Había estado viendo y leyendo todo lo que encontraba sobre el supertipo de la tele. A estas alturas ya le habían adjudicado un nombre de guerra: “estrella solitaria”. Por lo visto lo que a mi me había parecido un traje hortera, alternando colores blancos azules y rojos, distribuidos en grandes franjas perpendiculares, y una gran estrella en el pecho, situada sobre una de las franjas azules, eran una clara alusión a la bandera tejana. Y como texas era el estado de la estrella solitaria decidieron bautizar así al tipo volador. Otros, posiblemente con un deje de ironía, preferían llamarle el “supervaquero”, en referencia que las botas del uniforme asemejaban una versión de diseño de las típicas botas de un vaquero. Los flecos en la pechera del uniforme avalaban esa estética. Había incluso quien decía que en realidad el supertipo no era otro que Chuck Norris, que había decidido dejar de simular que era un artista marcial y comportarse acorde a la mitología que los chistes habían formado en torno a su persona.
Por desgracia – y como cabía esperar – no todo era tan lúdico en torno a “estrella solitaria”. En los USA había estallado un debate sobre la legalidad o ilegalidad de los actos que todo el mundo había visto en la TV. Para empezar a las pocas horas de pasarse el reportaje los presuntos delincuentes habían recibido ofertas de todas las grandes firmas de abogados de los states para poder representarles legalmente, por supuesto de manera totalmente gratuita. Al final se llegó incluso al punto en que fueron los despachos de abogados los que ofrecieron dinero a los detenidos para que les permitiesen defenderles jurídicamente. Al final se llevaron el gato al agua los del bufete Baker & McKenzie de los cuales, como cualquier ignorante en temas legales, no había oído hablar en mi vida. Habían optado por una estrategia totalmente agresiva. No sólo reclamaban la puesta en libertad de sus defendidos sino que reclamaban la persecución legal del supervaquero acusándole de haber incumplido un buen número de leyes. Los juristas a ambos lados del atlántico coincidían en que si bien formalmente estaban en lo cierto la situación era lo bastante atípica como para solicitar que se creara una jurisprudencia específica tras un debate social. Los organismos oficiales no se pronunciaban claramente a un lado o hacia otro y e propio presidente Obama había tenido que comparecer en una conferencia dedicada exclusivamente al tema para explicar que se estaba creando un comité multidisciplinar dedicado a investigar el caso.
A todo ello se había sumado un pequeño escándalo relacionado con la cadena de televisión. Por lo visto las escenas reales no eran tan espectaculares como les hubieran gustado a los jefes de la empresa y habían decidido añadir algunas escenas rodadas con actores para que todo quedara mas hollywoodiense. Las habían montado, con considerable habilidad, aprovechando los cambios de plano entre las cámaras de el helicóptero y las de los coches de policía. Por supuesto eso significaba que la emisión no era, como se afirmaba, en directo,. El engaño se había detectado rápidamente cuando un equipo de expertos había analizado el vídeo. En realidad era inevitable que la trampa se detectara y nadie se explicaba como habían sido tan torpes como para haberla intentado. En cualquier caso tampoco era un gran problema para la cadena, y, de hecho, le sirvió para tener un record de audiencia cuando emitió el vídeo sin las escenas añadidas.
En definitiva, un cacao impresionante. Si por mi fuera iría a los USA, buscaría a ese supervaquero y cuando le encontrase – que le encontraría – mas le valdría tener una buena razón para actuar como lo había hecho o, para de verdad hacer honor a su alias, su próxima acción superheroica la iba a hacer en algún planeta deshabitado que diera vueltas a alguna estrella solitaria en el borde exterior de la galaxia.
Por supuesto ahora no estaban las cosas para dejarme llevar por impulsos. Llevaba varias semanas planificando una “intervención” y aunque la aparición del supervaquero aconsejaba aplazarla hasta ver como iban desarrollándose los acontecimientos había otros factores que invitaban a lo contrario. Hacía un par de meses había empezado a detectarse en los locales nocturnos que regentaba una incidencia anormalmente alta de consumidores de droga ocasionales con “malas experiencias”. Algunos habían perecido de maneras particularmente desagradables. Dada mi posición en el mundo del ocio nocturno tenía contactos en muchos sitios, incluyendo la policía y los hospitales. Gracias a ellos me habían llegado los resultados de las autopsias de los cadáveres y los partes médicos de los afectados. No había un patrón inequívoco, pero si pistas interesantes. Como cabría esperar tenía también mis contactos al otro lado de la ley. Después de todo la gente de seguridad de mis locales tenían localizados a los camellos habituales. La mayoría eran delincuentes de poca monta, que solo traficaban para sufragar su adicción. Como casi todo el mundo en mi sector de negocio hacía la vista gorda mientras las cosas no se desmadraran y la droga no se vendiese en mis locales. Pero si la gente empezaba a morir por drogas excesivamente adulteradas no me iba a quedar con los brazos cruzados. Hablando con unos y otros había descubierto quien vendió mercancía a los fallecidos. Sabía que eso no levantaría grandes sospechas, ni molestaría demasiado a nadie. Después de todo era lo que cabría espera que hiciera para defender mi negocio, e, incluso, a algunos conocidos míos que todo el mundo sabía que “se ponían”. Es gente imaginó, acertadamente, que tal vez hiciese llegar lo que averiguase a la policía. Eso ya si podría llegar a ser molesto ara quien pudiera estar detrás, pero confiaba en que no fuera suficiente como para que intentasen “darme algún aviso”. Desde luego ya nadie esperaría de mí que hiciese nada más. Y así sería de ser quien aparentaba. Pero claro, no lo era.
Seguir a los pequeños camellos usando mis “habilidades especiales” para no ser descubierto había sido sencillo, aunque tedioso. Había tenido que seguir a varios hasta detectar un proveedor común a todos ellos, y que no fuera uno de los habituales. Luego había tenido que vigilar a ese proveedor e investigar sus contactos. Me había resultado sencillo robarles una pequeña muestra de mercancía, coca, para hacerla analizar, pero no había servido de mucho. La sustancia que habían usado para cortar a coca tenía demasiados componentes como para averiguar algo si no se sabía lo que se buscaba. Y, por desgracia, los análisis de los pacientes afectados no daban pistas suficientes al respecto. Eso me había llevado a tener que dedicar muchas horas al seguimiento de la banda hasta dar con el laboratorio en el que realizaban la adulteración de la droga. Tenían el local, situado en un polígono industrial, muy bien vigilado, con gente protegiéndolo a todas horas. Para no levantar sospechas hacían que los componentes de a banda que vigilaban por la noche se hicieran pasar por vigilantes jurados. Más aún, según había podido averiguar incluso tenían en regla la titulación pertinente para ejercer como tales. Para colmo usaban perros adiestrados con lo cuál mi capacidad de camuflarme, que en nada desmerecía a los aliens de la película predator, no me había granjeado acceso libre a las instalaciones. Había tenido que buscar en mi repertorio de “capacidades inusuales” alguna combinación que me permitiera entrar sin riesgo a ser detectado por los malditos chuchos y no había sido sencillo. Por supuesto podría haber optado por una táctica activa y haberlos dejado inconscientes a unos y otros. Tenía mil modos de lograrlo sin que ni siquiera se dieran cuenta de quien o qué les había atacado, pero eso habría alertado a los que estaban detrás de la operación y no era esa mi intención. Al final la solución que había usado fue algo a medio camino entre actividad y pasividad. El almacén estaba en la zona del polígono mas apartada, rayando con los descamados que rodeaban todo el lugar. Como estábamos en verano y hacía bastante calor un incendio accidental no era algo totalmente fuera de lugar. Elegí iniciarlo a última hora del día y lo mantuve controlado hasta las once, hora en que ya casi no había actividad comercial en la zona. En ese momento activé un viento que alimentó las llamas y llevó el humo hacia a nave que albergaba el laboratorio. Antes de ello me había asegurado de acumular una cantidad suficiente de plásticos como para hacer que el humo fuese lo bastante maloliente como para anular completamente el olfato de los puñeteros chuchos.
La maniobra de distracción había funcionado adecuadamente y había podido entrar en el laboratorio y localizar toda la información que necesitaba. Esa información apuntaba a que el centro de operaciones – el lugar dónde se elaboraba la sustancia tóxica con la que se cortaba la cocaína – estaba en un chalet del país vasco francés. Y ese era el siguiente punto de su investigación.
Normalmente hubiese ido a su destino usando su capacidad para volar, usando su sistema “predator” de camuflaje para que nadie le detectase. Pero ahora, gracias al supervaquero, todo el mundo esta pendiente del cielo, buscando la silueta de un humano recortada contra el firmamento. Seguramente su camuflaje le protegiera de ser detectado a simple vista. Pero no estaba seguro de la capacidad de su sistema de ocultación para proveerle de radares que, previsiblemente, podrían estar especialmente optimizados par detectar a alguien como él. Al no estar seguro prefirió no arriesgarse y optar por viajar en avión. Por supuesto no bajo su identidad habitual. Entre os recursos a su disposición estaba lo que el argot superheroico se conocía por ser un metamorfo. Podía, dentro de algunos límites, adoptar la apariencia de cualquiera. Mejor aún, podía morfear también muy diversos materiales, siempre y cuando tuviera disponible el molde adecuado. Eso le permitía falsificar de manera perfecta cualquier documento. Ese era un recurso que había explotado desde la primera vez que fue consciente de su naturaleza especia. Había localizado en los hospitales pacientes en coma irreversible cuyas complexión física general no difiriese demasiado de la suya, pero cuyos rostros fuesen lo bastante diferentes como para que no hubiera confusión posible. Al llevar en coma tanto tiempo eran gente olvidada por sus amigos y las posibilidades de que algún conocido del mismo con quien se pudiera topar accidentalmente le reconociera cuando usurpaba su apariencia se reducía al mínimo.
Y ahí estaba, en el aeropuerto, usando la apariencia de un tal Lopez Martín. El tal Lopez en cuestión había sufrido de alopecia desde los veinte años. Cuando a os 45, 7 años atrás, el accidente de coche le dejó en coma, estaba casi completamente calvo. Únicamente tenía algo de pelo en los laterales de la cabeza. Tenía una cara regordeta bastante anónima. A juego con ella tenía una incipiente barriga. Trabajaba de comercial para una empresa de electrodomésticos y muebles de oficina no muy conocida, pero con implantación en varios piases. Es por ese motivo que había elegido a Lopez. Nada más normal que un comercial para realizar un viaje. Por supuesto en clase turista. Además el mecanismo de actuación de sus habilidades metamorfas funcionaba mejor añadiendo que sustrayendo. Por ese motivo añadir una barriguita sobre su vientre plano y redondear su cara resultaba bastante sencillo. Bastaba tener material orgánico que sus poderes pudieran moldear como arcilla y superponerlos sobre sus propios rasgos de manera indetectable. El procedimiento era tan perfecto que incluso copiaba a la perfección las huellas dactilares.
Y en esas estaba, viajando como Lopez en una línea de bajo coste rumbo a Burdeos, ataviado con un feo y viejo traje de colores apagados, leyendo, para disimular, un aburrido catálogo sobre campanas de extracción de humos. Todo por culpa del vaquero tejano con ganas de jugar a superhéroe. Y apostaría a que los problemas apenas estaban empezando.
miércoles, 11 de enero de 2012
Supers (I)
Me
enteré del hecho viendo la televisión. Fue la noticia de apertura.
