Hum, me está dando el sol en la cara,
coñe ¿Quién se ha dejado abierta la persiana? Odio profundamente
despertarme con la luz del sol en los ojos. Busco la sábana para
taparme la cabeza y protegerme de esa insidiosa luminosidad y ese
calor tan hiriente, pero no la encuentro. ¡Ostia puta! , pero si
llevo el taje de combate puesto ¿Qué leches ha pasado? Intento
levantar la cabeza para mirar alrededor pero cuando trato de
incorporarme me golpea una jaqueca de órdago a la grande. Vuelvo a
tumbarme, y cierro del todo los ojos, esperando que pase el pico de
dolor. Cuando aminora entreabro cautelosamente los ojos, pero la
caridad es excesiva y trae de vuelta el malestar. Descanso un poco
más y pruebo a repetir la maniobra, pero usando la mano a modo de
visera, funciona…en parte.
Renuncio a incorporarme y me limito
a girar la cabeza un poco. Noto una tirantez en el cuello, pese a
ello intento forzar y como recompensa logro que casi me de un tirón.
Descanso de nuevo y entonces noto que tengo bastante sed.¿dónde
coño estoy y como he llegado aquí. Descanso un poco más y la
conciencia y los recuerdos empiezan a aflorar. Me vienen a la mente
imágenes de una misión nocturna, de extraños ojos en la oscuridad,
pero todo muy fragmentario. Siempre he sido de los que tardan
bastante en desperezarse, pero lo de hoy parece el arrancar de un
Windows última generación en el que se han instalado mas programas
de la cuenta instalado en un ordenador que ya era veterano tres
versiones mas atrás del sistema operativo. Mientras termino de salir
del estado de duermevela hago un nuevo intento de mirar el entorno.
En vez de girar sólo el cuello pruebo a girar todo el cuerpo y
consigo mi propósito sin que ninguna parte de mi cuerpo proteste en
exceso. Alzo de nuevo los párpados, con mucha cautela, y consigo
vislumbrar una imagen de colores excesivamente vívidos que me
muestran lo que parece un pedazo de suelo selvático. Noto como
bailan mi retina unas pequeñas centellas y cierro de nuevo los ojos.
Los tapo con la mano para protegerlos de los rayos inmisericordes del
astro rey mientras intento que mis recuerdos terminen conformando una
historia coherente de lo que pasó antes de terminar tendido en dónde
cuernos quiera que este ahora. Los recuerdos siguen viniendo de
manera dispersa. Veo imágenes espeluznantes de una autopsia. Nunca
me gustaron las autopsias, ni siquiera en las series de policías
forenses, y en directo imponen mucho más. No estoy seguro si lo que
veo son recuerdos, o estoy todavía soñando. En todo caso la imagen
cambia y me veo hablando con el sargento, aunque no consigo entender
ni papa de a conversación. Me parece que hablamos de mecánica
cuántica, pero en este momento mi cabeza no está para poder seguir
el hilo. Luego el sargento se va y veo imágenes que parecen sacadas
de un videojuego, o de una peli de alien. En las escenas se ve como
una bruma de oscuridad se forma como si fuera un vapor negro fluyendo
desde unos metros de altura. Y entre medias un monstruo va saltado de
un lado a otro. Mata a algunos soldados, pero la mayoría de muertes
las provocan ellos mismos disparando a ciegas desde la oscuridad que
les envuelve alcanzando con sus disparos a sus compañeros. Luego la
oscuridad se cierne sobre mí y ya no veo nada. Intento recordar más
pero cuando mi mente se ve embargada por las resonancias de la
sensación de una oscuridad envolvente la fatiga se impone y noto que
el sueño me invade de nuevo. Intento resistir, intuyendo que pueda
estar en una situación delicada, pero es en vano.
Despierto de nuevo. Estoy algo más
descansado, y recuerdo el anterior intento de abandonar el reino de
Morfeo. Intento incorpórame, y lo consigo, pero el dolor de cabeza
llega enseguida, unido a una sensación de mareo. Inmediatamente
después me golpea una sensación insoportable de una sed agónica.
