miércoles, 11 de enero de 2012

El barrio viejo: II

<<Allá por los 70 alguien perspicaz dijo aquella frase de "no te fíes de nadie mayor de 30 años". Observando a la inmensa mayoría de los que hoy tienen mas de 70 años la frase estaba sobradamente justificada >> 


Tras cerrar a toda prisa el SMS me giré para verificar si había alguna posibilidad de que alguien lo hubiese podido leer accidentalmente. Afortunadamente no había nadie por las inmediaciones. El mensaje era de Nuyosh Neila, que era la identidad que había adoptado el sargento en esta etapa de vida civil. Supongo que la frase pretendía ser divertida, pero bendita la gracia que tenía en ese momento. Los del barrio viejo eran muy suspicaces con cualquier manifestación que pudiera tener tintes de gerontofobia. Me constaba que por frases menos ofensivas algunos visitantes ocasionales de las zonas de mayores habían sido denunciados y llevados a juicio. Me parecía muy mal por parte del sargento arriesgarse a llamar la atención en medio de la delicada empresa en la que estábamos para gastar una de sus bromitas. 

-- Raul, que te has quedado otra vez en plan autista, tras leer el mensaje del movil ¿Qué pasa? – preguntó Silvia. 

-- Nada, nada, un mensaje un tanto inadecuado de…Nuyosh – había estado a punto de decir el sargento --. Me giré un momento para comprobar si alguien podría haberlo visto accidentalmente, pero no hay problema, no había nadie por aquí. 

-- ¿Cómo que no? ¿Acaso no te has fijado en que estamos rodeados de serbots? – replicó Silvia. 

Me quedé parado un instante con cara de tonto y luego hice una inspección cautelosa de los alrededores. En la mesa de al lado, discretamente oculto por la hoja de menús había un serbot de apariencia lujosa. Y, que casualidad, su cámara estaba dirigida en nuestra dirección. Giré la cabeza al otro lado, tratando de justificar el gesto cogiendo la botella de vino que nos habían servido, y rellenando la copa. Enseguida pude discernir otro serbot, esta vez en el suelo, en modo de reposo, como si alguien lo hubiese dejado ahí medio olvidado. Silvia, que había seguido mi mirada todo ese tiempo intervino de modo aseverativo. 

-- Si, están por todos lados. De hecho hay uno debajo de la mesa, oculto por el mantel. Es algo común en el caso de las chicas. Yo siempre debo avisar a mis amigas de que cuando tengan que ir a algún barrio viejo se cuiden de ir en minifalda. Y si la llevan que no olviden de cruzar siempre las piernas. Casi siempre habrá un serbot atento a los descuidos. 

--Pero...por favor, que… -- es todo lo que atiné a decir antes de caer en lo que me había querido decir el sargento con su mensaje. Me estaba previniendo de los serbots. En realidad no era la primera vez que lo hacía. Para los de la zona joven los serbots son algo conocido, pero nos cuesta concienciarnos de su omnipresencia en los barrios viejos. De hechos los serbots habían sido creados específicamente para ayudar a personas discapacitadas, bien por accidente, o, sobre todo, gente anciana. Los primeros modelos comerciales surgieron en Japón. El país nipón tenía la mayor esperanza de vida del planeta, y su tecnología y cultura como civilización industrial siempre había pivotado en torno a la electrónica y la robótica. En el imaginario Japonés los robots no eran como en la americana, dónde la idea de los terminators era posiblemente el paradigma dominante. Para los ciudadanos del país del sol naciente los robots eran vistos como seres poderosos y benignos encargados de ayudar a los seres humanos. Desde luego un serbot estaba lejos de la idea del un robot antropomórfico dotado de inteligencia artificial completa. La mayoría eran sistemas con uno o dos brazos robóticos (no necesariamente iguales entre ambos) colocados sobre una plataforma móvil, normalmente algún tipo de carrito con ruedas. Contaban además con cámara, altavoz y micrófono. El sistema estaba gestionado por un ordenador, normalmente gobernable por pantalla táctil. El ordenador vía inalámbrica, se conectaba con el ordenador master, operado por el dueño del serbot. El operador podía enviar al serbot a realizar un montón de tareas cotidianas sin moverse de su sitio. Para una persona joven normal la utilidad de los serbots era escasa. Sin embargo para, por ejemplo, un parapléjico resultaba una bendición. Sin moverse del sofá, o de la cama, lo que correspondiera, podían enviar al serbot a cualquier rincón de la casa a traerles lo que fuese que pudieran necesitar. Tenía un amigo en esas circunstancias y me había comentado como esos aparatos habían representado una mejora sustancial en su calidad de vida. Algo tan sencillo como ir al frigorífico a coger una cerveza era una tarea muy complicada para él. Tenía que cambiarse del sofá a la silla de ruedas, ir asta la nevera, volver al salón y luego cambiarse otra vez al sofá. Y si se había olvidado cualquier tontería, por ejemplo una servilleta, tocaba repetir la tarea. Con el serbot bastaba con marcar en el ordenador master el punto de destino y el serbot, ayudado por un sistema de localización instalado en el edificio, iba desde dónde quiera que estuviese al lugar indicado. Si encontraba algún obstáculo que sistema de inteligencia artificial no supiera salvar enviaba un aviso y el dueño podía operarlo manualmente para resolver el problema, tras lo cuál proseguía el solito el trayecto. Una vez en destino alertaba al dueño para que realizara la tarea indicada. Esta solía requerir usar el brazo robot, o normalmente ambos. El robot transmitía por una cámara 3 D lo que veía a la pantalla, también3 D, del ordenador master. Eso daba al usuario una visión con sensación de profundidad que facilitaba sobremanera el uso de los brazos robots. Estos eran manejados por unos dispositivos instalados en los brazos del usuario que transmitían inalámbricamente al ordenador master, vía un dispositivo USB, El desarrollo de esa tecnología había sido propiciado mitad por los estudios de cine, dónde se usaban para crear animaciones a partir de movimientos de actores, mitad por los mandos sensibles al movimiento de las videoconsolas. 

