miércoles, 11 de enero de 2012

Guerras ajenas (V)

-- Hola Martinez — oigo a mis espaldas.

 Me giro y veo que es el sargento ¿de dónde coño ha salido? Le devuelvo el saludo intentando que mi voz haga  honor al pasado castrense de mi familia y no parezca la de un adolescente de película de terror mala, un involuntario escalofrío que recorre mi espina dorsal impide que tenga éxito en mi empeño.

-- Buenas noches, sargen… señor… ¡buenas noches sargento, señor! – consigo proferir al fin, casi gritando.

-- Baje la voz Martinez, que intentamos pasar desapercibidos --  responde con gesto divertido. Aunque estamos algo lejos del centro del campamento llega bastante luz y con el equipo de visión nocturna conectado su silueta parece rodeada por un halo deslumbrante. Elevo la visera y me quito el casco. De primeras me quedo casi a ciegas, pero noto como rápidamente mis ojos se acomodan a la escasa claridad.

-- Si, mejor así Martinez, con el casco no se oye uno bien a si mismo y tiende a hablar mas alto de lo conveniente. ¿Qué tal la noche, como lleva el calor? --- No había reparado en ello hasta ahora, pero noto que ha refrescado bastante. Incluso se ha levantado una ligera brisa que puedo sentir en el rostro ahora que ha quedado al descubierto. Tal vez el escalofrío de antes se debiese a la temperatura, aunque creo que fue por culpa del susto. En todo caso respondo en el tono casual con el que la gente habla del tiempo:

 -- Bien señor. Parece que no aprieta tanto el calor a esta hora de la noche, señor.

--  Si, y es extraño ¿no? Es decir, pocas noches refresca por estas tierras tropicales. Tal vez tengamos un misterio entre manos --  dice pensativo.

-- ¿Mas misterios, señor? ¡Creo que andamos ya sobrados de eso, si no le importa que se lo diga, señor – respondo antes siquiera de pensar en lo que estoy diciendo.

--  Tal vez. O tal vez no hemos hecho los deberes y vemos misterios allí dónde deberíamos reconocer signos de lo que hemos aprendido, los que lo hayamos aprendido, claro – dijo mirándome con gesto de invitarme a que hiciese las preguntas que creyese oportunas. Bien, por mi no iba a quedar. Empecé por la que más esotérica me parecía.

 -- Señor, no sé que habrá estudiado usted, pero nada en los libros que he leído menciona eso que comentó de “ojos cuánticos” – comenté a modo de pregunta.

 --  Oh, vamos, ya sé que los ingenieros no suelen estudiar mecánica cuántica. Pero tengo entendido que usted es aficionado a la divulgación científica. No me diga que no sabe nada de mecánica cuántica ¡Ah, y no me llame señor en esta reunión! esto no es oficial – apostilló.

-- Si, si, claro que he leído sobre física cuántica, sargento…iba a añadir su nombre, pero en ese momento caigo en que no lo recuerdo. De hecho ni siquiera estoy  seguro de haberlo conocido alguna vez. Siempre me he dirigido a él como “señor”, o como “sargento”.  Y, haciendo memoria, caigo en que siempre que alguien se ha referido a él en mi presencia ha hecho lo propio. No recuerdo a nadie que se dirigiese al sargento por su nombre de pila. Ni siquiera los kokusha si mi  memoria no me traicionaba.

-- ¿no se acuerda de mi nombre? No se preocupe, sargento está bien --  dijo el sargento concluyendo mi inacabada frase.
-- Ok, sargento pues. Le decía, sé algo de cuántica. Incluso he visto en algunos sitios algo de su formulación matemática. Pero en ninguna parte recuerdo haber visto nada de algo que tenga que ver con ojos cuánticos – expliqué  intentando justificar mi ignorancia, que, todo sea dicho, no creí que necesitase excusa alguna.

-- Bueno, si sabe cuántica ya sabrá que la materia ordinaria, incluidos los ojos, están hechos de átomos. Y que los átomos deben describirse usando mecánica cuántica. Por tanto no tiene nada de extraño hablar de ojos cuánticos – dijo el sargento con tono no ya divertido sino casi de estar tomándome ligeramente el pelo.

