martes, 26 de junio de 2018

Africa Alien III


Trapecistas de la selva

 Siempre le había gustado el cine de terror. Aunque no era de esos que se conocía todas las películas de serie b que ni siquiera se habían estrenado en los cines. Así que se lo pasó bien escuchando las historias que le contaban los niños. Aunque a veces sufría un poco para entenderlos porque el francés no era su idioma nativo, y el que se hablaba en el congo era particularmente difícil de entender.

  El dilema es que por mucho que le gustara el terror nunca había creído nada de eso. Y no iba a empezar a hacerlo ahora. Hilvanando las diversas historias consiguió establecer una cronología  de los acontecimientos.

  Todo pareció surgir en la misma fecha en que se inició una nueva excavación. Al poco se empezaron a contar historias raras de gente que enfermaba sin motivo. Y algunos parecían sufrir extrañas ilusiones ópticas.

 Y algo debió ocurrir. Se habían creado un nuevo laboratorio, tomando piezas de cualquier otro sitio dónde sobraran. Algo hallaron, pero no había modo de averiguar qué. En todo caso pronto empezaron los problemas y el laboratorio se clausuró. Pero no sirvió de mucho.

 Estaba dándole otra vez mas vueltas a lo mismo cuando le interrumpieron. Acababan de llegar los trapecistas.

 Así los llamaban, aunque, claro, en la selva no había lugar para trapecistas. Se trataba de un grupo de biólogos. Investigaban la cúpula selvática usando para ello los más diversos ingenios. Entre ellos el más notable un dirigible.

 No estaban allí por casualidad. Trabajaban para su organización. Había hecho coincidir, con un margen prudencial, su presencia allí con la suya.

  Un encargado nativo anunció que uno de los de la expedición quería hablar con él. Por supuesto accedió a dejarlo entrar.

 Entró un individuo de mediana edad, con barba abundante, unos cuarenta y muchos, vestido con una ropa que parecía la típica del explorador del XIX.

 Se presentó sin mayor preámbulo, su nombre era Jackes Tatuí, belga, que afortunadamente hablaba un perfecto castellano.

 La conversación fue trompicada, había mucho de que hablar, muchos planes que hacer. Para empezar el tema de los crios.

 --¿Y dice usted (insistía en tratarme de usted aunque él era mayor) que debemos llevarnos con nosotros a un montón de niños?

 --Sí, es que no se me ocurre otro modo de alejarlos del poblado y evitar que les hagan la ablación.

  --Pero eso aquí es inevitable. Sí se vienen ahora tal vez eviten ser mutilados este año, pero al siguiente les tocará.

 --Ya, pero el año que viene yo no estaré aquí. Será responsabilidad de otros. No pretendo arreglar África. Sólo cumplir con la palabra que les di.

 --No es usted un idealista, a lo que veo.

 Lo pensó antes de responder. Dado que colaboraban en una especie de sociedad secreta se suponía que debían seguir algún ideal.

 --Bueno, mis ideales atañen a la forma de administrar la ciencia, no a las conductas sociales de cada país. Y en todo caso nunca me pronunciaré sobre la validez o no de ninguna conducta sin entender el entorno en que se aplica.

 No le interesaba que el tema siguiera por ahí. Así que consiguió distraerle preguntándole por el avance de su tarea. Cómo siempre funcionó. Pocos científicos se negaban a hablar de su trabajo con  un oyente intensado, que apreciara los detalles y no representara un posible competidor.

 Problemas y resultados

 Al final los niños partieron según lo acordado y se quedó sin informadores. Ya llevaba casi un mes y no había avanzado. Se le estaba terminando el tiempo. Su alumna a esas alturas era candidata a matrícula de honor en todas las asignaturas (si en Septiembre se concedieran matrículas de honor, vaya) y el curso de programación ya había terminado.

 Para colmo de males su habilidad especial no había regresado. Eso le preocupaba sobremanera. Nunca había estado tanto tiempo sin ella. Al menos le estaba sirviendo para intentar comprender mejor su naturaleza y como interactuaba con el resto de sus actividades.

 Había convencido a su alumna de que entrenara con él artes marciales. Así podía practicar y además la preparaba por si en el futuro decidía intentar captarla para la organización. La mayoría de las artes marciales que se enseñan normalmente provienen de oriente. Y es un tópico la extraña forma de enseñar tradicional en esos países.

 Pero menos conocido es el porque. Parte se debe a una cierta influencia de la filosofía Budista de aprender por la observación en vez de por la explicación. Pero lo más importante es que los “maestros” son muy celosos de su conocimiento. Enseñan lo suficiente para mantener intensados a los alumnos, y que les paguen, pero no lo bastante como para que puedan suplantarles.

 Por eso es más sencillo que vea la conveniencia de no ceder tan libremente el conocimiento científico, o más bien la tecnología que de él deriva, a una persona que ha estudiado artes marciales.

  Así que ahí estaban, entrenando de dos a tres horas diarias. La chica lo había cogido con entusiasmo. Y ahí empezó a percibir un aspecto de su “cerebro cuántico” del que no era consciente, quizás la primera prueba que avalara la hipótesis de que realmente era ese el origen de sus facultades, El tenía, o creía tener, unos reflejos extraordinarios. Eso le permitía ser un virtuoso de la lucha con arma blanca. Pero una vez apagado su poder se daba cuenta de que no eran reflejos. Era su cerebro calculando en tiempo real trayectorias que el resto de cerebros no podían. Sin esa ayuda extra seguía siendo muy bueno. Pero no era lo mismo.

 Estaba bien que avanzara algo en ese terreno, pero en su verdadera misión no había avances. Los ataques habían cesado. Y para colmo se había anunciado que un equipo de investigadores del gobierno alemán iban a hacer una supervisión de no se sabía muy bien el que. 

 Ya, rozando la desesperación, o mas bien el aburrimiento, optó por medios de investigación mas tradicionales. Ver quien había salido y quien había entrado en las fechas “delicadas” y que había hecho.

 Para ello había tenido que colarse en archivos privados. Nada demasiado difícil. La red local de ordenadores era una chapuza y no había verdaderos expertos en seguridad informática.

 Descubrió que justo después de la excavación que había originado los problemas, y un poco antes de que estos en sí empezaran  a manifestarse,  se habían producido la mayoría de los avances de la empresa. En concreto era cuando se habían hecho la mayoría  de las patentes en nanotecnología. Incluyendo aquella que él había robado para su organización. Y eso era muy inquietante. Si había alguna relación entre esas nanomáquinas y las historias de terror que se rumoreaban por el asentamiento convenía saberlo.

 Pero no todo eran inconvenientes. El hecho de que no hubiera más incidentes estaba haciendo que la gente del lugar empezara a irse de la lengua. Atacar el asunto de manera frontal aún no era bien visto. Pero había dado con un punto donde hincar el diente. A la gente le gusta cotillear sobre las personas. Había estudios serios que indicaban que incluso en las facultades universitarias el 80% de las conversaciones eran puro cotilleo.

Un buen lugar para buscar chismorreos era la peluquería. La peluquera del lugar además era hija de los geólogos que asesoraba a la empresa sobre dónde era buena idea hacer excavaciones. Era una chica bajita, de rasgos agradables y de carácter un poco  brusco, pero aún así simpática. Y parecía sentirse levemente atraída por él, lo cuál facilitaba que pudiera sonsacarla Eso sí, no llegaron a acostarse, dado su carácter eso hubiera sido como hacer una  película porno, en el sentido de que al día siguiente todo el lugar sabría las características de su vida sexual. Una lástima porque la chica no le disgustaba. Pero afortunadamente no era necesario tener sexo para obtener información.  Así que poco a poco fue tirando de ese hilo.


Y gracias a ella había dado con una persona que podía estar relacionada con sus problemas. Se trataba del investigador que había hecho la mayoría de las patentes.
 Para empezar era bastante conocido. Pero no por su labor investigadora. Un aspecto poco publicitado del turismo africano son las enfermedades tropicales (sólo se mencionan para decir que uno debe vacunarse). La mayoría de los exploradores del siglo XIX enfermaban de ellas, la mitad aproximadamente terminaban muriendo de alguna. El siglo XX y las vacunas habían mejorado la situación. Pero seguía habiendo muchos riesgos


 En concreto el tal Gerard Flanders había sido particularmente desafortunado (prefería no pensar mucho en su propio caso y que había ido allí sin protección  médica alguna). Gerard, aparte de ser un experto en física de la materia condensada era biólogo aficionado. Y había decidido hacer algo de investigación de campo para estudiar los primates de la zona, que para eso estaban cerca del parque natural  de Kahuzi-Biega. Consiguió convencer a unos cuantos nativos de una aldea cercana y montar un campamento. Su aventura duró una semana.