El caso es que en las zonas convencionales el uso de los serbots estaba restringido a los domicilios. Y en casas diseñadas para personas funcionalmente capaces tenían algunos problemas para realizar ciertas tareas, principalmente porque en las casas normales todo estaba a una altura adecuada para ser manipulada por un humano, no por un robot que avanzaba a escaso centímetros del suelo. Habia modos de circunvenir esas dificultades, pero ninguno del todo idóneo. Sin embargo en los barrios viejos se había tenido en cuenta la necesidad de los serbots y casi todos los dispositivos domésticos contaban con accesos diseñados específicamente para ellos. Pero no sólo los hogares privados están diseñados con los serbots en mente. Toda la arquitectura de interior y exterior estaba preparada para ellos. De ese modo una persona con serios problemas de movilidad podía enviar su serbot a un supermercado. Una vez allí su serbot se acoplaba a un mercabot, diseñado específicamente para operar y acarrear los artículos del supermercado. El dueño del serbot – una vez seleccionados los productos que deseaba – iba a la caja correspondiente y realizaba el pago haciendo que el serbot proporcionara los datos de la tarjeta de crédito. Tras ello hacia que el serbot llevara la compra hasta su domicilio y la depositara en dónde correspondiese. Al finalizar dejaba el mercabot en la salida del portal de su casa y el mercabot se las apañaba por su cuenta para regresar al supermercado. 

Todo eso lo sabía intelectualmente. Pero no estaba acostumbrado a lidiar con ello de manera habitual. Y acababa de descubrir que los serbots eran unos excelentes dispositivos de espionaje. En ese momento pensó en la típica figura de la maruja cotilla. Para ese tipo de personas un serbot debía ser algo así como un regalo divino. Y por lo que había dicho Silvia por lo visto también el público masculino había encontrado su propio uso éticamente cuestionable de los serbots. Bueno, no es que él estuviera libre de culpa en eso último. Posiblemente si hubiese estado menos atento al escote de Silvia y más a lo que tenía a su alrededor no hubiera sido necesario que el sargento le enviara ese mensaje. Lo cuál, por supuesto, llevaba aparejada una pregunta ¿realmente sabía el sargento lo que estaba pasando? ¿O sólo había hecho suposiciones razonables y había acertado? 


En ese momento sonó otro aviso de mensaje. Pero esta vez era en el móvil de Silvia. Tras mirarlo esta se dirigió a él y le dijo: 

-- Hay cambio de planes. Me acaba de decir Nuyosh que acudamos a un auditorio cercano. Por lo visto hay un concierto de piano que le interesa y nos tenemos que reunir allí con él. 

-- ¿Qué vamos a un concierto de piano? ¿De música clásica quieres decir? – pregunté con voz mas temblorosa de lo que pretendía. 

-- Si, confirmó Silvia ¿Qué pasa? ¿No te gusta la música clásica? 

--Bueeeno – dije tomando tiempo para pensar la respuesta – no es que me disguste, pero no suelo oírla. Yo soy mas de guitarras, rock sinfónico, Yes, Emerson Lake and Palmer, también los Queen, o el heavy. Y, hombre, los músicos de rock sinfónico tienen normalmente formación de conservatorio, y a veces hacen versiones de obras clásicas, pero vamos, hasta ahí llego. Nunca he ido a un auditorio. 

Silvia, que me había estado mirando todo el rato como si le estuviera hablando de la vida íntima de los dinosaurios, me respondió que sus gustos musicales eran eclécticos, pero más modernos que los míos. Eso sí, por lo visto le gustaban los instrumentos acústicos y en la música que escuchaba por lo visto no era infrecuente oír violines, contrabajos, clavicémbalos, o algún otro. En cuanto al sargento creo recordar que una vez me dijo que había estudiado algunos años de piano, supongo que eso explicaría en parte lo del concierto. Pero, aún así. ¿Qué relación podía haber entre un concierto de piano y una conspiración contra la ocupación Kokusha? ¿Y como es que el sargento se avenía a visitar el barrio viejo, con lo antipático que le resultaba? En fin, si le hubieran dado diez céntimos por cada acto del sargento para el que no tenía explicación obvia a estas alturas ya seria millonario. Sólo quedaba acudir, y ver que pasaba.

El barrio viejo: I

Posted on octubre 29, 2010 Este relato, aunque de lectura independiente, está ubicado dentro del escenario general que se presentó en la serie de entregas posteadas bajo el título “guerras ajenas” y es la continuación del mismo. —————————————————————————————————–



Era un hecho, siempre que había que visitar el barrio viejo le tocaba a mi el viajecito. Los barrios viejos habían sido una de las escasas imposiciones de los koskusha a las sociedades humanas y su implantación había resultado una labor difícil de llevar a cabo. Sólo cuando los humanos vieron que los invasores alienígenas se mostraban inflexibles al respecto y que estaban dispuestos a eliminar los movimientos de resistencia con toda la contundencia que fuese necesaria transigieron con la medida. 

Actualmente, visto en retrospectiva, hay una creciente corriente de opinión, sobre todo en el mundillo académico, que considera que el cambio fue beneficioso. Más aun, creen que caso de no haberse llevado a cabo habría abocado a las sociedades humanas a un colapso estructural. Aún así el ciudadano de a pie sigue viendo la situación con un cierto disgusto y es uno de los argumentos que podrían usarse para incitar a la rebelión contra la dominación kokusha. Pero va a ser que no. El sargento no quiere ni oír hablar del asunto. Para él los barrios viejos son el mayor regalo de los kokusha a la civilización humana y le horrorizaría la idea de que volviera a instaurarse la sociedad pensionista que preponderaba en los antiguos países del primer mundo antes de la ocupación. Y como quiera que el sargento era muy hábil, al menos cuando quería, para convencer a los que le rodeaban nadie en el movimiento de resistencia mostraba mayor interés en abolir los barrios viejos. O, ya puestos, en visitarlos. 

