jueves, 22 de agosto de 2019

Proyecto Wells III


INCIDENTES


Él había recibido una formación con tintes orientales en su niñez, y luego ingresó en occidente. Una cosa que siempre le había sorprendido de la civilización judeo-cristiana es el respeto por la vida. Otras religiones no hacían tanto hincapié en el asunto, el budismo tal vez, pero en las civilizaciones orientales su influencia era reciente y en casi toda la época histórica, dominada por la ética impuesta por otras religiones, la vida humana tenía escaso valor. Posiblemente por motivos prácticos. Por ejemplo en la India la gente de las castas bajas habían tenido históricamente unos índices muy altos de mortalidad. Cuando la muerte era tan frecuente el valor de la vida, sin llegar a negarse del todo, se miraba de otro modo.

  En ese campamento donde casi todas las especies eran en un grado u otro inteligentes le pareció que no existía demasiado respeto por la vida. La verdad es que no existía en absoluto, salvo como una cuestión de mera praxis. La especie gobernante era la de los arácnidos, y según se rumoreaba, sus leyes si penaban el asesinato entre miembros de su misma especie. Pero el resto de habitantes de ese entro de reclusión donde habitaba tenía la misma consideración que los animales de cualquier zoo del siglo XIX.

  Por eso no le sorprendió que, cuando un día uno de los groos (así llamaban a los primates que compartían faena con ellos debido a la recurrencia que un sonido similar tenía en su habla)  fue sorprendido por un depredador que consiguió traspasar el vallado de la finca en que trabajaban, ningún supervisor acudiera en su ayuda. Tuvieron que ocuparse ellos mismos de ahuyentar al animal agresor. Se trataba de una enorme serpiente. No sabía si era una especie oriunda del planeta, proveniente de la tierra, (había observado ya algunos insectos terrestres, así que sabía que a ese planeta no se limitaban a llevar exclusivamente seres humanos) o procedente de algún otro mundo, quizás del de los groos. Ciertamente éstos no se sorprendieron al ver al enorme reptil, así que dedujo que en su planeta también debían de existir. Alcanzó a ver a la víctima, y por primera vez se fijó en un aspecto que resultaría muy importante, pero cuya relevancia no era reconocible de manera obvia. El groo había sufrido heridas al ser arrastrado por la serpiente y sangraba por ellas. Su sangre era rosada. Sin embargo por boca y nariz había expelido una especie de gelatina verde-azulada. Pensó al principio que eso era propio de esa especie, pero le sorprendió y medito sobre ello.

  En todo caso fueron los groos quienes se encargaron de repeler al ofidio, sin apenas ayuda de los humanos. Este suceso, poco a poco y con el paso del tiempo, fue generando un odio que acabó en una pequeña guerra civil. Hubo varias escaramuzas violentas con un saldo de heridos graves bastante considerable. Quince de cada cien individuos de cada especie que componía la comuna sufrieron heridas graves en las tres semanas siguientes. La situación se volvía peligrosa.

 Afortunadamente no todo fueron desgracias. Consiguió permisos, Eva se encargó de ello,  para visitar a Marta dos veces a la semana. Ésta había averiguado mucho más que él y le iba poniendo al día. Sin embargo uno de los hallazgos importantes surgió de casualidad. Ella le contó que también habían sufrido una incursión. Se rumoreaba que esto era infrecuente e  indicaba que los arácnidos se estaban volviendo descuidados en sus quehaceres. Había quien incluso comentaba que estaban en guerra con otra gran civilización y que podrían llegar a abandonar el planeta por un tiempo.


  Pero lo realmente interesante empezó cuando relató las muertes que el atacante había causado. Habían muerto dos humanos, además de cinco aliens, dos primates, (de un tipo distinto al de su comuna) y tres trípedos (Marta pensaba que esos seres no eran naturales y que habían modificado sus cuerpos por motivos religiosos, ya  que no se le ocurría ningún ecosistema que pudiera favorecer a seres con tres patas). Lo que llamaba la atención es que  el color de sus sangres era en todos los casos parecido, diversos tonos entre rojo y rosa, según Pilar, indicativos de que todos tenían una sustancia similar a la hemoglobina. Sin embargo todos, incluidos los humanos, habían arrojado por sus orificios respiratorios una sustancia gelatinosa de tono verde-azulado.

  Ella había intentado coger un trozo para analizarlo, pero había comprobado que era casi imposible. La gelatina se agitaba. Después llegó a la conclusión de que se tenía que tratar de un ser vivo. A él siempre le había intrigado como seres de distinta procedencia podían respirar de igual manera en la misma atmósfera. Esa gelatina parecía ser la solución. Debía tratarse de algún simbionte que se situaba en el sistema respiratorio y filtraba los gases que pudieran ser venenosos para una especie concreta, dejando pasar el que la especie en cuestión usaba para respirar en la proporción correcta, probablemente oxígeno si l hipótesis de Marta sobre la presencia de hemoglobina en sangre era correcta. La existencia de tal simbionte tenía un inconveniente, no obstante. La evolución tardaría mucho en crear un ser así., quizá miles de años. O puede que fuera un ser artificial, ésa era otra opción.

