planes que, por cierto, la guerra aérea parecía dejar obsoletos. Era como el dicho aquel. Cuando Dios quería oír un chiste le preguntaba a un mortal que le contara sus planes.

  Una explosión más cercana le sacó de esta línea de pensamiento. Parecía que justo ahora le vencía el cansancio y comenzaba a rendirse a la necesidad de dormir. Muy inoportuno.


            EPÍLOGO

Llegaría a obtener respuestas a esos temas, y esas repuestas cambiaron la concepción sobre mí mismo. Me fugué del recinto tras atentar contra el arácnido homicida, y vagué en compañía de Pilar por un bosque extraño que  alimentaba a sus criaturas con unos frutos sorprendentes, los cuales contenían sustancias magnéticas que llegaban al cerebro de la criatura (en el caso de los humanos se saltaban la barrera que impedía a los gérmenes y a los glóbulos blancos entrar en el tejido neuronal). Las hojas de ese bosque eran sensibles a los campos magnéticos, y los árboles estaban coordinados entre sí, ganando gran sensibilidad. Y todo ello se traducía en una especie de telepatía.

En esos bosques me dejó Pilar, que decidió estudiar una raza humana criada en ese planeta en libertad.

Descubrí que la gravedad del planeta era 3 veces la de la tierra, pero mediante el uso de enormes anillos superconductores instalados en el subsuelo se apantallaba la gravedad, creando zonas afines a la gravedad de los diversos planetas habitados. Cada zona se hallaba rodeada de enormes montañas que actuaban de escudo ante los terribles vientos que la diferencia de gravedad creaba.

Y en esas montañas había entradas al sistema de anillos semiconductores. Descubrí que había allí bibliotecas que acumulaban el conocimiento de millones de años. Fue en ellas dónde se me explicó que desde siempre la raza humana había estado representada en ese mundo. Que diversas especias en ese inmenso lapso de tiempo fueron relevándose en esa labor. Y que aunque la mayoría de humanos eran elegidos al azar había una minoría especial. Los linajes. Desde el principio, humanos destacados fueron llevados allí, y una vez devueltos a la tierra tuvieron hijos, y a esos hijos se les llevaba de nuevo al planeta. Así durante generaciones. Linajes cuyo código genético era apto para tratar con humanos y con aliens, y que necesitaban a ambos para satisfacer la necesidad que sus genes implementaban en su conciencia. Y así descubrió que él pertenecía a uno de esos linajes.

 Y descubrió que Pilar no era lo que parecía. Pertenecía a una organización que habían formado algunos familiares de los linajes. Una organización que conocía las reglas galácticas del juego, una organización que había existido desde casi la Edad Media,  y que únicamente en el siglo XX llegó a tener claro su papel. Una organización que adoptó el nombre de uno de sus miembros más insignes, la organización conocida como proyecto Wells en honor a Herbert George Wells, autor entre otras de “La guerra de los mundos”. Y uno de los visitantes de Morlock, nombre informal con el que se conocía ese planeta-laboratorio en la organización.

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