Estaba llegando a la invisible frontera que separaba el barrio viejo del resto de la ciudad. Como en muchas otras urbes en Madrid el barrio viejo se había ubicado en las afueras. Dada la ingente cantidad de gente que debía ocuparlos la mayoría de los edificios del barrio viejo eran apartamentos construidos de manera apresurada. Ocasionalmente, según el crecimiento urbanístico absorbía poblaciones preexistentes los encargados de la planificación había optado por mantener los edificios preexistentes que pasaban a ser oasis de edificación tradicional entre un mar de monótonos bloques de viviendas nuevas. En la transición entre el grueso de la ciudad y el barrio viejo se alternaban los edificios antiguos con los de nueva factura. E igualmente se alternaba la población joven con la población mayor. Según uno se adentraba en el barrio viejo los edificios antiguos desaparecían, y la gente joven con ellos. 

Uno de los aspectos en los que era muy obvio que uno ya se había adentrado en el barrio viejo era el tráfico. En esa zona casi la totalidad de los conductores sobrepasaban los 70 años, y la velocidad a la que lo hacían resultaba insufriblemente lenta, al menos para alguien como él, relativamente joven. Por supuesto como en ese barrio todo el mundo conducía despacio los reflejos ralentizados de los ancianos no eran un impedimento a la hora de maniobrar un vehículo ya que todos los demás conductores se comportaban con la misma parsimonia. Por supuesto esa era una de las ideas esenciales de los barrios viejos. Al obligar a que toda a población que sobrepasaba una cierta edad a residir junta en unas zonas determinadas podían optimizarse las estructuras urbanísticas para adaptarse a sus limitaciones. Desde luego esas optimizaciones serían un handicap para otras personas de menor edad, pero nadie por debajo de la edad límite podía vivir en el barrio viejo de modo permanente. 

Resultaba sencillo orientarse en el barrio viejo. La disposición urbanística era muy regular, con grandes avenidas rectas cruzándose unas con otras de manera perpendicular. Por desgracia mi cita debía celebrarse en una de las poblaciones absorbidas, cuya disposición era mucho menos uniforme. Por ese motivo cuando creí que no debía andar muy lejos conecté el galileo del coche. Los dispositivos galileo oficialmente sólo estaban permitidos en usos militares. Yo ya no era militar, pero la organización no parecía tener muchos problemas en conseguir ese tipo de artilugios para ponerlos a disposición de sus miembros. El dispositivo entró en funcionamiento y rápidamente me marcó en el mapa una ruta relativamente simple de seguir. Confiaba que no hubiera algún desajuste serio entre los mapas, normalmente no muy actualizados, y el trazado real. No me preocupaba tanto tener un accidente y acabar cayendo a algún canal o acequia construido recientemente y que no figurase en la memoria del galileo como el simple hecho de perderme. La primera vez que había visitado el barrio viejo no me había preocupado de llevar un dispositivo de esos y me había perdido. Eso parecía un problema menor hasta que había empezado a preguntar a los viandantes para que me orientasen. Había descubierto que a la gente mayor no le había hecho ninguna gracia que el resto de la población hubiese capitulado tan fácilmente, según ellos, a las exigencias kokusha y que no dejaban pasar ocasión para vengarse sutilmente de los jóvenes que los habían abandonado y recluido en guetos. Había tardado casi una hora en llegar a mi destino, y sólo lo logré cuando me olvidé de preguntar y paré a consultar por mi cuenta Google maps en el tablet del vehículo. 

Por fortuna no hubo ningún problema con el dispositivo de navegación por satélite y llegué puntualmente a mi primera cita de hoy, Silvia. Silvia no era una residente del barrio viejo. Era una arquitecta recién entrada en lo que antes se solía denominar mediana edad. En la práctica a sus ¿treinta y muchos, cuarenta y pocos? seguía siendo una mujer despampanante, de estatura ligeramente por encima de la media. Ese día llevaba suelta su media melena de color castaño, casi claro. Estaba alojada en un lujoso hotel y me invitó a que tomáramos algo y charláramos un rato antes de reunirnos con el resto de la gente. Nos dirigimos al comedor del hotel. Eran as siete de la tarde, demasiado temprano para cenar, y no había apenas gente por lo que pudimos elegir el sitio que más nos apetecía. Al poco de sentarnos llegó un amable camarero a tomarnos nota. Dado que estábamos en el barrio viejo el camarero, como el resto de personal del hotel, era una persona que superaba la edad límite. En lo que antiguamente era España esa edad se había fijado en los 70 años y por su aspecto nuestro camarero no debí a rebasar en mucho esa edad. A mi me resultaba algo violento que una persona de su edad nos atendiese. Yo pertenecía a la cultura del pensionado y siempre había dado por hecho que alguien de esa edad debía ser un jubilado que cobrase una pensión. Cierto es que ya antes de la invasión Kokusha se habían producido intentos de elevar a edad de jubilación, pero siempre habían sido recibidos con grandes revueltas sociales y aunque algunos países habían conseguido llevar a cabo reformas ninguno había logrado llevarlas adecuadamente a la práctica. En realidad, hablando de modo estricto, los kousha no habían abolido totalmente el sistema de pensiones. Una persona que llegase a ser funcionalmente anciana cobraba una pensión. Y las pensiones por discapacidad seguían existiendo. EL gran cambio había sido, claro está, la implantación de los barrios viejos. Ahora cuando alguien llegaba a la edad tradicional de jubilación podía optar, si se veía capacitado, de seguir en su puesto habitual de trabajo, conviviendo con su gente de siempre y en su domicilio habitual. Si no se veía capaz, o era despedido y no encontraba empleo en la zona joven se le concedían un máximo de cinco años, en los que cobraba una prestación de desempleo, hasta encontrar un nuevo trabajo. Si no lo conseguía pasaba a estar en el limbo. El limbo era una figura legal por la cuál la gente mayor podía seguir habitando en la zona joven, mientras pudiera pagarlo. La casa que habitaba, incluso si era suya en propiedad hasta ese momento, pasaba a convertirse en una casa alquilada al estado. El estado también se quedaba con un porcentaje anual de los ahorros del limboista. Uno salía del limbo cuando ingresaba en el barrio viejo. Allí volvía a ser un trabajador normal, que cometía con otros trabajadores. Eso sí, todos mayores de 70 años. Claro, había algunos cambios, las jornadas laborales eran mas cortas, y su duración decrecía paulatinamente según se iban cumpliendo años. Y cuando se alcanzaba la senectud funcional se optaba por fin a la pensión. El sistema era viable económicamente para la sociedad, y los trabajos podían ser realizados sin grandes problemas. Un camarero como el que les servía lo pasaría mal en la zona joven, pero podía desempeñarse perfectamente en el barrio viejo dónde las exigencias eran mucho menores. 