Y no era para menos. Tenían un vídeo de un superheroe real en
acción. Provenía, como no, de estados unidos. Una cadena de TV
local estaba dando e típico programa en directo en el que mostraba
como unos policías intentaban atrapar a un conductor a la fuga. En
un cierto momento de la grabación apareció un tipo que se puso a
perseguir al vehículo sospechoso...volando. Desde la cámara del
helicóptero se pudo apreciar como el individuo, ataviado en un
uniforme un tanto hortera (pero sin mallas, alabado sea quien
corresponda, al menos iba sin mallas) igualaba su velocidad con la
del coche y se posaba con precisión en el capó del mismo.
Aparentemente los ocupantes del auto no se habían apercibido de lo
que estaba pasando. Según informaba la locutora que daba la noticia,
se sabía que algunos de los que iban dentro llevaban armas de fuego
y, pese a ello, no intentaron disparar a su inesperado polizón del
techo, al menos no inmediatamente.
El supertipo no se quedó mucho tiempo inactivo. Fuera casual o premeditadamente se daba la circunstancia de que en ese momento los perseguidos circulaban por una calle no demasiado transitada. Eso favoreció que la maniobra para detener el coche no fuese peligrosa para terceros. Demostrando que no sólo podía volar sino que disponía de un cierto nivel de superfuerza clavó sus manos en el ángulo superior izquierdo del techo del vehículo – justo por encima del conductor-- y procedió arrancarlo con un brusco tirón. Enroscó rápidamente el trozo de techo arrancado y por el hueco que había abierto golpeó al conductor, que quedó inmediatamente inconsciente. Tras ello se deslizó al interior del habitáculo, agarró el volante con una mano y con la otra desplazó al recién abatido delincuente al asiento de atrás. Nada mas ocupar el asiento pisó a tope los frenos, con lo cuál el resto de ocupantes salieron despedidos hacia delante. Tras eso apagó el motor, y arrancó de cuajo el volante, asegurándose con ello de que el coche quedara inutilizado.
Los pasajeros se recobraron del aturdimiento provocado por el brusco frenazo con relativa presteza y enseguida echaron mano de las armas. Entretanto los coche patrulla habían conseguido rodear el detenido vehículo y los cámaras de TV que iban en ellos enfocaron con claridad como el misterioso superhéroe no tardó nada en abatir al copiloto con un golpe de revés dado con el dorso de su mano derecha. Se giró para encararse con los del asiento trasero, pero no fue lo bastante raudo como para evitar que estos pudieran efectuar unos disparos con unas pistolas semiautomáticas. Afortunadamente para él, y por desgracia para los pistoleros, se vio que a la capacidad de vuelo y a la superfuerza se unía la capacidad e resistir un balazo.
Y, ya para terminar, el tipo del uniforme estrafalario regaló a la audiencia con un nuevo poder. Levantó las palmas de las manos hacia los que le disparaban y de estas brotó un arco de luz zigzagueante que dejó sin sentido a sus atacantes tras provocarles unas sacudidas que sugerían una naturaleza eléctrica del fenómeno visual. Tras eso salió del coche, ignoró las indicaciones de los agentes de policía de que se entregara y se fue como había venido, volando. Posiblemente los agentes de la ley hubieran podido echarse encima de él para intentar detenerle, pero nadie llegó nunca a recriminarles —o al menos no públicamente-- que no intentaran hacerlo.
Después de eso la presentadora informó de unas cuantas especulaciones, aclaró que darían mas datos según se fuesen conociendo y pasó a resumir el resto de noticias del día. Cambié de canal, intentado ver si en los otros informativos decían mas sobre el asunto. También encendí el ordenador e hice una búsqueda en google. La primera entrada que mostró la búsqueda era un vídeo en youtube dónde podía ver la escena de nuevo. Reproduje la grabación y observé que mostraba lo acontecido desde cámaras distintas a las que habían usado en el reportaje de TV.
Vi varias repeticiones del vídeo, fijándome en los detalles. No para intentar elucidar si era real o un montaje pues estaba casi seguro de que era auténtico, sino para estudiar las habilidades sobrehumanas del individuo, y como las usaba. Para comparar adecuadamente sus acciones imaginé lo que habría hecho en el caso de tener que resolver esa situación con esos poderes. La verdad es que no me convenció nada la táctica empleada. Posiblemente hubiese sido mas astuto usar as descargas eléctricas para sobrecargar la circuitería del motor y hacer que se detuviese el coche por si sólo. Tras eso habría volcado el coche y hubiera dejado inconscientes a los ocupantes con una nueva descarga antes de que tuvieran opción de salir de debajo del vehículo. En todo caso eso era lo menos relevante. Disponía de otros poderes mas adecuados para esa situación, y, lo que era la verdadera clave del asunto, nunca, nunca, nunca, se me hubiese ocurrido mostrar en público ninguno de ellos. Que alguien se hubiera mostrado tan abiertamente en TV haciendo gala de ellos sólo significaba una cosa: problemas, y gordos.
El supertipo no se quedó mucho tiempo inactivo. Fuera casual o premeditadamente se daba la circunstancia de que en ese momento los perseguidos circulaban por una calle no demasiado transitada. Eso favoreció que la maniobra para detener el coche no fuese peligrosa para terceros. Demostrando que no sólo podía volar sino que disponía de un cierto nivel de superfuerza clavó sus manos en el ángulo superior izquierdo del techo del vehículo – justo por encima del conductor-- y procedió arrancarlo con un brusco tirón. Enroscó rápidamente el trozo de techo arrancado y por el hueco que había abierto golpeó al conductor, que quedó inmediatamente inconsciente. Tras ello se deslizó al interior del habitáculo, agarró el volante con una mano y con la otra desplazó al recién abatido delincuente al asiento de atrás. Nada mas ocupar el asiento pisó a tope los frenos, con lo cuál el resto de ocupantes salieron despedidos hacia delante. Tras eso apagó el motor, y arrancó de cuajo el volante, asegurándose con ello de que el coche quedara inutilizado.
Los pasajeros se recobraron del aturdimiento provocado por el brusco frenazo con relativa presteza y enseguida echaron mano de las armas. Entretanto los coche patrulla habían conseguido rodear el detenido vehículo y los cámaras de TV que iban en ellos enfocaron con claridad como el misterioso superhéroe no tardó nada en abatir al copiloto con un golpe de revés dado con el dorso de su mano derecha. Se giró para encararse con los del asiento trasero, pero no fue lo bastante raudo como para evitar que estos pudieran efectuar unos disparos con unas pistolas semiautomáticas. Afortunadamente para él, y por desgracia para los pistoleros, se vio que a la capacidad de vuelo y a la superfuerza se unía la capacidad e resistir un balazo.
Y, ya para terminar, el tipo del uniforme estrafalario regaló a la audiencia con un nuevo poder. Levantó las palmas de las manos hacia los que le disparaban y de estas brotó un arco de luz zigzagueante que dejó sin sentido a sus atacantes tras provocarles unas sacudidas que sugerían una naturaleza eléctrica del fenómeno visual. Tras eso salió del coche, ignoró las indicaciones de los agentes de policía de que se entregara y se fue como había venido, volando. Posiblemente los agentes de la ley hubieran podido echarse encima de él para intentar detenerle, pero nadie llegó nunca a recriminarles —o al menos no públicamente-- que no intentaran hacerlo.
Después de eso la presentadora informó de unas cuantas especulaciones, aclaró que darían mas datos según se fuesen conociendo y pasó a resumir el resto de noticias del día. Cambié de canal, intentado ver si en los otros informativos decían mas sobre el asunto. También encendí el ordenador e hice una búsqueda en google. La primera entrada que mostró la búsqueda era un vídeo en youtube dónde podía ver la escena de nuevo. Reproduje la grabación y observé que mostraba lo acontecido desde cámaras distintas a las que habían usado en el reportaje de TV.
Vi varias repeticiones del vídeo, fijándome en los detalles. No para intentar elucidar si era real o un montaje pues estaba casi seguro de que era auténtico, sino para estudiar las habilidades sobrehumanas del individuo, y como las usaba. Para comparar adecuadamente sus acciones imaginé lo que habría hecho en el caso de tener que resolver esa situación con esos poderes. La verdad es que no me convenció nada la táctica empleada. Posiblemente hubiese sido mas astuto usar as descargas eléctricas para sobrecargar la circuitería del motor y hacer que se detuviese el coche por si sólo. Tras eso habría volcado el coche y hubiera dejado inconscientes a los ocupantes con una nueva descarga antes de que tuvieran opción de salir de debajo del vehículo. En todo caso eso era lo menos relevante. Disponía de otros poderes mas adecuados para esa situación, y, lo que era la verdadera clave del asunto, nunca, nunca, nunca, se me hubiese ocurrido mostrar en público ninguno de ellos. Que alguien se hubiera mostrado tan abiertamente en TV haciendo gala de ellos sólo significaba una cosa: problemas, y gordos.
Premio UPC de Ciencia-Ficción 2010
Posted on julio 6, 2010
Ya está casi encima la fecha límite de entrega de relatos para el premio UPC 2010. No he he visto que se le haya hecho mucha publicidad, desconozco los motivos. Es un premio otorgado por la universidad politécnica de cataluña. En ediciones anteriores se han publicado en ese premio algunos de los relatos de CF hard en español mas interesantes que he visto. De hecho es posible que sea el único premio en que se haya publicado hard.
Actualmente la mayoría de premiso que veo convocados (guiándome por e foro correspondiente de el portal sédice) me dan la impresión de fomentar el tipo de relatos que por algún motivo se siguen llamando ciencia ficción (cuando desde luego no lo son) y fantasía. No me interesan demasiado (forma política de decir que no me interesan absolutamente nada) el tipo de relatos que parecen triunfar en esos premios así que ni me planteo participar.
El UPC aparentemente mantiene su gusto por el hard así que intentaré, de una vez por todas, enviar algo. Aunque la verdad es que he andado muy apurado con otras tareas hasta mas tarde de lo que pensaba y ando un poco justo de tiempo. Pero bueno, se intentará.
Os dejo aquí las bases, por si alguien que lea esto tiene algún relato que se pueda ajustar a los requerimientos y quiere probar suerte.
Bases de la convocatoria (2010)
1. Pueden optar al Premio las narraciones inéditas que se puedan enmarcar dentro del género de la ciencia ficción.
2. Las obras presentadas, escritas en catalán, castellano, inglés o francés, deben ser enviadas por duplicado, mecanografiadas a doble espacio, y tendrán una extensión aproximada entre 70 y 115 hojas de 30 líneas de 70 caracteres (entre 150.000 y 240.000 caracteres). No se devolverán los originales recibidos.
3. El autor o autora debe firmar su narración con un lema o seudónimo y adjuntar un sobre cerrado que contenga los siguientes datos:
Nombre completo, número de identificación personal (DNI o similar), dirección y teléfono o fax de contacto.
En la parte exterior de este sobre se hará constar el título de la narración y el lema o seudónimo de la firma. Los miembros de la UPC señalarán también esta condición con la indicación: «Miembro UPC» en el exterior de dicho sobre.
4. Los originales deben dirigirse a:
Consell Social de la UPC
Edifici NEXUS
Gran Capità, 2-4
08034 – Barcelona
Tel. 93 401 63 43 – Fax: 93 401 77 66
consell.social@upc.edu
En el sobre se debe indicar claramente:
Premio UPC de Ciència-Ficció 2010
5. El plazo de presentación de los originales de la edición de 2010, acaba el 15 de julio de 2010. La decisión del jurado, que será inapelable, se hará pública antes de finalizar el año 2010.