 Volvió de ella con un antebrazo más grueso que su muslo, resultado de las picaduras de los insectos. Pero eso no había sido lo que le había hecho dimitir, no. Lo que le había decidido a no pisar nunca mas la selva es despertar y ver cómo le estaba saliendo un gusano por la boca. Un gusano que, según le explicaron luego, habría ingerido en estado larvario con alguna fruta y una vez desarrollado había decidido salir. De lo cuál podía sentirse afortunado. Habría podido elegir quedarse a vivir en su hígado una temporada.

 El caso es que la anécdota le había hecho ser bastante conocido entre las cotillas habituales del lugar. Y en particular de cierta peluquera.  Así fue como descubrió que a raíz de sus descubrimientos, que le iba a convertir en millonario se había vuelto totalmente paranoico. Empezó a no dejar entrar a nadie en su laboratorio.

 Esto tampoco era muy extraño, en su opinión. Pero como fuese que la compañía le estaba presionando decidió dimitir, con lo cuál estaba renunciando a parte del pastel económico. Comprobando fechas vio que al poco de anunciar su dimisión, y consecuente partida, habían empezado las primeras “apariciones”. Pero no podía terminar de cerrar la conexión porque los archivos indicaban que había partido rumbo a su Holanda natal días antes del primer  incidente con heridos de por medio.

 Pero con ser interesante estos cotilleos no terminaban de llevarle a ningún lado. Lo había estado posponiendo, pero ya no le quedaba otro remedio. Iba a visitar la excavación de dónde parecía haber surgido todo.

El ataque

 Ya había hecho público el anuncio de la visita. Aparte había hablado con Jackes, el jefe de los trapecistas. Estarían por la zona por si fuera necesario su apoyo. Partirían dentro de dos días. Ese día había terminado pronto las clases de artes marciales y se disponía a darse una ducha. Sin embargo algo lo alertó. Un pequeño ruido en la ventana. Dado que vivía en el segundo piso de una mansión de estilo Victoriano colonial no debía haber ruidos a la altura de la ventana.

 Así que visto que no ocurría nada inmediatamente imagino que debía puesto que parecía que alguien le acechaba, incluso sin su habilidad especial sabía que era así, debía alentarle a que se descuidara. Decidió que echarse una siesta, o aparentar que lo hacía, era un buen modo.

 Eso sí, se cuidó bien de asegurarse de que el sable japonés estaba debajo de la almohada. Realmente no eran sus espadas favoritas. Prefería una espada medieval de dos filos, hecha de hierro colado, más resistente,  en vez de hierro forjado, como las japonesas. Desafortunadamente Hollywood había permitido que llevar como objeto “decorativo” una katana estuviera bien visto. Pero no pasaba lo mismo con las armas medievales. Claro que la cultura made in Hollywood no permitían diferenciar una katana ceremonial, como la mayoría de las que se ven en occidente, de un arma de guerra como la que el  llevaba.

 Quien quiera que le acechara se lo tomaba con calma. Habían pasado varias horas y estaba anocheciendo. Y empezaba a tener sueño. Como en duermevela se acordó de una anécdota de su niñez. Caminaba distraído cuando de repente, en la periferia de su ángulo visual observó un borrón de movimiento. Era un perro. Y saltaba hacia su garganta. Se apartó en el último momento. Al girarse para esquivar vio una chica con una correa. Obviamente la dueña del animal. Corrió  hacia ella con el chucho  detrás y cuando la alcanzo corrió a su alrededor hasta que la chavala pudo atar al perro.

 Al abrir los ojos no vio ninguna mujer. Y lo que se aproximaba no era exactamente un perro. Apenas tuvo tiempo de sacar el arma de debajo de la almohada y dar un tajo. Al fin y al cabo el era experto en eskrima filipina, no Iai-do Japonés. Pero bastó.

 El hombre lobo, pues esa descripción le cuadraba perfectamente, detuvo su acometida cuando un tajo profundo cruzó su torso. Se echó hacia atrás, como sorprendido de que alguien hubiera sido más veloz que él.

 Armado con el curvado sable  no se sentía muy inquieto, pese a la intimidante apariencia del bípedo ser que tenía enfrente. La alarma empezó a cundir cuando se fijo  que de la herida estaba dejando de manar sangre. Aún así no se veía en una situación insalvable. Las garras del ser eran ciertamente peligrosas y sus comillos parecían capaces de triturar un cráneo humano sin esfuerzo. Pero el acero que mediaba entre ambos ya había demostrado que podía dañar a la criatura.

 Pero ese día parecía que no iba a ganar para sorpresas. De repente notó que algo tiraba con fuerza del arma. Por su lenguaje corporal dedujo que el lobito era el responsable. Un hombre lobo telekinético. Eso ya era muy preocupante. Como no era ningún principiante no había soltado la espada al notar el fuerte tirón. Pero igualmente no podía evitar que la fuerza invisible que la agarraba la apartase de la recta entre él y el licántropo. Mal asunto.

En esas el animal atacó. Las artes marciales son de dudosa utilidad contra un depredador de un cierto tamaño. Puñetazos y patadas contra garras y dientes no es buena estrategia. Y además por lo común el bicho suele ser más ágil y fuerte que el humano.

 Pero sirven para sorprender. Y si se cuenta con algún factor que permita obtener ventaja de la sorpresa podrían marcar la diferencia entre vivir y morir. En este caso concreto una patada con la planta del pie a la rodilla del animal lo paró un instante. Y no sólo eso. Al hacerlo la fuerza que retenía la espada cesó. Que el animal lograra apartarse lo suficiente para que el tajo descendente no impactara con su cabeza y se limitara a  hacer un corte profundo en su costado izquierdo habla muy bien de su capacidad en la lucha. Y de su resistencia. Ese golpe debería haber atravesado las costillas y haberle cortado el pulmón. Aún así parecía que le había producido un daño razonable, por lo visto lo suficiente para hacerle optar por una retirada.

 En el frenesí de la lucha apenas se había dado cuenta. Pero el hombre lobo había dado unos aullidos bastante altos. Así que enseguida había gente corriendo hacia su habitación. Tuvo que abrirles antes de que tiraran la puerta abajo de la impaciencia.

 Al día siguiente había mil rumores sobre lo acontecido. Para empezar nadie había sobrevivido a los ataques así que se mezclaban inquietud ante la reanudación de estos y un halo de nueva esperanza al ver que fuera lo que fuese podía ser detenido.

 Era por ello que al principio intentaron convencerle de que pospusiera la visita a la excavación. Pero a lo visto la gente empezaba a atar cabos. Pro algún motivo los ataques habían cesado justo el día después de su llegada. Y tras la pausa el atacado era él. Precisamente cuando iba a ir a  la excavación. Así que después de todo le dejaron ir. Incluso le animaron. Había urdido una excusa para la visita. Pero tras lo acontecido nunca nadie le preguntó sobre sus motivos.


Africa Alien II


Sorpresas

  La entrevista para el trabajo había resultado de lo más interesante. Al parecer su labor en el Congo, para ser exactos en la república democrática del Congo, no iba a consistir únicamente en hacer de profesor.  Cómo le había comentado antes su patrón tenía intereses comerciales en dicho país  ¿Y que empresa relacionada con las telecomunicaciones no? La mayoría de los teléfonos móviles y muchos otros dispositivos de alta tecnología usaban un mineral, llamado coltan, abreviatura de columnita talantita. Más del 80%  de las reservas naturales de ese metal estaba en esa zona. Su precio excedía el del diamante

 No era algo que se divulgara todos los días. Pero cualquiera interesado podía averiguar que la causa de la guerra entre la república del Congo y Ruanda (y en parte Uganda) había estaba motivada por la presión de las compañías europeas, alemanas y holandesas sobre todo. Esas incursiones militares Ruandesas servían para permitir que se extrajera material de las reservas del Congo a través de la frontera de Ruanda. Y Ruanda exportaba ese mineral a los comercios occidentales sin pagar los elevados aranceles que exigía el gobierno Congoleño.

En definitiva, casi toda la región del este del congo, conocida como kivu estaba tomada por fuerzas militares extranjeras, y la población trabajaba para ellas en un régimen de casi esclavitud. En ese ambiente que surgieran problemas era normal. Aunque por lo visto lo que sucedía rebasaba las expectativas. Según le había comentado Armand  algo estaba asustando a los europeos ocupados de la explotación minera. Un susto lo bastante considerable cómo para que algunos decidieran dejar el  bien remunerado trabajo y abandonar el país. Y él debía averiguar cuál era la causa y si era posible eliminarla.,  La verdad es que le resultaba sospechoso que recurrieran a él para esa labor. Si Armand estuviera al tanto de su ocupación de “asesino de guante blanco” tal vez. Pero no era el  caso, o no debía serlo. Y se lo pregunto, claro, no haberlo hecho habría resultado sospechoso. Armand le explicó que no sabia muy bien a quien enviar. Un detective privado, o el personal de seguridad de su empresa habrían resultado sospechosos. Y además no sabían nada de ciencia y tecnología y si debían tratar con científicos asustados eso era un serio inconveniente. Y además necesitaba realmente un profesor para su hija y el resto del personal.  Vale, bien, pero ¿por qué él? ¿No había en su empresa ningún físico con conocimientos de informática? Armand respondió que sí, pero ninguno experto en artes marciales. Y en su opinión la práctica de artes marciales podría darle un aplomo extra para afrontar situaciones arriesgadas que pudieran presentarse. La verdad es que no terminaban de convencerle las razones que argumento Armand. Pero sí  había algo más  iba a tener que descubrirlo sobre la marcha.