-- Raúl, eh, Raúl, despierta – oyó que le decía Silvia. 
-- ¿Qué? Ah, no, no estaba dormido, estaba pensando lo raro que se me hacía que nos atendiera un camarero tan anciano – respondí tras un pequeño lapso, algo aturdido. Realmente ese día había madrugado y a esas horas estaba un poco adormilado. Silvia se había dirigido a mí por mi nuevo nombre, Raúl. Y el caso es que incluso tras haber pasado cinco mese como civil me resultaba extraño que no se dirigieran a mi por el habitual “Martínez” o si acaso “soldado Martínez”.

Stargate: Las series de TV

Posted on octubre 25, 2010 En estos momentos en que la producción de novelas de CF hard escasea bastante la TV viene al rescate, al menos en parte. El canal Nitro ha estado emitiendo desde su aparición la serie Stargate: atlantis los sábados y domingos al mediodía. Actualmente, cuando ya han emitido las dos primeras temporadas íntegras de esa franquicia y están avanzados en la tercera han empezado a compaginarla con otra franquicia de la serie, stargate:universe. Por si alguien no está al tanto recordar que stargate surgió con una película de Roland Emerich. El planteamiento es relativamente sencillo. Unos arqueólogos descubren en Egipto un semicírculo de unos cuantos metros de radio. Estudiando el mismo, y en particular las inscripciones que tiene, descubren que en realidad es un mecanismo tecnológico que permite el envío de objetos (animados e inanimados) a través de largas distancias (a nivel astronómico, osea, distancias interestelares e incluso intergalácticas) de un modo casi instantáneo. En términos de la física actual sería lllo que se conoce como agujero de gusano (podéis leer una intro mía al tema en: wormhooles (agujeros de gusano). En la película viajan a través de ese portal estelar y van a dar a un planeta en el que varios humanos viven al modo del antiguo Egipto, gobernados por un misterioso faraón. No muy sorprendentemente el faraón no es lo que parece y en realidad es un humano gobernado por un parásito extraterrestre de la especie goawlt (estoy transcribiendo el nombre tal como suena, no sé si es la grafía correcta). Tras la película hubo una serie que recogía la idea y experimentaba con ella. Realmente la idea de una humanidad diseminada por numerosos planetas y esclavizada por unos aliens tipo parásitos mentales era muy jugosa y se prestaba a muchos desarrollos. Ví algunos capítulos de esa serie original, pero no llegué a seguirla de manera continua. Por una parte el horario de la misma no era el mejor posible. Por otra tampoco alcanzó un gran nivel de excelencia, entretenida y punto. Sé que incluso hicieron alguna película más. Ví una de ellas y lo mismo, entretenida, pero sin alardes. El caso es que la franquicia “stargate atlantis” me ha sorprendido muy gratamente. En algún punto (que nunca he visto) de la serie anterior debió descubrirse que en realidad no fueron los goawlts quienes construyeron la red de stargates sino un pueblo, “los antiguos”, del cual, si no he interpretado mal, descienden los humanos. Pues bien, hay un stargate que conecta con el planeta base de esos antiguos. Ese planeta está en otra galaxia, pegasus. Como quiera que la energía requerida para abrir portales está en función de la distancia entre ellos la tierra sólo puede abrirlo una vez. Mandan a un grupo cuidadosamente elegido para la ocasión. EN el destino hay una ciudad sumergida, atlantis (de ahí el nombre de la franquicia) en un mar de un planeta extraterrestre en el cual apenas hay tierra firme. Desde el stargate de atlantis pueden viajar a otros planetas de la galaxia pegasus. En esos planetas hay diversas civilizaciones humanas, y los enemigos propios de la franquicia, los raids, de los cuales se van descubriendo diversos aspectos según transccurre la serie. A nivel científico la serie no está mal. Es televisión, así que logicamente no se profundiza demasiado. Con todo parece ser que los guionistas se han documentado bastante bien y en líneas generales todo lo que se dice es bastante correcto y creíble. El tono de la serie es en general desenfadado, con buenas dosis de acción y unos efectos especiales muy resultones, y en algunas ocasiones brillantes (parece increíble que se pueda disponer de esos efectos para una serie de TV). Como nota curiosa señalar que entre los actores está, a partir de la 2ª temporada Jason Momoa, que muy pronto saltará a un nivel superior de fama pues va a interpretar a Conan en la nueva película que se esta rodando sobre ese personaje. De “stargate universe” no puedo decir mucho. En Nitro llevan emitidos tres episodios. El planetamiento es que unos humanos que escapan de un planeta a punto de ser destruido por culpa del ataque de una raza alien enemiga de los humanos (asumo que se habría dado a conocer en la serie original) va a parar a una nave de los antiguos que lleva viajando por el espacio, a velocidad superlumínica, mas de 10.000 años. Obviamente está muy lejos, más lejos que la galaxia pegasus, y además bastante deteriorada. Por ahora se han visto las peripecias de los improvisados pasajeros por sobrevivir al mal estado de la nave, y las repercusiones psicológicas del hecho de que es muy dificil que puedan volver alguna vez a la tierra. Por ahora la trama se centra en los personajes de la nave. No parece que vayan a visitar mundos habitados por otras civilizaciones humanas. He visto muy poco la serie “lost”, pero lo suficiente para saber que en esa serie se alterna el momento “actual” con flasbacks de los personajes (posiblemente relacionados con el presente factual de ese momento). En “stargate universo” usan la misma estrategia narrativa. El tono de la serie es muy dramático(posiblemente en la peor versión del mismo), con mucha gente llorando a todas horas. Se intuye que va a haber reflexiones filosóficas y religiosas. El aspecto científico no he podido calibrarlo aún, aunque posiblemente buena parte del mismo este centrado en un personaje, un físico experto en tecnología antigua, y los tópicos sobre su poca adaptación social (en un tono dramático, nada que ver con, por ejemplo, big bang theory). La verdad es que dada mis preferencias “stargate universe” no me está entusiasmando. Le daré algunas oportunidades más, a ver por dónde se decanta, pero por ahora prefiero, de lejos, “stargate atlantis”.