Instintivamente llevo las manos a la cintura y tanteo en busca de la
cantimplora. Hay suerte, está ahí, Destapo con manos temblorosas la
tapa y casi puedo oler el agua fresca, pese a que se supone que es
inodora. El deseo de beber se sobrepone al tormento que supone llevar
las manos por encima de la cabeza y al dolor flagelante de los rayos
de un sol en su cenit en mis ojos. Bebo con descontrol, ignorando los
ocasionales signos de advertencia de mi estómago protestado por el
abuso. La reconfortante sensación del agua, en mi garganta acalla
sus objeciones. Según bebo más y la sed se apaga un poco mi mente
cae en la cuenta de que el líquido de la cantimplora está cualquier
cosa menos fresco y que en realidad parece mas bien caldo caliente.
Pero me importa un pimiento y sigo bebiendo. Cuando noto por el peso
menguante que ya casi no debe quedar más agua hago un esfuerzo
intelectual decido guardar algo por si no encontrara agua potable en
un futuro cercano. El efecto del agua en mi cuerpo hace milagros y
consigo ponerme en pie. Miro alrededor y veo mi casco, a unos pocos
metros. Me acerco a él con pasos vaciantes y, con extrema cautela,
lo recojo del suelo. Me giro hacia dónde había estado tumbado y veo
que yacía al lado del tronco desnudo casi por completo de ramas de
un enorme árbol. En ese momento me asaltan de nuevo las imágenes
de tiroteos y busco el rifle reglamentario. Una sensación de peso
ausente en mi espalda me indica que no está dónde debería, y una
exploración táctil lo confirma. Presa de un incipiente brote de
pánico compruebo si llevo alguna otra arma. Miro la cartuchera de
mi cintura y verifico que llevo una pistola automática
reglamentaria. Y al otro lado está mi cuchillo de campo. No son gran
cosa contra las amenazas alienígenas de esa selva, pero me pueden
ser útiles ante las igualmente mortales especies autóctonas. No
obstante procuro buscar el rifle. Me pongo el casco, para poder
controlar adecuadamente el traje de combate. Y de paso tener la
cabeza protegida. Nada mas ubicarlo en su sitio me doy cuenta de que
está estropeado, al menos en parte. Debería hacer una exploración
en detalle para ver que funciona, y que no. Lo más urgente es
intentar ponerme en contacto con el resto de compañeros. Intento
conectar los sistemas de comunicación, pero algo falla. El sistema
parece funcionar, pero sólo oigo el leve sonido de fondo que indica
que el sistema aparenta funcionar, y ocasionales chasquidos de
estática. Decido dejarlo de momento y volver a la tarea de localizar
el rifle extraviado. Se supone que si este se haya lejos de su
poseedor certificado debe emitir una señal codificada que permite a
éste localizarlo. Intento activar el sistema de localización y me
alegro a ver que me da una señal. Me dirijo adónde me indica el
sistema. Mientras avanzo mi estómago gruñe una vez más. Esta vez
no es sed sino hambre lo que le lleva a requerir mi atención. Pienso
en las barritas de chocolate que llevo en la mochila y entonces es
cuando caigo en que no llevo la mochila encima. Una labor de búsqueda
más me aguarda, que bien.
Llego a dónde el sistema me indica
que debe estar el rifle pero no doy con él de inmediato. En esa zona
la hierba es bastante alta y me toca rastrear un poco hasta que doy
con él. Lo agarro y compruebo con una agobiante ansiedad si
funciona. El seguro está quitado así que sólo debo apuntar y
disparar. Me lo pienso un poco pues caso de haber alguna amenaza por
los alrededores el sonido de los disparos podría atraerla.
Rápidamente decido que prefiero correr el riesgo y disparo una
breve ráfaga contra el tronco del árbol más cercano. Es un árbol
bastante pequeño y los disparos lo parten en dos, derribándolo. Me
aparto del estrépito de ramas cayendo, con una cierta satisfacción.
Renuncio a hacer mas pruebas para ahorrar munición. Decido buscar la
mochila que, entre otras cosas, contiene cargadores de reserva. A
falta de mejor idea empiezo a buscar en las proximidades del rifle.