6. De acuerdo con la opinión del jurado, se concederá un premio de 6.000 euros y, si el jurado lo cree oportuno, una mención especial de 1.500 euros. Opcionalmente, se podrá conceder también una mención de 1.500 euros a la mejor narración presentada por un miembro de la UPC.
7. El premio, que se concederá anualmente, podrá ser declarado desierto.
8. Los ganadores y ganadoras de los premios y menciones ceden los derechos de la primera edición en castellano y en catalán a la UPC y renuncian a cualquier otra remuneración económica procedente de dichas ediciones.
9. La novela ganadora será publicada por la UPC si hay acuerdo con alguna editorial.
10. La participación en el Premio UPC de Ciencia Ficción 2010, supone la aceptación de estas bases.
Guerras ajenas (final)
Hum, me está dando el sol en la cara,
coñe ¿Quién se ha dejado abierta la persiana? Odio profundamente
despertarme con la luz del sol en los ojos. Busco la sábana para
taparme la cabeza y protegerme de esa insidiosa luminosidad y ese
calor tan hiriente, pero no la encuentro. ¡Ostia puta! , pero si
llevo el taje de combate puesto ¿Qué leches ha pasado? Intento
levantar la cabeza para mirar alrededor pero cuando trato de
incorporarme me golpea una jaqueca de órdago a la grande. Vuelvo a
tumbarme, y cierro del todo los ojos, esperando que pase el pico de
dolor. Cuando aminora entreabro cautelosamente los ojos, pero la
caridad es excesiva y trae de vuelta el malestar. Descanso un poco
más y pruebo a repetir la maniobra, pero usando la mano a modo de
visera, funciona…en parte.
Renuncio a incorporarme y me limito
a girar la cabeza un poco. Noto una tirantez en el cuello, pese a
ello intento forzar y como recompensa logro que casi me de un tirón.
Descanso de nuevo y entonces noto que tengo bastante sed.¿dónde
coño estoy y como he llegado aquí. Descanso un poco más y la
conciencia y los recuerdos empiezan a aflorar. Me vienen a la mente
imágenes de una misión nocturna, de extraños ojos en la oscuridad,
pero todo muy fragmentario. Siempre he sido de los que tardan
bastante en desperezarse, pero lo de hoy parece el arrancar de un
Windows última generación en el que se han instalado mas programas
de la cuenta instalado en un ordenador que ya era veterano tres
versiones mas atrás del sistema operativo. Mientras termino de salir
del estado de duermevela hago un nuevo intento de mirar el entorno.
En vez de girar sólo el cuello pruebo a girar todo el cuerpo y
consigo mi propósito sin que ninguna parte de mi cuerpo proteste en
exceso. Alzo de nuevo los párpados, con mucha cautela, y consigo
vislumbrar una imagen de colores excesivamente vívidos que me
muestran lo que parece un pedazo de suelo selvático. Noto como
bailan mi retina unas pequeñas centellas y cierro de nuevo los ojos.
Los tapo con la mano para protegerlos de los rayos inmisericordes del
astro rey mientras intento que mis recuerdos terminen conformando una
historia coherente de lo que pasó antes de terminar tendido en dónde
cuernos quiera que este ahora. Los recuerdos siguen viniendo de
manera dispersa. Veo imágenes espeluznantes de una autopsia. Nunca
me gustaron las autopsias, ni siquiera en las series de policías
forenses, y en directo imponen mucho más. No estoy seguro si lo que
veo son recuerdos, o estoy todavía soñando. En todo caso la imagen
cambia y me veo hablando con el sargento, aunque no consigo entender
ni papa de a conversación. Me parece que hablamos de mecánica
cuántica, pero en este momento mi cabeza no está para poder seguir
el hilo. Luego el sargento se va y veo imágenes que parecen sacadas
de un videojuego, o de una peli de alien. En las escenas se ve como
una bruma de oscuridad se forma como si fuera un vapor negro fluyendo
desde unos metros de altura. Y entre medias un monstruo va saltado de
un lado a otro. Mata a algunos soldados, pero la mayoría de muertes
las provocan ellos mismos disparando a ciegas desde la oscuridad que
les envuelve alcanzando con sus disparos a sus compañeros. Luego la
oscuridad se cierne sobre mí y ya no veo nada. Intento recordar más
pero cuando mi mente se ve embargada por las resonancias de la
sensación de una oscuridad envolvente la fatiga se impone y noto que
el sueño me invade de nuevo. Intento resistir, intuyendo que pueda
estar en una situación delicada, pero es en vano.
Despierto de nuevo. Estoy algo más
descansado, y recuerdo el anterior intento de abandonar el reino de
Morfeo. Intento incorpórame, y lo consigo, pero el dolor de cabeza
llega enseguida, unido a una sensación de mareo. Inmediatamente
después me golpea una sensación insoportable de una sed agónica.
Instintivamente llevo las manos a la cintura y tanteo en busca de la
cantimplora. Hay suerte, está ahí, Destapo con manos temblorosas la
tapa y casi puedo oler el agua fresca, pese a que se supone que es
inodora. El deseo de beber se sobrepone al tormento que supone llevar
las manos por encima de la cabeza y al dolor flagelante de los rayos
de un sol en su cenit en mis ojos. Bebo con descontrol, ignorando los
ocasionales signos de advertencia de mi estómago protestado por el
abuso. La reconfortante sensación del agua, en mi garganta acalla
sus objeciones. Según bebo más y la sed se apaga un poco mi mente
cae en la cuenta de que el líquido de la cantimplora está cualquier
cosa menos fresco y que en realidad parece mas bien caldo caliente.
Pero me importa un pimiento y sigo bebiendo. Cuando noto por el peso
menguante que ya casi no debe quedar más agua hago un esfuerzo
intelectual decido guardar algo por si no encontrara agua potable en
un futuro cercano. El efecto del agua en mi cuerpo hace milagros y
consigo ponerme en pie. Miro alrededor y veo mi casco, a unos pocos
metros. Me acerco a él con pasos vaciantes y, con extrema cautela,
lo recojo del suelo. Me giro hacia dónde había estado tumbado y veo
que yacía al lado del tronco desnudo casi por completo de ramas de
un enorme árbol. En ese momento me asaltan de nuevo las imágenes
de tiroteos y busco el rifle reglamentario. Una sensación de peso
ausente en mi espalda me indica que no está dónde debería, y una
exploración táctil lo confirma. Presa de un incipiente brote de
pánico compruebo si llevo alguna otra arma. Miro la cartuchera de
mi cintura y verifico que llevo una pistola automática
reglamentaria. Y al otro lado está mi cuchillo de campo. No son gran
cosa contra las amenazas alienígenas de esa selva, pero me pueden
ser útiles ante las igualmente mortales especies autóctonas. No
obstante procuro buscar el rifle. Me pongo el casco, para poder
controlar adecuadamente el traje de combate. Y de paso tener la
cabeza protegida. Nada mas ubicarlo en su sitio me doy cuenta de que
está estropeado, al menos en parte. Debería hacer una exploración
en detalle para ver que funciona, y que no. Lo más urgente es
intentar ponerme en contacto con el resto de compañeros. Intento
conectar los sistemas de comunicación, pero algo falla. El sistema
parece funcionar, pero sólo oigo el leve sonido de fondo que indica
que el sistema aparenta funcionar, y ocasionales chasquidos de
estática. Decido dejarlo de momento y volver a la tarea de localizar
el rifle extraviado. Se supone que si este se haya lejos de su
poseedor certificado debe emitir una señal codificada que permite a
éste localizarlo. Intento activar el sistema de localización y me
alegro a ver que me da una señal. Me dirijo adónde me indica el
sistema. Mientras avanzo mi estómago gruñe una vez más. Esta vez
no es sed sino hambre lo que le lleva a requerir mi atención. Pienso
en las barritas de chocolate que llevo en la mochila y entonces es
cuando caigo en que no llevo la mochila encima. Una labor de búsqueda
más me aguarda, que bien.
Llego a dónde el sistema me indica
que debe estar el rifle pero no doy con él de inmediato. En esa zona
la hierba es bastante alta y me toca rastrear un poco hasta que doy
con él. Lo agarro y compruebo con una agobiante ansiedad si
funciona. El seguro está quitado así que sólo debo apuntar y
disparar. Me lo pienso un poco pues caso de haber alguna amenaza por
los alrededores el sonido de los disparos podría atraerla.
Rápidamente decido que prefiero correr el riesgo y disparo una
breve ráfaga contra el tronco del árbol más cercano. Es un árbol
bastante pequeño y los disparos lo parten en dos, derribándolo. Me
aparto del estrépito de ramas cayendo, con una cierta satisfacción.
Renuncio a hacer mas pruebas para ahorrar munición. Decido buscar la
mochila que, entre otras cosas, contiene cargadores de reserva. A
falta de mejor idea empiezo a buscar en las proximidades del rifle.
Según busco caigo en la cuenta de que en la zona dónde estaba el
rifle hay un tenue rastro de maleza pisoteada. Una dirección del
camino va hacia la zona dónde había despertado, decido ir en
sentido contrario. Casi pierdo el rastro en algunas zonas dónde la
hierba es más rala y las huellas de mi paso menos claras. Pero algo
viene a facilitar mi labor. Junto a las leves señales que dejan en
el suelo mis pasos hay otras huellas, bastante mas profundas. No me
cuesta mucho reconocerlas, son de un roannon. No soy un cazador
experto pero la imagen parece clara, había pasado por ahí a la
carrera huyendo de un roanon. Con el descubrimiento vienen a mi mente
imágenes confusas de una huida envuelta en oscuridad, pero los
detalles aún se me escurren por las grietas en mi memoria. Sigo
caminando y al final doy con la mochila. La recojo del suelo y
enseguida observo el tremendo desgarro en su parte trasera. El
desperfecto es un testigo mudo de la violencia del golpe descargado
por el roannom. El tejido de esa mochila es de un material
nanotecnológico de última generación, mas fuerte incluso que el
nanocarbono que pensaba usarse de soporte al hilo que soportara el
peso de un hipotético ascensor espacial. Y aparte del tejido
envolvente la mochila tenía varios refuerzos para hacerla funcionar
como chaleco antibalas. Pese a ello a garra del roannon había podido
perforarla. De no haberla llevado puesta el golpe me había
destrozado la espalda. Al comprenderlo un escalofrío recorre mi
espina dorsal, y con él nuevos detalles acuden a mi mente. Recuerdo
el anterior escalofrío que había sentido al inicio de la misión y
con ello la línea general de lo acontecido. Mientras esos recuerdos
van inundando mi mente recojo los contenidos de la mochila esparcidos
por el golpe. Algunos están destrozados, pero otros aún son
aprovechables. Cuando recojo un tetrabrik de leche condensada con una
pequeña rotura, insuficiente para derramar su contenido, observo
que adherido a la abertura hay un pequeño animal. Parece una avispa,
pero con e abdomen obscenamente hinchado. Al ir a apartarla oprimo
sin querer su barriga y veo como empieza a manar de un orifico
situado en medio de ese abdomen, antes inapreciable, un gas negruzco.