Flashforward

Este verano pusieron la serie “flashforward” en cuatro. Posteriormente, hace un par de semanas, leí la novela de Rovert J. Sawyer que inspiraba la serie. Aviso desde ya que hay notables diferencias entre la serie y la novela. En la serie los protagonistas principales son un grupo de policías y sus familiares. Sólo posteriormente se incorporan a la misma físicos y científicos varios. Y, para seguir los clichés, hay misteriosas corporaciones de por medio. El libro, por contra, está totalmente centrado en los físicos responsables del asunto y apenas hay trama policial. La idea de partida en ambos casos es la misma. En un momento dado toda la humanidad pierde el conocimiento simultáneamente y su consciencia es transportada al futuro. El intervalo temporal del salto es mucho mayor en el libro que en la serie, lo cual lleva a poder desarrollar tramas deferentes. No obstante muchas de las cuestiones ontológicas que se plantean son casi las mismas. En particular, como cabría esperar, está el tema del libre albedrío. En ambos medios, novela y televisión, se opta por soluciones parecidas, tanto de acciones humanas como de interpretaciones físicas (mecánica cuántica, teoría de los muchos mundos, etc) . En cuanto al motivo del salto en sí en ambos hay un punto en común -un acelerador de partículas-. Pero hay diferencias en los detalles. En la serie no se desvelan todos los detalles, aunque se hace referencia a experimentos previos de misteriosas corporaciones. En el libro se opta por…no, no os lo voy decir, para no desvelar el argumento. Realmente debo decir que no es el que yo hubiera esperado. En la novela el acelerador es el LHC del CERN y está por medio el bosón de Higgs. Siendo en su fase primigenia el Higgs de carácter taquiónico creí que los tiros irían por ahí, pero no es el caso. Un aspecto curioso de la novela es que está escrita en el 2001 y los sucesos que narran acontecen en el 2009. Ambas fechas son ya pasado y no deja de resultar interesante ver los aciertos y desaciertos de Sawyer como “futurista”. Por ejemplo llama mucho la atención como no anticipa la irrupción de la fotografía y el vídeo digital y nos plantea una escena en la que los protagonistas ven imágenes grabadas en cintas analógicas, que en la novela siguen siendo el standard. El aspecto científico es decente tanto en la serie como en el libro. En general está mejor en el libro. Yo no adoptaría muchas de las propuestas de Sawyer si quisiera justificar los hechos que narra. Pero vamos, acepto que no son del todo irrazonables. Posiblemente Sawyer tire mas por la computación cuántica y yo más por la física de partículas. Por otro lado, según os datos biográficos que tengo de Sawyer, mis conocimientos de física son muy superiores a los suyos. Pero vamos, se documenta bien y es bastante coherente, no es cuestión de ponerle grandes pega. Es hard sin duda. La serie, tal vez sorprendentemente, plantea algunas hipótesis científicas interesantes. En algunos aspectos incluso es mas coherente que el libro. En definitiva. Tanto a serie como el libro son entretenidos y nos dan dos visiones similares, pero diferentes en algunos puntos claves, de una misma idea de base. Merece la pena pues darles una oportunidad a ambos. 3 Respuestas a Flashforward nlumbreras dijo: octubre 9, 2010 a las 8:14 pm (Editar) Interesante comentario, tengo ganas de leer este libro ahora, la serie me encantó, lástima que la cancelaron… Responder freelancescience dijo: octubre 25, 2010 a las 6:41 am (Editar) Perdona que no te resondiera en su momento, andaba bastante liado. ¿Has podido leer a el libro? Si es el caso ¿que tal? Responder nlumbreras dijo: octubre 25, 2010 a las 12:56 pm (Editar) no, todavía no lo leí porque estoy leyendo otra cosa, cuando lo termine, voy a leer este libro.

Supers (II)

Había estado viendo y leyendo todo lo que encontraba sobre el supertipo de la tele. A estas alturas ya le habían adjudicado un nombre de guerra: “estrella solitaria”. Por lo visto lo que a mi me había parecido un traje hortera, alternando colores blancos azules y rojos, distribuidos en grandes franjas perpendiculares, y una gran estrella en el pecho, situada sobre una de las franjas azules, eran una clara alusión a la bandera tejana. Y como texas era el estado de la estrella solitaria decidieron bautizar así al tipo volador. Otros, posiblemente con un deje de ironía, preferían llamarle el “supervaquero”, en referencia que las botas del uniforme asemejaban una versión de diseño de las típicas botas de un vaquero. Los flecos en la pechera del uniforme avalaban esa estética. Había incluso quien decía que en realidad el supertipo no era otro que Chuck Norris, que había decidido dejar de simular que era un artista marcial y comportarse acorde a la mitología que los chistes habían formado en torno a su persona. 

Por desgracia – y como cabía esperar – no todo era tan lúdico en torno a “estrella solitaria”. En los USA había estallado un debate sobre la legalidad o ilegalidad de los actos que todo el mundo había visto en la TV. Para empezar a las pocas horas de pasarse el reportaje los presuntos delincuentes habían recibido ofertas de todas las grandes firmas de abogados de los states para poder representarles legalmente, por supuesto de manera totalmente gratuita. Al final se llegó incluso al punto en que fueron los despachos de abogados los que ofrecieron dinero a los detenidos para que les permitiesen defenderles jurídicamente. Al final se llevaron el gato al agua los del bufete Baker & McKenzie de los cuales, como cualquier ignorante en temas legales, no había oído hablar en mi vida. Habían optado por una estrategia totalmente agresiva. No sólo reclamaban la puesta en libertad de sus defendidos sino que reclamaban la persecución legal del supervaquero acusándole de haber incumplido un buen número de leyes. Los juristas a ambos lados del atlántico coincidían en que si bien formalmente estaban en lo cierto la situación era lo bastante atípica como para solicitar que se creara una jurisprudencia específica tras un debate social. Los organismos oficiales no se pronunciaban claramente a un lado o hacia otro y e propio presidente Obama había tenido que comparecer en una conferencia dedicada exclusivamente al tema para explicar que se estaba creando un comité multidisciplinar dedicado a investigar el caso. 