Según busco caigo en la cuenta de que en la zona dónde estaba el
rifle hay un tenue rastro de maleza pisoteada. Una dirección del
camino va hacia la zona dónde había despertado, decido ir en
sentido contrario. Casi pierdo el rastro en algunas zonas dónde la
hierba es más rala y las huellas de mi paso menos claras. Pero algo
viene a facilitar mi labor. Junto a las leves señales que dejan en
el suelo mis pasos hay otras huellas, bastante mas profundas. No me
cuesta mucho reconocerlas, son de un roannon. No soy un cazador
experto pero la imagen parece clara, había pasado por ahí a la
carrera huyendo de un roanon. Con el descubrimiento vienen a mi mente
imágenes confusas de una huida envuelta en oscuridad, pero los
detalles aún se me escurren por las grietas en mi memoria. Sigo
caminando y al final doy con la mochila. La recojo del suelo y
enseguida observo el tremendo desgarro en su parte trasera. El
desperfecto es un testigo mudo de la violencia del golpe descargado
por el roannom. El tejido de esa mochila es de un material
nanotecnológico de última generación, mas fuerte incluso que el
nanocarbono que pensaba usarse de soporte al hilo que soportara el
peso de un hipotético ascensor espacial. Y aparte del tejido
envolvente la mochila tenía varios refuerzos para hacerla funcionar
como chaleco antibalas. Pese a ello a garra del roannon había podido
perforarla. De no haberla llevado puesta el golpe me había
destrozado la espalda. Al comprenderlo un escalofrío recorre mi
espina dorsal, y con él nuevos detalles acuden a mi mente. Recuerdo
el anterior escalofrío que había sentido al inicio de la misión y
con ello la línea general de lo acontecido. Mientras esos recuerdos
van inundando mi mente recojo los contenidos de la mochila esparcidos
por el golpe. Algunos están destrozados, pero otros aún son
aprovechables. Cuando recojo un tetrabrik de leche condensada con una
pequeña rotura, insuficiente para derramar su contenido, observo
que adherido a la abertura hay un pequeño animal. Parece una avispa,
pero con e abdomen obscenamente hinchado. Al ir a apartarla oprimo
sin querer su barriga y veo como empieza a manar de un orifico
situado en medio de ese abdomen, antes inapreciable, un gas negruzco.
Y entonces ilumina mi cerebro con una luz que compite con la del
insidioso sol tropical. Intuyo que ese insecto, o lo que fuese, debe
ser una de esas partes modulares del roannom de las que habló el
sargento. Exprimo un poco más al bicho y veo que hay bastante vapor
oscuro en el mismo, Me imagino esos bichos revoloteando sobre mi
cabeza y dejando salir ese gas que oscurece mi visión y me deja
indefenso la espera de que el roannom venga a por mí. Y entonces
recuerdo definitivamente que así haba sido. La sensación de terror
cuando la oscuridad me envolvió. Ninguno de los sistemas de visión
ampliada del traje la atravesaba. Recuerdo haber tenido la presencia
de ánimo suficiente como para ampliar el sistema de audición para
paliar mi ceguera, y como fue en vano. Un zumbido golpeaba mis oídos
al subir el volumen y me impedía oír nada más. Recuerdo como unas
vibraciones en el suelo me hicieron sospechar de la llegada del
monstruo y como inicié una carrera a ciegas. Recuerdo el tremendo
golpe a mi espalda, indudablemente el momento dónde me fue arrancada
la mochila. Aparentemente el roannn se entretuvo un rato husmeando la
mochila y yo seguí huyendo. En mi huida noté como algo, sospecho
que alguna rama baja, me arrebataba el rifle de las manos. Recuerdo
seguir corriendo, aún mas rápido, y el final de mi carrera marcado
con un tremendo impacto, sospecho que con el tronco del árbol junto
al que me había despertado conmocionado. Lo que no me encajaba era
que estuviera vivo. Sin duda el roannon habría sabido encontrarme,
entre otras cosas porque sus pequeños secuaces insectívoros seguían
conmigo en todo momento. ¿Qué había impedido que me diera caza?