 Una vez aceptado el trabajo restaba ocuparse de algunos asuntos prácticos. Realizar un viaje a África no es  solamente coger un avión. Para empezar eran necesarios visados. Y para conseguir esos visados había un requerimiento muy lógico y muy importante, vacunarse. El sistema inmunitario de un europeo carece de protección contra varias enfermedades tropicales y era necesario seguir un calendario de vacunas. Un calendario para el que no tenía tiempo. Aún así Armand y su empresa, quien sabe porqué métodos, podían conseguirle los papeles adecuados que certificaban que estaba correctamente protegido contra todos los microbios habidos y por haber. Legalmente no había problema, pero aceptar eso significaba arriesgar su salud.  Ahí tenía una pequeña carta secreta que jugar, pero siendo secreta no la reveló. Por el contrario argumentó, con éxito, que el riesgo extra requerí un dinero extra..


CONGO

El viaje había transcurrido sin incidencias. Algo totalmente anormal.

 Había tomado tres aviones. Cada uno peor que el otro. El primero de una línea internacional lo había dejado en Casablanca. No era el camino mejor, pero le apetecía conocer esa ciudad. Dada la urgencia apenas pudo hacer turismo un par de días.  Después había tomado un boeing bastante veterano hacia la capital del Congo, Kinshasa. Desde allí cogió una avioneta que tras innumerables escalas en diversos patatales a los que los lugareños afirmaban que eran pistas de aterrizaje, le habían llevado a su destino final. Este resultó ser un pequeño poblado donde junto a chabolas para los nativos había unas cuantas instalaciones bastante modernas y algunos edificios residenciales donde trabajaban los empelados de nanogulls. La mansión colonial dónde se alojaba la hija del jefe e encontraba un tanto aislada a una distancia de unos pocos kilómetros, rodeada de algunas construcciones extra. El trayecto entre el poblado y la mansión lo efectuó en un jeep de aspecto militar acompañado de dos empleados de nanogulls, una joven informática menuda y bastante guapa y un abogado que por lo visto realizaba tareas de coordinación del personal científico destacado en la zona.

 


 El  día siguiente lo dedico a visitar las instalaciones y familiarizase con ellas. También le fue presentado parte del personal, y por supuesto la famosa hija del jefe que reuntó llamarse Sara. Era una chica morena, de estatura media, llevaba el pelo, ligeramente rizado, en media melena.. Tenía una piel  clara y luminosa., cintura estrecha, constitución pasablemente atlética.  Era, para resumir, definitivamente  hermosa. Algo que cómo ocurre a menudo con las chicas guapas en ciertos ambientes llegaría a demostrase causa de diversos quebraderos de cabeza.

  El segundo día comenzaron con las clases particulares. La mayor parte no le presentaban dificultad..Pero descubrió que la mecánica de primer curso de Merian y Kraige, con sus cálculos de estructuras, estudio de engranajes, centros instantáneos de rotación y demás no tenía nada en común con la mecánica teórica de Lagrange y Hamilton. Por eso los dos primeros días de estancia habían sido un poco agobiantes mientras lo preparaba  Quizás por eso cuando sucedió el primer incidente no apreció correctamente la trascendencia de lo sucedido.

  Dado que estaban alejados de cualquier centro urbano cerca de la mansión había una granja. Y de ahí venía un todo-terreno haciendo sonar el claxon por el camino cubierto de grava que unía ambas instalaciones. Venían a buscar a los tres médicos y a los dos veterinarios que había destinados en la zona. Como ya había concluido mi labor de ese día y aún no había visitado la granja no me costó convencerles de que me llevaran en el otro vehículo que iba allí, un camión que aparte de los matasanos llevaba agentes de seguridad.

 Al llegar lo primero que se hizo fue atender a un nativo que según me dijeron se encargaba de comprobar que todo el ganado estaba en el establo cuando, por la noche, se lo encerraba para evitar que los depredadores nocturnos  saltaran la empalizada para darse un festín.

 Pero no había podido cumplir su labor. Esta vez parecía que había ganado algún felino la partida. Se podía adivinar por las marcas de garras que atravesaban en diagonal el pecho desnudo del pobre hombre. Y por la terrible mordedura que había desgarrado el cuello y parte del tronco.

 Dejó que los médicos hicieran su labor forense y acompañado por los veterinarios y dos guardias, que iban delante, fusil en ristre, y con miradas aprehensivas, se dirigió al establo de las vacas. Lo que vio allí fue una carnicería. Realmente extraño que un animal atacara tantas presas antes de alimentarse de ninguna. Pero el no era etólogo. Tal vez eso fuera lo normal. En todo caso no notó nada raro aparte de eso.

 Mas tarde tuvo que plantearse si su “habilidad especial” no debería haberle hecho reaccionar, independientemente del cansancio acumulado. Pero sobre eso no llegó a obtener repuesta inmediatamente. Tal vez si supiera más sobre el origen de la misma podría anticipar mejor que esperar de ella.

 Siguieron dos semanas sin incidentes. Y no había avanzado mucho.  Sólo pudo recoger rumores. Pero pocos, nadie confiaba en alguien de fuera ciertas cosas. Necesitaba ganarse la confianza de alguien que llevara tiempo por la zona para que le contara lo que necesitaba saber.

 Afortunadamente tenía algunos ases en la manga. Uno de ellos eran los niños, y sobre todo las niñas. Gracias a las prácticas de mutilación genital tan extendidas en el continente negro. Sabiendo que necesitaría confidentes había buscado sobre muchas cosas antes de ir al país.

 Las prácticas de ablación supuestamente provenían del antiguo Egipto. Tenía cierta lógica. Eran operaciones quirúrgicas de una cierta complicación. Y el país mas avanzado de la época antigua en ese campo era Egipto. Al no haber archivos históricos en África  era complicado de saber. La verdad es que las prácticas de ablación encajaban muy bien con la  moral puritana de la  época de la reina Victoria de Inglaterra. Tal vez los médicos de las colonias no encontraron mejor modo de someter a la “salvaje” población nativa a sus costumbres de represión sexual. De hecho en su propia nación habían impuesto la circuncisión masculina como medio para evitar que los adolescentes cayeran en la “malsana” práctica del onanismo.

Aunque más que eso lo que  le interesó fué leer que muchas veces esas prácticas eran realizadas “en serie”. Venía un curandero, que solía desplazarse entre varias tribus y realizaba la operación a todos los mozalbetes y mozalbetes de la zona. Ayudado por las matronas del poblado. Normalmente usaba un instrumento sin afilar y sin desinfectar. De hecho era común que usara el mismo con todos los niños.

 Eso también le intrigó sobremanera. Sabía que el SIDA estaba diezmando la población africana. Había leído un poco sobre propagación de enfermedades. Normalmente su avance se modelaba por un sistema de tres ecuaciones diferenciales de primer orden no lineal. No muy complejo. Se podían obtener muchos resultados analíticos. Y su solución numérica era trivial para cualquier ordenador capaz de ejecutar mathemática o matlab.

 Lo interesante es que la velocidad de transmisión (en una enfermedad en que no había recuperaciones)  se caracterizaba por un sólo parámetro,  Este indicaba el número de enfermos nuevos en la unidad de tiempo característica de la enfermedad. En el caso del VIH este sería un año. Y el valor del parámetro, indicado por la letra s, era 2.

 El caso es que antes de salir metió en el ordenador ese valor y las simulaciones no coincidían con la rápida expansión de la enfermedad. Para mejorar la fiabilidad debía usar algún modelo en que tuviera en cuenta la distribución espacial de la enfermedad en vez de uno que simplemente contabilizara el total de enfermos. Necsitaba un modelo con ecuaciones en derivadas parciales, o uno con autómatas celulares.

Desafortunadamente tuvo un virus, informático, en el portátil que se había llevado a la misión que le obligó a formatear. Y en ningún sitio de África de los que había estado logró  una copia de “mathemática” o “matlab” (o cualquier programa que no obligara a programarlo todo desde 0) o una conexión de Internet lo bastante rápida dónde bajarla pirateada.

 Confiaba en poder hacerlo al llegar a la explotación. Pero entre los problemas que tanto preocupaban a los europeos de la zona se hallaba el que la conexión a Internet no funcionara casi nunca. Y nadie se lo había  mencionado al salir, ¡increíble!

