Un relato antiguo, escrito antes de "guerras ajenas" y "el barrio viejo", y que narra hechos que estarían relacionados con ambos, pero situados en un tiempo anterior, digamos alrededor de principios de este siglo.
CARRETERAS SECUNDARIAS
Llevaba toda la tarde con ese
coche y aún no había conseguido sentirse cómodo conduciéndolo. No tanto porque
fuera un mal coche, que lo era, sino por el hecho de no ser el suyo.
No le
gustaba pedir nada prestado, pero su coche se había averiado y le urgía pasarse
a recoger sus apuntes de geometría diferencial Riemaniana. No le
preocupaba la teoría, la cual venía en
cualquiera de sus muchos libros, sino los ejercicios resueltos. Una vez aprobada
la asignatura los había llevado al chalet, junto con el resto de apuntes de ese
año. Sin embargo en la academia habían decidido ampliar el abanico de
asignaturas y a él le había tocado lidiar con la geometría de 4º. También le
habían asignado la topología algebraica pero para esa no necesitaba nada. Podía
hacer cualquier ejercicio con los ojos cerrados y recitando a Shakespeare, si
es que tan extraño requerimiento surgiera.
Volvió a
concentrarse en la carretera. Era una vía secundaria, estrecha y poco
transitada. A esas horas de la noche podrían pasar fácilmente 6 ó 7 minutos sin
cruzarse con ningún otro vehículo. La tupida arboleda a los costados le
confería un aire siniestro, casi como si se hallase en alguna novela de Stephen
King.
Llevaba
unos minutos oyendo un ruidito extraño que parecía ir en crescendo. Temiendo
que el trasto que conducía siguiera el mismo triste final que el suyo propio,
se detuvo en el arcén a dejarle reposar un rato. No es algo que tuviera mucha
lógica, pero por algún motivo ignoto, si esa artimaña funcionaba con su coche,
¿por qué no en éste?
Se agachó a
buscar una cinta para poner en el vetusto radiocasete. En el móvil llevaba algunos mp3, pero la
mayoría de música clásica grabada de radio 2 no la tenía convertida a ese
formato así que le tocaba tirar de material analógico. Cuando volvió a mirar la
calzada vio unas luces acercándose. Al principio pensó que era un camión, pero
estaban demasiado altas. Y tampoco parecía un helicóptero. Empezó a sentirse
algo incómodo. Nunca había creído en visitantes extraterrestres, pero empezaba
a sentirse más como el protagonista de un episodio de expediente-x que en un
libro de S.K.
C´EST
LA VIE
--Comme tita pell?,Comme tita pell?
--¿Qué?, deja de zarandearme, ¿quien eres tú?
Según salía del profundo sueño se
iba dando cuenta de que ella no le entendía. Aunque extrañado se dio cuenta de
que le estaba preguntando en francés cuál era su nombre.
--Neila, je me apelle Carlos Neila --respondió en esa lengua.
--Benvenú Carlús
Neilá, je sui Eva.
--Achanté Eva, pardon moi, mon francaise se tré mouvaise –Y
por cierto que así era, en sus mejores días su francés había sido discreto,
ahora daba pena. Simplemente le servía para entenderse. A ver si conseguía
preguntar dónde estaba.
--Ou sommes nous?
--Excusé moi, ill
nya pas du temp, nous dobons partiz maintenant au travaillé.
--¿A trabajar? ¿En qué? ¿Dónde?- gritó. Pero ella ya no le
hacía caso. Salió por la puerta de lo que parecía una habitación de un
hospital. Pensó hacer caso omiso a la urgencia que ella le había transmitido y
dedicar un rato a estudiar la estancia dónde se hallaba pero un sonido
inesperado le disuadió. Lo que oyó parecía el rugir de un gran felino, aunque
resultaba demasiado complejo. Si el sistema vocal de los leones evolucionara
hasta ser capaz de elaborar un lenguaje tan rico en matices como el habla
humana, pensó que sonaría de esa manera.
Por tanto
abrió la puerta y salió al exterior, consciente vagamente de que aún vestía la
misma ropa que llevaba cuando se había detenido en la carretera. Comrprobó que
también tenía a su lado las perttenecias que llevaba consigo en el coche,
apuntes libros y demás.. Pero rápidamente abandonó las incógnitas que ese hecho
sugería. Se olvidó de todo y por largo
tiempo sólo pudo mirar con asombro lo que le rodeaba. ¡Estaba viendo
alienígenas!
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