-- Pero…eso no tiene sentido.—digo casi indignado, y prosigo -- Quiero decir, si, claro, según eso todo es cuántico. Ojos cuánticos, manos cuánticas. Quiero pensar que si usa lo de ojos cuánticos será porque en esos ojos interviene de forma destacada algún efecto cuántico. Si no es absurdo, si me permite decirlo, llamarles ojos cuánticos.

-- Cierto, Martinillo, esta claro que así es. Y a ver, ¿que efecto cuántico cree que puede ser aquí el relevante? – dice el sargento con tono de profesor pedante.

-- Ni idea señor…sargento. Creí que iba usted a explicarme cosas, no a ponerme un examen – respondí – si no le molesta que se lo diga, señor— terminé añadiendo.

 -- Si, bueno, creo que es oportuno explicar algunas cosas. Pero quisiera asegurarme de que se entienden adecuadamente. No quisiera contar nada que no esté en situación de entender correctamente, así que debo asegurarme que al menos en parte es capaz de deducir por si mismo parte de las respuestas – dijo en el tono que usaba cuando le gustaba hacerse el misterioso. Algo que, todo sea dicho, hacía casi siempre. En todo caso, por lo que conocía de él, me quedo claro que o le seguía el juego o no obtendría nada, así que intenté seguir sus reglas.

-- Bueno, sargento, déjeme pensar un poco – dije. Reflexioné un poco y creí que lo mejor era recapitular los hechos en voz alta – Bueno, esa gente, los soldados que encontré quiero decir, estaban disparando a unos ojos muy parecidos, o iguales, a los del roannon, pero situados en un árbol. Y los raonnom pesan demasiado para subir a los árboles.

 -- Ya ¿y? – interrumpió el sargento, como animándome a seguir con el razonamiento.

-- Bueno, no sé. Si el roannom pudiera subir a los árboles por algún mecanismo extraño me habría dicho usted “roannom cuántico”, imagino. Si he de creer que los ojos a los que disparaba esa gente, y que aparecen en el vídeo, están relacionados con el roannom  de algún modo habría que pensar que subieron al árbol ellos solos. Pero esos es imposible, por muy “cuánticos” que sean – dije intentando parecer mas inteligente de lo que me sentía.

 -- No es un mal razonamiento el suyo – concedió el sargento -- Pero recuerde el vídeo. En el se mostraba que esos ojos no iban solos ¿Se acuerda, no?

-- Si. Es más, examiné el video con calma de nuevo –expliqué -- Y no sólo esa parte. Le pedí a los soldados que me pasaran mas grabaciones dónde hubieran visto los ojos. En algunas de ellas se apreciaba, si uno paraba la reproducción y ampliaba la imagen, que aparte de los ojos grandes el animal, que definitivamente parecía algún tipo de ave, tenía otros ojos mas pequeños, situados en la cabeza. De hechos los ojos grandes, los visibles, estaban en lo que debería ser su abdomen. Pero claro, eso no tiene mucho sentido ¿no?

-- No presuponga demasiado lo que tiene sentido con alienígenas. Se sorprendería — dijo pensativo el sargento. Y añadió – En todo caso, explíqueme porque no cree que tenga sentido.

-- Bueno, para que unos ojos sirvan de algo deben recoger la luz, transformarla en impulsos nerviosos y hacer llegar estos al cerebro, para que este los procese. Como ese ave parecía tener unos ojos normales en una cabeza normal es de suponer que esos eran los ojos funcionales, y que el cerebro estaba en la cabeza, vaya. Salvo que el ave tuviese otro cerebro en la zona del estómago, no veo de que servirían esos ojos. Y además, --añadí con una ocurrencia de última hora -- si en la zona del estómago hay un cerebro ¿dónde digiere ese animal la comida?

--- No presuponga demasiado sobre la distribución de los órganos internos en aliens. Cierto que uno podría pensar que la distribución de los mismos debe seguir normas relacionadas con algunos conceptos que parecen de sentido común— empezó diciendo el sargento. Se tomó una pausa para mirar en torno suyo con gesto de estar buscando algo y tras ello prosiguió – Pero el sentido común sirve para cosas comunes. Para tratar cosas ajenas a la experiencia diaria es necesario tener los datos pertinentes. Sólo entonces puede lucir el sentido común. Pero me desvío del tema. Admitamos que el ave fuera normal en la distribución de sus órganos internos. Y que lo que hay en su abdomen sean ojos. ¿de que podrían servirle?