 Total, que su idea era que la transmisión sexual del SIDA, a partir de la cuál se había fijado el valor de parámetro s a 2, no explicaba la epidemia Africana. Se le ocurrió que las insalubres prácticas de la ablación y circuncisión podían ser el verdadero mecanismo por el que el VIH estaba arrasando el continente. También había leído que tal vez las cifras de SIDA en África estaban infladas debido a que los diagnósticos se hacían a la ligera y cualquier trastorno con síntomas mismamente raros era achacado a un sistema inmunitario consumido por el VIH, sin hacer ninguna prueba de anticuerpos ni similares.

 En todo caso le convenía creer en el papel de los curanderos en la expansión del SIDA. Así se mostraría más convincente con los niños del lugar. No le costó averiguar por su inquietud cuando iba a visitarlos el brujo del lugar. En realidad los acontecimientos extraños que se venían sucediendo habían precipitado esa visita. Y aprovechando esa inquietud, y alimentándola, había conseguido ganarse la confianza de algunos de los pequeños. Se había ofrecido a protegerlos a cambio de que le contaran chismes. Y había tenido éxito. Caso de haber fallado con los niños, siempre imprevisibles, hubiera intentado probar suerte con los padres, pero no hizo falta, los niños le contaron las habladurías locales.

  Lo que ocurría es que lo que le contaban no tenía mucho sentido. Sabía que estos niños no habían  tenido mucho acceso a la cultura occidental. Ni a sus mitos y leyendas. Por eso le extraño tanto que le hablaran de algo que respondía perfectamente a la figura del hombre lobo.
 

Africa Alien I


Una llamada de teléfono

 Cuando alguien le pregunta en que trabajaba su respuesta de un tiempo a esta parte solía ser  me dedico a la ciencia ficción”. Cuando la gente preguntaba detalles, casi siempre lo hacían,  era cuando puntualizaba “en concreto mi campo de acción es la gravedad cuántica”.  Y ahí ya divergían mucho las conversaciones. Pero si se daba la casualidad de que quien le interrogaba sabia algo de física era cuando se podía divertir un rato explicando que al fin y al cabo desde que a finales de los 70 Gerard t ´hoof había demostrado que las teorías gauge eran renormalizables (es decir, que predecían cantidades finitas observables experimentalmente) y que toda la física conocida, menos la gravedad, podía explicarse mediante estas teorías.  Casi todo lo que se había hecho en física de altas energías, básicamente diversos ataques al problema de cuantizar la gravedad, carecía de predicciones falsificables experimentalmente, y que por tanto era, en cierto modo, ciencia ficción.

  ¿Era cierta la afirmación? Tal vez sí, tal vez no, dependía de cómo se afrontara el tema. Ahora mismo, por ejemplo, estaba sentado en el asiento de su coche esperando a que una persona saliera del edificio donde trabajaba.  Le pagaban por esperar a esa persona, o para ser exactos esperar era un medio para obtener un fin concreto, asegurarse de que aquel a quien esperaba falleciera en breve por un “accidente”. Visto así no podía decirse que su ocupación fuese la gravedad cuántica. Pero claro, mientras esperaba estaba leyendo un artículo sobre estados semiclásicos en loop quantum gravity. El hecho de que viviera de esos “encargos” y otros similares, aunque menos truculentos, era porque le aportaban mucho dinero en poco tiempo y le dejaban libre para hacer lo que quisiese, lo cuál preferentemente era investigar en gravedad cuántica.

 Estaba ya un poco aburrido del artículo (Thomas Thieman siempre le resultaba excesivamente formal y cargante) así que no le molestó demasiado cuando su víctima salió por el portal y le impidió seguir leyendo. Ya llevaba varios días con esa rutina así que sabía cuales serían los siguientes movimientos que daría. Recogería el coche, un audi A-3, del garaje,  flirtearía un poco con la guardia de seguridad e iría a comer a un restaurante de comida rápida en las afueras del pueblo. Eso era algo bueno para su labor, después de todo si había estadísticamente una causa de muerte propia de un hombre de la edad de su víctima, unos cuarenta y pocos años esta era el accidente de tráfico.  Claro que en realidad no estaba seguro de que el deceso fuera a suceder de esa guisa. Su modus operandi era  ciertamente muy peculiar. Todo lo que tenía que hacer era seguir discretamente a un individuo al que había resuelto considerar un “objetivo”  y éste terminaba muriendo en algún tipo de accidente. ¿Cómo?  No lo sabia, pero ciertamente era algo que encajaba dentro del campo “ciencia ficción” al que decía dedicarse.

 En todo esto ya estaban a punto de entrar en el corto tramo de autopista que debían recorrer entre el edificio de oficinas dónde transcurría la jornada laboral de su presa y su restaurante favorito. Y justo en el momento en que tenia que estar pendiente de la siempre delicada incorporación sonó el móvil. Comprobó que se trataba del número especial, el que sólo tenia una gente muy seleccionada, y que era mejor coger. Le dio tiempo a salir del carril de aceleración antes de descolgar. No había mirado en la pantalla quien le llamaba pero por la voz enseguida le distinguió.

 -¿Alfonse? Sonó en el altavoz del coche
- Sí, -para ese número éra el nombre correcto con que debían referirse a él- ¿con quien hablo?, dijo por puro convencionalismo.
- Soy Armand, Armand dupré, de Nanogulls ¿me recuerda?

Ciertamente, nanogulls era una empresa líder en el sector de nanotecnologia, y el tal Armand era el principal accionista. Aparte de un aficionado al Japón Samurai y en particular a la esgrima Nipona. Hace unos meses habían disputado una pelea informal. Armand con una katana y una armadura completa. Él mismo usaba un Kali Filipino y no vestía ningún tipo de protección. Se habían conocido en un gimnasio dónde coincidieron ambos (él entrenando wing tsun y esrkima a nivel avanzado, y Armand kendo a nivel de principiante) y habían acordado, previo pago de una cantidad considerable, rememorar las peleas de el intento japonés de invasión a las  islas filipinas, cuna del esgrima (más conocido como kali). Además había aprovechado la situación para realizar una pequeña labor de espionaje industrial, que era otra de esas actividades lucrativas a las que se dedicaba para tener tiempo libre par la física, bueno, y las artes marciales, claro. La verdad es que si había ido a entrenar a ese gimnasio era precisamente cómo un medio para llegar a contactar con Armand sin levantar sospechas, pero eso era otra historia, claro. En todo caso desde el combate en el. que lógicamente perdió Armand, no se habían vuelto a poner en contacto ¿Qué querría?
-Ah, si, me acuerdo, ¿Qué se le ofrece? ¿No me guardará rencor por la derrota?
-No, no, tranquilo. Mire, le llamaba porque sé que aparte de las artes marciales es usted físico en informático ¿verdad?
-Bueno, sí, tengo una licenciatura en física, respecto a lo de informático ¿Quién no lo es hoy día en mayor o menor medida?  Mis conocimientos al respecto son en programación y …
-Bien, no sé si ahora estará trabajando en algo, en todo caso tengo una oferta que hacerle-dijo haciéndome dejar la frase a medias. Sin embargo siendo conocedor de lo bien que solía pagar no me importo dejarle hacer su propuesta ( y de paso se ahorraba dar mas detalles sobre si mismo) -Dígame, respondí.

-Mire, mi hija, que estudia ingeniería de minas, ha suspendido algunas asignaturas. Se trataría de que le diera clases particulares. Antes de que diga nada comentarle que esta de vacaciones y que las clases las tendría que dar dónde esta ella, que es nada más ni nada menos que el Congo…
-¿El Congo, en serio?, respondí con incredulidad genuina.
-Si, esta en una sede de nuestra empresa allí. Además debería impartir un curso de actualización en diversas áreas informáticas para el personal que tenemos allá. Obviamente se le pagará muy generosamente…