Y entonces ilumina mi cerebro con una luz que compite con la del
insidioso sol tropical. Intuyo que ese insecto, o lo que fuese, debe
ser una de esas partes modulares del roannom de las que habló el
sargento. Exprimo un poco más al bicho y veo que hay bastante vapor
oscuro en el mismo, Me imagino esos bichos revoloteando sobre mi
cabeza y dejando salir ese gas que oscurece mi visión y me deja
indefenso la espera de que el roannom venga a por mí. Y entonces
recuerdo definitivamente que así haba sido. La sensación de terror
cuando la oscuridad me envolvió. Ninguno de los sistemas de visión
ampliada del traje la atravesaba. Recuerdo haber tenido la presencia
de ánimo suficiente como para ampliar el sistema de audición para
paliar mi ceguera, y como fue en vano. Un zumbido golpeaba mis oídos
al subir el volumen y me impedía oír nada más. Recuerdo como unas
vibraciones en el suelo me hicieron sospechar de la llegada del
monstruo y como inicié una carrera a ciegas. Recuerdo el tremendo
golpe a mi espalda, indudablemente el momento dónde me fue arrancada
la mochila. Aparentemente el roannn se entretuvo un rato husmeando la
mochila y yo seguí huyendo. En mi huida noté como algo, sospecho
que alguna rama baja, me arrebataba el rifle de las manos. Recuerdo
seguir corriendo, aún mas rápido, y el final de mi carrera marcado
con un tremendo impacto, sospecho que con el tronco del árbol junto
al que me había despertado conmocionado. Lo que no me encajaba era
que estuviera vivo. Sin duda el roannon habría sabido encontrarme,
entre otras cosas porque sus pequeños secuaces insectívoros seguían
conmigo en todo momento. ¿Qué había impedido que me diera caza?
En ese momento sonó un avisé en mi
traje. Me indicaba que alguien intentaba enviarme un video. Por
supuesto acepté. En cuanto se descargó lo abrí. Era el sargento,
o, para ser exactos, un muñeco animado simulando al sargento. Os
trajes podían generar ese tipo de vídeos en tiempo real, guiándose
por los sensores d posición anatómica de los que disponía, y de
unos skins con la caricatura digitalizada del ocupante del traje.
Eran mitad un divertimento, miad un medio de enviar mensajes sin
dejar pruebas. Presté atención a lo que me decía el sargento. Su
mensaje era sorprendente. Me informaba de que los kokusha habían
dado por perdida la guerra convencional y habían declarado la zona
como “comprometida”. Eso venía a significar que habían decidido
empezar una operación aérea de exterminio total, usando armas de su
propia factura, no humanas. Me comunicaba también que la mayoría de
los operativos terrestres habían sido evacuados. Unos pocos, por
contra, no habían podido ser hallados. Más preocupante era la parte
dónde me explicaba que los kokusha habían recibido filtraciones de
la posible presencia de algunos elementos sediciosos entre las
tropas. Entre los sospechosos de actividades sediciosas figuraba él
--el soldado raso Martínez -- y algunos miembros más del equipo de
la última misión, posiblemente todos ellos fallecidos en la misma
según le parecía a Martinez. El mensaje concluía con un oferta a
tomar un transporte ajeno al mando kokusha, fletado por el sargento y
“algunos amigos”. Se daban las coordenadas dónde podría
encontrarlo así como las condiciones para poder cogerlo. Cualquiera
que tomase ese transporte debía renunciar a su actual identidad y
aceptar iniciar una nueva, para la cuál se le proporcionarían los
papeles oportunos. No se adquiría compromiso ninguno con los
rescatadores y si, pasado un tiempo prudencial, se quería recuperar
la identidad original se le proporcionarían los medios para
intentarlo. Se avisaba, no obstante, de que los kokusha posiblemente
no fuesen muy receptivos a es propuesta.
Y ahí terminaba el mensaje. Tras
sopesar pros y contras había decido que no había muchas dudas.
Había cogido el transporte en la zona acordada. Él había sido el
único en tomarlo. Había esperado ver aparecer al menos al sargento,
pero n había sido el caso. A la hora de haber entrado el transporte
se puso en marcha, aparentemente sin nadie para guiarlo. El aparato
inició el vuelo usando para ello tecnología no humana pues no había
reactores ni hélices. Los kokusha disponían de esa tecnología, y
al parecer alguien más, alguien relacionado con el sargento según
parecía. Durante su vuelo a baja altura se había cruzado con naves
kokuha que habían pasado a su lado aparentemente sin reparar en esa
pequeña nave que le transportaba. Al poco vio que el cielo de la
nueva noche, que ya había tenido tiempo de caer, se iluminaba con
fogonazos de luces de varios colores. Las siluetas de las
detonaciones no se correspondían con el perfil de ningún explosivo
del que el tuviese noticia. No sabía nada de cómo podían actuar,
pero la impresión visual, con rayos revoloteando de un lado a otro
entre el fulgor general de la sostenida explosión, no auguraban nada
bueno. No pudo disfrutar mucho del espectáculo pues enseguida la
nave había acelerado, alejándose presurosa del área de bombardeo.
Y en esas estaba. Camino de lo desconocido. No tenía mas familia que
el ejército, y muchos de sus amigos habían muerto. Aparte de ellos
su único pariente vivo era su ex – esposa, que le había dejado
años atrás, cuando la llegada de los aliens había minado su fe
religiosa. En definitiva, que no perdía mucho renunciando a su
identidad. Y si había algún tipo de movimiento en activo para
librarse de los usurpadores kokusha n le molestaba unirse a ello.
Había ingresado en el ejército para defender su planeta, no a sus
regentes autoimpuestos. Y si de algún modo el sargento estaba detrás
de revuelta la intuición le decía que había alguna remota
posibilidad de que no fuese una causa totalmente perdida de antemano.
En definitiva, se iniciaba una nueva etapa de su vida, la más
prometedora en muchos, muchos años.
Robert C. Wilson: la imposible fusión de la ciencia ficción con los culebrones
Posted on mayo 18, 2010
Debo decir que la primera novela de este autor, Darwinia, me gustó bastante. En particular el inicio y toda la primera parte me parecieron de lo mas refrescante que se había escrito en el género en algún tiempo. La segunda parte no esta mal, pero es casi otra novela. Y, peor aún, le quita mucho encanto a la primera. De hecho creo que podría organizarse algún tipo de concurso que consistiera exclusivamente en buscar continuaciones alternativas a esa primera parte y olvidarse de la original .
Lo malo es que en novelas posteriores siguió repitiendo hasta la saciedad el mismo esquema fundamental:un sucesos sorprendente e inexplicable que cambiaba dramáticamente el esquema del mundo. Posiblemente el esquema se hubiese tenido en pie si se molestara en tomarse en serio la naturaleza de ese suceso e intentara dar una descripción convincente, desde un punto de ciencia ficción, del mismo. Pero no, el evento especial pasa a ser una mera excusa para contarnos las idas y venidas sentimentales de algunos personajes mas o menos relacionados con el evento. Para colmo lo que cuenta es básicamente iversosimil.
El libro paradigmático de esa tendencia es “los cronolitos”. Tenemos “el evento”,en este caso la aparición, inicialmente en Asia, de unos monolitos desde los cuales un líder del futuro, un tal kum, propaga su imperio hacia el pasado. La trama se centra en la gente encargada de estudiar, y a ser posible contener, ese avance. Entre los personajes está una científica, experta en cuerdas supuestamente, y un estudiante suyo de doctorado. Sabemos que la señora en cuestión es experta en cuerdas porque recita como un mantra “geometría de Calabi-Yau”. Lo curioso es que los famosos calabi-yaus esos son muy importantes en compactificaciones, para obtener el modelo standard de partículas a partir de la teoría de supercuerdas en 10 (u 1 para el caso de a teoría M) dimensiones. Pero, desde luego si alguien se preocupara de obtener relación entre a teoría de cuerdas y las paradojas temporales muy posiblemente que compactificación concreta se usase resultaría irrelevante.
Pero bien, admitamos que Wilson no sepa nada de supercuerdas, o si acaso lo habitual de los libros de divulgación. ¿que mas nos ofrece? Pues una salida relativamente convencional de las paradojas temporales. No la explicaré para no destripar el libro. Eso si, aviso que, stricto senso, esa salida no estal sino intercambiar una paradoja por otra.
Entonces, si no se trata especialmente bien la naturaleza del cronolito ni la de las paradojas temporales, ¿que tenemos?. Pues un montón de conflictos personales de los protagonistas. Eso en si es malo, muy malo, pues yo no compro un libro de ciencia ficción para que me vengan con esos embrollos tan aburridos. Pero es peor aún, o Charles Wilson no ha conocido ningún científico en su vida o ha topado con algún caso poco representativo. En cierto modo alguno de los argumentos que da sobre como se supone que es la relación entre esa profesora gorda y fea, pero muy lista, y su alumno, enamorado platónicamente de ella, pueden parecer lógicos por aquello de que al nivel intelectual en que se mueven sólo se entienden entre ellos. Lo malo es que esa lógica es puro cliché y la realidad es mucho más variada y compleja. Y, quitando eso, no hay ningún punto especialmente intrínseco del hecho de que esos personajes sean científicos Vamos,que no se puede decir que sea una obra sobre el carácter de los científicos.
Resumiendo, tenemos un culebrón puro y duro en el marco de una obra de ciencia ficción. Muy de vez en cuando Wilson se acuerda de que es CF y nos da retazos de lo que realmente podría ser interesante.
Otra obra suya, spin, adolece del mismo defecto, aunque menos marcado. Y, afortunadamente, se acuerda con mas frecuencia de los elementos de CF de la novela. No es que sean terriblemente originales pues recurre al deux et machina más habitual en la CF de los últimos tiempos (no puedo decir cuál es sin destripar el final). Afortunadamente hay un pequeño giro que deja abierta una puerta para una continuación potencialmente interesante la primera de las cuales esta publicada ya. Los personajes sirven para retratar la reacción del mundo ante “el evento”, en este caso tenemos que el mundo queda cubierto por una misteriosa capa protectora. El problema es que nos cuenta demasiadas batallitas de esos personajes que son ajenas totalmente a la trama y que no aportan nada a misma, vamos, folletín puro y duro.
Y también falla mucho en retratar a los científicos. Tenemos en personal a uno de ellos, que es un supuesto genio. He leído muchas críticas que se quejan de la “inteligencia tipo navaja suiza” del personaje. En eso discrepo. Sé muy ben que es políticamente correcto admitir aquello de la “inteligencia emocional” y que hay varios tipos de inteligencia y que no todo el mundo destaca en todas. Bueno, a eso puedo decir que en promedio los psicólogos no son precisamente los mas inteligentes de los científicos y creo que no aprecian muy bien como funciona una inteligencia de élite. Y que, desde luego, si es común gente con esa “Inteligencia navaja suiza”. De hecho es muy habitual que el que es bueno en disciplinas científicas duras pueda, si le interesa y le hace falta, destacar en cualquier otra faceta (otra cosa es que le interese).
Pero, decía, el personaje del “geniecillo” falla. Su aspecto físico me hace sospechar que en parte Wilson se haya inspirado en la figura del físico de cuerdas y medalla fields de matemáticas Edward Witten. Otros aspectos me inclinan a pensar que ha buscado que también se le identifique un tanto con el archifamoso (y pese a ello también excelente físico) Stephen Hawkings. El problema es que no me cuadran muchas cosas. Se supone que el listillo destaca especialmente en matemáticas. Pero luego termina convertido en astrofísico. No tengo nada en contra de los astrofísicos, ni de la astrofísica, que es muy bonita. Pero,ciertamente, no es la línea de frontera de la física fundamental. No requiere alardes matemáticos y no es el área de dónde nadie pueda esperar ser considerado como el mejor físico de su tiempo.