-- Pues de nada ¿no? – como intuí que si lo dejaba ahí corría el riesgo de que el sargento diese por concluida la reunión en ese momento pensé atropelladamente alguna hipótesis alocada que me pudiera dar tiempo a buscar una mejor propuesta. Dí con una idea estúpida, pero no se me ocurría nada mejor así que se le dije  al final sargento.

–  Bueno, si el cerebro no está en el estómago, que  es dónde debería, ya puestos podemos pensar que puede estar en cualquier lado. Incluso en algún sitio que no sea el ave ¿no? – conseguí decir intentando no parecer demasiado chalado, al menos en el tono de voz.

–  Muy bien,  Marti, muy bien. Parece que si se le presiona un poco no es usted un caso perdido. Y ahora a ver si lo remata. ¿Qué efecto cuántico cree que podría servir para implementar esa estrafalaria propuesta? – dijo el sargento animándome a proseguir. 

– Uff, no sé. Déjeme pensar – dije por decir algo pues no creí que diese nunca con la respuesta —a ver, permítame repasar el folclore de efectos cuánticos. El principio de incertidumbre, no, por ahí, no  ¿verdad? A ver, que las energías estén cuantizadas…

--  Pare, pare,-- me interrumpió el sargento, acompañando sus palabras con un gesto de su mano derecha.-- que nos podemos tirar toda la noche. En fin, supongo que era demasiado esperar que diese con la respuesta sin más pistas. Aunque debería haber reparado en lo que le dije en la tienda, lo de la biología modular.

-- ¿Están relacionadas ambas cosas?—dije interrumpiéndole yo a mi vez.

-- Lo están, lo están. – continuo el sargento--  Mire, me hubiese gustado poder seguirle guiando, a ver si daba con las respuestas. Pero me temo que vamos a estar algo apurados así que paso a contarle los conceptos fundamentales. Ese roannom , como ya dije, es una mezcla de una criatura surgida de la evolución con un producto de ingeniería genética. Una de las características originarias del roannom, es su estructura modular. Eso, básicamente, consiste en que el animal esta hecho de piezas. Y algunas de esas piezas pueden separarse de la unidad central y disponer de una cierta autonomía propia.


-- Perdón que le interrumpa – dije con tono de disculpa.. Pero sólo para asegurarme de que no estoy entendiendo mal. ¿Me quiere decir que esa ave forma parte del roannom?

-- Si, efectivamente. Nadie que conozca tiene claros los detalles. Puede ser un caso de parasitismo que derivó en una incorporación del parásito al ciclo vital del animal. Hay casos similares en la tierra, o eso me parece recordar. O tal vez es similar a una criatura que vive como parasita en ciertas cigalas de río, que tiene varias manifestaciones y ni siquiera se tiene claro cuál es el animal principal. Aunque bueno, aquí si esta claro que lo principal es el animal terrestre. De hecho se cree que en su planeta originario no podían ser comunes, o si acaso existir, las aves dada su mayor gravedad…

-- Perdón, sargento – le corté  de nuevo en su exposición-- Vale, acepto, ya que usted lo dice, y sabe más que yo de aliens, que el roannom trae un ave incorporada de serie. ¿y los ojos cuánticos? ¿Qué relación hay?

-- Bien, --prosiguió el sargento con su alocución -- Esos ojos del abdomen son ojos totalmente funcionales. Enfocan y forman imagen sobre la retina. Hasta ahí normal. Lo que hace falta es darse cuenta de que esa ave sirve para enviarle información al roannom. El roanom ve a través de los ojos del abdomen del ave. Para ello usa un truco cuántico, la superposición de estados. Cada molécula de las retinas de la pupila del ojo del ave se corresponde con otra molécula entrelazada cuánticamente con esta, y situada en el corpus central del roannom, De esa manera hay una réplica  completa de la pupila del ojo del ave en el roannom. Cuando un fotón llega a la pupila del ojo del ave y altera el estado de la molécula la réplica enlazada a la misma en el roanmom sufre la misma alteración. De ese modo el roanmmom “ve” lo mismo que el ave. Bueno, en realidad el roannom es el único que de verdad ve algo. El ave, como bien apuntó usted, no tiene nervios que envíen la señal a un cerebro que procese la señal. La réplica cuántica de esa pupila situada en el roanmmom si dispone de esos nervios, y los envía al al cerebro del roanom. Si le interesa el detalle le puedo decir que ese juego adicional de pupilas está detrás del globo ocular de los ojos propios del roannom. Es muy difícil saber exactamente como procesa la información el animal, pero creemos que puede superponer información dem ambos ojos, el suyo propio y el del ave, de modo similar al que hacen los televisores terrestres cuando muestran imágenes de dos cámaras distintas. Posiblemente también puede jugar con el tamaño relativo de ambas imágenes.