 Ya no hubo mucho más que añadir, solamente fijar una fecha para encontrarse y cerrar los detalles. Lo malo es que el asunto era un tanto urgente y aún tenía una tarea pendiente. Y no le gustaba dejar los encargos a medias. El problema es que la llamada le había dejado intranquilo, y sabía por experiencia que fuera cuál fuera el mecanismo que provocaba accidentes en sus víctimas funcionaba peor si no estaba tranquilo. Así que desistió de su persecución y volvió a su domicilio. Es noche viendo las noticias se entero de que una explosión en una caldera de gas había matado al ocupante de un Audi A-3 que pasaba en ese momento por las inmediaciones. Afortunadamente la deflagración se había producido cuando los ocupantes del centro ocupacional al que la caldera prestaba servicio se encontraba vacío y el ocupante del Audi había sido el único fallecido. La noticia le sorprendió pues hasta ahora los “trágicos sucesos”  siempre se habían producido estando él cerca del accidentado. La verdad se que no sabia si debía considerarse responsable o no, pero como quiera qué a él le pagaban por los objetivos cumplidos y no por los medos empleados cobraría en cualquier caso

martes, 10 de abril de 2018

Supers VI


Diario de viaje: La historia de los Dioses


Hola queridos seguidores del blog, los poquitos que quedáis según el magnífico servicio de estadísticas de la plataforma. Han pasado algunos meses desde la última entrada. Hay buenos motivos para ello. Al final conseguí la entrevista con estrellita, y fue jugosa, muy jugosa, mucho más de lo que pudiera haber imaginado yo, o cualquiera. De hecho el motivo por el que he tardado tanto tiempo en volver a publicar ha sido porque necesitaba asimilar lo que me reveló. Y no sólo asimilarlo sino intentar contrastarlo en la medida de lo posible. Debo decir desde ya que no tengo una demostración completa de lo que afirma estrellita, y creo que pasará mucho tiempo hasta que se pueda tener alguna, si es que alguna vez se consigue tenerla.
Pero vale ya de tanto prolegómeno y de crear intriga. Veréis en la primera entrega me refería a la “guerra de los dioses”. Como todos sabéis es el nombre popular con el que se conoce a las luchas entre las diversas facciones de superhéroes y sus seguidores humanos. Es un nombre coloquial que, según he estado investigando, surgió por primera vez en un guionista de comics de la línea del universo Marvel “live here” que se creó para narrar las historias de los verdaderos superhéroes.
Una de las cosas que siempre llamó la atención a la gente es el parecido de los superseres que poco a poco fueron apareciendo en el planeta con los que antes habían poblado las viñetas de esos comics. Mucha gente había reparado en ello, pero, más o menos, todo el mundo había terminado por aceptar que los superseres inconscientemente aceptaron roles similares a aquellos que habían leído, o visto en el cine, a lo largo de sus vidas. Pero no, si debemos dar crédito a lo que nos ha contado lonely star, es algo más complejo que eso, y con unas ramificaciones asombrosas en toda la historia humana. Por supuesto todos sabemos que estrellita tiene una serie de virtudes, pero que entre ellas no está el tener una inteligencia privilegiada, así que el origen último de esas afirmaciones no proviene de él sino de el ganador de esa guerra, el muy poderoso “señor de la luna roja”, del cuál sabemos con certeza que, aparte de un enorme poder, tiene una inteligencia sobrehumana.
Vale, sí, aún no he revelado el gran enigma, pero el párrafo anterior era necesario para ir situando el escenario, ahora voy con ello. La clave del parecido de muchos de los superhéroes reales con los imaginarios es qué, en realidad, son, en cierto modo, los mismos. Imagino que ahora algún lector pensará que estoy escribiendo esta entrada bajo el efecto de la ingesta de algún tipo de sustancia psicotrópica obtenida de las numerosas plantas de ese tipo que existen en la selva amazónica.
Bien, voy a intentar convencer a esos lectores de que ese no es el caso (aunque vaya, hacéis bien en plantearos esa pregunta, ya veréis por qué). Pero antes de eso voy a dejar caer la otra ramificación de este asunto que ya mencioné. Resulta que el mecanismo que ha permitido la existencia de estos superhéroes no es algo de ahora sino que ha existido desde el principio de la especie humana. Claro, en épocas antiguas a estos superhéroes no se les llamaba así, se les llamaba dioses. Sí, tal como suena, los dioses eran reales, pero, lo aclaro ya mismo, no eran como los superhéroes actuales, en tiempos antiguos la cosa era más sutil.
No voy a dar ahora todas las explicaciones, estas las podréis consultar en su momento en un artículo técnico que dejaremos en el servidor de preprints del arxiv, ya sabéis el sitio web dónde muchos científicos dejan versiones preliminares de sus publicaciones antes de mandarlas a las revistas.
Aquí voy a intentar ser lo mas divulgativo posible. Como ya dije en su momento yo soy ecólogo, especializado en ecología matemática. Pero antes de especializarme estudié una licenciatura en biología. Aunque en la carrera es un tema que no se trata más que de pasada supongo que algunos habréis oído hablar de las teorías de Chaitin de la “evolución cuántica”. O, sinó, tal vez, habréis leído en algún sitio algo sobre la existencia de órganos animales cuyo funcionamiento se basa en el principio de superposición –o entrelazamiento- cuántico.
Si ponéis el término “biología cuántica” os aparecerán miles de resultados (y si lo ponéis en inglés muchos miles ya). Algunas de esas entradas hacen referencia a la idea del “cerebro cuántico”. Posiblemente muchas de ellas se refieran a las teorías del físico británico Roger Penrose que en la década de los 90 propuso la hipótesis de que el cerebro, en concreto la zona de los microtúbulos, actuaba como “observador cuántico”, colapsando la función de onda. No me voy a alargar explicando esa teoría porque cuando se la sometió a pruebas demostró ser falsa. Penrose intentó rehacerla y la elaboró más en otro libro “las sombras de la mente”.
Yo he leído el primero, “la nueva mente del emperador”, pero no el segundo. En todo caso, ya digo, da igual. Lo importante es que la idea de un cerebro en el que pudieran ser relevantes los procesos de entrelazamiento cuántico cuajó y se ha considerado desde varios puntos de vista distintos. Posiblemente ni siquiera fuese Penrose el primero en considerar la idea, pero sí el que más la popularizó. En todo caso mas adelante, como dije antes, se comprobó que hay fenómenos biológicos en que los aspectos cuánticos juegan un papel importante. Eso llevó a Chaitlin a sugerir que los animales que se pudieran aprovechar de procesos en los que el entrelazamiento cuántico jugara un papel podrían evolucionar mas deprisa que otros en algunas circunstancias y que, por tanto, existía una evolución cuántica. Debo decir que ese tipo de teorías aún no forman parte de la corriente principal de la biología, pero sí que hay quienes se dedican a ellas y tienen una cierta aceptación.
Vale, tengo mucha tendencia a enrollarme, lo sé. ¿Qué tiene que ver la evolución cuántica y el cerebro cuántico con los superhéroes y los dioses de la antigüedad?. Según estrellita, que, recordemos, es portavoz en esto de una criatura que se parece mucho más a un Dios que a un ser humano o a un superhéroe, mucho. La idea es simple. Por lo visto los homo sapiens desarrollaron una zona de su cerebro que podía entrar en entrelazamiento cuántico. Más aún, esa zona podía conectarse con las zonas análogas de otros homo sapiens. Esas zonas se iban coordinando poco a poco entre sí hasta crear estructuras cuánticas de superposición estables.
Para que esto pudiera ser así era necesario crear unas estructuras homogeneizadas en cada uno de los individuos. Al principio esas metaestructuras eran poco elaboradas, pero según las culturas de los humanos fueron haciéndose más complejas, y el número de humanos mayor, lo mismo sucedía con esas metaestructuras de entrelazamiento cuántico.
Llegó un momento en la historia de la humanidad en que había un número suficiente de individuos que compartían una cultura común que esas estructuras cuánticas difusas fueron lo bastante complejas y estables para tomar consciencia de si mismas. Estas estructuras heredaban los rasgos culturales del entorno en el cuál eran creadas, y siendo una mezcla de las características comunes de todos los individuos, esas criaturas extrañas, que sólo interaccionaban con el mundo material “clásico” a través de los humanos que los crearon, se identificaron así mismos con los dioses de esas culturas.
De hecho fue un fenómeno retroalimentado. Una vez se identificaron a si mismos como dioses empezaron a actuar sobre los individuos, influyendo sobre el área del cerebro en el que se originaba el entrelazamiento, y extendiéndolo poco a poco al resto del cerebro. De ese modo se hicieron mas fuertes. Cuanto mas fuertes eran más crecía su influencia. Sus manifestaciones eran principalmente imágenes y sonidos en las mentes de los individuos.
En ese sentido son muy difíciles de distinguir de las alucinaciones que, según investigaciones diversas, están asociadas a diferentes trastornos del cerebro. En cierto modo son el mismo mecanismo, con la diferencia de qué, en el caso de alucinaciones al azar, éstas están inducidas por plantas, lesiones o enfermedades. En el caso de los dioses eran ellos mismos los que, de algún modo, forzaban la actividad en esas áreas del cerebro.
Y, sí, por supuesto, si algún tipo de plantas facilita la creación de alucinaciones, éso, a su vez, facilita la labor de los dioses y, por tanto, habría una gran sinergia entre ambos. De hecho yo me pregunté si no podrían ser las plantas psicotrópicas las que posibilitaron la creación de esas zonas de interferencia cuántica. Le planteé la cuestión a estrellita, pero no me supo responder con certeza. Le pareció una idea razonable, pero, según lo que le habían contado a él, era posible que esas estructuras cerebrales no aparecieran de modo casual sino que fueran resultado de una intervención de una raza alienígena en el desarrollo de la especie humana.
Bueno, supongo que todo ésto os resultará asombroso. A mí, desde luego, me resultó increíble cuando lo escuché por primera vez. Desde entonces me he puesto en contacto con algunos colegas de diversas áreas, que están ahora fuera de la zona de exclusión, y éstos han hecho varios trabajos. Las pruebas son todavía, como dije antes, muy indirectas, pero, como dirían los gallegos de las meigas, “haberlas haylas”. Hum, vaya, ahora que lo escribo en este contexto creo que la frase toma otro significado un poco más tenebroso. Realmente si todo esto llega a demostrase a algún día creo que deberíamos replantearnos la visión de la historia humana ¿no creéis?.
Bien, ya voy a terminar esta entrada. Recordaréis que dije que los superhéroes no son exactamente igual que los antiguos dioses. Cómo ya he contado, estos dioses no eran mucho más que unas entidades etéreas ,con poco contacto e influencia con el mundo material “clásico”. Y qué la mayor parte de sus acciones se operaban a través de los conocimientos de los humanos, que eran su soporte.
Estos dioses, de hecho, nacían y morían con las civilizaciones que los adoraban, y no poseían mucho mas conocimiento del mundo físico que estas civilizaciones. Ahora bien, en estos momentos estamos en la era de la ciencia, y sabemos mucho más que nunca del mundo material. En la actualidad la mayoría de las religiones han evolucionado hacia dioses abstractos. Sí estos dioses abstractos están materializados en estructuras de entrelazamiento cuántico hasta dónde sabemos se mantienen al margen de los humanos.
Pero hay otros “dioses” del imaginario colectivo, los superhéroes. Estos son más concretos, más físicos. Cierto que nadie creía realmente en los superhéroes antes de que estos aparecieran, bueno, posiblemente. Pero si estaban de algún modo presentes en el imaginario colectivo, lo bastante como para materializarse en entidades cuánticas. El hecho diferencial, respecto a los antiguos dioses, es que estas entidades tienen acceso a la ciencia moderna. Aparentemente, de algún modo, han sabido usar esta ciencia, sospecho que mejorándola ya que disponían de más capacidad de proceso intelectual. Y, creo, de algún modo, debieron decidir corporeizarse.
Eso sí, está claro que, sí éste realmente es el modo en que han surgido los supers, está claro que sus avatares en el mundo físico no recuerdan gran cosa de esa ciencia que les permite plasmar los superpoderes y que los supers, intelectualmente, están hechos sobre la base de los humanos normales que eran los supers antes de adquirir los poderes.
Por otro lado es, en cierto modo, normal que así sea. Después de todo en el imaginario colectivo los superhéroes son, normalmente, humanos corrientes que adquieren superpoderes en un momento dado. Ahora ya no quedan apenas superhéroes, la mayoría perecieron en “la guerra de los dioses”. La pregunta que trivialmente surge es si, junto a los avatares, murieron sus orígenes cuánticos, o si estos están ahí, en su mundo etéreo, esperando a materializarse de nuevo. Y, por supuesto ¿Cómo es que el señor de la luna roja descubrió esto y el resto de supers no? ¿Y que relación hay entre los supers y lo que está pasando en las zonas de exclusión humana?