En fin, podría alargarme con as explicaciones, pero, abreviando, tampoco Robert Wilson resulta convincente en su retrato de los científicos (aunque mejora respecto a lo de los cronolitos). Y se sigue enmarañando demasiado con historias complemente accesorias que no aportan nada.
No todo es así en su obra, afortunadamente. En “testigos de as estrellas” nos plantea la comunicación con unos alieníenas mediante unos ordenadores cuánticos cuyo funcionamiento no se comprende adecuadamente. Sin previo aviso la base dónde se sitúan esos ordenadores queda aislada del exterior por obra de un bloqueo militar. En la novela o central es uno de los aliens, la problemática de trabajar con tecnologías desconocidas, la naturaleza de la misma (bien analizada) y las reacciones de una científica experta en analizar aliens (no conozco ningún xenobiólogo, pero me resulta creíble) . Secundariamente se nos cuentan los problemas de la gente que se ha quedado encerrada en el área de trabajo que contiene los ordenadores del proyecto. Ahí Wilson da salida a su aburrida manía por los culebrones, pero, por fortuna, esta vez no se extiende demasiado.
En definitiva. Estamos ante un autor que podría ser mucho mejor de lo que es al que le pierde su afición a los culebrones.
Y, quizás en lo que podría ser el lema de este blog, queremos ciencia ficción, no culebrones :
Guerras ajenas (V)
-- Hola Martinez — oigo a mis espaldas.
Me giro y veo que es el sargento ¿de dónde coño ha salido? Le devuelvo el saludo intentando que mi voz haga honor al pasado castrense de mi familia y no parezca la de un adolescente de película de terror mala, un involuntario escalofrío que recorre mi espina dorsal impide que tenga éxito en mi empeño.
-- Buenas noches, sargen… señor… ¡buenas noches sargento, señor! – consigo proferir al fin, casi gritando.
-- Baje la voz Martinez, que intentamos pasar desapercibidos -- responde con gesto divertido. Aunque estamos algo lejos del centro del campamento llega bastante luz y con el equipo de visión nocturna conectado su silueta parece rodeada por un halo deslumbrante. Elevo la visera y me quito el casco. De primeras me quedo casi a ciegas, pero noto como rápidamente mis ojos se acomodan a la escasa claridad.
-- Si, mejor así Martinez, con el casco no se oye uno bien a si mismo y tiende a hablar mas alto de lo conveniente. ¿Qué tal la noche, como lleva el calor? --- No había reparado en ello hasta ahora, pero noto que ha refrescado bastante. Incluso se ha levantado una ligera brisa que puedo sentir en el rostro ahora que ha quedado al descubierto. Tal vez el escalofrío de antes se debiese a la temperatura, aunque creo que fue por culpa del susto. En todo caso respondo en el tono casual con el que la gente habla del tiempo:
-- Bien señor. Parece que no aprieta tanto el calor a esta hora de la noche, señor.
-- Si, y es extraño ¿no? Es decir, pocas noches refresca por estas tierras tropicales. Tal vez tengamos un misterio entre manos -- dice pensativo.
-- ¿Mas misterios, señor? ¡Creo que andamos ya sobrados de eso, si no le importa que se lo diga, señor – respondo antes siquiera de pensar en lo que estoy diciendo.
-- Tal vez. O tal vez no hemos hecho los deberes y vemos misterios allí dónde deberíamos reconocer signos de lo que hemos aprendido, los que lo hayamos aprendido, claro – dijo mirándome con gesto de invitarme a que hiciese las preguntas que creyese oportunas. Bien, por mi no iba a quedar. Empecé por la que más esotérica me parecía.
-- Señor, no sé que habrá estudiado usted, pero nada en los libros que he leído menciona eso que comentó de “ojos cuánticos” – comenté a modo de pregunta.
-- Oh, vamos, ya sé que los ingenieros no suelen estudiar mecánica cuántica. Pero tengo entendido que usted es aficionado a la divulgación científica. No me diga que no sabe nada de mecánica cuántica ¡Ah, y no me llame señor en esta reunión! esto no es oficial – apostilló.
-- Si, si, claro que he leído sobre física cuántica, sargento…iba a añadir su nombre, pero en ese momento caigo en que no lo recuerdo. De hecho ni siquiera estoy seguro de haberlo conocido alguna vez. Siempre me he dirigido a él como “señor”, o como “sargento”. Y, haciendo memoria, caigo en que siempre que alguien se ha referido a él en mi presencia ha hecho lo propio. No recuerdo a nadie que se dirigiese al sargento por su nombre de pila. Ni siquiera los kokusha si mi memoria no me traicionaba.
-- ¿no se acuerda de mi nombre? No se preocupe, sargento está bien -- dijo el sargento concluyendo mi inacabada frase.
-- Ok, sargento pues. Le decía, sé algo de cuántica. Incluso he visto en algunos sitios algo de su formulación matemática. Pero en ninguna parte recuerdo haber visto nada de algo que tenga que ver con ojos cuánticos – expliqué intentando justificar mi ignorancia, que, todo sea dicho, no creí que necesitase excusa alguna.
-- Bueno, si sabe cuántica ya sabrá que la materia ordinaria, incluidos los ojos, están hechos de átomos. Y que los átomos deben describirse usando mecánica cuántica. Por tanto no tiene nada de extraño hablar de ojos cuánticos – dijo el sargento con tono no ya divertido sino casi de estar tomándome ligeramente el pelo.
-- Pero…eso no tiene sentido.—digo casi indignado, y prosigo -- Quiero decir, si, claro, según eso todo es cuántico. Ojos cuánticos, manos cuánticas. Quiero pensar que si usa lo de ojos cuánticos será porque en esos ojos interviene de forma destacada algún efecto cuántico. Si no es absurdo, si me permite decirlo, llamarles ojos cuánticos.
-- Cierto, Martinillo, esta claro que así es. Y a ver, ¿que efecto cuántico cree que puede ser aquí el relevante? – dice el sargento con tono de profesor pedante.
-- Ni idea señor…sargento. Creí que iba usted a explicarme cosas, no a ponerme un examen – respondí – si no le molesta que se lo diga, señor— terminé añadiendo.
-- Si, bueno, creo que es oportuno explicar algunas cosas. Pero quisiera asegurarme de que se entienden adecuadamente. No quisiera contar nada que no esté en situación de entender correctamente, así que debo asegurarme que al menos en parte es capaz de deducir por si mismo parte de las respuestas – dijo en el tono que usaba cuando le gustaba hacerse el misterioso. Algo que, todo sea dicho, hacía casi siempre. En todo caso, por lo que conocía de él, me quedo claro que o le seguía el juego o no obtendría nada, así que intenté seguir sus reglas.
-- Bueno, sargento, déjeme pensar un poco – dije. Reflexioné un poco y creí que lo mejor era recapitular los hechos en voz alta – Bueno, esa gente, los soldados que encontré quiero decir, estaban disparando a unos ojos muy parecidos, o iguales, a los del roannon, pero situados en un árbol. Y los raonnom pesan demasiado para subir a los árboles.
-- Ya ¿y? – interrumpió el sargento, como animándome a seguir con el razonamiento.
-- Bueno, no sé. Si el roannom pudiera subir a los árboles por algún mecanismo extraño me habría dicho usted “roannom cuántico”, imagino. Si he de creer que los ojos a los que disparaba esa gente, y que aparecen en el vídeo, están relacionados con el roannom de algún modo habría que pensar que subieron al árbol ellos solos. Pero esos es imposible, por muy “cuánticos” que sean – dije intentando parecer mas inteligente de lo que me sentía.
-- No es un mal razonamiento el suyo – concedió el sargento -- Pero recuerde el vídeo. En el se mostraba que esos ojos no iban solos ¿Se acuerda, no?
-- Si. Es más, examiné el video con calma de nuevo –expliqué -- Y no sólo esa parte. Le pedí a los soldados que me pasaran mas grabaciones dónde hubieran visto los ojos. En algunas de ellas se apreciaba, si uno paraba la reproducción y ampliaba la imagen, que aparte de los ojos grandes el animal, que definitivamente parecía algún tipo de ave, tenía otros ojos mas pequeños, situados en la cabeza. De hechos los ojos grandes, los visibles, estaban en lo que debería ser su abdomen. Pero claro, eso no tiene mucho sentido ¿no?
-- No presuponga demasiado lo que tiene sentido con alienígenas. Se sorprendería — dijo pensativo el sargento. Y añadió – En todo caso, explíqueme porque no cree que tenga sentido.
-- Bueno, para que unos ojos sirvan de algo deben recoger la luz, transformarla en impulsos nerviosos y hacer llegar estos al cerebro, para que este los procese. Como ese ave parecía tener unos ojos normales en una cabeza normal es de suponer que esos eran los ojos funcionales, y que el cerebro estaba en la cabeza, vaya. Salvo que el ave tuviese otro cerebro en la zona del estómago, no veo de que servirían esos ojos. Y además, --añadí con una ocurrencia de última hora -- si en la zona del estómago hay un cerebro ¿dónde digiere ese animal la comida?
--- No presuponga demasiado sobre la distribución de los órganos internos en aliens. Cierto que uno podría pensar que la distribución de los mismos debe seguir normas relacionadas con algunos conceptos que parecen de sentido común— empezó diciendo el sargento. Se tomó una pausa para mirar en torno suyo con gesto de estar buscando algo y tras ello prosiguió – Pero el sentido común sirve para cosas comunes. Para tratar cosas ajenas a la experiencia diaria es necesario tener los datos pertinentes. Sólo entonces puede lucir el sentido común. Pero me desvío del tema. Admitamos que el ave fuera normal en la distribución de sus órganos internos. Y que lo que hay en su abdomen sean ojos. ¿de que podrían servirle?
-- Pues de nada ¿no? – como intuí que si lo dejaba ahí corría el riesgo de que el sargento diese por concluida la reunión en ese momento pensé atropelladamente alguna hipótesis alocada que me pudiera dar tiempo a buscar una mejor propuesta. Dí con una idea estúpida, pero no se me ocurría nada mejor así que se le dije al final sargento.
– Bueno, si el cerebro no está en el estómago, que es dónde debería, ya puestos podemos pensar que puede estar en cualquier lado. Incluso en algún sitio que no sea el ave ¿no? – conseguí decir intentando no parecer demasiado chalado, al menos en el tono de voz.
– Muy bien, Marti, muy bien. Parece que si se le presiona un poco no es usted un caso perdido. Y ahora a ver si lo remata. ¿Qué efecto cuántico cree que podría servir para implementar esa estrafalaria propuesta? – dijo el sargento animándome a proseguir.
– Uff, no sé. Déjeme pensar – dije por decir algo pues no creí que diese nunca con la respuesta —a ver, permítame repasar el folclore de efectos cuánticos. El principio de incertidumbre, no, por ahí, no ¿verdad? A ver, que las energías estén cuantizadas…
-- Pare, pare,-- me interrumpió el sargento, acompañando sus palabras con un gesto de su mano derecha.-- que nos podemos tirar toda la noche. En fin, supongo que era demasiado esperar que diese con la respuesta sin más pistas. Aunque debería haber reparado en lo que le dije en la tienda, lo de la biología modular.