En ese momento sonó un avisé en mi
traje. Me indicaba que alguien intentaba enviarme un video. Por
supuesto acepté. En cuanto se descargó lo abrí. Era el sargento,
o, para ser exactos, un muñeco animado simulando al sargento. Os
trajes podían generar ese tipo de vídeos en tiempo real, guiándose
por los sensores d posición anatómica de los que disponía, y de
unos skins con la caricatura digitalizada del ocupante del traje.
Eran mitad un divertimento, miad un medio de enviar mensajes sin
dejar pruebas. Presté atención a lo que me decía el sargento. Su
mensaje era sorprendente. Me informaba de que los kokusha habían
dado por perdida la guerra convencional y habían declarado la zona
como “comprometida”. Eso venía a significar que habían decidido
empezar una operación aérea de exterminio total, usando armas de su
propia factura, no humanas. Me comunicaba también que la mayoría de
los operativos terrestres habían sido evacuados. Unos pocos, por
contra, no habían podido ser hallados. Más preocupante era la parte
dónde me explicaba que los kokusha habían recibido filtraciones de
la posible presencia de algunos elementos sediciosos entre las
tropas. Entre los sospechosos de actividades sediciosas figuraba él
--el soldado raso Martínez -- y algunos miembros más del equipo de
la última misión, posiblemente todos ellos fallecidos en la misma
según le parecía a Martinez. El mensaje concluía con un oferta a
tomar un transporte ajeno al mando kokusha, fletado por el sargento y
“algunos amigos”. Se daban las coordenadas dónde podría
encontrarlo así como las condiciones para poder cogerlo. Cualquiera
que tomase ese transporte debía renunciar a su actual identidad y
aceptar iniciar una nueva, para la cuál se le proporcionarían los
papeles oportunos. No se adquiría compromiso ninguno con los
rescatadores y si, pasado un tiempo prudencial, se quería recuperar
la identidad original se le proporcionarían los medios para
intentarlo. Se avisaba, no obstante, de que los kokusha posiblemente
no fuesen muy receptivos a es propuesta.
Y ahí terminaba el mensaje. Tras
sopesar pros y contras había decido que no había muchas dudas.
Había cogido el transporte en la zona acordada. Él había sido el
único en tomarlo. Había esperado ver aparecer al menos al sargento,
pero n había sido el caso. A la hora de haber entrado el transporte
se puso en marcha, aparentemente sin nadie para guiarlo. El aparato
inició el vuelo usando para ello tecnología no humana pues no había
reactores ni hélices. Los kokusha disponían de esa tecnología, y
al parecer alguien más, alguien relacionado con el sargento según
parecía. Durante su vuelo a baja altura se había cruzado con naves
kokuha que habían pasado a su lado aparentemente sin reparar en esa
pequeña nave que le transportaba. Al poco vio que el cielo de la
nueva noche, que ya había tenido tiempo de caer, se iluminaba con
fogonazos de luces de varios colores. Las siluetas de las
detonaciones no se correspondían con el perfil de ningún explosivo
del que el tuviese noticia. No sabía nada de cómo podían actuar,
pero la impresión visual, con rayos revoloteando de un lado a otro
entre el fulgor general de la sostenida explosión, no auguraban nada
bueno. No pudo disfrutar mucho del espectáculo pues enseguida la
nave había acelerado, alejándose presurosa del área de bombardeo.
Y en esas estaba. Camino de lo desconocido. No tenía mas familia que
el ejército, y muchos de sus amigos habían muerto. Aparte de ellos
su único pariente vivo era su ex – esposa, que le había dejado
años atrás, cuando la llegada de los aliens había minado su fe
religiosa. En definitiva, que no perdía mucho renunciando a su
identidad. Y si había algún tipo de movimiento en activo para
librarse de los usurpadores kokusha n le molestaba unirse a ello.
Había ingresado en el ejército para defender su planeta, no a sus
regentes autoimpuestos. Y si de algún modo el sargento estaba detrás
de revuelta la intuición le decía que había alguna remota
posibilidad de que no fuese una causa totalmente perdida de antemano.
En definitiva, se iniciaba una nueva etapa de su vida, la más
prometedora en muchos, muchos años.
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