Supers V


Año 30 después de la era de la luna roja.
Diario de viaje, entrada I

Inicio este blog para narrar nuestra aventura en una de las zonas excluidas a los humanos, la amazonia.

Mi nombre es Roberto Arias, y soy biólogo, doctorado en la facultad complutense de Madrid con una tesis sobre ecología matemática. Estoy a cargo de una expedición financiada por el CSIC español. Nos ha costado lo que no está escrito conseguir uno de los poquísimos pases que “todos sabéis quien” concede a los científicos para que estudiemos la evolución de la naturaleza en las zonas vetadas.

Debo admitir que más que el currículo académico que hayamos podido aportar lo que nos ha permitido el acceso es contar para nuestra expedición con el apoyo de el antiguo superhéroe “estrella solitaria”, único superviviente del equipo de superseres conocido como “the confederates”. Como bien sabréis la mayoría tras el final del estado de Texas en un ataque nuclear y la casi destrucción de los estados unidos en la conocida como “guerra de los dioses” y sus consecuencias sísmicas (rotura de la falla de San Andrés y explosión, afortunadamente moderada, de la caldera de Yellowstone) Mr lonely Star fijó su residencia en España.

Ahí entabló amistad con uno de los miembros de nuestra expedición. Y fue gracias a su mediación, interpelando al dios espacial ganador de dicha guerra que conseguimos el pase a la zona que ha creado para que la vida de la tierra tenga zonas en las que pueda seguir su curso al margen de las sociedades humanas. Hoy se me hace tarde, pero mr estrellita me ha prometido que para la próxima entrada me permitirá que le haga una entrevista dónde contará algunas de sus experiencias con el “señor de la luna roja”.

Diario de viaje, entrada II

Llevo bastante tiempo sin actualizar el blog He visto que muchos me habéis escrito comentarios haciendo todo tipo de preguntas. Lo agradezco infinitamente, pero me temo que por ahora no voy a poder contestarlas. Como habréis visto quienes me hayáis escrito los comentarios quedan aguardando moderación, y así seguirán un tiempo. Eso sí, os prometo que las leo y que en algún momento del futuro responderé algunas.


Pero por ahora voy a contaros lo que ha pasado en estas semanas, que ha sido mucho y no precisamente bueno. Veréis, como es de sobra conocido estas zonas de exclusión están hechas para que los humanos no perturbemos sistemas naturales. La teoría es bonita, pero desafortunadamente falsa. Hemos descubierto que en estas zonas se están realizando experimentos evolutivos. Hemos descubierto que alguien, o tal vez algo, está resucitando algunas especies extinguidas.
Uno de los encuentros mas espectaculares que tuvo la expedición fue con una enorme serpiente a la que vimos atacando, y devorando, a un enorme mamífero de una especie desconocida. Al principio creímos que era una anaconda que hubiese crecido mucho más allá de cualquier cosa de la que hubiese registro. Sin embargo, aprovechando la somnolencia que le provocó la digestión de animal que se había zampado nuestro ínclito superhéroe se acercó lo bastante como para grabar una película desde cerca.
Al examinarla pudimos comprobar que no era una anaconda sino un ejemplar de titanoboa. Os recuerdo que la titanoboa se descubrió pocos años antes de la guerra de los dioses y que era una especie de serpiente que podía alcanzar de 13 ó 14 metros de longitud y superar la tonelada de peso. Es un animal que se suponía extinguido desde hace 60 millones de años, es decir, no mucho mas tarde que los dinosaurios. Quien quiera que haya podido resucitar semejante animal a partir de muestras de paleo-ADN tiene una bio-tecnología que asusta. O tal vez no sea una titanoboa sino algo similar (aunque claramente no es una anaconda). La solución sería hacer un análisis genético, pero para ello habría que tomar muestras y nadie se ha ofrecido voluntario par la tarea, ni siquiera nuestro bienamado superprotector.
Pero no sólo hemos visto animales extintos, hemos descubierto algo mucho más alarmante. De momento sólo es una hipótesis, y estamos reuniendo pruebas que la apoyen. Pero a estás alturas pocos miembros de la expedición dudan de ella. Lo que hemos observado es que parece haber dos fuerzas que están tirando de la evolución de las especies en dos direcciones diferentes y enfrentadas.
Hay una especie de guerra a nivel del ecosistema amazónico. Un bando consiste en los animales normales del entorno, apoyados por algunas bestias especialmente poderosas físicamente, sacadas de diversas épocas del pasado remoto. Parece que están guiadas, en cierto modo, por algunas otras especies dónde, claramente, se ha manipulado su evolución natural hacia una mayor encefalización.
El otro bando es algo mucho mas tenebroso. Parece que algún tipo de fuerza está creando animales de pesadilla cuya única función es destruir el resto del ecosistema. Ese segundo bando es parasitario del primero y caso de poder aniquilarlo se volvería insostenible y terminaría autodestruyéndose.
Os prometo que en la próxima entrada daré algunos ejemplos de el tipo de seres de los que estamos hablando. Y no creáis que me he olvidado de la entrevista con estrellita. Lo que sucede es que aún estoy decidiendo si creer o no lo que afirma.
Veréis, según él, el señor de la luna roja, aparte de las muestras de poder que todos hemos visto, hizo, sólo para un reducido grupo de gente, una demostración final. Según estrellita levantó del suelo una montaña de unos dos kilómetros de altura y empezó a comprimirla. Según estrellita la comprimió hasta el punto de hacerla superar su radio de Schwarschild y convertirla en un miniagujero negro de millones de toneladas de peso. Y, tras esa inimaginable hazaña, jugó con el objeto recién creado de diversos modos, conectando y desconectando su radiación Hawkigs, por ejemplo.
Yo no soy físico, pero en la expedición tenemos alguno y se pasan los ratos libres preguntando a estrellita por los detalles, intentando averiguar si hay alguna pista de como se supone que pudo hacerse algo así. Yo les dejo que se entretengan, pero no doy demasiado crédito a la historia. Eso sí, mientras piensan en eso olvidan los peligros que continuamente genera la naturaleza endemoniada en la que nos movemos ¡Suerte que tienen ellos!