-- ¿Están relacionadas ambas cosas?—dije interrumpiéndole yo a mi vez.
-- Lo están, lo están. – continuo el sargento-- Mire, me hubiese gustado poder seguirle guiando, a ver si daba con las respuestas. Pero me temo que vamos a estar algo apurados así que paso a contarle los conceptos fundamentales. Ese roannom , como ya dije, es una mezcla de una criatura surgida de la evolución con un producto de ingeniería genética. Una de las características originarias del roannom, es su estructura modular. Eso, básicamente, consiste en que el animal esta hecho de piezas. Y algunas de esas piezas pueden separarse de la unidad central y disponer de una cierta autonomía propia.
-- Perdón que le interrumpa – dije con tono de disculpa.. Pero sólo para asegurarme de que no estoy entendiendo mal. ¿Me quiere decir que esa ave forma parte del roannom?
-- Si, efectivamente. Nadie que conozca tiene claros los detalles. Puede ser un caso de parasitismo que derivó en una incorporación del parásito al ciclo vital del animal. Hay casos similares en la tierra, o eso me parece recordar. O tal vez es similar a una criatura que vive como parasita en ciertas cigalas de río, que tiene varias manifestaciones y ni siquiera se tiene claro cuál es el animal principal. Aunque bueno, aquí si esta claro que lo principal es el animal terrestre. De hecho se cree que en su planeta originario no podían ser comunes, o si acaso existir, las aves dada su mayor gravedad…
-- Perdón, sargento – le corté de nuevo en su exposición-- Vale, acepto, ya que usted lo dice, y sabe más que yo de aliens, que el roannom trae un ave incorporada de serie. ¿y los ojos cuánticos? ¿Qué relación hay?
-- Bien, --prosiguió el sargento con su alocución -- Esos ojos del abdomen son ojos totalmente funcionales. Enfocan y forman imagen sobre la retina. Hasta ahí normal. Lo que hace falta es darse cuenta de que esa ave sirve para enviarle información al roannom. El roanom ve a través de los ojos del abdomen del ave. Para ello usa un truco cuántico, la superposición de estados. Cada molécula de las retinas de la pupila del ojo del ave se corresponde con otra molécula entrelazada cuánticamente con esta, y situada en el corpus central del roannom, De esa manera hay una réplica completa de la pupila del ojo del ave en el roannom. Cuando un fotón llega a la pupila del ojo del ave y altera el estado de la molécula la réplica enlazada a la misma en el roanmom sufre la misma alteración. De ese modo el roanmmom “ve” lo mismo que el ave. Bueno, en realidad el roannom es el único que de verdad ve algo. El ave, como bien apuntó usted, no tiene nervios que envíen la señal a un cerebro que procese la señal. La réplica cuántica de esa pupila situada en el roanmmom si dispone de esos nervios, y los envía al al cerebro del roanom. Si le interesa el detalle le puedo decir que ese juego adicional de pupilas está detrás del globo ocular de los ojos propios del roannom. Es muy difícil saber exactamente como procesa la información el animal, pero creemos que puede superponer información dem ambos ojos, el suyo propio y el del ave, de modo similar al que hacen los televisores terrestres cuando muestran imágenes de dos cámaras distintas. Posiblemente también puede jugar con el tamaño relativo de ambas imágenes.
Escuchaba todo eso con una mezcla de asombro y suspicacia. Lo que recordaba del principio de superposición que pudiera ser aplicable a esa situación, era la paradoja de de Broglie. La idea era que si uno preparaba dos fotones en superposición de tal modo que uno tuviera spin hacia arriba y otro spin hacia abajo y luego los separaba cuando se medía el spin de uno el otro debía tener el contrario. Eso era paradójico porque hasta que no se medía el spin del primer fotón ambos estaban en una superposición entre spin hacia arriba y hacia abajo. Un vez medido el spin de uno de ellos el otro, inmediatamente, pasaba a estar en un estado puro, con el spin en disposición opuesta. Esto era así incluso si ambos fotones se habían alejado entre sí cualquier distancia imaginable, lo que implicaba trasmisión instantánea de información, en contradicción aparente con la relatividad especial que decía que nada podía ir mas rápido que la luz. Podía entender que hubiese alguna relación, pero no me cuadraban los detalles. Imaginé que al altera una molécula en el ojo del ve se producía una “observación” y que la molécula análoga en el roannom pasaba a tener el valor complementario que le correspondía en el estado de superposición Supongo que el nervio saltaba ante esa ruptura del estado de superposición y así el roannom veía lo que enfocaban los ojos del ave. Pero imaginé que una vez rota la superposición esa zona de la retina quedaba ciega para el roanom, con lo cuál ese sistema de visión a distancia tenía una durabilidad limitada. Y luego estaba e asunto de la complejidad del asunto. Recordaba haber leído que poco antes de la llegada de los aliens, los científicos terrestres habían encontrado indicios de que la fotosíntesis y el sistema de guía de las aves en el campo magnético terrestre parecían estar relacionados con estados de superposición cuántica que implicaban cantidades macroscópicas de moléculas. Recordaba que eso era sorprendente pues en los laboratorios los expertos apenas conseguían estados de superoposición con unos pocos átomos. Me hubiese encantado preguntarle detalles al sargento. También imaginé que los otros ataques misteriosos que habíamos sufrido podían estar relacionados con otros aspectos de la biología modular del bicho y me hubiese gustado preguntarle al sargento por los detalles,
Pero no hubo opción. Ví que el sargento se ponía tenso. Me avisó de que preparase un arma de corta distancia y estuviese alerta. Me señaló hacia el centro del campamento. Al mirar vi como un humo oscuro se desplegaba en torno a las luces que había encendidas. Antes de que estas quedaran del todo apantalladas me parecí distinguir como retazos del mismo humo se formaba en torno a algunos de mis compañeros. Me giré para preguntarle al sargento que era eso, pero ya no estaba. Esas misteriosas apariciones y desapariciones del sargento eran un aspecto más del misterio de su figura. Algunos soldados habían revisado toda la telemetría el traje previa a sucesos similares y no habían visto nada que diera pistas de cómo lo hacía. Con esos trajes ni siquiera el más astuto de los ninjas podría hacer esos trucos, pero obviamente el sargento contaba con trucos mas sofisticados que los de los antiguos campesinos-guerreros del Japón medieval. El ruido de las armas me avisó de que no era momento de ocuparme de ese misterio y volví mi atención l campamento. Me coloqué el casco, activé el sistema de visión nocturna a tiempo para que me mostrara la figura del roannom entrando y saliendo de las zonas de humo oscuro. Centré mi atención la última localización que tenía de él y apunté el rifle hacia ella, presto a disparar cuando le vírese salir Sin embargo lo único que vi cuando el humo de esa zona se disipó fue el cadáver, roto en dos partes, de uno de mis compañeros. Y en ese momento se oyeron más disparos, e inmediatamente un grito prontamente acallado. Parecía obvio que la criatura se había dejado de sutilezas y había pasado a un ataque directo. Y mucho me temía que si lográbamos detenerlo no sería sin que antes llevara a cabo una pequeña masacre. De hecho empezaba a pensar que si no lo detenía antes el sargento ese maldito animal nos iría aniquilando de uno en uno.
Me giro y veo que es el sargento ¿de dónde coño ha salido? Le devuelvo el saludo intentando que mi voz haga honor al pasado castrense de mi familia y no parezca la de un adolescente de película de terror mala, un involuntario escalofrío que recorre mi espina dorsal impide que tenga éxito en mi empeño.
-- Buenas noches, sargen… señor… ¡buenas noches sargento, señor! – consigo proferir al fin, casi gritando.
-- Baje la voz Martinez, que intentamos pasar desapercibidos -- responde con gesto divertido. Aunque estamos algo lejos del centro del campamento llega bastante luz y con el equipo de visión nocturna conectado su silueta parece rodeada por un halo deslumbrante. Elevo la visera y me quito el casco. De primeras me quedo casi a ciegas, pero noto como rápidamente mis ojos se acomodan a la escasa claridad.
-- Si, mejor así Martinez, con el casco no se oye uno bien a si mismo y tiende a hablar mas alto de lo conveniente. ¿Qué tal la noche, como lleva el calor? --- No había reparado en ello hasta ahora, pero noto que ha refrescado bastante. Incluso se ha levantado una ligera brisa que puedo sentir en el rostro ahora que ha quedado al descubierto. Tal vez el escalofrío de antes se debiese a la temperatura, aunque creo que fue por culpa del susto. En todo caso respondo en el tono casual con el que la gente habla del tiempo:
-- Bien señor. Parece que no aprieta tanto el calor a esta hora de la noche, señor.
-- Si, y es extraño ¿no? Es decir, pocas noches refresca por estas tierras tropicales. Tal vez tengamos un misterio entre manos -- dice pensativo.
-- ¿Mas misterios, señor? ¡Creo que andamos ya sobrados de eso, si no le importa que se lo diga, señor – respondo antes siquiera de pensar en lo que estoy diciendo.
-- Tal vez. O tal vez no hemos hecho los deberes y vemos misterios allí dónde deberíamos reconocer signos de lo que hemos aprendido, los que lo hayamos aprendido, claro – dijo mirándome con gesto de invitarme a que hiciese las preguntas que creyese oportunas. Bien, por mi no iba a quedar. Empecé por la que más esotérica me parecía.
-- Señor, no sé que habrá estudiado usted, pero nada en los libros que he leído menciona eso que comentó de “ojos cuánticos” – comenté a modo de pregunta.
-- Oh, vamos, ya sé que los ingenieros no suelen estudiar mecánica cuántica. Pero tengo entendido que usted es aficionado a la divulgación científica. No me diga que no sabe nada de mecánica cuántica ¡Ah, y no me llame señor en esta reunión! esto no es oficial – apostilló.
-- Si, si, claro que he leído sobre física cuántica, sargento…iba a añadir su nombre, pero en ese momento caigo en que no lo recuerdo. De hecho ni siquiera estoy seguro de haberlo conocido alguna vez. Siempre me he dirigido a él como “señor”, o como “sargento”. Y, haciendo memoria, caigo en que siempre que alguien se ha referido a él en mi presencia ha hecho lo propio. No recuerdo a nadie que se dirigiese al sargento por su nombre de pila. Ni siquiera los kokusha si mi memoria no me traicionaba.
-- ¿no se acuerda de mi nombre? No se preocupe, sargento está bien -- dijo el sargento concluyendo mi inacabada frase.
-- Ok, sargento pues. Le decía, sé algo de cuántica. Incluso he visto en algunos sitios algo de su formulación matemática. Pero en ninguna parte recuerdo haber visto nada de algo que tenga que ver con ojos cuánticos – expliqué intentando justificar mi ignorancia, que, todo sea dicho, no creí que necesitase excusa alguna.
-- Bueno, si sabe cuántica ya sabrá que la materia ordinaria, incluidos los ojos, están hechos de átomos. Y que los átomos deben describirse usando mecánica cuántica. Por tanto no tiene nada de extraño hablar de ojos cuánticos – dijo el sargento con tono no ya divertido sino casi de estar tomándome ligeramente el pelo.
-- Pero…eso no tiene sentido.—digo casi indignado, y prosigo -- Quiero decir, si, claro, según eso todo es cuántico. Ojos cuánticos, manos cuánticas. Quiero pensar que si usa lo de ojos cuánticos será porque en esos ojos interviene de forma destacada algún efecto cuántico. Si no es absurdo, si me permite decirlo, llamarles ojos cuánticos.