A todo ello se había sumado un pequeño escándalo relacionado con la cadena de televisión. Por lo visto las escenas reales no eran tan espectaculares como les hubieran gustado a los jefes de la empresa y habían decidido añadir algunas escenas rodadas con actores para que todo quedara mas hollywoodiense. Las habían montado, con considerable habilidad, aprovechando los cambios de plano entre las cámaras de el helicóptero y las de los coches de policía. Por supuesto eso significaba que la emisión no era, como se afirmaba, en directo,. El engaño se había detectado rápidamente cuando un equipo de expertos había analizado el vídeo. En realidad era inevitable que la trampa se detectara y nadie se explicaba como habían sido tan torpes como para haberla intentado. En cualquier caso tampoco era un gran problema para la cadena, y, de hecho, le sirvió para tener un record de audiencia cuando emitió el vídeo sin las escenas añadidas. 

En definitiva, un cacao impresionante. Si por mi fuera iría a los USA, buscaría a ese supervaquero y cuando le encontrase – que le encontraría – mas le valdría tener una buena razón para actuar como lo había hecho o, para de verdad hacer honor a su alias, su próxima acción superheroica la iba a hacer en algún planeta deshabitado que diera vueltas a alguna estrella solitaria en el borde exterior de la galaxia. 
Por supuesto ahora no estaban las cosas para dejarme llevar por impulsos. Llevaba varias semanas planificando una “intervención” y aunque la aparición del supervaquero aconsejaba aplazarla hasta ver como iban desarrollándose los acontecimientos había otros factores que invitaban a lo contrario. Hacía un par de meses había empezado a detectarse en los locales nocturnos que regentaba una incidencia anormalmente alta de consumidores de droga ocasionales con “malas experiencias”. Algunos habían perecido de maneras particularmente desagradables. Dada mi posición en el mundo del ocio nocturno tenía contactos en muchos sitios, incluyendo la policía y los hospitales. Gracias a ellos me habían llegado los resultados de las autopsias de los cadáveres y los partes médicos de los afectados. No había un patrón inequívoco, pero si pistas interesantes. Como cabría esperar tenía también mis contactos al otro lado de la ley. Después de todo la gente de seguridad de mis locales tenían localizados a los camellos habituales. La mayoría eran delincuentes de poca monta, que solo traficaban para sufragar su adicción. Como casi todo el mundo en mi sector de negocio hacía la vista gorda mientras las cosas no se desmadraran y la droga no se vendiese en mis locales. Pero si la gente empezaba a morir por drogas excesivamente adulteradas no me iba a quedar con los brazos cruzados. Hablando con unos y otros había descubierto quien vendió mercancía a los fallecidos. Sabía que eso no levantaría grandes sospechas, ni molestaría demasiado a nadie. Después de todo era lo que cabría espera que hiciera para defender mi negocio, e, incluso, a algunos conocidos míos que todo el mundo sabía que “se ponían”. Es gente imaginó, acertadamente, que tal vez hiciese llegar lo que averiguase a la policía. Eso ya si podría llegar a ser molesto ara quien pudiera estar detrás, pero confiaba en que no fuera suficiente como para que intentasen “darme algún aviso”. Desde luego ya nadie esperaría de mí que hiciese nada más. Y así sería de ser quien aparentaba. Pero claro, no lo era. 

Seguir a los pequeños camellos usando mis “habilidades especiales” para no ser descubierto había sido sencillo, aunque tedioso. Había tenido que seguir a varios hasta detectar un proveedor común a todos ellos, y que no fuera uno de los habituales. Luego había tenido que vigilar a ese proveedor e investigar sus contactos. Me había resultado sencillo robarles una pequeña muestra de mercancía, coca, para hacerla analizar, pero no había servido de mucho. La sustancia que habían usado para cortar a coca tenía demasiados componentes como para averiguar algo si no se sabía lo que se buscaba. Y, por desgracia, los análisis de los pacientes afectados no daban pistas suficientes al respecto. Eso me había llevado a tener que dedicar muchas horas al seguimiento de la banda hasta dar con el laboratorio en el que realizaban la adulteración de la droga. Tenían el local, situado en un polígono industrial, muy bien vigilado, con gente protegiéndolo a todas horas. Para no levantar sospechas hacían que los componentes de a banda que vigilaban por la noche se hicieran pasar por vigilantes jurados. Más aún, según había podido averiguar incluso tenían en regla la titulación pertinente para ejercer como tales. Para colmo usaban perros adiestrados con lo cuál mi capacidad de camuflarme, que en nada desmerecía a los aliens de la película predator, no me había granjeado acceso libre a las instalaciones. Había tenido que buscar en mi repertorio de “capacidades inusuales” alguna combinación que me permitiera entrar sin riesgo a ser detectado por los malditos chuchos y no había sido sencillo. Por supuesto podría haber optado por una táctica activa y haberlos dejado inconscientes a unos y otros. Tenía mil modos de lograrlo sin que ni siquiera se dieran cuenta de quien o qué les había atacado, pero eso habría alertado a los que estaban detrás de la operación y no era esa mi intención. Al final la solución que había usado fue algo a medio camino entre actividad y pasividad. El almacén estaba en la zona del polígono mas apartada, rayando con los descamados que rodeaban todo el lugar. Como estábamos en verano y hacía bastante calor un incendio accidental no era algo totalmente fuera de lugar. Elegí iniciarlo a última hora del día y lo mantuve controlado hasta las once, hora en que ya casi no había actividad comercial en la zona. En ese momento activé un viento que alimentó las llamas y llevó el humo hacia a nave que albergaba el laboratorio. Antes de ello me había asegurado de acumular una cantidad suficiente de plásticos como para hacer que el humo fuese lo bastante maloliente como para anular completamente el olfato de los puñeteros chuchos. 
La maniobra de distracción había funcionado adecuadamente y había podido entrar en el laboratorio y localizar toda la información que necesitaba. Esa información apuntaba a que el centro de operaciones – el lugar dónde se elaboraba la sustancia tóxica con la que se cortaba la cocaína – estaba en un chalet del país vasco francés. Y ese era el siguiente punto de su investigación. 
Normalmente hubiese ido a su destino usando su capacidad para volar, usando su sistema “predator” de camuflaje para que nadie le detectase. Pero ahora, gracias al supervaquero, todo el mundo esta pendiente del cielo, buscando la silueta de un humano recortada contra el firmamento. Seguramente su camuflaje le protegiera de ser detectado a simple vista. Pero no estaba seguro de la capacidad de su sistema de ocultación para proveerle de radares que, previsiblemente, podrían estar especialmente optimizados par detectar a alguien como él. Al no estar seguro prefirió no arriesgarse y optar por viajar en avión. Por supuesto no bajo su identidad habitual. Entre os recursos a su disposición estaba lo que el argot superheroico se conocía por ser un metamorfo. Podía, dentro de algunos límites, adoptar la apariencia de cualquiera. Mejor aún, podía morfear también muy diversos materiales, siempre y cuando tuviera disponible el molde adecuado. Eso le permitía falsificar de manera perfecta cualquier documento. Ese era un recurso que había explotado desde la primera vez que fue consciente de su naturaleza especia. Había localizado en los hospitales pacientes en coma irreversible cuyas complexión física general no difiriese demasiado de la suya, pero cuyos rostros fuesen lo bastante diferentes como para que no hubiera confusión posible. Al llevar en coma tanto tiempo eran gente olvidada por sus amigos y las posibilidades de que algún conocido del mismo con quien se pudiera topar accidentalmente le reconociera cuando usurpaba su apariencia se reducía al mínimo. 