  Ella le informó asimismo de que su comuna se gobernaba mediante un régimen democrático, aunque un tipo peculiar de democracia. El sistema seguía las siguientes pautas: los votantes debían hacer un examen antes de decidir sobre el tema discutido, obteniendo así una puntuación. Su voto contaba en función del resultado del examen. Además podían dar votos negativos, es decir, votar en contra de alguna de las propuestas, y no sólo a favor. Si había un punto negativo y otro positivo ambos se anulaban, por cuestiones de aritmética elemental. Ella parecía muy sorprendida, y sin embargo la idea no era nueva, pues según él tenía entendido, varias veces en la tierra se había intentado instaurar de manera experimental el voto negativo, aunque al final siempre se había descartado la idea. En su opinión los sistemas políticos de la tierra estaban estancados. Le alegró saber que allí se estaban usando ideas distintas, al parecer, y según ella le contaba, con notable éxito.

                                   HOSTILIDAD

  Esas visitas a Marta le estaban distanciando de Eva, aunque ésta, sin embargo, seguía siendo su amante. Había amanecido un día estupendo. Además se daba la afortunada circunstancia de que su horario de sueño concluía con el amanecer, algo poco común.

 En el descanso para el almuerzo estaba tonteando con Eva, cuando en ese preciso momento su supervisor arácnido llegó al campo de trabajo y los vio. Se quedó un largo rato mirándolos, tanto que empezaron a sentirse incómodos. Sin embargo pasó de largo. Por desgracia algo más tarde estalló una reyerta en el comedor y Eva se vio envuelta en ella. El arácnido, para sorpresa de todos, arremetió contra los combatientes con una violencia atroz. Su enorme tamaño y sus patas acabadas en punta lo convertían en un ser físicamente muy superior a cualquier homínido y destripó a tres humanos y dos groos en medio minuto. Ante esto los ánimos se calmaron, y ambos bandos quedaron calmados y en silencio.

 Y entonces el ser habló, primero en francés y luego en una lengua groo. Era la primera vez que esto sucedía. La comunicación solía hacerse a través de lenguaje escrito (los arácnidos parecían conocer la escritura de todos sus cautivos), sin embargo ahora emitía sonidos, probablemente a través de algún dispositivo tecnológico, aunque no  visible. En todo caso lo peor  fue el mensaje. Anunciaba que no permitiría más luchas internas. Que cualquier disputa se saldaría con la muerte de los que intervinieran en ella. Cuando terminó el discursó se dirigió a la salida, cruzándose con Eva en su camino, y de repente, sin dudarlo un segundo, la decapitó con una de sus patas. Acto seguido me miró. Giró lentamente su cabeza hacia mí, algo totalmente innecesario para un ser con visión ominidireccional, como dando a entender  que había sido algo personal. No la razón, pero sí que había sido algo personal.

            Yo no era una persona muy sentimental, sin embargo que mataran a la persona que se acostaba conmigo no me hacía ninguna gracia, por decirlo de alguna manera. Incluso en ese ambiente donde la vida humana no valía nada. Imaginaba, dado el nivel que había alcanzado su civilización, de que los arácnidos eran más inteligentes que los humanos. Y era consciente de que ese arácnido en cuestión estaba al mando de un campamento dónde yo no era nadie. Él podía usar la tecnología de su especie, infinitamente superior a la nuestra, según había podido observar en las escasas visitas a la zona común. Aún así yo tenía algo que él no. Tiempo para planear mi venganza. Ya veríamos si encontraba el modo de hacerle pagar por su crimen. Eso sentí en ese momento.

En los días que siguieron medité si realmente me compensaba arriesgarme a intentar esa venganza. Como no había sistema judicial que pudiera estar de mi parte parecía que el único modo de hacer justicia era matar al arácnido. Yo nunca había matado nada más grande que una cucaracha, y pese a no tener ninguna moral definida respecto al asesinato, de alguna manera, en parte innata, incluso el liquidar a un insecto común de la tierra me daba reparo.  Matar un ser autoconsciente resultaba difícil de asimilar.

Pero al mismo tiempo sentía que en ese mundo, y con sus reglas no escritas, vengar la muerte de un ser querido estaba legitimado. A falta de nada establecido debía confiar en las matemáticas. Y se le vino en mente la teoría de juegos. Los psicólogos conductistas habían llegado a similar conclusión sin usar matemáticas. Si permitía que esa conducta quedara impune, estaba invitando a  la criatura a repetirla. Y su próxima víctima podría ser Marta, que representaba mi único vínculo con el mundo que conocía.


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