Escuchaba todo eso con una mezcla de asombro y suspicacia. Lo que recordaba del principio de superposición que pudiera ser aplicable a esa situación, era la paradoja de de Broglie. La idea era que si uno preparaba dos fotones en superposición de tal modo que uno tuviera spin hacia arriba y otro spin hacia abajo y luego los separaba cuando se medía el spin de uno el otro debía tener el contrario. Eso era paradójico porque hasta que no se medía el spin del primer fotón ambos estaban en una superposición entre spin hacia arriba y hacia abajo. Un vez medido el spin de uno de ellos el otro, inmediatamente, pasaba a estar en un estado puro, con el spin en disposición opuesta. Esto era así incluso si ambos fotones se habían alejado entre sí cualquier distancia imaginable, lo que implicaba trasmisión instantánea de información, en contradicción aparente con la relatividad especial que decía que nada podía ir mas rápido que la luz. Podía entender que hubiese alguna relación, pero no me cuadraban los detalles. Imaginé que al altera una molécula en el ojo del ve se producía una “observación” y que la molécula análoga en el roannom  pasaba a tener el valor complementario que le correspondía en el estado de superposición  Supongo que el nervio saltaba ante esa ruptura del estado de superposición y así el roannom veía lo que enfocaban los ojos del ave. Pero imaginé que una vez rota la superposición esa zona de la retina quedaba ciega para el roanom, con lo cuál ese sistema de visión a distancia tenía una durabilidad limitada. Y luego estaba e asunto de la complejidad del asunto. Recordaba haber leído que poco antes de la llegada de los aliens, los científicos terrestres habían encontrado indicios de que la fotosíntesis  y el sistema de guía de las aves en el campo magnético terrestre parecían estar relacionados con estados de superposición cuántica que implicaban cantidades macroscópicas de moléculas. Recordaba que eso era sorprendente pues en los laboratorios los expertos apenas conseguían estados de superoposición con unos pocos átomos.  Me hubiese encantado preguntarle detalles al sargento. También imaginé que los otros ataques misteriosos que habíamos sufrido podían estar relacionados con otros aspectos de la biología modular del bicho y me hubiese gustado preguntarle al sargento por los detalles,

Pero no hubo opción. Ví que el sargento se ponía tenso. Me avisó de que preparase un arma de corta distancia y estuviese alerta. Me señaló hacia el centro del campamento. Al mirar vi como un humo oscuro se desplegaba en torno a las luces que había encendidas. Antes de que estas quedaran del todo apantalladas me parecí distinguir como retazos del mismo humo se formaba en torno a algunos de mis compañeros. Me giré para preguntarle al sargento que era eso, pero ya no estaba. Esas misteriosas apariciones y desapariciones del sargento eran un aspecto más del misterio de su figura. Algunos soldados habían revisado toda la telemetría el traje previa a sucesos similares y no habían visto nada que diera pistas de cómo lo hacía. Con esos trajes ni siquiera el más astuto de los ninjas podría hacer esos trucos, pero obviamente el sargento contaba con trucos mas sofisticados que los de los antiguos campesinos-guerreros del Japón medieval.  El ruido de las armas me avisó de que no era momento de ocuparme de ese misterio y volví mi atención l campamento. Me coloqué el casco, activé el sistema de visión nocturna a tiempo para que me mostrara la figura del roannom entrando y saliendo de las zonas de humo oscuro. Centré mi atención  la última localización que tenía de él y apunté el rifle hacia ella, presto a disparar cuando le vírese salir  Sin embargo lo único que vi cuando el humo de esa zona se disipó fue el cadáver, roto en dos partes, de uno de mis compañeros. Y en ese momento se oyeron más disparos, e inmediatamente un grito prontamente acallado. Parecía obvio que la criatura se había dejado de sutilezas y había pasado a un ataque directo. Y mucho me temía que si lográbamos detenerlo no sería sin que antes llevara a cabo una pequeña masacre. De hecho empezaba a pensar que si no lo detenía antes el sargento ese maldito animal nos iría aniquilando de uno en uno.

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