Y ahí estaba, en el aeropuerto, usando la apariencia de un tal Lopez Martín. El tal Lopez en cuestión había sufrido de alopecia desde los veinte años. Cuando a os 45, 7 años atrás, el accidente de coche le dejó en coma, estaba casi completamente calvo. Únicamente tenía algo de pelo en los laterales de la cabeza. Tenía una cara regordeta bastante anónima. A juego con ella tenía una incipiente barriga. Trabajaba de comercial para una empresa de electrodomésticos y muebles de oficina no muy conocida, pero con implantación en varios piases. Es por ese motivo que había elegido a Lopez. Nada más normal que un comercial para realizar un viaje. Por supuesto en clase turista. Además el mecanismo de actuación de sus habilidades metamorfas funcionaba mejor añadiendo que sustrayendo. Por ese motivo añadir una barriguita sobre su vientre plano y redondear su cara resultaba bastante sencillo. Bastaba tener material orgánico que sus poderes pudieran moldear como arcilla y superponerlos sobre sus propios rasgos de manera indetectable. El procedimiento era tan perfecto que incluso copiaba a la perfección las huellas dactilares. 
Y en esas estaba, viajando como Lopez en una línea de bajo coste rumbo a Burdeos, ataviado con un feo y viejo traje de colores apagados, leyendo, para disimular, un aburrido catálogo sobre campanas de extracción de humos. Todo por culpa del vaquero tejano con ganas de jugar a superhéroe. Y apostaría a que los problemas apenas estaban empezando.

Supers (I)


Me enteré del hecho viendo la televisión. Fue la noticia de apertura. Y no era para menos. Tenían un vídeo de un superheroe real en acción. Provenía, como no, de estados unidos. Una cadena de TV local estaba dando e típico programa en directo en el que mostraba como unos policías intentaban atrapar a un conductor a la fuga. En un cierto momento de la grabación apareció un tipo que se puso a perseguir al vehículo sospechoso...volando. Desde la cámara del helicóptero se pudo apreciar como el individuo, ataviado en un uniforme un tanto hortera (pero sin mallas, alabado sea quien corresponda, al menos iba sin mallas) igualaba su velocidad con la del coche y se posaba con precisión en el capó del mismo. Aparentemente los ocupantes del auto no se habían apercibido de lo que estaba pasando. Según informaba la locutora que daba la noticia, se sabía que algunos de los que iban dentro llevaban armas de fuego y, pese a ello, no intentaron disparar a su inesperado polizón del techo, al menos no inmediatamente. 

El supertipo no se quedó mucho tiempo inactivo. Fuera casual o premeditadamente se daba la circunstancia de que en ese momento los perseguidos circulaban por una calle no demasiado transitada. Eso favoreció que la maniobra para detener el coche no fuese peligrosa para terceros. Demostrando que no sólo podía volar sino que disponía de un cierto nivel de superfuerza clavó sus manos en el ángulo superior izquierdo del techo del vehículo – justo por encima del conductor-- y procedió arrancarlo con un brusco tirón. Enroscó rápidamente el trozo de techo arrancado y por el hueco que había abierto golpeó al conductor, que quedó inmediatamente inconsciente. Tras ello se deslizó al interior del habitáculo, agarró el volante con una mano y con la otra desplazó al recién abatido delincuente al asiento de atrás. Nada mas ocupar el asiento pisó a tope los frenos, con lo cuál el resto de ocupantes salieron despedidos hacia delante. Tras eso apagó el motor, y arrancó de cuajo el volante, asegurándose con ello de que el coche quedara inutilizado. 
Los pasajeros se recobraron del aturdimiento provocado por el brusco frenazo con relativa presteza y enseguida echaron mano de las armas. Entretanto los coche patrulla habían conseguido rodear el detenido vehículo y los cámaras de TV que iban en ellos enfocaron con claridad como el misterioso superhéroe no tardó nada en abatir al copiloto con un golpe de revés dado con el dorso de su mano derecha. Se giró para encararse con los del asiento trasero, pero no fue lo bastante raudo como para evitar que estos pudieran efectuar unos disparos con unas pistolas semiautomáticas. Afortunadamente para él, y por desgracia para los pistoleros, se vio que a la capacidad de vuelo y a la superfuerza se unía la capacidad e resistir un balazo. 