Supers IV


Tras subir a la habitación del motel, acomodarme y descansar unas horas, con su sueñecito incluido, me preparé para el siguiente paso de mi plan. La idea era azuzar un poco a los repartidores locales de droga a ver si revolviendo el río pescaba algo.


Cerré por dentro la puerta del motel y salí volando por la ventana, con el modo de invisibilidad activado. Antes de alejarme usé mis habilidades de telekinesis para dejar la ventana convenientemente cerrada por dentro. El objetivo era dar la impresión de que López Martín había pasado la noche en la habitación, durmiendo plácidamente. Volé hacia la terraza de un edificio cercano, el más alto de los alrededores. Dejé la bolsa con el equipo en el suelo y conecté el GPS del móvil. Mientras esperaba a que localizara la posición dediqué un momento a mirar desde el borde de la cornisa para disfrutar del espectáculo de la iluminación nocturna de la ciudad. Marsella no era una ciudad especialmente turística, pero aún así era una vista agradable.

El hostal estaba en la zona centro y se veía actividad en las calles de abajo. Seguramente la mayoría eran turistas y gente de paso pues los marselleses, como el resto de europeos, no eran gente tan nocturna como los españoles. Para atender los deseos legales, y en especial los no tan legales, de esos turistas habría una industria del ocio y una delincuencia organizada local.

Había consultado por Internet cuales eran los sitios dónde era más probable hallar indicios de actividades ilícitas. No había sido sencillo ya que mi conocimiento del francés no era tan bueno como me hubiese gustado. Aún así localicé la zona de prostitutas con la idea de que dónde hay prostitutas hay mafias que las controlan, y que esas mafias estarían involucradas en el tráfico de drogas. Realmente no tenía claro si esa vinculación sería como la solían pintar, pero por algún sitio debía empezar.

Tras que el GPS me indicara dónde estaba y me trazara la ruta hacía el destino que le había indicado cogí la bolsa del equipo y volé despacio hacía allí. Mientras volaba pensé un poco en la naturaleza de mis poderes. En los cómics estos suelen adquirirse mediante algún extraño experimento científico, o por nacimiento, si uno es un mutante.

En mi caso no había sucedido de ese modo en absoluto. La primera vez que tomé conciencia de ellos fue en un accidente de coche. Estaba conduciendo por una carretera en obras, de noche, con niebla. El trazado de la carretera seguía el curso de un rió. El asfalto estaba resbaladizo y en un momento dado perdí el control del coche, me salí de la carretera en una zona dónde por algún motivo no había guarda-miedos lateral y tras golpear de refilón una carretilla del equipo de obras me precipité en las frías aguas del río en las cuales el coche se hundió rápidamente.

En el golpe se había roto una ventanilla y el agua inundaba el interior del coche con rapidez. Tras deshacerme del cinturón de seguridad intenté abrir la puerta pero por algún motivo la cerradura estaba atascada. Recuerdo que no me puse demasiado nervioso y me planteé salir por la ventanilla rota. Me lo pensé mejor y abrí la ventanilla de mi lado, para salir por ella; de ese modo evitaría el riego de cortarme con los cristales. Conseguí hacerlo y pude salir sin grandes problemas. Por supuesto el mayor inconveniente era el frío. A esa temperatura el riego de entrar en hipotermia si no conseguía salir rápido del agua era enorme. Nadé hacia arriba con todas mis fuerzas. No sabía a que profanidad podría estar, pero no me constaba que ese rió fuese demasiado profundo.

Posiblemente todo hubiera ido bien de no ser por el hielo. En la zona dónde había caído la superficie del agua no estaba congelada, pero aparentemente la corriente había arrastrado el coche hasta una zona dónde si había hielo en la superficie. Note su presencia al chocar contra él ya que la visibilidad de noche en el agua no permitía distinguirlo. En la conmoción del impacto me faltó poco para abrir la boca y tragar agua, pero no lo hice. En todo caso me asusté bastante ya que me quedaba poco aire en los pulmones y empezaba a notar el efecto del frío.

Conseguí calmarme lo bastante para darme cuenta de que lo mejor era ir corriente arriba ya que allí era dónde debía estar la zona sin hielo dónde había caído el coche. Cerca de la superficie de hielo no se notaba el movimiento del agua y no podía distinguir cuál era la dirección de la corriente. Recordando lo que sabía de dinámica de fluidos pensé que tal vez eso se debiera al hecho de que las corrientes de agua siempre están inmóviles en la vecindad de una superficie sólida así que me sumergí un poco. Pude notar que en efecto se distinguía la dirección de la corriente y nadé contra ella. Cuando fui consciente de que no podría contener mucho mas la respiración ascendí a ver si había llegado a la zona libre de hielo, pero no hubo suerte.

Siendo consciente de que no podría descender de nuevo para avanzar un poco más probé a ver si había suerte y el hielo era lo bastante frágil en esa zona para poder romperlo. Decidí que lo mejor era intentar romperlo de una patada. La pierna golea con tres veces la fuerza del puño, y además el zapato es mas duro que el puño. Me coloqué para dar la mejor patada posible y golpeé con todas mis fuerzas, pero nada. Peor aún, el retroceso de la patada me había hundido un poco hacia el fondo y cuando subí de nuevo no estaba seguro de si golpeaba en la misma zona que antes o no. Sea como sea repetí la patada. Y luego otra, y otra, y otra más. Perdí la cuenta de cuantas patadas había dado cuando me dí cuenta de un hecho asombroso ¡estaba respirando en el agua!

En algún momento, durante mi frenético en infructuoso patear a la capa de hielo abierto la boca e inhalado agua. En vez de ahogarme, como debiera haber pasado, de algún modo mis pulmones conseguían extraer oxígeno del agua helada. Y esa era otra, claro, notaba la gelidez del agua en mi piel y en mis pulmones pero no me estaba congelando. Dejé de lado mi asombro y usé esos inesperados dones para seguir con mi objetivo de salir de la capa de hielo. Resultó que este se hallaba a escasos metros de donde había desistido de seguir avanzando y me había dedicado la inútil tarea de patear el hielo. Además me hallaba cerca de la orilla y al no ser escarpada era fácil salir del río.
Calculé que si me hubiera esforzado un poco más mi reserva de aire me habría permitido salir ileso del accidente por mis propios medios. En realidad, analizando la situación una y otra vez creo que mis decisiones habían sido razonables y que era solamente mala suerte no haber nadado unos metros más. En todo caso no lo había hecho y la recompensa por mi pequeño error no había sido la muerte sino descubrir que podía hacer cosas extraordinarias.

Tras eso había ido descubriendo poco a poco todo lo que podía hacer. Y la verdad, podía hacer muchas, muchas cosas. También había intentado analizar como las hacía. Y de dónde podían surgir esas habilidades. Conocimientos de ciencia no le faltaban y medios…bien, teniendo esos poderes uno podía conseguir medios. Aún así era poco lo que había sacado en claro. También se había planteado si habría más gente como él, y en ese caso dónde estaban y a que dedicaban sus habilidades. En todos los largos años desde el accidente no había habido indicios de nadie más con superpoderes, hasta que había aparecido supervaquero. Definitivamente en algún momento debía investigarle y ver si había relación entre el origen de los poderes de ambos.

Pero no ahora, claro. Mientras recordaba todo esto había llegado a la zona de prostitución. Aterricé en una terraza que le pareció especialmente discreta y saqué el equipo de la bolsa. Se trataba de un sistema “man in the midle” para la red de telefonía móvil. Mi idea era asustar un poco a algunos vendedores locales para que llamaran a sus jefes. Luego rastrearía las llamadas y obtendría la ubicación de los gerifaltes y pasaría a visitarles. Realmente no estaba muy seguro de si la estrategia funcionaría, pero era cuestión de probar. Si fallaba siempre podría recurrir a medios más expeditivos.

Tras prepararlo todo descendí al suelo, busqué una zona no transitada y mal iluminada y desactivé el modo de invisibilidad. Ahora ya no era López, claro está. Su apariencia era la de un tipo joven, ni muy alto ni muy bajo, ni muy feo ni muy guapo. Vestía ropa normal, ni muy barata ni muy cara. Un pantalón negro cómodo, camisa, jersey, y un abrigo bastante normal. Lo único extraordinario de su vestimenta era un chaleco especialmente diseñado para proteger de ataques con cuchillo y una pequeña pistola que había conseguido pasar por los detectores del aeropuerto a base de algunos truquillos de sus superpoderes.

El chaleco lo había comprado en el mundial de Sudáfrica. Por supuesto no le hacia ninguna falta, pero si en alguna reyerta era atacado el chaleco le evitaba dar explicaciones de porque el cuchillo no le había hecho ningún daño. El propósito de la pistola, para la cuál llevaba una licencia falsa, era para, si llegaba a ser necesario, intimidar a quien correspondiese para hacerle cometer errores.

