miércoles, 11 de enero de 2012

Supers III


Su intuición se había revelado acertada. Desde que había aterrizado en suelo Francés casi todo habían sido contratiempos y noticias poco halagüeñas. Mientras intento dormirme en el hotel en el que me alojo esta noche voy haciendo memoria de los acontecimientos.

Lo peor de todo había sido las nuevas apariciones en la T.V. del aprendiz de superhéroe. En una de ellas se había limitado a hacer un pequeño ridículo, a la vez que brindaba una poco recomendable exhibición de los límites de sus poderes.

Una cadena de TV había hecho una conexión en directo para mostrar una situación límite en la que un autobús escolar había quedado volcado al borde de un pequeño precipicio, con parte del vehículo colgando del barranco. El accidente se había producido en una estrecha carretea de montaña y, para mas INRI, en una curva cerrada que no permitía que una grúa pudiera situarse de manera adecuada como para poder remolcar al autobús de vuelta a la carretera. Al estar volcado sobre un lateral no había modo de que os pasajeros situados sobre el abismo se deslazaran hacia la zona mas segura, excepto caminando por unos ventanales agrietados.

Según estaba viendo la escena en la tele del bar del hotel lo primero que se me ocurrió pensar es que se trataba de un escenario preparado adrede para atraer al vaquero. Lo comenté de manera casual con el individuo que tenía al lado – a ver que opinaba – pero me respondió con una frase incomprensible, al menos para mi moderado nivel de francés. El caso es que, como ya nos habían anticipado, apareció “estrella solitaria”. Llegó volando y aterrizó justo al lado del autobús. Hizo un gesto a los presentes de que se retiraran unos cuantos pasos atrás, solicitud a la que accedieron sin protestas. Tras eso procedió a agarrar el parachoques trasero de autobús, y afianzó los pies en el suelo para poder tirar del mismo.

Eso hizo que me preguntara por la naturaleza de su poder. Un ser humano, independientemente de cualquier superfuerza, no podría esperar se capaz de traer de vuelta al autobús simplemente afianzando los pies en la carretera. Sencillamente, el rozamiento de las botas con el suelo no le proporcionaría apoyo suficiente. Había varios modos de paliar ese problema. Por ejemplo, la forma de volar de supervaquero no indicaba que usara reactores, hélices, alas o nada similar. Tal vez lo que le proporcionaba sustento en el aire le podría servir para afianzar su posición en el suelo. O tal vez podría tener algún tipo de medio para afianzarse en el suelo. Yo podía hacer cualquiera de las dos cosas, y unas cuantas más. En cualquier caso no vi nada que me revelara como se las apañaba el tipo ese. Lo único que pude ver es como empezó tirar del parachoques…sin éxito.

La postura corporal indicaba claramente que el supertipo se esforzaba al máximo por traer de vuelta el malogrado autobús, pero no conseguía moverlo apenas. Pasó de hacer un esfuerzo sostenido a dar tirones bruscos. Con ese proceder lograba mover un poquito el autobús, unos centímetros por intento. Me resultó un tanto extraño pues en su anterior aparición había logrado volcar el coche – uno de esos grandes automóviles tan del gusto de los americanos – sin demasiada dificultad. Usando física elemental estimé que el autobús pesaría del orden de las 10 toneladas. Si lo multiplicaba por la aceleración de la gravedad y el coeficiente de rozamiento obtendría la fuerza de rozamiento que debía vencer el vaquero. No sabía cuanto era el coeficiente de rozamiento del metal con el asfalto, ni fui capaz de encontrarlo luego en google, pero si el de unos neumáticos era 0.8 el del acero no diferiría mucho. Eso indicaba que la fuerza para tirar de autobús seria más o menos un 80% de la necesaria para levantarlo. La fuerza que había mostrado supervaquero al volcar e coche en su anterior intervención debería bastarle para arrastrar el autobús con mayor soltura de la que se mostraba en la escena.

Mi sospecha inicial de que hubiera gato encerrado iba en aumento. Sea como fuere la apoteosis del esperpento vino cuando el parachoques se desprendió en uno de los tirones y lonely star cayó sobre su trasero con una total ausencia de gracia o apostura. La gente del bar acompaño la pirueta con una sonora carcajada a la que desde luego no me uní. Supervaquero se quedó un rato en el suelo, sin saber como reaccionar. La gente alrededor suyo no había tenido la misma reacción que mis compañeros en el bar, tal vez por miedo a que un individuo que podría barrer el suelo con ellos sin gran esfuerzo se enfadara. Aún así parecía darse cuenta de la incómoda situación en que se hallaba. Al final se levantó de manera decidida y cambió de táctica. Voló hasta situarse debajo de la zona del autobús que sobresalía de la carretera y fue recogiendo a los pasajeros de un en uno, llevándolos en brazos a zona segura. Una vez rescatados todos los accidentados pidió unas cadenas, las ató a los asideros de autobús dispuestos para ello y tiró y tiró hasta traerlo de vuelta. En total la operación de rescate le llevó unos 15 minutos, lo cuál era un registro bastante penoso.