-- Cierto, Martinillo, esta claro que así es. Y a ver, ¿que efecto cuántico cree que puede ser aquí el relevante? – dice el sargento con tono de profesor pedante.
-- Ni idea señor…sargento. Creí que iba usted a explicarme cosas, no a ponerme un examen – respondí – si no le molesta que se lo diga, señor— terminé añadiendo.
-- Si, bueno, creo que es oportuno explicar algunas cosas. Pero quisiera asegurarme de que se entienden adecuadamente. No quisiera contar nada que no esté en situación de entender correctamente, así que debo asegurarme que al menos en parte es capaz de deducir por si mismo parte de las respuestas – dijo en el tono que usaba cuando le gustaba hacerse el misterioso. Algo que, todo sea dicho, hacía casi siempre. En todo caso, por lo que conocía de él, me quedo claro que o le seguía el juego o no obtendría nada, así que intenté seguir sus reglas.
-- Bueno, sargento, déjeme pensar un poco – dije. Reflexioné un poco y creí que lo mejor era recapitular los hechos en voz alta – Bueno, esa gente, los soldados que encontré quiero decir, estaban disparando a unos ojos muy parecidos, o iguales, a los del roannon, pero situados en un árbol. Y los raonnom pesan demasiado para subir a los árboles.
-- Ya ¿y? – interrumpió el sargento, como animándome a seguir con el razonamiento.
-- Bueno, no sé. Si el roannom pudiera subir a los árboles por algún mecanismo extraño me habría dicho usted “roannom cuántico”, imagino. Si he de creer que los ojos a los que disparaba esa gente, y que aparecen en el vídeo, están relacionados con el roannom de algún modo habría que pensar que subieron al árbol ellos solos. Pero esos es imposible, por muy “cuánticos” que sean – dije intentando parecer mas inteligente de lo que me sentía.
-- No es un mal razonamiento el suyo – concedió el sargento -- Pero recuerde el vídeo. En el se mostraba que esos ojos no iban solos ¿Se acuerda, no?
-- Si. Es más, examiné el video con calma de nuevo –expliqué -- Y no sólo esa parte. Le pedí a los soldados que me pasaran mas grabaciones dónde hubieran visto los ojos. En algunas de ellas se apreciaba, si uno paraba la reproducción y ampliaba la imagen, que aparte de los ojos grandes el animal, que definitivamente parecía algún tipo de ave, tenía otros ojos mas pequeños, situados en la cabeza. De hechos los ojos grandes, los visibles, estaban en lo que debería ser su abdomen. Pero claro, eso no tiene mucho sentido ¿no?
-- No presuponga demasiado lo que tiene sentido con alienígenas. Se sorprendería — dijo pensativo el sargento. Y añadió – En todo caso, explíqueme porque no cree que tenga sentido.
-- Bueno, para que unos ojos sirvan de algo deben recoger la luz, transformarla en impulsos nerviosos y hacer llegar estos al cerebro, para que este los procese. Como ese ave parecía tener unos ojos normales en una cabeza normal es de suponer que esos eran los ojos funcionales, y que el cerebro estaba en la cabeza, vaya. Salvo que el ave tuviese otro cerebro en la zona del estómago, no veo de que servirían esos ojos. Y además, --añadí con una ocurrencia de última hora -- si en la zona del estómago hay un cerebro ¿dónde digiere ese animal la comida?
--- No presuponga demasiado sobre la distribución de los órganos internos en aliens. Cierto que uno podría pensar que la distribución de los mismos debe seguir normas relacionadas con algunos conceptos que parecen de sentido común— empezó diciendo el sargento. Se tomó una pausa para mirar en torno suyo con gesto de estar buscando algo y tras ello prosiguió – Pero el sentido común sirve para cosas comunes. Para tratar cosas ajenas a la experiencia diaria es necesario tener los datos pertinentes. Sólo entonces puede lucir el sentido común. Pero me desvío del tema. Admitamos que el ave fuera normal en la distribución de sus órganos internos. Y que lo que hay en su abdomen sean ojos. ¿de que podrían servirle?
-- Pues de nada ¿no? – como intuí que si lo dejaba ahí corría el riesgo de que el sargento diese por concluida la reunión en ese momento pensé atropelladamente alguna hipótesis alocada que me pudiera dar tiempo a buscar una mejor propuesta. Dí con una idea estúpida, pero no se me ocurría nada mejor así que se le dije al final sargento.
– Bueno, si el cerebro no está en el estómago, que es dónde debería, ya puestos podemos pensar que puede estar en cualquier lado. Incluso en algún sitio que no sea el ave ¿no? – conseguí decir intentando no parecer demasiado chalado, al menos en el tono de voz.
– Muy bien, Marti, muy bien. Parece que si se le presiona un poco no es usted un caso perdido. Y ahora a ver si lo remata. ¿Qué efecto cuántico cree que podría servir para implementar esa estrafalaria propuesta? – dijo el sargento animándome a proseguir.
– Uff, no sé. Déjeme pensar – dije por decir algo pues no creí que diese nunca con la respuesta —a ver, permítame repasar el folclore de efectos cuánticos. El principio de incertidumbre, no, por ahí, no ¿verdad? A ver, que las energías estén cuantizadas…
-- Pare, pare,-- me interrumpió el sargento, acompañando sus palabras con un gesto de su mano derecha.-- que nos podemos tirar toda la noche. En fin, supongo que era demasiado esperar que diese con la respuesta sin más pistas. Aunque debería haber reparado en lo que le dije en la tienda, lo de la biología modular.
-- ¿Están relacionadas ambas cosas?—dije interrumpiéndole yo a mi vez.
-- Lo están, lo están. – continuo el sargento-- Mire, me hubiese gustado poder seguirle guiando, a ver si daba con las respuestas. Pero me temo que vamos a estar algo apurados así que paso a contarle los conceptos fundamentales. Ese roannom , como ya dije, es una mezcla de una criatura surgida de la evolución con un producto de ingeniería genética. Una de las características originarias del roannom, es su estructura modular. Eso, básicamente, consiste en que el animal esta hecho de piezas. Y algunas de esas piezas pueden separarse de la unidad central y disponer de una cierta autonomía propia.
-- Perdón que le interrumpa – dije con tono de disculpa.. Pero sólo para asegurarme de que no estoy entendiendo mal. ¿Me quiere decir que esa ave forma parte del roannom?
-- Si, efectivamente. Nadie que conozca tiene claros los detalles. Puede ser un caso de parasitismo que derivó en una incorporación del parásito al ciclo vital del animal. Hay casos similares en la tierra, o eso me parece recordar. O tal vez es similar a una criatura que vive como parasita en ciertas cigalas de río, que tiene varias manifestaciones y ni siquiera se tiene claro cuál es el animal principal. Aunque bueno, aquí si esta claro que lo principal es el animal terrestre. De hecho se cree que en su planeta originario no podían ser comunes, o si acaso existir, las aves dada su mayor gravedad…
-- Perdón, sargento – le corté de nuevo en su exposición-- Vale, acepto, ya que usted lo dice, y sabe más que yo de aliens, que el roannom trae un ave incorporada de serie. ¿y los ojos cuánticos? ¿Qué relación hay?
-- Bien, --prosiguió el sargento con su alocución -- Esos ojos del abdomen son ojos totalmente funcionales. Enfocan y forman imagen sobre la retina. Hasta ahí normal. Lo que hace falta es darse cuenta de que esa ave sirve para enviarle información al roannom. El roanom ve a través de los ojos del abdomen del ave. Para ello usa un truco cuántico, la superposición de estados. Cada molécula de las retinas de la pupila del ojo del ave se corresponde con otra molécula entrelazada cuánticamente con esta, y situada en el corpus central del roannom, De esa manera hay una réplica completa de la pupila del ojo del ave en el roannom. Cuando un fotón llega a la pupila del ojo del ave y altera el estado de la molécula la réplica enlazada a la misma en el roanmom sufre la misma alteración. De ese modo el roanmmom “ve” lo mismo que el ave. Bueno, en realidad el roannom es el único que de verdad ve algo. El ave, como bien apuntó usted, no tiene nervios que envíen la señal a un cerebro que procese la señal. La réplica cuántica de esa pupila situada en el roanmmom si dispone de esos nervios, y los envía al al cerebro del roanom. Si le interesa el detalle le puedo decir que ese juego adicional de pupilas está detrás del globo ocular de los ojos propios del roannom. Es muy difícil saber exactamente como procesa la información el animal, pero creemos que puede superponer información dem ambos ojos, el suyo propio y el del ave, de modo similar al que hacen los televisores terrestres cuando muestran imágenes de dos cámaras distintas. Posiblemente también puede jugar con el tamaño relativo de ambas imágenes.
Escuchaba todo eso con una mezcla de asombro y suspicacia. Lo que recordaba del principio de superposición que pudiera ser aplicable a esa situación, era la paradoja de de Broglie. La idea era que si uno preparaba dos fotones en superposición de tal modo que uno tuviera spin hacia arriba y otro spin hacia abajo y luego los separaba cuando se medía el spin de uno el otro debía tener el contrario. Eso era paradójico porque hasta que no se medía el spin del primer fotón ambos estaban en una superposición entre spin hacia arriba y hacia abajo. Un vez medido el spin de uno de ellos el otro, inmediatamente, pasaba a estar en un estado puro, con el spin en disposición opuesta. Esto era así incluso si ambos fotones se habían alejado entre sí cualquier distancia imaginable, lo que implicaba trasmisión instantánea de información, en contradicción aparente con la relatividad especial que decía que nada podía ir mas rápido que la luz. Podía entender que hubiese alguna relación, pero no me cuadraban los detalles. Imaginé que al altera una molécula en el ojo del ve se producía una “observación” y que la molécula análoga en el roannom pasaba a tener el valor complementario que le correspondía en el estado de superposición Supongo que el nervio saltaba ante esa ruptura del estado de superposición y así el roannom veía lo que enfocaban los ojos del ave. Pero imaginé que una vez rota la superposición esa zona de la retina quedaba ciega para el roanom, con lo cuál ese sistema de visión a distancia tenía una durabilidad limitada. Y luego estaba e asunto de la complejidad del asunto. Recordaba haber leído que poco antes de la llegada de los aliens, los científicos terrestres habían encontrado indicios de que la fotosíntesis y el sistema de guía de las aves en el campo magnético terrestre parecían estar relacionados con estados de superposición cuántica que implicaban cantidades macroscópicas de moléculas. Recordaba que eso era sorprendente pues en los laboratorios los expertos apenas conseguían estados de superoposición con unos pocos átomos. Me hubiese encantado preguntarle detalles al sargento. También imaginé que los otros ataques misteriosos que habíamos sufrido podían estar relacionados con otros aspectos de la biología modular del bicho y me hubiese gustado preguntarle al sargento por los detalles,
Pero no hubo opción. Ví que el sargento se ponía tenso. Me avisó de que preparase un arma de corta distancia y estuviese alerta. Me señaló hacia el centro del campamento. Al mirar vi como un humo oscuro se desplegaba en torno a las luces que había encendidas. Antes de que estas quedaran del todo apantalladas me parecí distinguir como retazos del mismo humo se formaba en torno a algunos de mis compañeros. Me giré para preguntarle al sargento que era eso, pero ya no estaba. Esas misteriosas apariciones y desapariciones del sargento eran un aspecto más del misterio de su figura. Algunos soldados habían revisado toda la telemetría el traje previa a sucesos similares y no habían visto nada que diera pistas de cómo lo hacía. Con esos trajes ni siquiera el más astuto de los ninjas podría hacer esos trucos, pero obviamente el sargento contaba con trucos mas sofisticados que los de los antiguos campesinos-guerreros del Japón medieval. El ruido de las armas me avisó de que no era momento de ocuparme de ese misterio y volví mi atención l campamento. Me coloqué el casco, activé el sistema de visión nocturna a tiempo para que me mostrara la figura del roannom entrando y saliendo de las zonas de humo oscuro. Centré mi atención la última localización que tenía de él y apunté el rifle hacia ella, presto a disparar cuando le vírese salir Sin embargo lo único que vi cuando el humo de esa zona se disipó fue el cadáver, roto en dos partes, de uno de mis compañeros. Y en ese momento se oyeron más disparos, e inmediatamente un grito prontamente acallado. Parecía obvio que la criatura se había dejado de sutilezas y había pasado a un ataque directo. Y mucho me temía que si lográbamos detenerlo no sería sin que antes llevara a cabo una pequeña masacre. De hecho empezaba a pensar que si no lo detenía antes el sargento ese maldito animal nos iría aniquilando de uno en uno.