Dí unas cuantas vueltas por la zona esquivando las insinuaciones de las prostitutas y fijándome en cualquiera que pudiese tener INTA de vendedor. Dio vueltas y vueltas, yendo por las calles mas oscuras que encontraba y que estuvieran transitadas por los viandantes con peor apariencia posible. En un momento dado se perdió y saqué el móvil para consultar el mapa del GPS. Mientras miraba vi que se me acercaban un par de tipos que parecían sacados del programa de TV “callejeros”. Hice como que no los veía y procuré que mi flamante Iphone ultimo modelo quedara bien visible. Realmente no me gustaban los Iphone, pero estaban considerados un teléfono de lujo y eso podía servir de cebo bien para que intentaran robarme, bien para que viesen que tenía dinero y podría comprar droga. Cuando era imposible simular que no les veía alcé la vista hacia los tipos que se dirigían hacia mí, a ver de cuál de los dos grupos eran. No tuve que esperar mucho hasta que el cuchillo que sacó uno de ellos del bolsillo me diese la respuesta.

El acento de sus asaltantes era tan chabacano que apenas conseguí distinguir que le decían “dame el teléfono y todo lo que tengas, rápido”, o algo similar es lo que creí entender. Alzando las manos, en posición defensiva, y sin dejar que se me acercaran completamente, intenté decirles, en mi algo torpe francés, que no era buena idea que me robaran, que buscaba droga y que seguro que si me la vendían podían conseguir dinero sin necesidad de robarme. Se miraron entre ellos con cara de sorpresa, y luego me miraron con gesto de pena, como queriendo indicarme lo patético que resultaba. Por desgracia su pena no era tanta como para hacerles desistir de su propósito y el que llevaba el cuchillo hizo un gesto agresivo para apremiarme a darles lo que pedían.

Viendo que no me quedaba más opción que ceder o defenderme opté por lo último. Decidí intentar resolver la situación sin superpoderes, tirando de la protección del chaleco y de mis conocimientos de artes marciales, a ver hasta dónde podía ir con eso. Adopté una guardia cerrada, agarrando el móvil con la mano izquierda con el propósito de usarlo como escudo frente al cuchillo. El tipo que lo llevaba no lo pensó dos veces e intentó darme un golpe rápido de estocada. Lo evité saliendo en diagonal hacia el exterior de su mano e intenté, sin éxito, conectarle un jab de dedos a sus ojos. Él cambió la estocada en un movimiento circular hacia fuera para intentar cortarme con el filo que falló por escasos centímetros.
Rápidamente cambié él el móvil a mi mano derecha, que ahora era la que estaba mas cerca de su cuchillo y esperé un instante su siguiente acción. Entretanto su compañero había sacado a su vez una navaja y pasando por detrás de su compañero intento colocarse para evitar que intentara salir corriendo. Antes de verme encerrado entre ambos opté por atacar yo.

Amagué una patada a la rodilla de mi primer atacante. El bajó el cuchillo buscando mi pierna y tras frenar mi ataque salí hacia la posición anterior, enfrente de él, cubriendo el ángulo de ataque con el móvil, de nuevo en mi mano izquierda. De eso modo evité que me atacaran ambos a la vez, pero seguía en una situación delicada. Por supuesto de no haber tenido superpoderes en ese momento me habría girado y habría intentado salir corriendo, o intentar abrir hueco y poder sacar la pistola.

Pero claro, tenía superpoderes así que seguí jugando. El tipo del cuchillo avanzó un paso e intentó darme un tajo lateral hacia el costado derecho, un ataque en ángulo 3 según la numeración de la escuela escrima filipina de René Latosa de la que yo era un experto practicante. Defendí el golpe con el móvil. El filo del cuchillo resbaló contra la superficie del mismo y cortó un poco la tela de la manga izquierda del abrigo. Mientras con mi mano derecha pude agarrar la muñeca de mi agresor. Aparté su brazo y le dí un fuerte golpe en el codo con mi mano izquierda. Esto soltó un poco su agarre del cuchillo, acto que aproveché para agarrar su antebrazo con las dos manos. Luego solté la mano derecha y le desarmé empujando la parte plana del cuchillo con ella.

Y ahí se acabó la parte de artes marciales. El compañero del delincuente al que había desarmado había aprovechado el tiempo en que ocupé en su amigo para ponerse detrás de mí y lanzarme una puñalada a la espalda. El chaleco evitó que la navaja se clavase en mis riñones, pero aún así fue un golpe muy doloroso. De no haber tenido el chaleco una persona normal ya estará acabada. Pero por algo llevaba el chaleco claro. El tipo ese no había contado con ese factor y me había atacado sin agarrar bien la navaja. Como resultado su mano había resbalado y se había cortado con su propia arma, dejándola caer al suelo con un tintine metálico que es lo que me sirvió para darme cuenta de lo ocurrido.

Realmente era un error de principiante y alguien que se dedicaba a la delincuencia no debería haber caído en él. Vale que casi nadie llevaba un chaleco anticuchillo, pero su puñalada podría haber golpeado en algún hueso y el resultado habría sido el mismo. Aún así mi situación se deterioraba por momentos. El tipo al que había desarmado había aprovechado el ataque de su amigo para soltarse de mi agarre y lanzo un puñetazo circular a mi cara que no pude esquivar del todo y me tuve que limitar a dejarlo rodar. En esto su compañero intento agarrarme por el cuello. Pese a estar algo aturdido conseguí zafarme y aparté a su amigo de una patada frontal para impedir que me diese otro puñetazo. Tras esto me giré hacia el que había intentado agarrarme acompañando mi giro de un golpe de codo. Él logró esquivar el golpe, pero no la lluvia de puñetazos rectos que le lancé a continuación. Rematé los golpes de puño con un rodillazo a sus partes blandas y un codazo a la sien que le dejó sin conocimiento.

En ese momento parecía que, después de todo, iba a salir bien parado del embrollo solo con mis habilidades de artista marcial. Pero no. Oí un disparo que acompañó un fuerte impacto contra mi cabeza. El impacto era la bala de un revolver que portaba un tercer individuo. Dado que la bala viaja más rápida que el sonido nunca habría oído el disparo de no ser porque mi poderes automáticamente se habían activado al notar la bala acercarse impidiendo que me matase.

Era una pequeña decepción no haber podido resolver el asunto sin superpoderes, en especial cuando parecía que casi lo había logrado, pero, por otro lado, era una demostración clara de que los superhéroes sin poderes, que tiran de entrenamiento y gadgets, sólo existen en los cómics. Bueno, realmente si hubiese pretendido ser un supehéroe de ese estilo habría llevado chaleco antibalas, y algún tipo de casco blindado, pero igualmente, poco tiempo podría sobrevivir.

Mientras reflexionaba sobre eso el tipo de la pistola había efectuado mas disparos, tan inútiles como el primero, y en su cara se dibujaba una expresión mezcla de sorpresa y miedo. El otro tipo había recogido su cuchillo del suelo y me miraba indeciso. Como quiera que los disparos enseguida atraerían a más gente, y no quería verme involucrado en el asunto opté por cortar por lo sano. De repente, sin necesidad de moverme, mediante algo que podría considerarse similar a la telepatía hice que ambos hombres cayeran al suelo desmayados. Trasteé en sus cabezas, y la de su amigo al que había noqueado antes, borrando su memoria inmediata. Cuando despertaran no recordarían nada de lo que había sucedido en las últimas 24 horas de su vida.

Tras eso me volví invisible y salí volando hacia el edificio dónde había dejado el equipo de espionaje telefónico. Lo recogí y volé hacía dónde había abatido a los tres delincuentes. Para entonces había llegado la gendarmería y estaba procediendo a detenerlos. Observé todo el proceso sentado en el tejado de uno de los edificios cercanos, totalmente invisible para los que estaban abajo. Mi sentido ampliado del oído me permitió escuchar lo que se decía, pero no logré entender todo lo que se hablaba y de lo que entendí no obtuve ninguna información útil. La noche había sido tan poco afortunada como el día así que me volví al hotel.

Cuando llegué, antes de irme a dormir, consulté las noticias, a ver si había algo nuevo de supervaquero. Y sí, había novedades, muchas. Para empezar resulta que “estrella solitaria”, alias el supervaquero, no estaba solo. En una poco afortunada intervención militar, que había arrasado un barrio entero, el gobierno de Obama había intentado detenerlo. Cuando estaban cerca de su objetivo salieron en apoyo de estrellita un grupo entero de superhumanos que se dieron a conocer como “the confederates”. Claro, está, semejante nombre, en clara alusión a los estados confederados del sur que se habían opuesto a los Yankees antiesclavistas norteños en la guerra civil americana, era toda una provocación en una nación gobernada por primera vez en su historia por un presidente de color. Le hubiera gustado indagar más, pero necesitaba dormir. Confiaba en que mientras dormía las cosas no se salieran de madre y que al despertar no se hubiera iniciado la tercera guerra mundial.