Y, ya para terminar, el tipo del uniforme estrafalario regaló a la audiencia con un nuevo poder. Levantó las palmas de las manos hacia los que le disparaban y de estas brotó un arco de luz zigzagueante que dejó sin sentido a sus atacantes tras provocarles unas sacudidas que sugerían una naturaleza eléctrica del fenómeno visual. Tras eso salió del coche, ignoró las indicaciones de los agentes de policía de que se entregara y se fue como había venido, volando. Posiblemente los agentes de la ley hubieran podido echarse encima de él para intentar detenerle, pero nadie llegó nunca a recriminarles —o al menos no públicamente-- que no intentaran hacerlo. 
Después de eso la presentadora informó de unas cuantas especulaciones, aclaró que darían mas datos según se fuesen conociendo y pasó a resumir el resto de noticias del día. Cambié de canal, intentado ver si en los otros informativos decían mas sobre el asunto. También encendí el ordenador e hice una búsqueda en google. La primera entrada que mostró la búsqueda era un vídeo en youtube dónde podía ver la escena de nuevo. Reproduje la grabación y observé que mostraba lo acontecido desde cámaras distintas a las que habían usado en el reportaje de TV. 

Vi varias repeticiones del vídeo, fijándome en los detalles. No para intentar elucidar si era real o un montaje pues estaba casi seguro de que era auténtico, sino para estudiar las habilidades sobrehumanas del individuo, y como las usaba. Para comparar adecuadamente sus acciones imaginé lo que habría hecho en el caso de tener que resolver esa situación con esos poderes. La verdad es que no me convenció nada la táctica empleada. Posiblemente hubiese sido mas astuto usar as descargas eléctricas para sobrecargar la circuitería del motor y hacer que se detuviese el coche por si sólo. Tras eso habría volcado el coche y hubiera dejado inconscientes a los ocupantes con una nueva descarga antes de que tuvieran opción de salir de debajo del vehículo. En todo caso eso era lo menos relevante. Disponía de otros poderes mas adecuados para esa situación, y, lo que era la verdadera clave del asunto, nunca, nunca, nunca, se me hubiese ocurrido mostrar en público ninguno de ellos. Que alguien se hubiera mostrado tan abiertamente en TV haciendo gala de ellos sólo significaba una cosa: problemas, y gordos.



Premio UPC de Ciencia-Ficción 2010

Posted on julio 6, 2010 Ya está casi encima la fecha límite de entrega de relatos para el premio UPC 2010. No he he visto que se le haya hecho mucha publicidad, desconozco los motivos. Es un premio otorgado por la universidad politécnica de cataluña. En ediciones anteriores se han publicado en ese premio algunos de los relatos de CF hard en español mas interesantes que he visto. De hecho es posible que sea el único premio en que se haya publicado hard. Actualmente la mayoría de premiso que veo convocados (guiándome por e foro correspondiente de el portal sédice) me dan la impresión de fomentar el tipo de relatos que por algún motivo se siguen llamando ciencia ficción (cuando desde luego no lo son) y fantasía. No me interesan demasiado (forma política de decir que no me interesan absolutamente nada) el tipo de relatos que parecen triunfar en esos premios así que ni me planteo participar. El UPC aparentemente mantiene su gusto por el hard así que intentaré, de una vez por todas, enviar algo. Aunque la verdad es que he andado muy apurado con otras tareas hasta mas tarde de lo que pensaba y ando un poco justo de tiempo. Pero bueno, se intentará. Os dejo aquí las bases, por si alguien que lea esto tiene algún relato que se pueda ajustar a los requerimientos y quiere probar suerte. Bases de la convocatoria (2010) 1. Pueden optar al Premio las narraciones inéditas que se puedan enmarcar dentro del género de la ciencia ficción. 2. Las obras presentadas, escritas en catalán, castellano, inglés o francés, deben ser enviadas por duplicado, mecanografiadas a doble espacio, y tendrán una extensión aproximada entre 70 y 115 hojas de 30 líneas de 70 caracteres (entre 150.000 y 240.000 caracteres). No se devolverán los originales recibidos. 3. El autor o autora debe firmar su narración con un lema o seudónimo y adjuntar un sobre cerrado que contenga los siguientes datos: Nombre completo, número de identificación personal (DNI o similar), dirección y teléfono o fax de contacto. En la parte exterior de este sobre se hará constar el título de la narración y el lema o seudónimo de la firma. Los miembros de la UPC señalarán también esta condición con la indicación: «Miembro UPC» en el exterior de dicho sobre. 4. Los originales deben dirigirse a: Consell Social de la UPC Edifici NEXUS Gran Capità, 2-4 08034 – Barcelona Tel. 93 401 63 43 – Fax: 93 401 77 66 consell.social@upc.edu En el sobre se debe indicar claramente: Premio UPC de Ciència-Ficció 2010 5. El plazo de presentación de los originales de la edición de 2010, acaba el 15 de julio de 2010. La decisión del jurado, que será inapelable, se hará pública antes de finalizar el año 2010. 6. De acuerdo con la opinión del jurado, se concederá un premio de 6.000 euros y, si el jurado lo cree oportuno, una mención especial de 1.500 euros. Opcionalmente, se podrá conceder también una mención de 1.500 euros a la mejor narración presentada por un miembro de la UPC. 7. El premio, que se concederá anualmente, podrá ser declarado desierto. 8. Los ganadores y ganadoras de los premios y menciones ceden los derechos de la primera edición en castellano y en catalán a la UPC y renuncian a cualquier otra remuneración económica procedente de dichas ediciones. 9. La novela ganadora será publicada por la UPC si hay acuerdo con alguna editorial. 10. La participación en el Premio UPC de Ciencia Ficción 2010, supone la aceptación de estas bases.