Guerras ajenas (IV)
Nos dirigimos a las coordenadas
acordadas. Como nadie conoce la franja selvática en la que debemos
guiarnos por el sistema de posicionamiento por satélites Galileo. Es
curioso, algunos de los chicos creen que es tecnología de los
kokusha. Eran demasiado jóvenes cuando se produjo la invasión y
las naves alienígenas anularon el funcionamiento de todos los
satélites de la raza humana, incluido el una vez tan famoso GPS. Por
ese entonces la ESA acaba de lanzar su propia alternativa al sistema
americano, pero no había llegado a abrir la red al público. A raíz
de esta segunda invasión los kokusha decidieron reactivar el sistema
Galileo, mas preiso y eficiente que el GPS, pero sólo para usos
militares. Los más veteranos les hemos explicado que la tecnología
es nuestra, pero veo en sus caras que no os creen del todo, y lo
kokusha no desalientan ese escepticismo. Es descorazonador ver que
estamos luchando a favor de los kokusha para proteger nuestro mundo,
y que, incluso si ganamos, estamos perdiendo nuestra identidad.
Dejo de lado esas agoreras
meditaciones y me empiezo a fijar en el entorno. Marchamos agrupados.
Abre la marcha uno de los soldados más jóvenes. Le he elegido a él
porque es el campeón local en competiciones de tiro frente a
enemigos apostados. Si surge algún ataque repentino es el que
mejores posibilidades tiene de defenderse con efectividad. Aparte eso
permite que pueda ir un poco más tranquilo y atender otras tareas.
He hablado con otro pequeño pelotón recién reagrupado. Si no hay
obstáculos que lo impidan nos reuniremos con ellos antes de llegar
al punto de encuentro global. Me informaron de que llevaban con ellos
a una de las víctimas. La habían hallado atrapada en algo similar a
una tela de araña. Su cadáver presentaba el tipo de lesiones que
uno cabría esperar que produjera un animal como el roannom. Le
habían cortado la cabeza de una manera bastante limpia. El tipo de
trabajo que podían realizar a la perfección las mandíbulas del
bicho. El tronco presentaba lesiones incisas que se correspondían a
la perfección con las terribles garras del roannom. Eran el tipo de
garras que en la tierra tienen los omnívoros que gustan de buscar
insectos entre los árboles y que necesitan de ellas para desbrozar
la corteza de la madera y extraer su alimento de los recovecos de la
misma. Evidentemente esta criatura salida de algún averno
alienígena le daba otros usos. Lo que no terminaba de explicarme era
la telaraña esa. El sargento me había alertado acerca de la
variedad de recursos de nuestro enemigo, así que tal vez entre sus
artimañas figurase imitar a las arañas de nuestro planeta. De ser
así ¿Qué mas podría hacer ese maldito monstruo?
Tenemos suerte y no hay impedimento a
que demos con el grupo en cuestión. Según lo hablado el soldado
muerto ha sido completamente envuelto en una manta para evitar que el
dantesco estado de sus restos haga mella en la moral de la tropa. Me
reúno con el líder de esa gente, un inglés que responde al nombre
de Peter. Tiene el rango de teniente y en consecuencia asume el
mando. Eso me libera de mayores responsabilidades y puedo dejar que
mi mente descanse. Al menos hasta que llegamos al punto de
encuentro.
Han pasado dos horas desde que se
produjo la reagrupación definitiva. Me han informado de muchas
cosas. Se ha establecido contacto con el campamento kappa y nos han
dicho que ellos no han sufrido ningún ataque. Al parecer el roannom
ha preferido ensañarse con los presuntos rescatadores. La gente al
mando ha estado deliberando. He visto como montaban una tienda de
campaña dónde habían depositado a los muertos. Todos ellos habían
sido discretamente transportados de modo que, en el común de la
tropa, sólo aquellos que los recogieron conocían el estado en el
que estaba su cadáver La gente al mando, por el contrario, habían
tenido el dudoso honor de poder contemplar la masacre en toda su
extensión, Yo debería haberme quedado al margen, pero el sargento
había insistido en que entrase en ese pequeño museo de los horrores
en que se había transformado el interior de la tienda. Pude escuchar
como se relataban las circunstancias de cada víctima y participar
activamente en el análisis de su muerte.
La primera defunción en analizarse
fue un cabo, un tipo que rondaba la cuarentena con el que había
charlado alguna vez, Había sido encontrado en el fondo de un agujero
en el que había muerto empalado por unas estacas afiladas situadas
en el fondo del mismo. El examen del perímetro indicaba que el
agujero había estado tapado por ramitas y hojas dispuestas adrede
para ocultar la trampa. Las posibles implicaciones del modus
operandi no escapaban a nadie. Estaba casi descartado que el cabo
Uriarte fuese a caer en la trampa por casualidad. Un compañero había
informado que el cabo le había comunicado que iba siguiendo a un
animal grande al que había detectado por las ocasionales agitaciones
que hacía en la maleza. Sin duda el animal le había guiado ex
profeso hacia ese agujero hábilmente disimulado. Eso denotaba una
capacidad de planificación bastante sofisticada, y por ende, una
inteligencia nada desdeñable. La gran incógnita era la autoria de
la trampa en sí. ¿Debía creerse que la había creado el roannom?
¿De ser así, hasta que punto? La tensión del momento y la premura
general de toda la situación se habían traducido en que no se
hiciese un examen exhaustivo de la franja in situ. Alguna persona
previsora, presumiblemente el sargento, había ordenado que se
recogieran muestras de tierra y también de las estacas, así como
grabaciones de video en alta resolución, para poder hacer estudios
mas sofisticados sin necesidad de volver al lugar del suceso. No
había en nuestro grupo nadie con formación medianamente avanzada en
criminología así que corrió de cuenta mía y del sargento – los
únicos con una formación técnica superior -- realizar el estudio
de las pruebas. Nuestras conclusiones preliminares indicaban que el
hoyo no había sido cavado recientemente, si bien no pudimos
establecer una fecha fiable. Sabíamos que antes de la llegada de los
aliens en esa selva había algunas tribus de nativos. No sabíamos
mucho de ellos realmente pues para cuando se había confirmado el
ataque extraterrestre y se habían enviado las primeras tropas todos
ellos habían sido exterminados. En definitiva, no sabíamos con
certeza si el agujero lo había cavado el roannom, los antiguos
pobladores humanos, o tal vez alguna otra criatura de la que no
teníamos noticia. El análisis de las estacas había sido más
provechoso. Las marcas se ajustaban bien a la fisionomía del
animal. Esas garras y esas mandíbulas aparte de carne eran buenas
para trabajar con la madera y por lo visto la criatura tenía
habilidad para usarlas. El panorama que revelaban era muy
preocupante. Ya no nos enfrentábamos a un animal inusualmente
peligroso sino a una criatura inteligente capaz de manipular el
entorno para crear herramientas.
Los dos siguientes cadáveres que
analizamos habían sufrido una surte parecida. Su cadáver estaba
hinchado y la piel presentaba signos de múltiples picaduras. Eso
añadía un pequeño misterio a la pila de enigmas que se estaba
acumulando. Como en cualquier otra selva que se preciase esa estaba
plagada de insectos, arácnidos, serpientes y otros animales capaces
de picar a una persona y producirla diversos males, muerte incluida.
Por ello mismo las vestimentas que llevábamos debajo del
exoesqueleto procuraban una buena protección frente a ese tipo de
peligro. Ciertamente no era absolutamente perfecta y un soldado que
durmiese a la intemperie podría despertar – si tenía suerte —
con una sorpresa desagradable. Pero estando despierto, y en
movimiento, era difícil imaginar como podría ser atacado de ese
modo. De hecho, cuando el sargento mostró su preocupación por el
veneno que podía impregnar el roannom en la maleza y como este
atacaba la piel me extrañó su cautela ya que, excepto el rostro y
las manos, ninguna parte del cuerpo iba descubierta. De hecho, con
los visores bajados solamente parte del cuello y las manos quedaban
expuestas al aire. Las preguntas del teniente Peter mostraron que no
era el único en albergar esos pensamientos. El sargento explicó que
el roannom podía destilar diversos tipos de venenos. Algunos de
ellos actuaban sobre el sistema respiratorio. No tenía datos
concluyentes peros sospechaba que no actuaban de modo inmediato. Por
análisis patológico – por desgracia precariamente desarrollado --
de casos anteriores había llegado a la hipótesis de que el veneno
se iba esparciendo desde los alvéolos pulmonares hacia el torrente
sanguíneo hasta llegar al cerebro. Una vez allí era capaz de
superar la barrera hematoencefálica que impide normalmente que
muchas sustancias y patógenos pasen de la sangre a las células
cerebrales. Una vez en el cerebro el efecto se desencadenaba de modo
vertiginoso y la persona infectada se dormía en cuestión de
segundos. Imagino que eso fue lo que debió ocurrirle a esos pobres
infortunados. Se habían perdido, como el resto, en la confusión
general, y cuando el sueño les llego por sorpresa no había nadie al
lado para cuidar de ellos. Lo que si encontraron fueron algún tipo
de animales que se habían colado bajo las vestimentas de los
indefensos militares y les habían inoculado un veneno más
mortífero. La pregunta obvia era cuestionarse por una relación
directa entre el roannom y esas otras criaturas. Realmente el roannom
podía eliminar el sólito, por modos más expeditivos, a unos
soldados narcotizados. ¿Qué pintaban esas misteriosas criaturas con
picaduras venenosas en el entramado?
Habían analizado algún caso más, y no había ninguna conclusión
definitiva, más allá de que debían extremar aún más las
precauciones. Antes de salir el sargento le había dicho, en un
aparte, que le esperara fuera, a unos metros detrás de la tienda.
Y allí estaba ahora, esperando inquieto. El sargenteo me había dado
a entender que le iba a explicar por fin que era eso de los “ojos
cuánticos”. Y también le hablaría sobre un concepto, referente
al roannon, que había farfullado durante el análisis. Lo había
pronunciado en voz baja, para que sólo él, que era el más cercano
de los presentes, pudiera oírlo, No estaba plenamente seguro de
haberlo entendido correctamente, pero le había sonado algo así como
“biología modular”.
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