La 2ª intervención filmada ese día resultó mucho peor. Se había organizado una demolición de unos viejos edificios en contra de los deseos de sus inquilinos. Estos habían organizado una resistencia activa contra las fuerzas de demolición y se oponían a estas, y a los policías que las protegían, armados con bates de beisbol, cuchillos de cocina y otras armas caseras de similar jaez. Aparentemente alguien había hecho muy mal los deberes y no había suficientes antidisturbios para controlar a la multitud. En un momento dado la turba de vecinos desalojados había sitiado a las fuerzas del orden en un callejón sin salida y parecía dispuesta a lincharlos. Y en esas había hecho su aparición e aspirante a superhéroe. Se situó entre la multitud y la policía haciendo gestos de pedir calma.

Su intento de apaciguamiento fue totalmente ignorado y una barahúnda de gente furiosa se le echó encima. Me di cuenta inmediatamente de lo terrible de la situación. Yo había hecho muchos experimentos con mis propios poderes y era consciente de lo que se avecinaba.

Previendo que pudiera verme en alguna situación similar busqué que nivel de superfuerza e invulnerabilidad sería el mas indicado para resolver la situación con un mínimo de daños para los humanos. Guiándome por afirmaciones vistas en varios documentales acepté que un cerdo era una buena guía para estimar esos daños. Cómo me pareció fuera de lugar usar cerdos vivos hice las pruebas en un matadero en el que me colé de noche sin mayor dificultad. Cuando había usado el nivel de fuerza que le había estimado a estrella solitaria, y adoptando para la superficie de mi cuerpo la rigidez que se adivinaba por el modo en que le afectaban las balas los resultados eran devastadores. Si golpeaba con máxima potencia a un cerdo literalmente lo destrozaba. Si el golpe era en el pecho el esternón del animal volaba hecho pedazos. La mayoría de las costillas se rompían igualmente. Los órganos internos del animal quedaban reventados por la onda de choque. Si el golpe lo daba en el cráneo o la mandíbula le arrancaba la cabeza al animal haciéndola saltar por los aires varios metros. Al examinarla comprobé que los huesos quedaban hechos añicos.

Lo peor es que incluso si contenía los golpes era muy difícil calcular la fuerza adecuada de los mismos para que no fuera letal. A ese nivel de rigidez incluso un golpe efectuado con la fuerza de un humano medio era peligroso. Venía a ser como una persona normal golpeando con un puño de armadura medieval. Sin apenas esfuerzo un uñetazo podía romper una mandíbula o una costilla. Por ese motivo había calculado que caso de verme envuelto en reyertas con humanos lo mas seguro era adoptar una fuerza en torno a un 15% superior a la normal y que la superficie de mi cuerpo tuviera la rigidez de un plástico del tipo usado en los escudos de antidisturbios.

Por desgracia supervaquero no parecía poder elegir el nivel de sus superpoderes y había repelido a la multitud con la superfuerza mostrada en su primera intervención de días atrás. Y, por desgracia, tal como me temía, la refriega derivó en una masacre. Habían muerto 8 personas, 20 habían resultado seriamente heridas y un número no determinado sufrieron daños menores. La imagen final del reportaje era absolutamente demoledora, digna de una película gore. Se nos mostraba el traje con los claros colores de a bandera de tejas de supervaquero totalmente manchado de sangre y en algunas zonas, resaltadas por círculos, se apreciaban restos de carne, vísceras o incluso hueso.

Después de eso supervaquero había huido de la escena volando. Detrás suyo dejaba una multitud maltrecha y la aspiración a ser un superhéroe. Desde ese momento había pasado a ser un supervillano. Lo que le había pasado era el tipo de riesgos que planteaba intentar jugar a superhéroe. Por eso yo siempre había optado por mantener el anonimato mas absoluto y a no meterme dónde no me llamaban. Cierto que a veces las circunstancias me llevaban a usar los superpoderes, pero eran las menos. Y siempre, siempre, intentaba disfrazar mi naturaleza sobrehumana, como había hecho esa misma tarde, sin ir más lejos. De todos modos no le había gustado nada lo que había visto por la tele. Le había dado la impresión de que al tipo ese le habían tendido una trampa. Ahora tenía una misión más urgente. Pero si tenía posibilidad intentaría investigar los acontecimientos que había visto en la TV y ver si se podía limpiar un poco la imagen del tipo ese.


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